Debate: El Banco Mundial propone una nueva
forma de medir el PBI, incluyendo los recursos naturales de cada país. Los
ambientalistas se oponen a la mercantilización de la naturaleza.
La antinomia entre crecimiento económico y preservación de
recursos naturales parece para muchos un dilema irreductible. Los defensores
del extractivismo a ultranza como Rafael Correa en Ecuador o Cristina Fernández
se mantienen indemnes frente a las críticas y mientras tanto, los pasivos
ambientales van en aumento.“No está bien
que la gente se muera de hambre en la superficie cuando uno está parado sobre
grandes riquezas”, habría sentenciado el presidente ecuatoriano cuando le
tocó defender la explotación minera en su país.
Mientras los ambientalistas desesperan y los CEOs se frotan
las palmas imaginando ganancias extraordinarias, emergen en algunos países
iniciativas para no dejar afuera a la naturaleza de los libros contables. En este
sentido, el nobel de economía Joseph Stiglitz comenzó a idear una nueva forma
de entender las economías nacionales, yendo un poco más allá de lo que el
restrictivo Producto Bruto Interno (PBI) le permitía. La premisa consistía en
entender la riqueza de un país teniendo en cuenta otros indicadores como el
valor de la preservación del agua, la calidad del aire y la protección de áreas
costeras, además de los tradicionales productos y servicios.
El Banco Mundial estimó que este “Capital natural” está valuado en 44 trillones de dólares y comenzó
una campaña denominada WAVES (Wealth Accounting and the Valuation of Ecosistem
Services) Partnership para difundir las bondades de una contabilidad de los
recursos naturales en las decisiones económicas.
Moving Beyond GDP – “Más
allá del PBI” -, un documento que recupera experiencias en países
desarrollados y emergentes explica que: “El
concepto del Producto Bruto Interno emergió por una crisis. El mundo estaba
inmerso en la Gran Depresión y otra guerra se hacía inminente. Los gobiernos
querían un indicador anual de su producción para poder manejar sus necesidades
de planeamiento bélico. Si la crisis fue el disparador para adoptar el PBI en
los 40′s, actualmente existe una crisis que necesita una medición diferente. Nuestro
clima está cambiando, nuestra pesca se está agotando, nuestras reservas de agua
están saturadas. Ahora necesitamos indicadores que vayan más allá del producto
anual de un país. Necesitamos una medición que mire la riqueza en su totalidad
-combinando el capital productivo, social, humano, y más importante, el capital
natural”.
México y Australia fueron pioneros en este tipo de medición.
A causa de las constantes sequías, Australia fijó la mira en sus recursos
acuíferos y comenzó a mantener una contabilidad de la cantidad y costo del agua
utilizada en diversos sectores productivos. La información recabada les
permitió enfrentar la última sequía proveyendo de una forma más eficiente a los
usuarios más necesitados.
Sin embargo, este supuesto avance del crecimiento
sustentable tiene sus detractores. Enrique Viale, abogado ambientalista planteó
que: “El Banco Mundial y los organismos
internacionales lo vienen planteando hace muchísimos años con la intención de
que se empiecen a valorizar realmente los activos y no empiecen a socializar
los pasivos ambientales. En los últimos años empezó a circular un nuevo
concepto de “economía verde”, que supuestamente es superador de un desarrollo
sustentable y que tiene que ver con que el capitalismo está buscando nuevas formas
de seguir con la idea de crecimiento ilimitado. El sistema financiero
internacional necesita nuevos lugares para especular y uno muy interesante es
en relación a todos los recursos naturales, sobre todo el países como el
nuestro”.
El concepto de economía verde fue introducido en 2010 por el
Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que estimó unos 1,3
billones al año necesarios para financiar el nuevo sistema. ¿Pero de dónde
provendrían los recursos?
“En la economía de hoy
se está hablando de emitir bonos relacionados con la polinización de las
abejas, es decir, cuantificar cuánto valdría la polinización de las abejas y a
partir de ahí poder generar un bono que circule en el circuito financiero. Se
mercantilizan cosas impensadas que para nosotros no tienen ningún precio. No es
que se han vuelto ecologistas sino que están buscando nuevos lugares para
especular”, explicó Viale.
En una línea similar, el doctor en Economía Héctor
Sejenovich prefiere hablar de cuentas patrimoniales ambientales con el objetivo
de definir un manejo integral y sustentable de los recursos, sin entenderlos
como bienes mercantiles. “Se trata del
conocimiento de los recursos naturales, para saber cuántos tenemos, para qué
sirven, cuántos podrían estar utilizándose sin destruir y sin desaprovechar y
cuánto nos queda para el futuro, tanto a nivel cuantitativo, como cualitativo,
de forma material como monetaria”.
- ¿Cómo se hace para
medir económicamente un paisaje, un curso de agua?
- La unidad común que yo he encontrado es el costo de
manejo. Si hablamos de un paisaje, hay que calcular el costo de conocerlo y
utilizarlo, los estudios que deben hacerse.
A diferencia de otros países, Argentina es dueña de una gran
riqueza natural. En 2005 un estudio del Banco Mundial que tomó en cuenta la
producción, las reservas, las inversiones, el capital natural y el capital
intangible, colocó a nuestro país en el podio regional. Solo teniendo en cuenta
el capital natural, el ingreso per cápita superaría los 10 mil dólares. Sin embargo,
el aprovechamiento de tales recursos debería contemplar su renovación.
En nuestro país, la crisis energética y el sostenimiento de
la productividad industrial han palanqueado un modelo de crecimiento basado en
la explotación de energías no renovables de alto impacto en el ecosistema. La
minería a cielo abierto, la energía nuclear y el incipiente impulso a la
prospección de áreas para la extracción de hidrocarburos no convencionales,
dibujan un panorama en el que los recursos renovables continúan jugando un
papel marginal.
Según advierte Sejenovich: “La economía ha destacado hasta ahora el sector primario, secundario y
terciario. El primario son la agricultura, la ganadería, la pesca; el
secundario la industria y el terciario, todos los servicios. Pero lo que yo
propongo es considerar el sector pre-primario, considerar que la naturaleza se
reproduzca, garantizar que la tierra tenga los nutrientes necesarios para que
los cultivos puedan desarrollarse, garantizar que la pesca tenga la capacidad
de peces necesarios para el desarrollo de sus actividades, garantizar que las
cuencas puedan reproducir el agua. Las actividades económicas tienen que
incluir los costos de reproducción de la naturaleza porque sino se van a quedar
sin una base natural para seguir produciendo”, concluyó.
Más allá de los diversos posicionamientos, una realidad se
impone: los recursos son finitos. Los economistas del mundo ya lo están
pensando y el cambio de paradigma se hace inevitable. Superado el
cortoplacismo, los tecnócratas y organismos internacionales deberán hacerse eco
y admitir, como ya lo indicó la directiva de la Unión Europea, Connie Hedegaard
que “Podrá sonar como cosa de hippies ir
más allá del PBI (pero) debemos medir nuestro crecimiento de una forma más
moderna e inteligente”.
Fuente: plazademayo.com
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