Desde Berlín, Alemania
Un
químico de la industria agrícola, potencial carcinogénico, es hallado en el
cuerpo de 45 por ciento de habitantes urbanos analizados en Europa. El producto
en cuestión: glifosato, el agroquímico más utilizado en todo el mundo. La
organización Amigos de la Tierra (AdT) realizó evaluaciones en orina para
rastrear residuos de este principio activo (comercializado masivamente bajo el
nombre Round-Up de la empresa Monsanto). Fueron estudiados ciudadanos de 18
países europeos. Por ejemplo, en Países Bajos el 88 por ciento dio positivo,
mientras que en Gran Bretaña, Alemania y Polonia un 70 por ciento de las
personas estudiadas presentaban rastros de glifosato en su orina. AdT analiza
el posible vínculo con la producción sojera en Sudamérica.
La estrella de la industria
Con esta información, la
organización ambientalista se pregunta ¿de dónde surge esa presencia del
químico en los cuerpos de los europeos? Por un lado busca conocer el grado de
presencia de este producto en el ambiente, causado por el propio uso que hace
la industria agrícola de ese continente. Y en otra línea se intenta determinar
el nivel de glifosato que puede estar incorporándose de forma indirecta a
través de la ingesta de ganado alimentado a base de soja transgénica importada,
que es tratada con ese agroquímico. Argentina, Brasil y Paraguay son algunos de
los países que abastecen la demanda europea de esta oleaginosa.
“La Unión Europea no publica datos sobre el uso de los plaguicidas
individuales, por lo que es difícil saber cuánto glifosato está siendo
utilizado por los agricultores (locales)”, plantea la ONG en sus informes.
Pero por ejemplo, Alemania aplica glifosato en 4,3 millones de hectáreas, el
39% de su área cultivada.
Este agroquímico, patentado en
1970 por la multinacional de origen estadounidense Monsanto, es el más vendido
en todo el mundo: 6,5 mil millones de dólares en 2010, más que la suma de todo
el resto de los químicos de la industria agrícola. En 2011, agrega AdT en sus
reportes, se utilizaron en el mundo cerca de 650.000 toneladas de glifosato.
Este herbicida se utiliza para limpiar los campos de “malezas” (como llaman las
empresas a la especies que crecen
naturalmente) antes de la siembra. También se emplea durante el
desarrollo de un cultivo en casos como el de la soja genéticamente modificada
(RR) que es tolerante a este herbicida. Mientras el resto de las especies
mueren, la soja RR continúa su evolución.
Las empresas juegan de local
En 1991 se armoniza la
legislación para aprobar los plaguicidas en la Unión Europea. Bajo el marco de
la directiva 414/91 queda aprobado el uso del glifosato, aunque ya era
utilizado desde la década del 70. En 2002 recibe una aprobación por diez años
de parte de la Comisión Europea.
Amigos de la Tierra denuncia que
“la aprobación de glifosato 2002 se basó
en un expediente de prueba presentada por Monsanto”, entre otras empresas
de la industria química. El informe quedó bajo análisis del organismo
predecesor de la Oficina Federal Alemana de Consumidores Protección y Seguridad
Alimentaria. Esta institución actuó como interventor entre las autoridades de
la UE y la industria. En 1999, la oficina “elaboró
un informe favorable al glifosato y esto allanó el camino para la aprobación
completa en 2002”. Desde entonces, este producto es utilizado en la agricultura, la silvicultura, y en
espacios públicos rurales y urbanos de Europa.
Dentro de las oficinas de Amigos
de la Tierra en Berlín no dejan de cuestionar ese proceso de aprobación y se
preparan para la próximo regulación, que se definirá en 2015. En diálogo con
este cronista, Heike Moldenhauer, coordinadora del Equipo Agrario, apunta un
dato clave: “Por las normativas europeas,
es la industria la que elige qué país hace la aprobación”. Para el
glifosato, Monsanto optó por Alemania que “tiene
la industria química más poderosa de la región”. La agencia recibe datos a
favor y en contra del producto, pero –asegura Moldenhauer— “cuando aparecen estudios independientes no
los aceptan”. Luego la agencia alemana eleva los estudios a la UE, a la
European Food Agency.
La aprobación del glifosato tenía
validez por diez años, es decir, vencía en 2012. “Ridículamente las agencias dijeron: ‘no tenemos capacidad para
evaluar’. Y dieron tres años más de licencia”.
En 2015 será la próxima. Frente a
este nuevo proceso, AdT exige protocolos de prueba que sirvan para detectar los
efectos adversos en la salud como por ejemplo las alteraciones endocrinas,
toxicidad crónica, carcinogenicidad y efectos reproductivos (estudios
multi-generacionales). Otro punto crítico es la necesidad de evaluar dosis
realistas. Por ejemplo, la combinación de productos químicos tal como se
utilizan en la práctica agrícola real, algo que no fue contemplado por la
Comisión Europea en 2002. Y en el mismo sentido, la organización ambientalista
reclama que se estudie el impacto sanitario en el largo plazo, “en lugar de la práctica actual de las
pruebas de dosis muy altas en escalas de tiempo cortas”.
