Por Emilio Godoy
Hace unos siglos, la industria de biotecnología hubiera
podido comprar una bula para expiar sus pecados y obtener la redención. Pero en
su ecológica encíclica “Laudato si”, el papa Francisco condenó a los organismos
genéticamente modificados (OGM) sin perdón posible.
En la primera carta circular a los católicos de su plena
autoría desde que inició su pontificado en 2013, el argentino Jorge Mario
Bergoglio critica a los OGM por sus impactos agrarios, sociales y económicos y
demanda un debate amplio y científico sobre ellos.
Laudato si, Alabado seas en italiano antiguo, toma el título
de un cántico de Francisco de Asís que
reza: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos
sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”.
Esta encíclica, hecha pública el 18 de junio, es la primera
en la historia dedicada a la situación ambiental y a reflexionar sobre “la casa
común” de la humanidad, el planeta.
El documento reconoce la falta de “comprobación contundente”
acerca del daño que podrían causar los OGM a los seres humanos, pero destaca
que existen “dificultades importantes que no deben ser relativizadas”.
“En muchos lugares, tras la introducción de estos cultivos,
se constata una concentración de tierras productivas en manos de pocos debido a
la progresiva desaparición de pequeños productores que, como consecuencia de la
pérdida de las tierras explotadas, se han visto obligados a retirarse de la
producción directa”, cita la encíclica.
A causa de ello, el primer papa latinoamericano denuncia la
precarización del empleo, la migración rural hacia chabolas urbanas, el
arrasamiento de los ecosistemas y el surgimiento de oligopolios semilleros y de
insumos.
Ante ese contexto, Francisco propone “una discusión
científica y social que sea responsable y amplia, capaz de considerar toda la
información disponible y de llamar a las cosas por su nombre”, porque “a veces
no se pone sobre la mesa la totalidad de la información, que se selecciona de
acuerdo con los propios intereses, sean políticos, económicos o ideológicos”.
Es el tipo de debate faltante en torno a los OGM y en el
cual la industria biotecnológica se ha negado a abrir sus bases de datos para
comprobar si son inocuos o no.
Ese debate necesita, argumenta la encíclica, “espacios de
discusión donde todos aquellos que de algún modo se pudieran ver directa o
indirectamente afectados (agricultores, consumidores, autoridades, científicos,
productores y vendedores de semillas, poblaciones vecinas a los campos
fumigados y otros) puedan exponer sus problemáticas o acceder a información
amplia y fidedigna para tomar decisiones tendientes al bien común presente y
futuro”.
“México es ya una referencia en la lucha por la
‘justiciabilidad’ del derecho a un ambiente sano, por la constancia decidida de
las organizaciones sociales. Nuestra demanda colectiva se robustece con la
encíclica”, dijo a Tierramérica el sacerdote Miguel Concha, director del no
gubernamental Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria.
El religioso católico hace suyas las palabras de la
encíclica de que los transgénicos tienen implicaciones sociales, económicas,
legales y éticas.
La encíclica reviste especial importancia para naciones como
México, escenario de una intensa lucha sobe los transgénicos, principalmente en
el caso del maíz, grano de gran simbolismo cultural para este país
latinoamericano, además de base de su alimentación.
E igualmente para Guatemala, El Salvador, Honduras,
Nicaragua y Costa Rica, que con el sur de México conforman Mesoamérica, asiento
de la civilización maya.
El papa conoce cercanamente el impacto de los cultivos
transgénicos, porque Argentina, su país, es según los expertos donde las
semillas modificadas más han alterado la agricultura tradicional dentro de
América Latina. Un ejemplo es el del cultivo de la soja, donde de los 31
millones de hectáreas cultivadas en el país, 20,2 millones son de semillas modificadas.
El monocultivo sojero desplaza a los productores locales,
genera alta concentración en el sector y crea “un círculo vicioso altamente
peligroso para la sustentabilidad de nuestros sistemas productivos”, explicó a Tierramérica el académico e ingeniero
agrónomo argentino Carlos Toledo.
Casi toda la producción de OGM se concentra en 10 países:
Estados Unidos, Brasil, Argentina, Canadá, India, China, Paraguay, Sudáfrica,
Pakistán y Uruguay, por ese orden. La mayoría de esos cultivos se destina a forraje
para pecuaria industrial, pero México pretende que el maíz entre en la cadena
alimenticia humana.
En México rige desde 2013 una suspensión judicial de
autorizaciones para sembrar comercialmente maíz transgénico, al acogerse una
demanda de acción colectiva promovida en julio de ese año por 53 particulares y
20 organizaciones de la sociedad civil.
Además, desde marzo de 2014 organizaciones de apicultores y
comunidades indígenas han obtenido otros dos amparos provisionales contra la
plantación comercial de soja genéticamente modificada en los sudorientales
estados de Campeche y Yucatán.
El 30 de abril de 2014 ocho científicos de seis países
enviaron una carta abierta a Francisco para llamar su atención sobre la
situación de los OGM, especialmente la cruzada en territorio mexicano.
En su misiva, los expertos denuncian las secuelas
ambientales, económicas, agrícolas, culturales y sociales de los OGM y
cuestionan sus resultados.
Los científicos plantearon la “enorme trascendencia” de que
Francisco “se expresara críticamente sobre los transgénicos y en apoyo a la
agricultura campesina, lo que sería una importante ayuda para salvar a los pueblos y al planeta de la
amenaza que significa el control de la vida por parte de empresas que
monopolizan las semillas, llave de toda la red alimentaria”.
En Laudato si, el pontífice evidencia que escuchó su
plegaria.
“La encíclica es muy esperanzadora, porque ha expresado una
postura ecologista. Toca fibras muy sensibles, la situación es terrible y
amerita la intervención papal. Nos da fuerza moral para seguir en la lucha”,
declaró a Tierramérica la académica Argelia Arriaga, del Centro Universitario para laPrevención de Desastres, de la pública Universidad Autónoma de Puebla.
Pero las acciones legales no han frenado las ansias del
sector biotecnológico en México.
En 2014, el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad yCalidad Agroalimentaria (Senasica) recibió de la industria
biotecnológica y de centros investigadores públicos cuatro solicitudes para
siembra experimental de maíz transgénico, sobre casi 10 hectáreas.
Además, se introdujeron 30 requerimientos para la plantación
piloto de algodón, experimental y comercial, para un total de 1,18 millones de
hectáreas. Se sumaron una solicitud de frijol, cinco de trigo, tres de limón y
una de soja, todas experimentales.
Senasica también procesa cinco solicitudes de la industria
para plantar algodón y alfalfa transgénicos a nivel comercial y experimental
sobre más de 200.000 hectáreas.
“Se trata de un modelo económico y de desarrollo que ignora
la producción de alimentos”, destacó el sacerdote Concha.
Luego de lograr que tribunales federales desechasen 22
amparos interpuestos por el gobierno y empresas en contra de la decisión
judicial de suspender temporalmente los permisos, los participantes en la
demanda se alistan para abordar el juicio, que decidirá el futuro de los OGM en
el país.
En la encíclica, Arriaga aprecia un enfoque que va más allá
del maíz y los transgénicos, pues involucra a otras luchas ambientales. “Para
la gente en las comunidades, es importante el mensaje papal, porque les dice
que tienen que cuidar los recursos. Desarrolla más conciencia”, explicó.
Publicado
por la red de diarios latinoamericanos de Tierramérica.
Fuente: ipsnoticias.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario