En la carne y sus productos derivados se
encuentran presentes otras numerosas sustancias químicas potencialmente
dañinas, las cuales los consumidores por lo general ignoran. En su libro Los
Venenos en tu cuerpo, Gary y Steven Null nos proporcionan un vistazo por dentro
de los más recientes artefactos y dispositivos usados por las grandes compañías
propietarias de la industria de la carne. “Los animales son mantenidos vivos y
engordados mediante la continua administración de tranquilizantes, hormonas,
antibióticos y 2.700 drogas más”, ellos escriben. “El proceso comienza incluso
antes del nacimiento y continúa mucho después de la muerte. Y aunque estas
drogas se encuentran aún presentes en la carne cuando usted la come, la ley no obliga
que deban enumerarse en la etiqueta del producto”.
Por Gustavo Medina
nitrato de sodio y el nitrito de sodio, dos compuestos
químicos usados como preservantes para retardar la putrefacción en las carnes
curadas y los derivados de la carne, incluyendo el jamón, el tocino, el
salchichón, el salame, las salchichas y el pescado, son también peligrosos para
la salud.
Estos compuestos químicos dan a la carne su apariencia
sonrosada, reaccionando con los pigmentos de la carne y los músculos. Sin
ellos, el color natural marrón-grisáceo de la carne muerta desanimaría a muchos
posibles compradores.
Desafortunadamente, estas sustancias químicas no distinguen
entre la sangre de un cadáver y la de un ser humano vivo, y muchas personas
sujetas accidentalmente a excesivas cantidades han muerto por envenenamiento.
Incluso cantidades menores han probado ser dañinas,
especialmente para niños pequeños y bebés y, por consiguiente, el comité conjunto
de expertos sobre los aditivos en los alimentos de la FAO (Organización de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y la OMS (Organización
Mundial de la Salud), ha advertido: “Los
nitratos no se le deberán agregar a los alimentos infantiles”.
A.J. Lehman, de la Administración de Drogas y Alimentos,
señaló que “entre la cantidad de nitrato
que es segura y la que puede ser peligrosa únicamente existe un pequeño margen
de seguridad”.
Debido a las asquerosas condiciones de acorralamiento y
aglomeración a que los animales son sometidos por parte de la industria de la
carne, tienen que usarse vastas cantidades de antibióticos.
Pero semejante uso corriente y desmedido de antibióticos
naturalmente crea bacterias resistentes a dichos antibióticos, las cuales pasan
a quienes consumen la carne.
El trauma de ser masacrados también le agrega a la carne “los venenos del dolor” (como la
adrenalina). Esta, unida a los desechos no eliminados en la sangre del animal,
tales como la urea y el ácido úrico, contaminan aún más la carne que el
consumidor come.
Además de sustancias químicas peligrosas, la carne a menudo
es portadora de enfermedades de los propios animales. Apretujados en
condiciones antihigiénicas, alimentados a la fuerza e inhumanamente tratados,
los animales destinados al matadero contraen muchas más enfermedades que de
ordinario.
Los inspectores de la carne intentan descubrir y dar a
conocer las carnes inaceptables, pero debido a las presiones de parte de la
industria y a la falta de tiempo suficiente para realizar el examen, mucho de
lo que sucede es muchísimo más insalubre de lo que el consumidor de carne puede
imaginar.
Fuente: Ecoportal.net
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