La historia reciente nos muestra que la gran
mayoría de los agroquímicos que eran vendidos como inocuos terminaron siendo
contaminantes y destructivos.
Por Fernando Barri*1
Así como alguna vez los colonizadores engañaron a los
pueblos originarios con falsas promesas de bienestar, la multinacional de los
agronegocios Monsanto intenta persuadirnos hoy de los supuestos beneficios que
implicaría la instalación en una planta semillera en Córdoba. Veamos cuán
ciertos son sus argumentos:
Empresas como Monsanto ayudan a combatir el hambre en el
mundo. Falso. Argentina, por ejemplo, produce alimentos para 400 millones de
personas, es decir, nueve veces más de lo requiere su población. Por lo tanto,
el hambre se combate redistribuyendo la riqueza, no incrementando las ganancias
de unos pocos.
La biotecnología incrementa la producción global de
alimentos. En debate. Si bien la llamada “revolución verde” aumentó la
producción por hectárea de algunos cultivos, la producción global está
decayendo, producto del agotamiento de los recursos naturales y las
externalidades ambientales. Incluso, análisis recientes demuestran que la
agricultura europea, sin transgénicos y menos agrotóxicos, produce más kilos
por hectárea que la agricultura americana.
La agricultura no es viable sin agroquímicos. Falso. Desde
que el ser humano comenzó a producir sus alimentos, lo hizo respetando los
procesos y ciclos naturales. Cualquier productor con tradición campesina en
nuestro país sabe que todo lo que necesita para producir alimentos es sol,
buena tierra y trabajo. A pesar de ello, hoy la mayoría de los agricultores, en
vez de realizar un manejo integrado de plagas, están entrampados en un modelo
de producción que les impide sembrar otra cosa que no sea cultivos
transgénicos, con uso indiscriminado de agroquímicos. No obstante, aún hay
cientos de miles de campesinos en el mundo que siguen produciendo cultivos
nativos en forma agroecológica, alimentando a millones de personas en forma
saludable.
Los agroquímicos no son venenos. Falso. Todos son tóxicos en
diversas escalas; la historia reciente nos muestra que la gran mayoría de los
que eran vendidos como inocuos terminaron siendo altamente contaminantes y
destructivos, como el agente naranja y el endosulfán, y, para el caso del
glifosato, las evidencias científicas respecto de sus efectos nocivos sobre la
salud y el ambiente son abrumadoras.
La producción del maíz transgénico de Monsanto es buena para
preservar la tierra. Falso. La promoción de monocultivos transgénicos
dependientes de los agroquímicos ha hecho que el uso de estos se multiplicara.
Así, los suelos pierden toda su vida biológica y se convierten en esqueletos
inertes, incapaces de producir vida sin la aplicación masiva de fertilizantes
que alteran los ciclos biogeoquímicos del planeta.
El maíz transgénico de Monsanto ayuda a reducir el efecto
invernadero, por la producción de biocombustibles. Falso. En la mayoría de los
casos, el proceso de producción de biocombustibles es negativo en términos de
liberación de gases de efecto invernadero. Por otra parte, algo que las
compañías de los agronegocios no mencionan es que los biocombustibles liberan
compuestos químicos que pueden ser tanto o más nocivos en la atmósfera que el
efecto que produce el dióxido de carbono.
Los transgénicos no producen efectos colaterales en la salud
y en el ambiente. En debate. Existen evidencias de que los cultivos
transgénicos hibridan a las variedades nativas (como pasó con el maíz en
México). Cada vez hay más información científica que señala que su consumo trae
aparejadas consecuencias en la salud humana, motivo por el que ya fueron
prohibidos en buena parte de los países de la Unión Europea.
Podemos ver, de este modo, que los supuestos beneficios que
tendría la llegada de Monsanto a Córdoba no son más que espejitos de colores.
El único interés real de las compañías de los agronegocios es seguir
enriqueciéndose a costa de nuestros recursos naturales y la pérdida de salud de
nuestros pueblos.
Lo que estamos viviendo es una nueva forma de colonización,
resistida con valentía por los vecinos de Malvinas Argentinas, que no están
dispuestos a vender su vida a cambio de falsas promesas.
Vivimos una forma de colonización cultural, que no requiere
imponerse a fuerza de violencia y sangre. Sólo necesita contar con gobiernos
cómplices, el silencio académico y comunicadores que no informan toda la
realidad de los hechos.
*Biólogo de la Universidad Nacional de Córdoba e
investigador de Conicet.
Fuente: www.lavoz.com.ar/
No hay comentarios:
Publicar un comentario