En una experiencia única a nivel mundial,
investigadores desarrollaron un tratamiento biotecnológico para los efluentes
cloacales que permite aumentar la biomasa y depurar el agua. En el avance del
proyecto se prevé generar ácido láctico, principal insumo de la producción de
plásticos biodegradables, lo cual transformaría a Rosario en la primera sede de
una fábrica de biomasa.
El licenciado en Biotecnología Sebastián Lagorio desarrolla
un proyecto de tratamiento de efluentes cloacales, a partir de la aplicación de
tecnología recombinante. Esta experiencia, única a nivel mundial, empezó en
Totoras, con el objetivo de transformar los desperdicios en una fábrica de
productos de alto valor agregado, como bioetanol y plástico biodegradable.
Tecnológicamente, las aguas servidas son utilizadas como
fuente de nutrientes a las que se les aplica un consorcio bacteriano,
desarrollado en un laboratorio de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y
Farmacia. Luego, esas bacterias empiezan a degradarse y se les agregan lentejas
de agua, que “son unas plantas chiquitas
pero con propiedades muy interesantes ya que pueden duplicar su masa día a día
consumiendo nutrientes y, a su vez, van depurando los efluentes”, explicó
el especialista a Argentina Investiga.
Las lentejas de agua tienen la propiedad de acumular
almidón, que es la fuente para obtener productos de alto valor agregado por
fermentación, como el bioetanol o los plásticos biodegradables. “Lo que se logra es aumentar la biomasa,
depurar el agua y generar por fermentación los productos”, aclaró.
“En Totoras
proyectamos una planta de bioetanol para producir, aproximadamente, de 30.000 a
50.000 litros al año, que pueden generarse en cuatro hectáreas de lagunas”,
afirmó el especialista, y agregó: “Estamos
escalando de unos 80 metros cuadrados que tenemos en la actualidad a unos
40.000, y la idea es que el año que viene esté funcionando completamente”.
Las próximas intervenciones se centrarán en la producción de
ácido láctico, que es el insumo principal y crítico para la generación de
plásticos biodegradables. Según Lagorio, esto transformaría a Rosario en la
primera sede de una fábrica de biomasa. Asimismo, al fermentarse el almidón que
contienen las lentejas, se obtiene un pellet que, por su alto contenido
proteico similar a la soja, puede generar alimentos balanceados para ovinos,
bovinos y cerdos.
“La biotecnología nos
da la posibilidad de utilizar herramientas de la naturaleza y aplicarlas para
que podamos tener un mejor y sostenible ritmo de vida, dejando de lado el
concepto de ‘basura’ y pasando a un nuevo paradigma, de que todo es usable y
cíclico”, afirmó el biotecnólogo al considerar que en la naturaleza no
existe la basura, sino que se trata de un concepto humano.
Integrar saberes científicos y sociales
Lagorio forma parte de la empresa social biotecnológica
Mamagrande, que integra la red Njambre y cuyo objetivo es unir saberes
científicos y sociales para desarrollar tecnología sinérgica con la naturaleza,
dar poder a grupos de productores e integrarlos a la cadena productiva
industrial. “Creemos en el modelo de
empresas sociales, que es una innovación de las asociaciones civiles y empresas
tradicionales”, afirmó Federico Seineldin, otro de los integrantes.
Se trata de organizaciones sostenibles económicamente porque
generan productos o servicios para solucionar problemas ambientales o de
comunidades vulnerables y los venden a partir del empleo de mecanismos del
mercado. “Las cabezas de las próximas
generaciones traen en su ADN visiones más holísticas de la realidad y no tan
reduccionistas, por eso se trabaja en conjunto entre universidades, sociedad y
empresas”, explicó.
Un ejemplo de esta comunión es el caso de Totoras, en el que
se involucraron la Municipalidad y las empresas locales ya que el proyecto “viene a remediar un problema ambiental, dar
trabajo inclusivo y reemplazar combustibles fósiles sin competir con el
alimento humano, en un ciclo perfecto”, finalizó el emprendedor. Fuente: www.redvitec.edu.ar/
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