El 22 de febrero 2013 el gobierno español
decidió rebajar los objetivos de consumo obligatorio de agrocombustibles, o
biocombustibles como los llaman quienes quieren hacerlos pasar por “verdes” o
“ecológicos”. Una invitación a reflexionar sobre la cuestión energética.
Esta medida no ha sido tomada precisamente para proteger las
selvas tropicales o los ecosistemas amenazados por la alarmante expansión de
monocultivos de soja, palma o caña de azúcar para la producción de
agrocombustibles. Pero en principio los ecologistas lo pueden tomar como una
buena noticia que sería aún mejor si decidieran eliminar totalmente su uso. Hay
que señalar que a la hora de tomar esta decisión, tampoco estaban preocupando
al gobierno español las violaciones de derechos humanos que implica dicha
expansión, y que explicamos más abajo.
Lo que preocupa al gobierno español es el elevado precio de
la gasolina y el gasóleo en ese país, y ve en la reducción de los objetivos de
agrocombustibles del 7% actual que hay en la mezcla a un 4,1% una de las
maneras de posiblemente influir en el precio de los combustibles para que baje.
Según el Ministerio de Industria español, los nuevos
porcentajes "permitirán minimizar el precio de los carburantes y analizar
con tiempo los desarrollos tecnológicos necesarios para alcanzar los objetivos
comunitarios previstos para 2020".
Medidas políticas fomentan el boom de los agrocombustibles
Los objetivos de agrocombustibles de la Unión Europea
establecen desde 2009 que para el año 2020 las fuentes renovables aporten el
10% de la energía para el transporte. Tal porcentaje significará en 2020
treinta millones de toneladas de agrocombustibles, es decir, el doble de lo que
actualmente se mezcla por año con la gasolina y diesel convencionales.
A las gasolinas fósiles convencionales se les mezclan
combustibles industriales producidos de alimentos: en la gasolina, etanol de
caña de azúcar, maíz, remolacha o trigo, en el diesel se añade biodiesel de
aceite de colza, palma o soja. Gran parte de los agrocombustibles o de las
materias primas para fabricarlas se importan de Sudamérica (biodiesel de soja o
granos de soja, ethanol de caña de azúcar) y del Sudeste de Asia (biodiesel de
palma o aceite de palma).
Los diferentes países miembros aplican la normativa europea
a diferentes ritmos y de acuerdo a sus propias agendas. Sin embargo, la
decisión del gobierno español de bajar la mezcla para interferir en los precios
de los combustibles no tiene precedentes.
El boom que ha experimentado el uso de agrocombustibles en
el mundo está fomentado por medidas estatales como estas establecidas también
en muchos otros países del mundo como los Estados Unidos, Brasil, China y
Australia. Sólo en Europa, la producción de los agrocombustibles se subvenciona
con unos 3 mil millones de euros de dinero de los contribuyentes.
Agrocombustibles insostenibles
Pero la consecuencia en el mundo real es que políticas de
agrocombustibles como las de la Comunidad Europea elevan los precios de los
alimentos y aumentan el número de hambrientos en el mundo.
Por sucesivas crisis desatadas por sequías y hambrunas, o
escándalos relacionados con robos de tierras y otras graves violaciones de
derechos humanos, en los últimos diez años han aumentado exponencialmente las
críticas al agronegocio, es decir, al sistema de producción que industrializa
la agricultura convirtiendo lo que anteriormente era la vida rural tradicional
en un campo sin campesinos y sin diversidad. Es consecuencia de la
deslocalización del sistema de producción de alimentos y la producción agrícola
masiva y en monocultivo para la exportación de materias primas para la
industria.
Ya no sólo los ecologistas elevan la voz de alarma por la
pérdida de soberanía alimentaria y los destrozos ambientales. También la
comunidad científica reconoce ampliamente que los agrocombustibles no son ni
ambientalmente ni socialmente sostenibles, y que ni siquiera suponen beneficios
para detener el cambio climático. Numerosos estudios describen los impactos
sobre agua, tierra y aire por el uso de maquinaria pesada, y de pesticidas y
fertilizantes en cantidades industriales.