¿De dónde llega el glifosato?
Lo llamativo del estudio de
Amigos de la Tierra es que los grupos de personas elegidas en cada ciudad, diez
aproximadamente, no habían manipulado o utilizado glifosato en el período
previo a las pruebas. Por ese motivo también se indaga acerca de la presencia
del agrotóxico en la dieta diaria de los europeos. En Alemania un estudio “encontró residuos de glifosato en la cebada
de hasta 23 mg por kilo”, apunta un informe de AdT.
La otra posible vía de ingesta de
glifosato es la carne. Alemania importa soja transgénica, tratada antes y
durante la siembra con glifosato, de Brasil, Argentina y Paraguay para
alimentar ganado (porcino y vacuno) y aves. Unas 2,2 millones de hectáreas de
soja son cosechadas cada año en estos tres países para abastecer la demanda
alemana (datos de la WWF), aporta Thomas Fritz, investigador del FDCL,
organización con sede en Berlín abocada, entre otros tópicos, a la problemática
agraria en América Latina y su vínculo con el modelo alimentario europeo.
El límite para residuos de
glifosato en la soja es de 20 miligramos por kilo, “pero no hay pruebas de la UE de residuos de glifosato en las
importaciones de soja”, critica AdT. “La
probabilidad de que exista ‘una exposición ganadera significativa al glifosato
y sus metabolitos’ ha sido reconocido por la Autoridad Europea de Seguridad
Alimentaria.”
Información silenciada
Frente al discurso de la
inocuidad que la plantea la industria química, experimentos con animales
advierten que cuando se consume glifosato, “15
a 30 por ciento del producto es absorbido en el cuerpo, y se puede distribuir
en la sangre y los tejidos, así como también es capaz de atravesar la placenta
durante el embarazo”.
En la salud humana, se ha probado
que el glifosato “bloquea los receptores
para las hormonas sexuales masculinas, mientras que los herbicidas a base de
glifosato reducen la producción de testosterona en las células reproductivas
masculinas”, recupera AdT en base a bibliografía científica. Tanto el
glifosato como el Roundup, la fórmula comercial, tienen efecto sobre las
células embrionarias humanas “’lo que
lleva a los investigadores a la conclusión de que la exposición puede afectar a
la reproducción humana y el desarrollo fetal’”. Entre otros científicos se
citan trabajos del investigador francés Gilles Éric Séralini.
El origen de la cadena tóxica
La preocupación aumenta frente a
otro estudio publicado en octubre de este año por Test-Biotech (Alemania)
realizado en Argentina. En abril de 2013, esta organización tomó muestras de
soja de campos argentinos, más precisamente en la provincia de Salta. Los
resultados mostraron un “alto contenido
de residuos (de glifosato) de hasta casi 100 miligramo por kilo”. En siete
de las once muestras, analizadas en un laboratorio de la Universidad de Buenos
Aires, “el nivel era más alto que el
límite máximo de residuos de 20 miligramos (de glifosato) por kilo”
permitidos en los productos de soja utilizados para alimentos y piensos. Los
resultados fueron confirmados en un segundo análisis, advierte Test-Biotech.
Desde Argentina también se viene
analizando el impacto sanitario de los agroquímicos. En base a datos de la
industria, la Red de Médicos de Pueblos Fumigados de Argentina reporta que el
glifosato es el agrotóxico más utilizado en el país y concentra el 64 por
ciento del total de las ventas. En la última campaña se aplicaron 200 millones
de litros de glifosato, las dos terceras partes del total de agroquímicos en
circulación. Monsanto es responsable del 40 por ciento de la comercialización
de este producto en nuestro país, según manifestó su vice-presidente Pablo
Vaquero (Los dos mundos de Monsanto, 1 de septiembre de 2013, La Voz del
Interior).
Coincidentemente con la zona de
estudio de Test-Biotech, la red médica denunció que en regiones del norte
argentino, Salta por ejemplo, “no existen
condiciones climáticas en primavera-verano (época de los cultivos) para
concretar una correcta aplicación de agroquímicos tal como recomienda la FAO
-Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura-. Es decir que al
problema de la residualidad del agrotóxico se suma el impacto ambiental y
sanitario en la zona fumigada. “Nunca se registran menos de 25 grados
centígrados de temperatura y los niveles de humedad y viento hacen que todas
las fumigaciones estén fuera de las normas internacionales” (El consumo de
agrotóxicos en Argentina aumenta continuamente, junio 2013).
Con toda esta documentación,
Amigos de la Tierra solicita que la UE y los gobiernos nacionales “inicien inmediatamente un programa de
monitoreo para el glifosato en los alimentos y los piensos, incluidos los
cultivos de alimentos para animales importados, como la soja transgénica”.
En otra línea también reclama estudiar los niveles de glifosato en sistemas
acuáticos y suelo. Aclara AdT que los resultados de estos análisis “deben ser puestos a disposición del público”
para terminar con el oscurantismo que rodea los procesos de evaluación de estos
productos. Fuente: leonardorossi.wordpress.com/
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