La ONU
busca cómo reconocer el papel de la familia y que los Estados la favorezcan con
sus políticas
El año 2014 marca el final del
periodo para el que se establecieron los Objetivos de Desarrollo del Milenio en
Naciones Unidas. Aunque se ha avanzado en todos ellos, estamos lejos de
alcanzar los resultados previstos, entre otras cosas porque han surgido dos
obstáculos que no se habían previsto.
El primer problema es el
envejecimiento de la población, causado sobre todo por el descenso de la
natalidad, que se ha ido extendiendo de Europa a otros continentes. Sus efectos
no son inmediatos, pero ya tenemos claro que serán muy difíciles de afrontar. Un
ejemplo de esto es el aumento de las necesidades de dependencia. Ahora que por
primera vez la población española mayor de 65 ha superado a la de los menores
de 16, debemos considerar que eso supone a medio plazo no sólo la inviabilidad
económica de las pensiones, sino también la falta de personas que puedan
atender a los dependientes, algo que tradicionalmente ha hecho la familia. Sin
familia, es mucho más difícil —y, sobre todo, muchísimo más caro— atender esas
necesidades.
El segundo problema es más inmediato
y complica un poco más la situación: la crisis económica actual está afectando
sobre todo a los jóvenes, con el riesgo que supone una generación «perdida» —o
«ausente» en el caso de los que emigran— no sólo para el mercado laboral, sino
también para tener los hijos que desean.
Reconocimiento internacional
La reunión anual del Consejo
Económico y Social de la ONU trata esta semana en Ginebra de buscar soluciones
a estos problemas y puede aportar muchos elementos que ayuden a afrontarlos con
mayor eficacia. Concretamente, el reconocimiento del papel social de la familia
y la importancia de que los Estados establezcan políticas que le ayuden a
cumplirlo es uno de esos elementos, como el Consejo ha señalado con ocasión del
aniversario del Año Internacional de la Familia, que se cumple también el año
que viene.
Sin familia no hay desarrollo
posible. Potenciar la familia ayuda de hecho tanto a que se puedan cubrir las
necesidades de dependencia en el futuro como a que se pueda ayudar a que los
jóvenes afronten la crisis con esperanza de futuro. Por eso, tanto la UE como
la OCDE insisten cada vez más en que lo que se gasta en políticas familiares es
una verdadera inversión y un ahorro seguro a medio y largo plazo. Fuente: abc.es
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