En el sudeste de Asia, África y América Latina, el ser
humano y la naturaleza acusan seriamente la constante expansión de los
monocultivos para la exportación y producción de agrocombustibles. Las empresas
multinacionales se involucran en crímenes como robos de tierras de pueblos
indígenas y campesinos, donde tienen sus hogares y comunidades y se destruyen
así sus medios de vida. Así la Argentina rural se ha convertido en un desierto
verde de soja que ha enriquecido a unos pocos y acabado con el modo de vida de
muchos, que se han tenido que refugiar en las ciudades huyendo de las nubes de
agrotóxicos y del modelo económico que los despojó totalmente. Situaciones
similares se dan en Brasil, con los monocultivos de caña de azúcar.
Son miles los conflictos violentos por la tierra que se
contabilizan en las regiones aptas para el monocultivo. Por si fuera poco,
nuestros parientes más cercanos, los orangutanes encuentran en lugares como
Indonesia una muerte horrible por el incendio y desaparición definitiva de su
hábitat, la selva tropical, lo que también afecta un número incontable de
especies en vías de extinción.
Segunda generación de agrocombustibles ¿solución o más
problemas?
Los llamados agrocombustibles de segunda generación de
biomasa de madera (lignocelulósicos) y de algas genéticamente modificadas, se
proponen como alternativa frente a las críticas que han suscitado los
agrocombustibles actuales producidos a base de alimentos. Sin embargo, no
constituyen una opción real por el estadio aún atrasado en que se encuentra su
investigación, sus muy elevados costos y las nulas posibilidades de que estos
sean producidos por el momento a gran escala. Y la gran escala implica a su vez
nueva expansión de monocultivos, esta vez de árboles. La evidencia de que
significará más problemas socioambientales similares queda ya atestiguada con
los numerosos conflictos ya existentes con los monocultivos de árboles para
celulosa y papel como sucede en Brasil, Uruguay, Indonesia o en España, en
Galicia y en Huelva. La biomasa de madera está además experimentando un boom
para la producción industrial de energía eléctrica y calor tampoco exento de
problemas relacionados con la expansión de los monocultivos de árboles.
Ampliando el cuadro para reflexionar sobre la energía
Más allá de los agrocombustibles la producción globalizada
de la energía de petróleo, carbón e incluso de renovables como la
hidroeléctrica o hasta la eólica, tiene un elevado costo social y ambiental
para muchas comunidades que se ven obligadas -a menudo en contra de su
voluntad- a asumir los impactos. Recuérdense catástrofes como los derrames
causados por BP en el Golfo de México, la contaminación de Chevron Texaco en la
Amazonía Ecuatoriana, la de Shell en Nigeria, o más cerca, la misma catástrofe
del carguero Prestige en la costa gallega. O conozca en la actualidad la
vulneración de los derechos del pueblo indígena Wayuú por parte del consorcio
Cerrejón en Colombia, o los engaños de las eólicas a los pueblos en Oaxaca,
México para la instalación de inmensos parques eólicos. O vea lo que implica la
construcción de la megarepresa Belo Monte en Brasil, o la de El Quimbo en
Colombia, o en menor escala -pero no menos importante- la de Barro Blanco en
Panamá. Todos estos casos son el reflejo de la caducidad del sistema energético
imperante y de la necesidad de un debate social amplio sobre este tema, que lo
encare desde una perspectiva socioambiental, justa y solidaria.
Las luchas y reivindicaciones de los pueblos merecen ser
oídas, sus exigencias aceptadas y sus existencias respetadas. Ni las sociedades
industrializadas ni las deseosas de serlo pueden basar su consumo energético en
la destrucción de la naturaleza y la opresión y criminalización de las
personas.
¿Qué puedo hacer yo?
Existen muchas campañas orientadas a denunciar los impactos
socio-ambientales de los agrocombustibles y a pedir a la Unión Europea que
detenga los agrocombustibles. Aquí encuentras una muy reciente.
También puedes exigir al gobierno español que dadas las
consecuencias negativas que implica su producción a gran escala y su
importación de países del Sur, no se limite a reducir el objetivo de
agrocobmubustibles al 4% por un motivo meramente económico, sino que elimine
totalmente los objetivos de agrocombustibles.
En España, como en muchos países de la Unión Europea y del
mundo no se ha llevado a cabo un debate público amplio sobre la producción y
consumo de energía que considere todos sus aspectos y que sea respetuoso con el
hombre y la naturaleza, y especialmente que esté pensado para las personas y no
para las multinacionales. No sólo hay que pensar en quién produce la energía,
sino cómo la produce y a base de qué, y muy especialmente para qué y para quién
se produce la energía. Hablamos no sólo de los agrocombustibles, sino del
carbón, del petróleo, la energía eólica, etc.
Fuente: Ecoportal.net
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