En el
mundo hay aproximadamente 1.500 millones de campesinos que ocupan unas 380
millones de fincas, que ocupan el 20% de las tierras, pero ellos producen el
50% de los alimentos que se están consumiendo en este momento en el mundo. (La
agricultura industrial solamente produce 30% de los alimentos con el 80% del
área agrícola). De esos campesinos, 50% practican agroecología. O sea, están
produciendo el 25% de la comida del mundo, en un 10% de las tierras agrarias.
Imaginen si esta gente tuviera el 50% de las tierras a través de un proceso de
reforma agraria: estarían produciendo comida en forma abundantísima, con
excedente incluso".
Existe un interés creciente, no
solo en el mundo rural sino también en la población urbana, por la agricultura
ecológica, debido a su potencial para asegurar una alimentación sana y con
menor impacto ambiental. No obstante, hasta ahora se lo ve más bien como una
opción marginal del sistema alimentario, mientras se sigue imponiendo la visión
de que sólo con la agricultura a gran escala se podría responder a las
necesidades alimenticias del mundo. Pero, ¿qué hay de cierto en todo eso?
Un primer hecho a notar es que el
hambre crónica que se padece en el mundo no se debe a una escasez en la
producción de alimentos. En eso las cifras están claras. Cada persona requiere
ingerir unas 2200 kilocalorías por día, para lo cual se necesita producir unos
200 kilos de cereales por habitante por año, o su equivalente en forma de papa,
yuca, o similares. La producción mundial actual es de 330 kilos por habitante,
o sea que hay una sobreproducción de comida, suficiente como para alimentar a 9
mil millones de personas, la cifra de población mundial estimada para el año
2050.
Estos datos nos proporcionaron
dos investigadores, en sendas entrevistas que realizamos para profundizar sobre
las causas de la crisis alimentaria y las alternativas que ofrece la
agroecología. Se trata de Miguel Altieri, profesor de la Universidad de California
en Berkeley, quien es también presidente de la Sociedad Científica
Latinoamericana de Agroecología -SOCLA-; y Marc Dufumier, profesor en el
Instituto Nacional Agroeconómico de París, AgroParisTech.
Dufumier reconoce que la crisis
alimentaria se agudizó en estos últimos 4 años, "pero ya en 2006 había 800 millones de personas que tenían hambre. Ahora
hay un poquito más, pero es estructural, no es una crisis coyuntural",
afirma: "es un problema de pobreza
en términos monetarios. La gente no tiene poder de compra". En el
mismo sentido, Altieri recalca: "un
tercio de la población humana gana menos de dos dólares por día, entonces no
tiene acceso a la comida. En Europa y en EE.UU. se bota aproximadamente 115
kilos por persona por año de comida, suficiente para alimentar a toda África".
Otros factores que contribuyen a la crisis alimentaria, señalados por nuestros
entrevistados, incluyen el aumento de la producción agrícola para alimentar a
los carros en lugar de las personas; el incremento del consumo de carne (que se
extiende ahora en países de gran población como China e India), siendo que se
necesitan de tres a diez calorías alimenticias vegetales para producir una
caloría animal; el sistema de distribución de alimentos, y otros problemas
estructurales relacionados con el control de las multinacionales sobre el
sistema alimentario.
Para Altieri, la crisis
alimentaria, acoplada a la crisis energética, la ecológica y la social, "es una crisis del capitalismo, de un modelo
industrial de agricultura que se basó en premisas que hoy ya no son válidas".
Lo explica en estos términos: "cuando
se crea la revolución verde en los años 1950-60, se crea un modelo de
agricultura maltusiano, que percibe el problema del hambre como un problema de
mucha población y poca producción de alimentos; y que había que cerrar la
brecha trayendo tecnologías del Norte al Sur, como las variedades mejoradas,
los fertilizantes, los pesticidas, etc. Ellos asumían que el clima iba a ser
estable, que el petróleo iba a estar abundante y barato, que el agua iba a
estar siempre abundante y que las limitantes naturales de la agricultura, como
las plagas, se podían controlar fácilmente. Y así nos encontramos hoy en día
con una agricultura que ocupa aproximadamente 1.400 millones de hectáreas en monocultivos
altamente dependientes de productos externos, en los cuales los costos de
producción varían de acuerdo a como sube el petróleo; donde tenemos más de 500
tipos de plagas resistentes a más de mil pesticidas". Uno de los
resultados es que actualmente en el mundo hay "aproximadamente mil
millones de personas hambrientas y por otro lado mil millones de personas
obesas, que son víctimas directas del modelo industrial de agricultura".
