Investigadores de la FAUBA, la UNSL y el
Conicet advierten sobre el impacto de la expansión agrícola. En tres décadas,
el ascenso de las napas en Salta podría causar inundaciones y salinización en
los suelos.
Los cambios generados en el uso del suelo por la expansión
de la frontera agrícola están acelerando procesos que en la naturaleza
demoraron miles de años en manifestarse y que hoy comienzan a amenazar
seriamente su productividad. Dos estudios de la Facultad de Agronomía de la UBA
(FAUBA) advierten sobre las consecuencias del desmonte en Cuyo y en el NOA,
vinculadas con el ascenso de las napas freáticas y a la salinización de los
suelos. En Australia ya se perdió el 10% del área agrícola por este fenómeno,
que en sólo 30 años podría llevar a que parte del noroeste argentino, donde hoy
se produce alimentos, se inunde con agua salada.
Los estudios, que también involucran a la Universidad
Nacional de San Luis (UNSL), se concentran en planicies semiáridas de las
regiones Espinal y Chaco, en las provincias de San Luis, donde apareció un
nuevo río de la noche a la mañana, con cauces de 10 metros de ancho y 5 de
profundidad, y del este de Salta, donde el desmonte y la siembra de cultivos
(principalmente la soja) crecieron de manera exponencial en los últimas años.
“El reemplazo de la
vegetación semiárida por agricultura de secano genera mayor humedad en el
suelo, lavado de sales de los perfiles y un posible ascenso de los niveles
freáticos”, resumió Celina Santoni, quien estudió el tema en su tesis de
posgrado en la Escuela para Graduados de la FAUBA, bajo la dirección de Esteban
Jobbágy, pionero en la investigación de este proceso desde el Grupo de Estudios
Ambientales de la UNSL e investigador del Conicet.
Los trabajos fueron financiados por el Instituto Interamericano
de Para la Investigación del Cambio Global (IAI), el Fondo para la
Investigación Científica y Tecnológica (FONCyT) y el Conicet, e involucraron la
participación de José Paruelo, Gervasio Piñeiro, Victoria Marchesini, Laura
Amdan y otros investigadores de las cátedras de Ecología y Métodos
Cuantitativos de la FAUBA.
Según Jobbágy, el Nuevo Río (como se lo denominó en la
provincia cuyana) es una señal temprana de los grandes cambios provocados en el
uso de la tierra: “Los sedimentos pasaron
allí 9 mil años sin sufrir incisiones ni procesos parecidos. Pero desde los
´70, los niveles freáticos subieron hasta 10 metros y, de la noche a la mañana
(realmente, no metafóricamente), el ascenso de las napas generó una ruptura por
donde corre el agua en forma permanente, aun en la estación seca”. ¿Qué
cambió en estos años para generar tal impacto? “Lo que resulta único del presente es el disturbio agrícola: 90% de la
cuenca esta desmontada”, aseguró el investigador.
“Los bosques secos en
estas condiciones de clima suelen alojar naturalmente una enorme cantidad de
sales en el suelo muy profundo, a más de dos metros de profundidad. Esto es el
resultado del consumo exhaustivo de agua que hace la vegetación natural y que lleva
a que se acumulen sales en profundidad por siglos o milenios, y que las napas
freáticas se mantengan profundas. La agricultura cambia esta condición,
generando fugas de agua en profundidad. Con el tiempo esto lava las sales, las
transporta a la napa, eleva su nivel y, en muchos casos, causa salinidad en
superficie cuando las napas entran en contacto con la atmosfera”, explicó.
En Australia existe un antecedente denominado dryland
salinity que provocó al ascenso de los niveles freáticos, con aguas totalmente
salinizadas, producto del lavado de las sales acumuladas naturalmente en los
suelos en profundidad. El resultado final son grandes hectáreas de suelos
inundados con aguas salinas o suelos totalmente salinizados e improductivos.
Esto ocurrió después de más de 100 años de uso agrícola de las tierras, que
originalmente tenían bosques de eucaliptos.
“Asociamos esa
situación con lo ocurrido en San Luis, en la cuenca del Nuevo Río (una de las
más antiguas deforestadas en el país, con 70 años de historia agrícola), donde
ya se perdieron muchas hectáreas de tierras y la salinización de napas
superficiales es un problema incipiente”, apuntó Santoni. Sin embargo, el
ascenso de niveles freáticos no causó anegamientos y salinización como en
Australia, sino la ruptura del terreno por un proceso particular: “Se trata de una cuenca con pendientes más
altas que las típicas de nuestras llanuras y con sedimentos eólicos muy nuevos
y, creemos, susceptibles a la ruptura por napas que fluyen a mayor velocidad”,
dijo Jobbágy.
En el NOA, las investigaciones arrojaron coincidencias con
San Luis, Australia y otras planicies semiáridas de Estados Unidos, según
Amdan, quien estudió las consecuencias del desmonte sobre la recarga de agua
subterránea y la salinización de suelos en Salta. Su trabajo se presentó junto
a otras tesis coordinadas de la licenciatura en Ciencias Ambientales de la
FAUBA ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, para evaluar el impacto
ambiental acumulativo del desmonte en cuatro departamentos del este salteño
(San Martín, Orán, Rivadavia y Santa Victoria), que en las últimas tres décadas
tuvieron el mayor crecimiento agrícola del país, en detrimento del bosques.
“El desmonte cambió
radicalmente el sistema radicular”, dijo Amdan, y explicó que las raíces de
la soja (el cultivo extensivo más difundido en el este de Salta) no logran
absorber la lluvia como lo hacían los árboles. Esto hace que el agua atraviese
todo el perfil del suelo y transporte las sales acumuladas por milenios hasta
las napas. Si el monocultivo de soja persiste, con el tiempo las napas comienzan
a ascender con las sales, hasta llegar a la superficie. Y esto podría suceder,
según las conclusiones de Amdan, en un período de entre 30 y 100 años, según la
edad del desmonte, la cobertura y el manejo agronómico. En el caso de las
pasturas, que se siembran como alimento para el ganado, el proceso podría
demorar hasta 250 años.
“Si el monocultivo de soja persiste en el NOA, las napas comenzarán a
ascender con las sales, hasta llegar a la superficie”.
“El problema está
identificado, tenemos evidencias in situ y experiencia de otras regiones
similares sobre cómo es la dinámica del proceso y sus posibles consecuencias.
La señal en Salta es fuerte y las consecuencias son severas. No podemos
sentarnos a esperar de brazos cruzados para ver cómo el sistema resuelve
naturalmente el cambio”, advirtió. “Entendemos
que el modelo productivo presiona para obtener una rentabilidad máxima
inmediata, pero el costo a largo plazo puede ser tan alto que no haya retorno
posible y la pérdida de productividad, así como la capacidad de producir
alimentos, sean netas”, concluyó Amdan.
Por esta razón, los investigadores se concentran
en remediar o frenar el proceso y proponer sistemas alternativos de manejo del
suelo que, sin limitar las producciones agrícolas típicas de ambientes
semiáridos y las tendencias productivas actuales, retrasen o anulen el efecto
de recarga subterránea y la salinización del agua y los suelos, antes que sea
demasiado tarde. Fuente: sobrelatierra.agro.uba.ar
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