¿A dónde van los móviles, ordenadores, microondas o
frigoríficos viejos?
¿Qué pasa con estos aparatos una vez que los hemos tirado a
la basura, o incluso a ‘reciclar’?
El camino que recorren no está del todo claro, pero de lo
que no cabe duda es de que hay varios lugares en el mundo en los que toda esta basura
tecnológica se acumula desde hace años haciendo de estos sitios lugares tan
contaminados o más que las mismísimas zonas de extracción ilegal de productos
como petróleo, uranio y otros recursos altamente contaminantes.
El más claro ejemplo es el llamado basurero tecnológico de
Agbogbloshie, en Accra (Ghana) donde existe una contaminación por plomo, cadmio
y otros contaminantes perjudiciales para la salud que supera en más de 50 veces
los niveles libres de riesgo.
Lo decía claramente un informe de 2013 realizado por la
‘Green Cross Switzerland’ y el ‘Blacksmith Institute’ en el que recogían las 10
mayores amenazas tóxicas del Planeta.
Es decir, los 10lugares más contaminados del mundo. Uno de
ellos es este basurero, que comparte este triste honor con lugares como
Chernobyl. Oficialmente, se trata de un ‘área de procesamiento de basura
tecnológica’. Un eufemismo para definir a este área al que van aparar miles de
toneladas de residuos tóxicos para ser ‘procesados’.
La realidad es que hasta allí llegan, mezclados, materiales
de todo tipo –entre los que se encuentran frigoríficos, microondas y
televisiones-, tan diversos y contaminantes que, “para reciclarlos de manera segura requeriría un alto nivel de
competencias y protección entre los trabajadores”.
Algo que claramente no se da en Agbogbloshie. Y lo peor es
que esta zona no es sólo un basurero. Es un asentamiento informal en el cual
conviven zonas industriales, comerciales y residenciales. Una zona en la que
los metales pesados que se expulsan de estos procesos de quema llegan a casas y
mercados. Según este mismo informe, Ghana importa cada año unas 215.000
toneladas de residuos tecnológicos, principalmente desde Europa del Este (…).
De ellas, la mitad puede ser reutilizada inmediatamente, o
reparada y vendida, pero el resto del material es ‘reciclado’ de forma
incorrecta, a costa de contaminarla tierra que los recibe y perjudicar la salud
de quienes trabajan con ellos. Un ejemplo es el de los buscadores de cobre, que
queman las fundas que recubren los cables para conseguir el cobre del interior.
Para quemar los utilizan un tipo de espuma, altamente
contaminante, expulsando al aire libre todos sus contaminantes.
Chatarra, fogatas y humo son el día a día en algunas zonas
del basurero, donde trabajan sobre todo jóvenes sin recursos provenientes de
familias pobres, que dependen de lo que obtengan en este basurero. Personas que
saben que el trabajo allí es basurero, pero que no se quejan porque lo que allí
consiguen es mejor que nada. Porque con el material que allí obtienen pueden venderlo
luego por las calles de Accra y conseguir así lo necesario para sobrevivir. A
otros también les interesa: el centro de Accra está repleto depuestos que venden
a bajo precio todo tipo de aparatos eléctricos, buena parte de ellos de segunda
mano.
Esta situación no se circunscribe sólo a Ghana, que es uno
de los países más desarrollados del continente.
La misma realidad afecta a Zimbabwe, donde hace poco se ha
advertido de una posible crisis medioambiental porque no dispone de sistemas
adecuados para eliminar este tipo de residuos.
Todo ello a pesar de la existencia de tratados
internacionales, como la Convención de Basilea, que restringe los movimientos
transfronterizos de desechos, y el acuerdo que se suma al firmado ya en 1993,
en Bamako , sobre el mismo tema.
Acuerdos que establecen condiciones, cantidades y criterios
para verificar si la ‘exportación’ de basuras se hace bien.
Sin embargo, para los países más desarrollados sale mucho
más barato deshacerse de ellos en algún puerto remoto de África que seguir las
estrictas normas de reciclaje que ellos mismos se hanautoimpuesto pero que casi
nadie quiere cumplir. Para los receptores ésta es una supuesta fuente de ‘riqueza’
de la que viven muchos de sus conciudadanos, a pesar de los riesgos que
conlleva para su salud. Una aparente solución que conviene a muchos y que no
termina de regularse.
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