La Pampa húmeda está bajo agua. Hoy y ayer tuvimos que
escuchar a AAPRESID, la asociación de productores por siembra directa, saliendo
a desmentir que esa metodología de cultivo sea la causante de las inundaciones.
Yo, en su lugar, haría silencio. Salir a contestarle a un intendente
desesperado no parece atinado ni sabio. Más aún cuando -les guste o no a los
productores- se es parte del problema. Para colmo, las palabras del funcionario
le vinieron como anillo al dedo a quienes quieren justificar lo injustificable
desde los escritorios donde se planifica el país: la culpa ahora es de un
método de siembra.
Ni una cosa ni la otra. Sería tan bueno, por una vez, salir
de esta insoportable antinomia gobierno-antigobierno, que ya reedita la época
de la 125, con toda la cantidad de consignas golpistas repetidas por periódicos
de una parte y con toda la sarta de idioteces que gobernantes con altísimas
responsabilidades dijeron por otra, repetidas como por loros en ciertos
pasquines por toda la geografía argentina.
Yo pregunto a los presentes, diría Viglietti (total, de
desalambrar se encargaron los pooles de siembra): ¿Alguien, algún abuelo, un
diario antiguo recuerda a todo el pueblo de Sandford tapado por el agua? Yo no
conozco noticia sobre el tema en los últimos cien años al menos.
A ver, es cierto que en los pueblos se impermeabiliza cada
vez más los suelos. Pero la masa de agua que tapó Sandford no viene por el
asfalto creciente de esa localidad. ¡Viene del campo!
¿Entonces, qué pasó? ¿La desidia de los políticos, que no
hacen los canales? Hace tiempo que sabemos que haciendo canales trasladás el
problema (el agua) de un lado a otro, y el problema sigue. Pero la pregunta es:
¿y antes qué? ¿Estaban hechos los canales? ¿Porqué las inundaciones son ahora,
si esta cantidad de agua se repite en ciclos de 11 años? ¿Entonces?
¿A quién diablos le podemos echar la culpa, a San Pedro?
Las culpas, me parece, están repartidas, pero la piñata se
la lleva el modelo productivo que adoptamos en nuestro país. No los productores,
el modelo. ¿Se entiende? Ah, pero a este modelo lo quieren todos: el gobierno,
los productores, especialmente los grandes, y también los medianos, y hasta los
chicos también, qué joder. ¿De qué vamos a vivir?
Bueno, es un buen momento para preguntárnoslo.
Vamos cascote por cascote.
La siembra directa es un método que evita la remoción del
suelo. Cuando al suelo lo "dabas vuelta" con el arado, quedaba
expuesto al impacto de las lluvias y se impermeabilizaba su superficie, de tal
manera que el agua caída se deslizaba por ella engrosando canales y pequeñas
lagunas que se formaban en los bajos. Ahora, clavando profundo la sembradora en
un suelo sin remover, se siembra sin necesidad de pasar arados, discos y
escardillos, herramientas que combatían las malezas.
¿Y qué pasa con los yuyos entonces? ¿Crecen, se multiplican
y ahogan la soja? No, m'hijito: a los yuyos ahora se los puede matar con
glifosato, que no mata la soja, se le puede aplicar arriba sin que la planta lo
"sienta".
Entonces no hay que cambiar la bocha. Mostrar fotos de un
suelo cubierto de rastrojos de maíz y yuyos como la imagen de las bondades de
la siembra directa y decir que ese suelo va a retener con sus poros el agua de
lluvia no es hacer honor a la verdad. Debería mostrarse la liza superficie de
un suelo post-cosecha de soja y mostrar, además, que a veinte, treinta
centimetros, el suelo no es capaz de retener agua.
Es así: lo des vuelta o no lo des vuelta, el suelo al que no
se le aporta materia orgánica no retiene suficiente agua como para evitar
grandes desplazamientos después de las lluvias.
