La autora de NO LOGO analiza la situación del
clima y el medioambiente en el capitalismo moderno.
Con No Logo, Naomi Klein fue la primera voz crítica que
presentó un mapa de la globalización tan temerario como temible. The Economist
lo recibió con una fuerte crítica, polémica en la que intervino Klein y el
semanario inglés, sin abandonar la discrepancia, tuvo que admitir que la aldea
global convertida en mercado único era una paisaje que agudizaba peligrosamente
la brecha entre ricos y pobres. En la década pasada, La doctrina del shock puso
en claro el alcance de la austeridad y, por encima de todo, el modus operandi
del mercado utilizando como vector de expansión las tesis monetaristas y una
política de comunicación que desarticula al cuerpo social para convertirlo en
una suma de individuos aislados.
Ahora, Naomi Klein presenta un estudio sobre el
medioambiente, Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima en el que
demuestra que el crecimiento constante sin ninguna brújula ética ni ecológica
nos lleva a la pérdida del planeta como hábitat posible. Klein propone un
capitalismo sostenible capaz de generar bienestar y respetar el medio ambiente
y esta es una transición que, a su criterio, se debe poner en marcha en el
corto plazo ya que el reloj biológico del planeta marca que estamos en una situación
límite.
En una conversación que La Vanguardia mantuvo con Naomi
Klein en Madrid, la autora, activa militante de sus ideas, expone los nudos
centrales para entender este gran cambio.
–¿Cómo imagina a los líderes en los que hay que
confiar y esta gran transición hacia otro mundo más sostenible?
–En mi libro hago una critica sobre los movimientos que
hacen una crítica sobre la falta de estructura, la ausencia de poder. Yo creo
que se trata menos de encontrar líderes y partidos políticos que nos lleven a
la tierra prometida y más de intentar construir instituciones, una estructura
que genere un cambio en el poder.
–¿Existen algunas?
–Sí, hay algunas existentes. Por ejemplo Bill Macquen con su
movimiento que se llama 350.org y que esta hablando del gran cambio; esta
organización forma parte del movimiento de la desinversión en los combustibles
fósiles. También está involucrado el periódico inglés The Guardian, uno de los
más influyentes del mundo, que esta intentando lanzar el mensaje de dejar los
combustibles fósiles en el suelo. Esta actitud de The Guardian, surge de un
encuentro que tuve con la gente del diario y constituye un buen ejemplo de
gente resistente que está intentando hacer el cambio.
–China es uno de las máximas amenazas para la
sostenibilidad del medio ambiente.
–Desde luego en China está sucediendo un cambio muy rápido
con respecto a la contaminación ambiental y es algo que plasmo en un documental
que estoy haciendo con mi marido. Creo que el hecho de que exista esta
contaminación en el aire con un gran impacto sobre las clases medias y altas en
China es algo que está cambiando el juego porque ahora empieza a tener un
impacto social sobre las élites y las clases altas. La resistencia allí es
arriesgada dado que China no es una democracia. El documental por ejemplo, de
Under the dome de la periodista Chai Jing, muestra un gran riesgo por parte de
la autora y no solo de su vida profesional, es un riesgo para su seguridad
personal y para su libertad. El mensaje que nos trae China deberíamos leerlo en
países que llevan más tiempo con una prosperidad económica; ya no podemos
culpar a China por nuestra propia inacción porque China ya esta actuando. Lo
que tenemos que hacer en los países europeos y Estados Unidos es liderar el
cambio climático porque eso favorece y ayuda a los que están intentando asomar
la cabeza en China.
–¿Los partidos progresistas europeos están
asumiendo con seriedad el cambio climático?
–En países como Bolivia, Ecuador, en menor grado en
Venezuela, hay un intento de articular una izquierda post extractivista y parte
de este movimiento, estoy convencida, tiene que venir del norte porque es mucho
más posible que este movimiento cobre fuerza. En Europa creo que hay algunos
ejemplos positivos que intentan trazar el rumbo que tenemos que seguir.
Irónicamente, Alemania es el país que ha estado forzando a Europa a seguir las
políticas de austeridad y es un ejemplo de cómo la transición energética puede
no ser perfecta, tiene sus faltas pero demuestra que puedes tener una relación
de trabajo enorme, creando 400.000 puestos de trabajo en energía renovables y
demuestra también que puedes tener más control, crear una democracia
energética. Irónicamente esa transición es posible porque en Alemania cientos
de pueblos han tomado el control de las centrales eléctricas y digo
irónicamente por la presión que Alemania se ejerce sobre Grecia para que
privatice sus compañías eléctricas.
–¿Tienen visibilidad los pequeños movimientos
de resistencia tanto en tema climático como en el campo de la alimentación?
