La
asombrosa cifra de 1 300 millones de toneladas de alimentos que se desperdician
anualmente no sólo provoca grandes pérdidas económicas, sino también un grave
daño a los recursos naturales de los que la humanidad depende para alimentarse,
advierte un nuevo informe de la FAO publicado hoy. Los costes económicos
directos pueden alcanzar 750 000 millones de dólares anuales, según un nuevo
informe de la FAO.
La huella del desperdicio de
alimentos: impactos en los recursos naturales es el primer estudio que analiza
los efectos del despilfarro alimentario a nivel mundial desde una perspectiva
medioambiental, centrándose de forma específica en sus consecuencias para el
clima, el uso del agua y el suelo y la biodiversidad.
Entre sus principales conclusiones destacan:
Cada año, los alimentos que
producimos pero luego no comemos consumen un volumen de agua equivalente al
caudal anual del Volga y son responsables de añadir 3 300 millones de toneladas
de gases de efecto invernadero a la atmósfera del planeta.
Además de estos impactos
ambientales, las consecuencias económicas directas del desperdicio de alimentos
(sin contar pescado y marisco) alcanzan la cantidad de 750 000 millones de
dólares EEUU anuales, según los cálculos del informe de la FAO.
"Simplemente -añadió- no podemos permitir que un tercio de todos los
alimentos que producimos se pierda o desperdicie debido a prácticas
inadecuadas, cuando 870 millones de personas pasan hambre todos los días”.
Acompañando a su nuevo estudio,
la FAO también ha publicado un manual como “conjunto
de herramientas” con recomendaciones sobre cómo puede reducirse la pérdida
y el desperdicio de alimentos en cada una de las etapas de la cadena
alimentaria.
Este manual describe una serie de
proyectos en todo el mundo que muestran cómo los gobiernos nacionales y
locales, campesinos, empresas y consumidores individuales pueden tomar medidas
para abordar el problema.
El Subsecretario General de la
ONU y Director Ejecutivo el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(PNUMA), Achim Steiner, señaló por su parte que: "El PNUMA y la FAO han identificado la pérdida y el desperdicio de
alimentos -el despilfarro- como una gran oportunidad para que los países hagan
una transición hacia una economía verde inclusiva, de bajas emisiones de
carbono y eficiente en el uso de los recursos. El excelente informe presentado
hoy por la FAO destaca los múltiples beneficios que pueden obtenerse -en muchos
casos a través de medidas sencillas y sensatas en por ejemplo hogares, comercios,
restaurantes, escuelas y empresas- y que pueden contribuir a la sostenibilidad
del medio ambiente, mejoras económicas, a la seguridad alimentaria y la
realización del Desafío Hambre Cero del Secretario General de las Naciones
Unidas. Instamos a todos a adoptar el lema de nuestra campaña conjunta: Piensa.
Aliméntate. Ahorra. Reduce tu huella alimentaria".
El PNUMA y la FAO son los socios
fundadores de la campaña “Piensa. Aliméntate. Ahorra. Reduce tu huella
alimentaria" que fue lanzada a principios de año y que tiene como objetivo
ayudar en la coordinación de esfuerzos mundiales para reducir el despilfarro.
¿Dónde ocurre el desperdicio?
El 54 por ciento de desperdicio
de alimentos en el mundo se produce en las etapas iniciales de la producción,
manipulación y almacenamiento post-cosecha, según el estudio de la FAO. El 46
por ciento restante ocurre en las etapas de procesamiento, distribución y
consumo de los alimentos.
Como tendencia general, los
países en desarrollo sufren más pérdidas de alimentos durante la producción
agrícola, mientras que el desperdicio a nivel de venta minorista y del
consumidor tiende a ser mayor en las regiones de ingresos medios y altos -donde
representa el 31-39 por ciento del desperdicio total- frente al 4-16 por ciento
de las regiones de ingresos bajos.
Cuanto más tarde se pierde un
producto alimentario a lo largo de la cadena, mayores serán las consecuencias
ambientales, según la FAO, ya que al coste inicial de producción hay que sumar
los costes ambientales incurridos durante el procesado, transporte, almacenamiento
y al cocinarlo.
Puntos críticos
El estudio señala diversos “puntos críticos”
del desperdicio de alimentos:
El desperdicio de cereales en
Asia es un problema importante, con un gran impacto en las emisiones de carbono
y el uso del agua y el suelo. El caso del arroz es particularmente notable,
dadas sus altas emisiones de metano junto con un elevado nivel de desperdicio.
Si bien el volumen de desperdicio
de carne en el mundo es relativamente bajo, el sector cárnico genera un impacto
considerable en el ambiente en términos de ocupación del suelo y la huella de
carbono, especialmente en los países de ingresos elevados y Latinoamérica, que
en conjunto abarcan el 80 por ciento del total de despilfarro de carne.
Excluyendo Latinoamérica, las regiones de ingresos altos son responsables de
cerca del 67 por ciento de todo el desperdicio de carne
El desperdicio de fruta
contribuye de manera significativa al despilfarro de agua en Asia, Europa y
Latinoamérica, principalmente por sus niveles extremadamente altos.
Del mismo modo, los grandes
volúmenes de despilfarro de hortalizas en los países industrializados de Asia,
Europa y el sur y sudeste de Asia se traducen en una gran huella de carbono
para ese sector.
Causas del desperdicio de alimentos y opciones
para abordarlas
Según la FAO, los niveles más
altos de desperdicio de alimentos en las sociedades ricas derivan de una
combinación del comportamiento de los consumidores y de falta de comunicación
en la cadena de suministro. Los consumidores no logran planificar sus compras,
compran en exceso, o reaccionan exageradamente a las fechas de caducidad y
consumo preferente de los productos, mientras que las normas estética y de
calidad llevan a los minoristas a rechazar grandes cantidades de alimentos
perfectamente comestibles.
En los países en desarrollo, las
importantes pérdidas post-cosecha en la fase inicial de la cadena de suministro
son un problema importante, que ocurre como consecuencia de las limitaciones
financieras y estructurales en técnicas de recolección y en infraestructura de
transporte y almacenamiento, junto a condiciones climáticas que favorecen el
deterioro de los alimentos.
Para abordar el problema, el
conjunto de herramientas de la FAO detalla tres niveles generales donde es
preciso actuar:
Debe darse máxima prioridad a
reducir el desperdicio de alimentos en primera instancia. Más allá de limitar
las pérdidas de cultivos en las granjas debido a las malas prácticas, un mayor
esfuerzo para equilibrar la producción con la demanda significaría no utilizar
recursos naturales para producir alimentos que no sean necesarios.
En el caso de un excedente de
alimentos, la reutilización dentro de la cadena alimentaria humana, la búsqueda
de mercados secundarios o donarlos a los miembros vulnerables de la sociedad,
representa la mejor opción. Si los alimentos no son aptos para el consumo
humano, la siguiente mejor opción es desviarlos para alimentar al ganado,
conservando recursos que de otra forma serían utilizados para producir pienso
comercial.
Cuando no es posible la
reutilización, debe intentarse el reciclaje y la recuperación: el reciclaje de
subproductos, la digestión anaeróbica, el compostaje y la incineración con
recuperación de energía permiten recuperar energía y nutrientes de los residuos
de alimentos, lo que representa una ventaja significativa sobre el tirarlos en
los vertederos. Los alimentos no consumidos que terminan pudriéndose en los
vertederos son un gran productor de metano, gas de efecto invernadero
especialmente perjudicial.
La financiación para la
producción del Informe sobre la huella del despilfarro alimentario y el manual
ha sido proporcionada por el gobierno de Alemania.
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