Todos somos cómplices de esta gran "avivada
argentina": los productores, porque quien más, quien menos, prefirieron
ser rentistas y dejar que los pooles de siembra se ocupen de sus campos; y
aunque ahora retomen la producción, el daño está hecho y siguen prefiriendo la
seguridad de la soja. Los grandes productores, que no hicieron más que absorber
ávidos los campos de los pequeños productores que, rendidos por tener mucho en
contra, dejaron la actividad. Y el gobierno que debe programar las políticas
agropecuarias necesarias para que deje de desaparecer el monte, el maíz, el
trigo, las pasturas, los tambos, la ganadería y las economías regionales, a
expensas de nuestro becerro de oro verde: doña Glicine max.
Porque en algo acierta AAPRESID en su defensa a la siembra
directa: no es ella sino el monocultivo el que deteriora los campos. Pero tengo
la sensación de que esta entidad se ha convertido de pronto en una especie de
organización científica que sólo defiende un método de siembra. Como si no
hubiera sido en todo estos años la representante de la siembra de soja en
Argentina. Hicieron lobby, investigaciones y congresos para la promoción del
cultivo de la soja RR y los agroquímicos asociados. Sabiendo que es imposible
aplicar siembra directa sin una batería de químicos que permitan controlar las
malezas.
En los tiempos en los que no se tapaban los pueblos con
agua, ¿cómo se producía?. Con rotación, amigos, con rotación.
Esto comenzó en 1996, cuando el menemista Felipe Solá
autorizó entre gallos y medianoche la producción de la primera soja resistente
a glifosato en Argentina, sin las pruebas necesarias para prever las
consecuencias. Que, sabíamos ya entonces, no iban a ser solamente la
contaminación con químicos, sino profundamente ecobiológicas: malezas, bichos y
enfermedades resistentes, impermeabilización de suelos.
Antes de la soja "RR", que redujo notablemente los
costos de producción de la oleaginosa, se producía rotando los cultivos. Ahí sí
había cobertura para que la lluvia no dejara los campos asfaltados. Se sembraba
pastura para el tambo o el engorde de vacunos, se rotaba una parte del campo
cada año con maíz, se hacía descansar una parte del año los lotes. Todo pasó al
olvido: la carne se produce en corrales, los tambos pequeños desaparecieron, el
trigo sigue en picada. Y sembramos soja.
¿Y para qué es la soja? Para su mesa, señora? No, señor. no.
A la mesa no llega la soja. Y si llega, no la coma por favor.
La soja que producimos tiene harina que va a engordar
animales a europa y china y aceite que va a producir combustible. En nuestros
suelos no producimos comida para humanos. Aquéllos profesionales que abrazaron
la agronomía para combatir el hambre en el mundo deberían replantear su mirada.
Por este lado no es.
¿Quién tiene dudas de que este modelo productivo no nos
lleva a ningún lado? La producción de alimentos, lo dice cada vez con más
insitencia la ONU, debe provenir de cultivos agroecológicos locales. Es mentira
(¡sí, mentira!) que no es posible producir alimentos a escala comercial sin
químicos. Y además, con los beneficios de un suelo con cobertura verde. Algo
que cada vez es más raro en nuestra pampa húmeda. Rodeemos las ciudades de
nuestra zona núcleo con grandes cinturones verdes agroecológicos, ahí donde
ahora no está permitido fumigar con agroquímicos y no sólo combatiremos las
inundaciones sino que ganaremos en seguridad alimentaria para nuestros pueblos.
Hace veinte años que se viene imponiendo el
monocultivo de soja en Argentina. El gran responsable de ello, tal como dijo la
Ing. Giraudo, es el gobierno que jamás implementó políticas que den una ventaja
comparativa a otros cultivos frente a la soja. Pero siguen en las
responsabilidades los productores, principalmente los grandes, los Grobo, El
Tejar, AAPRESID, AACSoja, esos que en su conveniencia se han callado frente a
la ausencia de estas políticas nacionales. Curiosamente, el gobierno se codea
con ellos: prefiere acordar con grandes antes que tratar con cientos de miles
de productores agropecuarios pequeños que, justamente, eran la garantía contra
el monocultivo. Y por eso vienen desapareciendo. Y con ellos, las acciones que
preservaban nuestro entorno inmediato de estos desastres que, lamentablemente,
recién están empezando a aparecer. Fuente: lavanguardiadigital.com.ar
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