–Uno de los argumentos del libro es que una de las tareas
más importantes y una de las soluciones más potentes para conseguir esta
transición energética es reconocer los movimientos ya existentes, y existen
muchos movimientos alrededor del mundo, sobre todo del mundo más desarrollado
que han intentado promover la seguridad alimenticia, luchando por la propiedad
pequeña, la redistribución de las tierras, una organización más grande de
millones de granjeros y agricultores pequeños. Tienen que saber utilizar el
eslogan ‘el pequeño agricultor enfría el planeta”.
–¿Cómo se articulan y se suman los movimientos
indígenas?
––El papel de los movimientos indígenas creo que,
honestamente, en Europa es más débil por motivos obvios. Pero en Latinoamérica,
por ejemplo, tanto en Colombia como en Ecuador o en Bolivia, el poder de los
indígenas es algo que está creciendo y de hecho son actores sociales de gran
peso y tienen cierta fuerza política. En Canadá hay un movimiento que también
está reconocido en la Constitución, con derechos de tierras y es interesante el
hecho de sea el sector de la población que está creciendo con mayor rapidez,
recuperándose con fuerza del genocidio que sufrieron.
–La visión indígena va más allá que el hecho de
recuperar tierras. Su relación con la tierra es muy particular.
–Estoy de acuerdo en que lo importante no son solo los
derechos de las tierras sino una cuestión más de visión global y en el centro
de todo este tema esta la idea de entender la tierra como un sistema vivo que
es una concepción reciente de los humanos; esta en la conciencia de la gente
que a la tierra hay que cuidarla y no tratarla como a una plataforma de la se
puede extraer continuamente sino también de devolverle a la tierra lo suyo.
Tiene que ver con la responsabilidad humana. Ese tipo de pensamiento es algo
que está enterrado en todas las culturas, está en todas partes pero los
indígenas no lo perdieron por el camino. Es un reto muy grande y es un cambio
que va a costar pero la ciencia está detrás y lo respalda. Esta visión
mecanicista del mundo, entender la tierra como un mecanismo, es una idea que
está siendo cuestionada por las teorías más sofisticadas. No solamente se trata
de respaldar un sentimiento indígena sino que hay muchas teorías avanzadas
sobre los sistemas biológicos que cuestionan al establishment.
–La Iglesia también ha modificado su punto de
vista.
–Efectivamente; una de las cosas que a mi me da mucha
esperanza es ver que incluso el relato de la Iglesia está cambiando, el modo en
el que se ha transformado el discurso del Papa que cuestiona el dominio de la
tierra por parte de los humanos.
–En España, un partido nuevo como Podemos de
corte progresista no incluye en su agenda temas medioambientales. ¿Cómo piensa
que la sociedad civil debe organizarse para reclamar una posición clara de los
partidos con respecto a este tema?
–La crisis económica ha instalado la idea de que el cambio
climático es un lujo que no nos podemos permitir y esto afecta, en países como
España, por ejemplo, a toda la escena política. En el caso particular de
Podemos hay personas que se están involucrando en temas referentes a la sostenibilidad
pero a nivel de liderazgo político es cierto que no existe una conexión entre
la crisis climática y la crisis económica que a mí me gustaría ver. A medida
que nos vayamos acercando a la cumbre climática que se celebrará en París en
diciembre, será mucho más difícil para los partidos políticos ignorar este tipo
de temas. La cuestión climática siempre es un asunto cíclico; los políticos la
olvidan, luego la vuelven a recordar para olvidarla una vez más pero cada vez
que se acerca una cumbre es necesario que la tensión política hago foco en
esto. Mi esperanza es que aquellos partidos que se han significado en Europa
contra las políticas de austeridad reivindiquen también las teorías que
defienden el ecologismo y que se reúna la energía necesaria para crear un
movimiento que funda las dos visiones en una de manera amistosa.
–La crisis, en cierta forma, ha supuesto un
descenso en el consumo de materiales, de las emisiones del efecto invernadero,
en cierta manera, y aunque sea una paradoja, pareciera que la crisis ha sido
beneficiosa con el medio ambiente.
–La verdad es que la única vez en que las emisiones de
carbono han bajado fue, efectivamente, después de la crisis del 29 y después de
la caída de la Unión Soviética. Esto es importante destacarlo porque tanto las
crisis de la sociedad capitalista como la comunista provocan una bajada en las
emisiones de carbono. Ocurrió en el 2008, cuando comenzó la actual crisis, pero
duró tan solo un año ya que después se comenzaron a incrementar nuevamente. Lo
que esto demuestra es que tenemos un claro conflicto entre un modelo económico
basado en el crecimiento ya que la expansión es su modo de sobrevivir y de un
sistema planetario que reclama lo contrario. Yo no quiero que la crisis
económica genere la miseria de millones de personas, cosa que está ocurriendo
ahora mismo, por lo que apuesto es por una gran transición y no por una gran
depresión. Esto es lo que propongo en mi libro, es buscar la manera de encausar
esa gran transición sin afectar al bienestar humano y a la vez poder crear esa
gran contracción que permita una menor cantidad de emisiones y una expansión.