Es cierto que este modelo, siendo
altamente mecanizado, rebaja significativamente los costos directos de
producción por hectárea; por lo tanto permite vender alimentos a menor precio a
la vez que aumentar las ganancias. No obstante, Dufumier destaca que esto es
una trampa, pues no toma en cuenta los costos indirectos: sociales,
ambientales, de salud pública, etc. Cita el ejemplo de la leche en polvo
barata, que "nos cuesta sumamente
caro, por la contaminación de los suelos, por el exceso de nitrato en las aguas
freáticas, por las hormonas en la leche. Entonces hay lo que los economistas
llaman externalidades negativas", que impactarán en una menor
expectativa de vida y en la salud de la población. Altieri estima que en el
caso de EE.UU., de internar estos costos, sumarían unos $300 por hectárea de
producción.
La agroecología como alternativa
Frente a este modelo, surge la
pregunta: en qué medida la agroecología puede ofrecer soluciones viables; y si
se trataría de soluciones parciales o marginales, o si tiene la capacidad de
solucionar el hambre. Miguel Altieri aclara: "No me gusta caer en el argumento de si la agroecología podría alimentar
el mundo porque, como dije, no es un problema de producción. Con la
agroecología podemos producir alimentos suficientes para alimentar al mundo,
pero si las inequidades, las fuerzas estructurales que explican el hambre no se
solucionan, entonces el hambre continúa, no importa que sigamos produciendo con
agroecología".
La agroecología -nos recuerda-
"es una ciencia que se basa, por un
lado, en el conocimiento tradicional campesino y utiliza también avances de la
ciencia agrícola moderna (salvo la biotecnología transgénica y los pesticidas,
por supuesto), pero sí los avances que tienen que ver con ecología, con
biología del suelo, control biológica de plagas, todo eso se incorpora dentro
de la agroecología, y se crea un diálogo de saberes. En el mundo hay
aproximadamente 1.500 millones de campesinos que ocupan unas 380 millones de
fincas, que ocupan el 20% de las tierras, pero ellos producen el 50% de los
alimentos que se están consumiendo en este momento en el mundo. (La agricultura
industrial solamente produce 30% de los alimentos con el 80% del área
agrícola). De esos campesinos, 50% practican agroecología. O sea, están
produciendo el 25% de la comida del mundo, en un 10% de las tierras agrarias.
Imaginen si esta gente tuviera el 50% de las tierras a través de un proceso de
reforma agraria: estarían produciendo comida en forma abundantísima, con
excedente incluso".
Al mismo tiempo, la agroecología
trae otras ventajas que no tiene la revolución verde. "Por ejemplo -señala Altieri- es socialmente
activante, porque para practicarla tiene que ser participativa y crear redes de
intercambio, sino no funciona. Y es culturalmente aceptable porque no trata de
modificar el conocimiento campesino ni imponer, sino que utiliza el
conocimiento campesino y trata de crear un diálogo de saberes. Y la
agroecología también es económicamente viable porque utiliza los recursos
locales, no entra a depender de los recursos de afuera. Y es ecológicamente
viable porque no pretende modificar el sistema campesino sino optimizarlo. La
revolución verde buscó cambiar ese sistema e imponer un conocimiento occidental
sobre el conocimiento campesino. Por eso ha tenido mucha repercusión en las
bases", concluye.
Un factor importante a considerar
es que la producción agroindustrial de gran escala es menor cuando se considera
la producción total. O sea, los monocultivos son más productivos en términos de
mano de obra; pero la agricultura campesina produce mucho más por hectárea.
"Si haces un gráfico de producción
total vs área -indica Altieri-, la curva de producción va bajando en relación
al área de la finca. Porque no estamos comparando producción de maíz con maíz,
sino que estamos comparando la producción total de la finca. ¿Y qué produce el
campesino? Produce maíz, habas, papas, frutas;cría chancho, pollo,... Y cuando
analizamos así el sistema, nos damos cuenta que es aproximadamente 20 a 30
veces más productiva. Eso da una base muy importante para pensar en reforma
agraria".
Otra ventaja es su mejor
resistencia al cambio climático. No solo porque no genera calentamiento global
-a diferencia de la agricultura industrial, con su alto consumo de combustibles
fósiles-, sino que hay evidencias de que resiste mejor fenómenos como las
sequías. Los monocultivos, que crecientemente dominan los paisajes agrícolas
del mundo, "son altamente
susceptibles porque tienen homogeneidad genética y homogeneidad ecológica",
como lo evidenció la sequía del año pasado del Mid-West de EE.UU., la más
grande en 50 años, donde la agricultura transgénica de maíz y soya perdió el
30% de todo el rendimiento, según Altieri.
Políticas públicas
¿Cuáles serían, entonces, las
políticas públicas clave para que un país promueva y desarrolle en serio la
producción agroecológica? Nuestros entrevistados coinciden en reconocer que la
producción agroecológica, por ser artesanal e involucrar mayor mano de obra,
tiene costos de producción más altos y debe ser mejor pagada; entonces se
requieren políticas de fomento y subsidios que protejan a la agroecología y a
los pequeños agricultores. De este modo se puede lograr que la comida sana esté
al alcance de las mayorías, y que no sea solamente un producto de consumo de
lujo de los sectores adinerados (como ocurre, por ejemplo, con los productos orgánicos
que se exportan al Norte).
