Considerada la "madre de todos los
granos" por los incas, rica en minerales y aminoácidos, con alto contenido
proteico, es la clave de la seguridad alimentaria del futuro.
He aquí un hecho revolucionario. Hace 4.000 años los pueblos
indígenas de los Andes cultivaban un alimento básico en forma de grano,
conocido por su agradable sabor a nuez y su habilidad para crecer en casi
cualquier parte del Altiplano. Lo llamaron "quinua", versión española del nombre original en quechua
"kinwa".
Los Incas llegaron a considerar el cultivo como sagrado,
honrándolo con el título de chisaya mama, "madre de todos los granos". Era el emperador quien
tradicionalmente esparcía las primeras semillas en la estación de siembra,
sirviéndose de utensilios de oro. Los conquistadores españoles lo llamaron con
desprecio "comida para los indios", prohibieron su cultivo y exigieron a los
Incas reemplazarlo por trigo.
Hoy en día, el alimento de los pueblos de los Andes
majestuosos, desde Montserrate en Colombia hasta San Salvador de Jujuy en
Argentina, está alcanzando precios récord en los mercados mundiales,
destacándose como uno de los alimentos básicos más sanos del planeta, un
producto súper proteico con alto contenido de hierro, magnesio y fibra. Y como
si esto fuera poco, es de cocción rápida y fácil.
El resultado es fácil de observar. En el menú de un
sofisticado restaurante en Los Ángeles, Tokio, o incluso Beijing, pueden
encontrarse chile de quinua, tabulé de quinua o hasta omelette de quinua
(aparentemente deliciosa si se la prepara con tomates secos y queso de cabra).
Otro buen indicador es lo que ha sucedido con la quinua en
el mercado internacional de alimentos. Desde 2006, los precios de la quinua se
han triplicado; en 2011, el precio promedio del cultivo alcanzó los 3.115
dólares por tonelada, con algunas variedades en el rango de los 8.000 dólares
por tonelada. Estos precios generan ingresos vitales para agricultores pobres
y, en algunos casos, permiten que aquellos que dejaron los Andes regresen a
trabajar a su región natal.
Este año, las Naciones Unidas, por medio de su Asamblea
General, que representa a cada país en nuestro planeta, han declarado a 2013 el
Año Internacional de la Quinua.
En la ONU estamos convencidos de que deberíamos reconocer la
extraordinaria herencia ancestral recibida de los habitantes de los Andes,
celebrar su manera de vivir en armonía con la naturaleza y el modo de crear
sustentabilidad para y por sí mismos, y contarle al mundo el papel que la
quinua puede jugar como excelente fuente de nutrientes para las generaciones
futuras.
A prueba de todo
Desde una perspectiva global, la quinua representa una gema
escondida, una historia no contada, y es una fuente futura de esa inestimable
variable de nuestro mundo de hoy: la seguridad alimentaria. Vale la pena pensar
en ello. Hoy somos siete mil millones en el planeta. Antes de 2050, estamos
seguros, seremos nueve mil millones. ¿Cómo vamos a alimentarnos?
La historia de la quinua está llena de lecciones e
indicadores para nuestro futuro. Crece en condiciones climáticas extremas,
desde 4 grados bajo cero hasta 35 sobre cero. Es un cultivo inteligente, que se
desarrolla sin problemas tanto en tierras altas como bajas. Su costo de
producción es muy bajo. Y puede hasta jactarse de ser digna del más alto premio
en este momento de la historia: es eco-amigable, ya que contribuye a la
biodiversidad y protege al ecosistema.
¿Qué puede no gustarnos de las cualidades nutricionales de
la quinua? Provee todos los aminoácidos esenciales, es rica en minerales y
tiene un altísimo contenido proteico.
Sin dudas, la quinua, el legado de un trabajo milenario en
los Andes, es la estrella de la comida del mañana.
En las próximas semanas, les contaremos más acerca del Año
Internacional de la Quinua y por qué debería interesarnos a todos.
David Smith es Director del Centro de Información de las
Naciones Unidas para Argentina y Uruguay.
Fuente: clarin.com
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