Los edulcorantes artificiales modifican la
flora intestinal con efectos perjudiciales
La sacarina y otros edulcorantes artificiales modifican la
flora intestinal de un modo que facilita el aumento de peso, dificulta el
control del nivel de azúcar en la sangre y aumenta el riesgo de diabetes tipo
2. Es la conclusión de una investigación del Instituto Weizmann de Rehovot
(Israel) que se presenta en la revista Nature
y que obligará a reconsiderar el uso masivo de edulcorantes artificiales en la
industria alimentaria.
“Nuestros resultados
indican que los edulcorantes artificiales inducen los mismos problemas que
pretenden prevenir”, ha declarado Eran Elinav, codirector de la
investigación, en rueda de prensa telefónica. Pero añade que estos resultados “no son la última palabra” sobre la
cuestión, sino la primera, por lo que “sería
prematuro hacer recomendaciones generales sobre el consumo de edulcorantes”.
A diferencia del azúcar, los edulcorantes artificiales
suelen pasar por el aparato digestivo sin ser digeridos. Por esta razón no
aportan calorías. Pero por esta misma razón llegan intactos hasta la flora
intestinal –las bacterias que pueblan el intestino grueso-.
Dado que los alimentos que comemos regulan la flora
intestinal, y dado que la flora intestinal regula la salud, los investigadores
se preguntaron si los edulcorantes artificiales podían tener algún efecto
relevante.
Para averiguarlo, realizaron una serie de experimentos en
ratones y “nos sorprendió que el efecto
fuera tan grande”, declara Eran Segal, también codirector de la
investigación del Instituto Weizmann. Posteriormente, realizaron dos estudios
en personas que confirmaron los resultados.
Los experimentos en ratones han demostrado que, cuando un
animal ingiere sacarina, aspartamo o sucralosa, el nivel de azúcar en la sangre
sube más que cuando ingiere azúcar.
Han demostrado también que los edulcorantes modifican la
composición de la flora intestinal. Concretamente, reducen las bacterias del
género Bacteroidetes –que son un antídoto contra la obesidad- y aumentan las
del género Firmicutes.
Para asegurarse de que la flora intestinal es la clave del
efecto de los edulcorantes sobre el nivel de azúcar en la sangre, han realizado
un trasplante de bacterias intestinales de ratones alimentados con sacarina a
ratones que nunca habían tomado sacarina. Los resultados han disipado las
dudas: tras el trasplante, el nivel de azúcar en la sangre se les ha disparado.
En personas, los resultados han sido igualmente
significativos. En un primer estudio, se ha evaluado el consumo de edulcorantes
artificiales en una muestra de 381 personas que contestaron a una encuesta
nutricional. Las respuestas han revelado que, cuanto más frecuente es el
consumo de sacarina, mayor suele ser el peso de una persona y más alto suele
ser el nivel de azúcar en la sangre. Además, los kilos de más tienden a
acumularse en el abdomen, que es donde resultan más perjudiciales para la
salud.
Al realizar análisis de sangre a los consumidores habituales
de sacarina, se han observado niveles anormalmente altos de hemoglobina
glicosilada (que indica la concentración de azúcar en la sangre en los tres
meses anteriores) y de la enzima ALT (que indica el daño hepático y que los
investigadores atribuyen a un trastorno de hígado graso).
En un segundo estudio, siete personas sanas que no eran
consumidores habituales de edulcorantes artificiales han accedido a tomar 360
miligramos diarios de sacarina durante una semana, una dosis considerada
aceptable por la Agencia de Alimentos y Fármacos de EE.UU.
Hacia el final de la semana, cuatro de los siete
participantes en el estudio tenían alterada su capacidad de regular el nivel de
azúcar en la sangre. La composición de su flora intestinal también se ha visto
alterada a lo largo de la semana. En los otros tres participantes, la sacarina
no ha tenido ningún efecto perjudicial ni beneficioso.
Un análisis retrospectivo ha revelado que, desde antes de
iniciar el experimento, las cuatro personas perjudicadas por la sacarina tenían
una composición de la flora intestinal distinta a la de las otras tres
personas.
“No todo el mundo
responde negativamente a los edulcorantes artificiales”, señala Eran Segal.
Pero “pueden ser perjudiciales para un
sector amplio de la población”. Por ahora no hay ningún test que permita
saber para quién son inocuos y para quién perjudiciales.
“Es una investigación
muy sorprendente e interesante”, destaca Francisco Guarner, director de la
unidad del sistema digestivo en el hospital Vall d’Hebron e investigador
especialista en flora intestinal. Guarner recuerda que investigaciones
anteriores habían demostrado que las bacterias del aparato digestivo desempeñan
un papel importante en la diabetes tipo 2 y en la obesidad. Pero “la influencia de los edulcorantes
artificiales es una novedad importante que puede afectar a un gran número de
personas”.
La investigación se ha limitado a tres de los edulcorantes
artificiales más consumidos. Los tres afectan a la capacidad de regular el
nivel de azúcar en la sangre y al riesgo de diabetes, aunque la sacarina tiene
un efecto perjudicial más acusado que el aspartamo y la sucralosa.
Cuando se ha preguntado a los investigadores si otros
edulcorantes como el stevia pueden tener un efecto similar, los investigadores
del Instituto Weizmann han evitado pronunciarse. “No hemos analizado el stevia y no podemos especular sobre edulcorantes
que no se han estudiado, porque diferentes floras intestinales reaccionan de
manera distinta a diferentes edulcorantes”, ha declarado Eran Elinav. El
stevia, además, es un edulcorante de origen natural, mientras que la sacarina,
el aspartamo y la sucralosa son artificiales. Pero “nuestros resultados invitan a que se hagan estos estudios”.
También han evitado pronunciarse sobre si el azúcar es mejor
que los edulcorantes artificiales porque “de
ningún modo queremos dar a entener que las bebidas con azúcar son saludables y
deben recuperarse”, ha añadido Eran Segal.
Previsiblemente se abrirá ahora una nueva fase de
investigación sobre edulcorantes en la que se tendrán en cuenta sus efectos
sobre la flora intestinal. Estas investigaciones irán encaminadas a buscar
moléculas que no tengan los inconvenientes del azúcar ni los de la sacarina.
Con los datos disponibles hasta ahora, “no creemos que haya base suficiente para cambiar las recomendaciones
dietéticas”, ha advertido Elinav. Pero ha admitido que “durante años he estado tomando grandes
cantidades de café y consumiendo edulcorantes pensando que no eran
perjudiciales y personalmente he tomado la decisión de dejar de consumirlos”.
Los resultados de la investigación “exigen una reevaluación del uso masivo de edulcorantes artificiales”,
concluyen los científicos del Instituto Weizmann en Nature.
Fuente: www.lavanguardia.com
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