Miguel Altieri destaca, en este
sentido, la experiencia de Brasil, con el programa del Ministerio de Desarrollo
Rural que compra el 30% de la producción al campesinado, reconociendo su rol
estratégico. Es una comida sana que se destina al consumo social, en las
escuelas, los hospitales, las cárceles. "La agricultura familiar en Brasil cuenta 4,7 millones de agricultores
que producen el 70% de la comida en 30 % de la tierra; es un papel fundamental
para la soberanía alimentaria". Entendieron que para protegerla, no
podían poner a los pequeños productores a competir ni con los grandes, ni con
la producción de EE.UU. o de Europa "que
es una competencia totalmente desleal". El investigador considera un
acierto que ese país haya creado dos ministerios del sector: el de agricultura,
para los grandes productores (que evidentemente van a seguir existiendo), y el
de desarrollo rural para los pequeños, con proyectos de investigación,
extensión, políticas agrarias específicas para el agricultor campesino. Incluso
dice que este último ministerio tiene más recursos que el de agricultura.
"Lo que no funciona es cuando el
ministerio de agricultura cuenta apenas con una pequeña oficina o secretaría
del agricultor familiar", algo que pasa en la mayoría de países.
Apoyar las prácticas
agroecológicas con investigación y con extensión agroecológica es otro elemento
clave. "Mucho gente pregunta: ¿puede
la agroecología alimentar el mundo, puede ser tan productiva? Pero mira, todos
los institutos nacionales de investigación agropecuaria, los centros
internacionales de investigación, las universidades, durante 60 años han
financiado investigación en agricultura convencional. ¿Qué tal si a nosotros
nos dieran el 90% de ese presupuesto para apoyar la agroecología? La historia
sería otra", reflexiona Altieri. Señala a Cuba como el país más
avanzado en este sentido, por la situación que enfrentó en el periodo especial.
Una ventaja fue que tenía los recursos humanos para hacerlo, tenía agroecólogos
formados; y a través de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños -ANAP-,
120 mil agricultores en 10 años incorporaron la agroecología, con altos niveles
de producción y eficiencia energética.
Quizás el obstáculo mayor es la
falta de voluntad política, combinado con intereses multinacionales "que están siempre empujando en el sentido
equivocado". Altieri cree que el cambio climático es lo que finalmente
va a poner los límites a la agricultura industrial. En el caso de países como
Ecuador y Bolivia, cuyas constituciones ya establecen la soberanía alimentaria,
el investigador considera que tienen "una
oportunidad histórica: si no es ahora, ¿cuándo?" Él les ha propuesta
establecer un proyecto territorial piloto, pues "el manejo territorial
implica ecología del paisaje y otras dimensiones del diseño que van mucho más
allá del diseño de la finquita particular. Porque si hay campesinos que
practican la agroecología pero están dispersos, no se puede hacer una
conversión territorial. Así aprendamos, porque no tenemos todas las respuestas".
¿Una agricultura de pequeña escala?
Nos preguntamos si la
agroecología puede aplicarse en cualquier escala, o si es básicamente para la
pequeña agricultura, y si eso es una limitante. Marc Dufumier considera que,
por su esencia, sirve para la agricultura familiar, aunque reconoce que es más
accesible a la mediana producción familiar que al minifundista, por su poca
capacidad de ahorrar e invertir en tracción animal, carretas, producir
estiércol y fertilizar por la vía orgánica. Las unidades familiares de tamaño
mediano serían, además, las óptimas para generar empleo y evitar el éxodo
rural. Los grandes productores agrícolas, en cambio, "tienen la capacidad de inversión, pero no tienen el interés, porque
quieren maximizar la rentabilidad del capital financiero invertido, y amortizar
la inversión sobre grandes superficies, entonces su interés es el monocultivo
que es todo lo contrario de la agroecología".
Para Miguel Altieri, en cambio,
la agroecología es una ciencia que entrega principios de cómo diseñar y manejar
sistemas agrarios, de cualquier escala, pero con respuestas tecnológicas
diversas, según el caso. "Yo he
mostrado ejemplos de fincas de entre 500 y 3000 has. que se manejan
agroecológicamente. Estoy hablando de un rediseño del sistema agroecológico con
biodiversidad funcional, con rotaciones, con policultivos, que toman otras
formas en la gran escala, porque hay que usar maquinaria por supuesto, no van a
manejar 3000 has. Con chuzo ni con tracción animal. Entonces hay muchos ejemplos
de que se puede hacer a gran escala. Lo que pasa es que en América Latina, dada
la importancia estratégica de la pequeña agricultura, la agroecología siempre
se dedicó a solucionar el problema de la agricultura familiar, campesina, pero
eso no significa que no se pueda aplicar a gran escala”. Fuente: EcoPortal.net
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