En las últimas décadas allí se perdieron 4
millones de hectáreas de bosques nativos, a tasas superiores a las del resto
del planeta. Un informe de la FAUBA pide aumentar los esfuerzos en la
aplicación de la Ley de Bosques.
La expansión de la frontera agrícola aceleró la
deforestación en la ecorregión del Chaco semiárido, que representa la segunda
cobertura boscosa más grande y continua de Sudamérica después del Amazonas,
hasta alcanzar un record poco feliz: la mayor tasa de desaparición de bosques
nativos de todo el mundo. En este contexto, un estudio elaborado por la
Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) advierte sobre los desmontes y la
aplicación de la Ley de Bosques en Santiago del Estero, la provincia argentina
con mayor superficie perteneciente al Chaco semiárido y una de las más
perjudicadas por este proceso.
“A partir de la
sanción de la Ley Provincial de Bosques, se redujeron la superficie y las tasas
de deforestación en Santiago del Estero. Sin embargo, se permitió desmontar en
zonas de categoría II (amarillo) que la legislación nacional no admite”.
“Durante el período
2000-2012 la tasa de transformación relativa de bosques nativos por cultivos de
grano en Santiago del Estero fue mayor a la producida en la ecorregión entera,
en Sudamérica e incluso en el mundo. Esto implica que si la dinámica de la
deforestación en el mundo se comportara como en Santiago del Estero, la tasa de
deforestación sería entre 12 y 17 veces más alta”, advierte el informe
elaborado por Gonzalo Camba, técnico del Laboratorio de Análisis Regional y
Teledetección (LART) de la FAUBA, quién investigó el caso en su tesis para
recibirse de Licenciado en Ciencias Ambientales.
En total, se calcula que en Santiago del Estero se
desmontaron 4 millones de hectáreas entre 1976 y 2012. La tendencia se aceleró
en la última década, puesto que el 50% de esa superficie (2 millones de
hectáreas) se desmontó entre 2000 y 2012.
“La importante
proporción de territorio que representa Santiago del Estero dentro del Chaco
semiárido, sus características socioeconómicas, los conflictos territoriales
existentes y las particularidades de su legislación en lo que refiere a la
conservación de sus bosques, hacen necesario un análisis exhaustivo de los
procesos de deforestación y su relación con la Ley de bosques, particularmente
sobre su cumplimiento”, detalla el trabajo de la FAUBA, dirigido por el
investigador José Paruelo en base a sistemas de información geográfica (SIG).
“La importante
proporción de territorio que representa Santiago del Estero dentro del Chaco
semiárido, sus características socioeconómicas, los conflictos territoriales
existentes y las particularidades de su legislación en lo que refiere a la
conservación de sus bosques, hacen necesario un análisis exhaustivo de los
procesos de deforestación y su relación con la Ley de Bosques, particularmente
sobre su cumplimiento”, detalla el trabajo de la FAUBA, dirigido por el investigador
José Paruelo en base a sistemas de información geográfica (SIG).
Según la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO), en Sudamérica se perdieron unas 40
millones de hectáreas de bosques nativos durante la primera década del siglo
XXI. Los cambios en la región ocurrieron principalmente sobre El Cerrado
(Brasil), la selva de Chiquitanos (Bolivia) y el Gran Chaco Americano (que
comparten Argentina, Bolivia y Paraguay) y fueron equivalentes al 76% de los
desmontes que se produjeron en todo el planeta.
Lo cierto es que hacia 2012 cerca del 20% de la superficie
del Gran Chaco Americano se transformó para dar lugar a la agricultura. Según
el estudio de Camba, cuyo grupo de estudio de la FAUBA viene trabajando desde
hace años en la temática, de aquí en adelante se espera que este proceso se intensifique,
poniendo en jaque la estabilidad de los ecosistemas y afectando la provisión de
servicios ecosistémicos de los cuales la sociedad obtiene beneficios clave para
su bienestar.
Se estima que con tasas similares a las actuales, tomará
entre 30 y 100 años para que se invierta el paisaje. O sea, que los cultivos
reemplacen por completo las coberturas naturales, compuesta por bosques y
pastizales. Por esta razón, desde la FAUBA piden aumentar los esfuerzos en la
aplicación de la Ley de Bosques.
Ordenamiento desordenado
En 2007 se sancionó la Ley de presupuestos mínimos de
protección ambiental de los bosques nativos (Ley Nacional N° 26.331), a partir
de cual le tocaba a cada provincia elaborar su propio ordenamiento territorial,
caracterizando sus bosques nativos en zonas de alto, mediano y bajo valor de
conservación.
Según los investigadores de la FAUBA, la categorización de
bosques elaborada por las provincias del noroeste argentino habría resultado inconsistente,
debido a que la información ambiental utilizada fue pobre y escasa. Además, las
provincias del NOA interpretaron de forma diferente los criterios de
sustentabilidad y zonificaron sus bosques de manera dispar. Por ejemplo, se
asignaron categorías distintas a bosques a ambos lados de los límites
provinciales, teniendo en cuenta sólo los aspectos políticos y no los
ambientales o ecológicos.
Santiago del Estero reglamentó su Ley provincial de bosques
en 2008, dividiendo a la provincia en 11 zonas en función de su potencial
productivo y de conservación, y determinando las tres categorías de bosques. Al
respecto, el informe de la FAUBA sostiene que tampoco en esta normativa existió
un criterio de sustentabilidad.
El estudio de la FAUBA reconoce que a partir de la sanción
de la Ley Provincial de Bosques, en 2009, se redujeron la superficie y las
tasas de deforestación anuales en Santiago del Estero. Sin embargo, asegura que
la efectividad de la legislación fue parcial porque se presentaron fuertes irregularidades
en la determinación de las zonas de conservación, sobre las cuales no se
permite desmontar. En concreto, se permitió deforestar en zonas de categoría II
(amarillo) que la legislación nacional no admite.
Consecuencias negativas
La conversión de superficies de cobertura original del suelo
(bosques y pastizales) en áreas de cultivos agrícolas y pasturas, principalmente
soja, incrementó la producción de servicios ecosistémicos finales (como granos
y carne), pero al mismo tiempo disminuyó la provisión de otros servicios como
la regulación hídrica, el secuestro de carbono y la conservación de la
biodiversidad.
“Cuando la superficie boscosa fue reemplazada por cultivos
se evidenciaron cambios en la dinámica de las ganancias de Carbono, provocando
una pérdida de capacidad buffer (amortiguación) ante cambios ambientales y un
aumento en las emisiones de efecto invernadero, responsables del calentamiento
global. No es un dato menor, puesto que el desmonte sobre bosques chaqueños
generó el 75% de las emisiones de Carbono del norte argentino (las Yungas y los
bosques del Atlántico representaron el 25% restante).
Asimismo, la disminución en las tasas de evapotranspiración
generadas por la conversión de bosques en cultivos anuales incrementó
significativamente el drenaje profundo de los suelos provocando unamayor recarga en los acuíferos subterráneos que aumenta el riesgo desalinización superficial (afectando la fertilidad de los suelos y la
calidad del agua).
El reemplazo de bosques en la ecorregión también
provocó una disminución del contenido de materia orgánica, debido a las
diferencias en la cantidad de residuos que se depositan sobre el suelo de un
bosque y un cultivo, y desencadenó un proceso de compactación. Además, la
pérdida del hábitat impulsada por los cambios en el uso del suelo tiene
consecuencias sobre la biodiversidad. Fuente: sobrelatierra.agro.uba.ar
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