Emerger
El impulso político a la globalización provino de varios
frentes convergentes controlado por las grandes capitales del mundo
desarrollado: la Ronda Uruguay del GATT, el Consenso de Washington, las
políticas de ajuste estructural impuestas por el FMI y la expansión de la
Organización Mundial de Comercio. Detrás de este proceso se encontraba la
convicción, según palabras del académico estadounidense Charles Kupchan, de
“que la globalización debía beneficiar a las sociedades desarrolladas, quienes
supuestamente estaban en mejores condiciones para capitalizar las oportunidades
resultantes de un mercado global rápido y fluido”.
A la voluntad política se unió la capacidad tecnológica.
Ésta se centró en un primer momento en las llamadas “cadenas de suministro” y
en una segunda fase en las denominadas “cadenas globales de valor”. De acuerdo
a la primera de dichas cadenas, las corporaciones del mundo occidental iban a
la caza del obrero de menores costos en cualquier parte del planeta donde se
encontrase. Ello no sólo para la elaboración de los numerosos componentes de un
mismo producto sino para el ensamblado final de éste. En virtud de la segunda,
las corporaciones no sólo se contentaban con buscar al obrero de menor costo
para cada proceso fabril, sino también al ingeniero, al diseñador, al contador,
al programador o al encargado de atención al público de costos más económicos.
Esto implicaba ir al país donde confluyesen mayores niveles de calificación
profesional o técnica con menores remuneraciones por servicio.
Las cadenas de suministro equivalen a un rompecabezas
elevado a la enésima potencia, sólo manejable gracias a los gigantescos avances
en las tecnologías de la información, el transporte, las comunicaciones y la
logística portuaria. El seguimiento, control y movilización de infinidad de
piezas, componentes y productos, que se desplazan en las más diversas
direcciones, no resultaría posible de no existir una tecnología que lo
posibilite. Otro tanto ocurre con las cadenas globales de valor que integran a
los servicios con las manufacturas y que hubiesen resultado inviables sin
Internet, Skype y las demás tecnologías que conducen a la muerte de la
distancia.
Declive
Ahora bien, la intencionalidad política que desde el mundo
desarrollado impulsó a la globalización avanza ahora en dirección contraria. La
contracción masiva de empleos y salarios en esa parte del mundo da vuelo a este
estado de cosas. Según el mismo Charles Kupchan, ello “es el resultado de la
incorporación al mercado global de miles de millones de trabajadores de mano de
obra barata provenientes del mundo en desarrollo”. No en balde este es uno de
los pocos temas en los que la izquierda y la extrema derecha coinciden. Más
significativo aún, los propios centristas como es el caso de Hillary Clinton se
han visto obligados a doblegarse ante la insurgencia antiglobalizadora.
La factibilidad tecnológica, de su lado, posibilita este
regreso a casa al que empuja la presión política. El que tal tecnología en poco
beneficiará a quienes pugnan por echar abajo a los tratados de libre comercio y
a cerrarle el paso a la mano de obra barata del mundo en desarrollo, es ya otro
tema. Pero lo cierto es que la convergencia de la nueva robótica, de la
tecnología agregativa y de la automatización del conocimiento avanzado, entre
tantos otros saltos tecnológicos, tiende a hacer cada vez más innecesarias a
las cadenas de suministro y a las cadenas globales de valor.
El aumento dramático en la destreza fabril de los robots ha
ido acompañado por una caída igualmente dramática de sus costos. A un precio
promedio de 24 mil dólares por unidad, éstos resultan ya asequibles para las
pequeñas y medianas industrias que es donde se sitúa el 70 por ciento de la
capacidad manufacturera global. A la vez la tecnología agregativa (o de
impresión 3D) avanza a pasos agigantados. La impresoras de Carbón 3D,
aparecidas en abril de 2016, resultan 100 veces más rápidas que sus
predecesoras. Ello comienza a hacer innecesarios los inventarios para partes
automotrices, aeronáuticas o de otra naturaleza, ya que basta con guardar los
archivos digitales de éstas para imprimirlas a contra demanda. Pero a la vez
dicha tecnología posibilita la elaboración directa de componentes mucho más
completos, obviando multitud de pasos productivos intermedios.
Finalmente la
automatización del conocimiento tiende a hacer innecesaria la búsqueda de
servicios profesionales fronteras afuera, cuando las propias computadoras
avanzan en su capacidad de prestarlos. Todo lo anterior ha comenzado a
propiciar el regreso de fábricas y servicios al mundo desarrollado. Fuenta: eluniversal.com
altohar@hotmail.com