Quito
había ofrecido mantenerla intacta a cambio de 2.700 millones de euros de la
comunidad internacional. En ella vive una tribu voluntariamente aislada
Las petroleras podrán entrar en
el Parque de Yasuní, una joya medioambiental del Ecuador amazónico que fue
declarada reserva mundial de la biosfera por la ONU en 2008. La decisión,
tomada por el presidente del país, Rafael Correa, se ha adoptado ante la falta
de apoyo de la comunidad internacional. El Plan del Buen Vivir o Sumak Kawsay,
en lengua kichwa, que el presidente de Ecuador cita en cada discurso, incluía
el compromiso de respetar el medioambiente y no tocar las reservas de crudo que
hay en los campos petroleros del Yasuní. A cambio, Ecuador pedía un fondo internacional
de 2.700 millones para compensar la pérdida de ingresos y gratificar el papel
de sumidero de CO2 del parque nacional.
La propuesta del mandatario
ecuatoriano para evitar la explotación de los campos de Ishpingo, Tambococha y
Tiputini (ITT) ha resultado un fracaso: en lugar de los 3.600 millones de
dólares que pedía (2.700 millones de euros, el equivalente al 50% de lo que el
Estado percibiría si extraía los casi mil millones de barriles que se calcula
que hay en el parque), hasta la fecha solo se han reunido 13,3 millones de
dólares (poco más de 10 millones de euros). Dos de esos millones están en el
país y 11,3 en el Fideicomiso Internacional administrado por el Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo. España es uno de los donantes, y ahora
podría recuperar su aportación. “El
factor fundamental del fracaso (del proyecto) es que el mundo es una gran
hipocresía”, dijo Correa.
Con ello corren peligro todos los
objetivos del plan. Dejar el petróleo bajo tierra significaba no emitir más de 400
millones de toneladas de CO2 (similar a las emisiones de España en un año),
según una publicación de 2011 de académicos ecuatorianos. A ello hay que sumar
el peligro para la biodiversidad existente (100.000 especies de insectos, 150
de anfibios, 121 de reptiles, 598 de aves y unas 200 de mamíferos, aparte de
unas 3.000 de flora) y la salvaguarda de los derechos de los pueblos indígenas
que habitan en la zona, principalmente los waorani, que tienen dos clanes (los
tagaeri y los taromenane) que se internaron voluntariamente en la selva virgen
a inicios de los setenta, justo cuando arrancaba la exploración y futura
explotación petrolera en el Ecuador.
Correa usó este jueves el Plan
del Buen Vivir para justificar la explotación, pues el país necesita inversiones
superiores a los 70.000 millones de dólares (52.900 millones de euros) para
erradicar la pobreza y extender el bienestar a las comunidades menos
favorecidas. Por eso volvió a citar en su discurso una de sus frases
predilectas: “No me gusta la minería, no
me gusta el petróleo, pero mucho menos me gusta la pobreza y la miseria”.
El presidente no convenció a sus
conciudadanos, sobre todo porque hay un 92,7% de la población que apoya la
iniciativa de mantener el petróleo bajo tierra, según una encuesta realizada en
junio del 2013. Los síntomas de rechazo se hicieron palpables la misma noche
del jueves, cuando centenares de jóvenes se autoconvocaron en la sede del
Gobierno en Quito para expresar su desacuerdo.
Las organizaciones sociales e
indígenas también han hecho público su malestar y este viernes comunicaron que
pedirán una consulta popular para que los ciudadanos expresen su rechazo. “Si
hay un tema en el que Ecuador nos ha puesto de acuerdo es el Yasuní”, dijo
Decio Machado, exasesor de Correa en temas políticos
Machado señala lo paradógico que
resulta que ahora haya que convencer a la opinión pública de las bondades de la
explotación. “Hemos estado durante meses vendiendo la idea de la no explotación
a los países y ahora hay que convencer a los ecuatorianos de que la explotación
es buena”, dice. La campaña de propaganda del Yasuní ITT, solo en el 2011, tuvo
un gasto de tres millones de dólares, según el diario El Comercio. Fuente: elpais.com
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