–¿Su posición es cercana al decrecimiento?
–Yo no utilizo el término decrecimiento porque creo que lo
que la gente oye en ese discurso sobre el cambio climático es solo sobre la
contracción, cuando en realidad lo que tenemos que hacer es pasar de un sistema
económico que tiene el crecimiento como objetivo a un sistema económico que
ponga el bienestar como objetivo. Esto quiere decir que si tenemos un sistema
que pone el bienestar y la seguridad en el centro, entonces también tenemos que
contraer las partes del sistema que lo amenazan. Una vez que se pueda mejorar
el bienestar no solamente se trata de generar una expansión en temas como la
energía renovable sino también se trata de expandir el concepto de los trabajos
verdes, expandirlos a otras profesiones como por ejemplo, la docencia, el
personal sanitario, el sector de servicios, los artistas. Pero lo que está
haciendo la austeridad en el sur de Europa es exactamente lo contrario.
–El precio del petróleo y el fracking están en
la agenda económica mundial que reflejan los medios. La opinión pública no
rechaza esto, al contrario, pagar diez dólares menos para llenar el depósito
del automóvil con respecto a un año atrás no ayuda a la hora de concientizar
sobre los aspectos que usted propone.
–Acabo de publicar un post en mi blog del diario The
Guardian que he titulado ‘Demos una patada al petróleo ahora que los precios
han bajado’. Creo que la bajada del petróleo es una oportunidad estupenda para
empezar esa transición que propongo. Incluso The Economist, una publicación con
la que no suelo estar de acuerdo, puso el mes pasado en la tapa que este era un
momento histórico que se da cada cien años. Cuando el precio del petróleo baja
se puede poner un impuesto al carbono y por otra parte las empresas
petrolíferas están buscando ayuda de los gobiernos mediante alivio impositivo
ya que la perforación se ha vuelto muy costosa. Por lo tanto, es un buen
momento para preguntarse que si vamos a generar un subsidio para conseguir
energía, ¿por qué no se lo quitamos a las partes que están desestabilizando a la
tierra. Y también es un buen momento para luchar contra las energías extremas
como la perforación en aguas profundas o el taladro en el Ártico.
–¿Cómo analiza el Tratado de Libre Comercio
(TTIP) entre Estados Unidos y Europa que pronto se implementará?
–Diferentes tratados como el TTIP están siendo utilizados
como una herramienta contra políticas fuertes. Por ejemplo, si el País Vasco
pone una prohibición contra el fracking en su región, el TTIP contempla la
posibilidad de que una empresa que intenta operar en ese área pueda demandar al
gobierno vasco por interferir en sus derechos comerciales. Esto acaba de
ocurrir en Quebec, donde la empresa NAFTA demandó al gobierno porque allí
existen leyes que impiden el fracking. Alemania está enfrentándose a la empresa
sueca Vattenfall quien le está demandando por violar sus derechos comerciales
para construir una planta de generación eléctrica de carbón. En esta crisis
climática necesitamos la máxima flexibilidad, necesitamos una política directa
y rápida; este tipo de tratados son obstáculos, piedras en el camino. Es lo
último que necesitamos ahora mismo.
–¿Los mercados harán la transición de una
economía en expansión libre a un sistema ecológicamente controlado?
–El conflicto que existe entre el capitalismo y el clima no
radica en el imperativo del capitalismo: el crecimiento no distingue entre los diversos tipos de
crecimiento. Ahora nos vemos en la necesidad de dar un corte muy rápido en las
emisiones, dar un cambio tan profundo que choca con ese imperativo. Mi postura
no es eliminar a los mercados sino hacer una transición que no podemos dejar en
manos del mercado. Hay muchas empresas que son parte de la solución y que están
realizando muchas innovaciones y que son más eficaces en el uso de la energía
pero no por esto se puede dejar en el mercado la solución de este problema.
Necesitamos encontrar los incentivos adecuados y es algo que en los últimos
veinte años no se ha generado. El fracaso del capitalismo verde es por el poder
de las empresas de combustible fósil que poseen un gran capacidad para detener
ese progreso. El caso es que hay un grupo pequeño de empresas energéticas muy
fuertes que se están beneficiando del status quo y ven la energía solar que
aparece en los tejados como una competencia directa con ellas y son lo
suficientemente poderosos para afectar la política.
–En el libro dice irónicamente que solo falta
que intervengan el sol pero en España hay un proyecto para crear un impuesto al
autoconsumo de la energía solar. Sin duda la desregularización es total y el
avance parece imparable. El ciclo keynesiano que culmina en 1973 fue iniciado
después de una guerra. ¿Hace falta un conflicto para crear las condiciones que
reclama su proyecto?
–No creo que haga falta; de hecho estoy a favor
de un cambio social y político que es muy ambicioso, de un gran calado pero
tengo la esperanza de que se den las condiciones para una transición no
traumática. lavanguardiadigital.com.ar
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