Algunos
son incrédulos y la mayoría piensa que aún nos queda tiempo para actuar. Pero
en épocas pasadas el fenómeno arrasó con la humanidad
Mientras las imágenes trágicas
del desastre en Filipinas afligen al mundo, podemos notar que algo falta: no
hemos escuchado hablar mucho sobre la relación entre los ciclones tropicales y
el cambio climático global.
En 2007, el Panel
Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés)
emitió un reporte en el que advierte que el aumento en la temperatura
provocaría tormentas más frecuentes y más violentas. El año pasado, el panel
moderó dicha conclusión.
Aunque con el agua más tibia
aumentan las probabilidades de que ocurran ciclones —y el aumento en el nivel
del mar provoca que estas tormentas tropicales sean más peligrosas—, el cambio
en los patrones del viento podrían contrarrestar esos peligros. Para los
estadounidenses en particular, 2013 fue la temporada de huracanes más tranquila
desde 2002.
Sin embargo, los huracanes son
solo un ejemplo de evento climático extremo. En enero de 2013, el diario The
New York Times estudió los casos más importantes que ocurrieron en todo el
mundo:
"China vive el invierno más crudo en casi 30 años. Brasil está bajo el
azote de una terrible ola de calor. El este de Rusia está tan frío —46 grados
bajo cero y sigue a la baja— que los semáforos dejaron de funcionar
recientemente en la ciudad de Yakutsk".
"Los incendios azotan Australia, alimentados por una ola de calor nunca
antes vista. Pakistán quedó inundado inesperadamente en septiembre. Una
tormenta violenta con lluvia, nieve e inundaciones golpeó a Medio Oriente. En
Estados Unidos, los científicos confirmaron esta semana lo que la gente podía
saber con tan solo salir: el año pasado fue el más cálido que se había
registrado".
Cuando hablamos de cambio
climático, tenemos dos temas que a menudo son considerados uno solo: ¿El cambio
climático es real? Si es así, ¿el clima cambia a causa de la actividad humana?
La segunda pregunta incita
intensas pasiones —aunadas a los enormes intereses económicos involucrados— que
pueden provocar que la gente juzgue precipitadamente la pregunta número uno.
Dentro de la primera pregunta hay dos más: ¿Qué tan perjudicial es el cambio
climático? ¿Qué tan rápido avanza?
Podemos encontrar las respuestas
a estas preguntas en una nueva obra sobre historia: Global Crisis. Se trata del
examen que Geoffrey Parker hace del impacto climático más reciente que los
humanos hemos experimentado: la Pequeña Edad de Hielo.
Después de medio milenio de
temperaturas muy benignas, el hemisferio norte empezó a enfriarse gradualmente
después de 1550. Para 1620, el enfriamiento paulatino se había transformado en
congelamiento profundo.
Para el siguiente medio siglo,
los pueblos del hemisferio norte sufrieron una catástrofe climática tras otra:
Durante el invierno de 1620-1621,
el Bósforo —río que separa a Europa de Asia, ubicado en lo que hoy es Turquía—
se congeló por primera y única vez en la historia.
El verano de 1627 fue el más
húmedo de Europa en 500 años; 1628 fue uno de los inviernos más fríos que ha
sido registrado.
En 1641, el Gran Canal que
conectaba a Beijing —la mayor ciudad del planeta— perdió su suministro de
alimentos en el sur de China debido a la falta de lluvias ocurrida por única
vez, de acuerdo con los registros. China perdió varias cosechas durante la
década de 1640 a causa de las sequías y el exceso de agua.
En 1641 sucedió el tercer verano
más frío que en el hemisferio norte; en 1642 fue registrado el número 28 más
frío y en 1643 el décimo. Se perdieron las cosechas de las islas Británicas y
del centro de Europa en tres temporadas consecutivas.
El invierno de 1649 fue el más frío registrado en China.
En 1657, se congeló la bahía de
Massachusetts, en Estados Unidos; más al sur, la gente podía caminar sobre el
hielo en el río Delaware.
Al año siguiente (1658), la sonda
danesa se congeló a tal punto que el ejército sueco y su artillería pudieron
marchar desde Jutlandia hasta Copenhague, sobre lo que usualmente es el océano.
En Polonia hubo 109 días de
heladas entre 1666 y 1667, a diferencia de los 63 días en promedio registrados
en los últimos años.
El río Támesis, en Gran Bretaña,
se congeló a tal punto que miles de personas lo usaron como camino durante seis
semanas mientras transcurría el invierno de 1683-1684.
Estos eventos climáticos extremos
son solo unos cuantos de los cientos de ejemplos que Parker cita en su profundo
estudio de esa época. La casa editorial Yale University Press publicó Global
Crisis a principios de este año.
Parker es más conocido como
historiador especialista en la Guerra de los Treinta Años, el conflicto que
desgarró a Alemania entre 1618 y 1648 y en el que la violencia, el hambre y las
enfermedades cobraron la vida de tal vez un tercio de la población.
El cambio climático: los países encabezan la lucha
En esta obra enormemente
ambiciosa, Parker estudia todo el mundo y sintetiza la violencia terrible que
estalló en toda Eurasia durante los años más fríos e inclementes de la Pequeña
Edad de Hielo: el derrocamiento de la dinastía Ming en China y la conquista del
país más poblado del mundo a manos de los invasores de Manchuria; las guerras
civiles en Irán y el norte de India; el colapso del poderío otomano; la
persecución de los judíos en Ucrania; la peor masacre de judíos entre las
Cruzadas y el Holocausto; la inclemente guerra de Nueva Inglaterra contra los
indios pequot, la destrucción de Polonia, que en esa época era el mayor Estado
de Europa; la rebelión de la Fronda en Francia; la guerra civil inglesa; el
ataque de Oliver Cromwell contra Irlanda; las rebeliones de Portugal y Cataluña
contra el imperio español…
Todos estos eventos iban
acompañados por la peste y las hambrunas que culminaron en la mayor epidemia de
peste bubónica de la historia de Europa en la década de 1660.
Europa solo vivió tres años de
paz absoluta entre 1600 y 1700.
Los historiadores conocen bien la
estadística que indica que una tercera parte de los alemanes murió durante la
Guerra de los Treinta Años. Parker insinúa que esta cifra podría extenderse por
casi todo el bloque continental, desde Lisboa al Pacífico, y que China sufrió
las peores consecuencias.
Obviamente, la Pequeña Edad de
Hielo no fue producto del hombre. El sol emitió un poco menos de energía de lo
acostumbrado en el siglo XVII y hubo más erupciones volcánicas de lo usual.
Para decenas de millones de seres humanos, las consecuencias de estos eventos
inesperados fueron terribles y letales: muertes por violencia, por
enfermedades, por hambre.
Parker insiste una y otra vez en
la moraleja: lo más importante sobre el cambio climático no es cómo ocurre,
sino qué tan rápido ocurre.
Nuestros debates contemporáneos
sobre el clima parecen dar por sentado que el cambio ocurrirá gradualmente a lo
largo del próximo siglo, lo que nos dará bastante tiempo para actuar.
En el siglo XVII, la catástrofe
ocurrió con asombrosa rapidez —en el lapso de una vida humana— y los seres
humanos murieron por montones.
En la historia de Parker hay una
sola excepción a la infeliz historia: Japón en el tiempo de los shogunes, en
donde los líderes efectivos encontraron formas de manejar y mitigar los
desastres que no podían entender.
Si para algunos seres humanos fue
posible estar preparados para lo peor en esos días anteriores a la era de la
ciencia, seguramente es más posible para nosotros en esta era avanzada.
Fuente: mexico.cnn.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario