sábado, 18 de abril de 2020

Los psiquiatras alertan: Viene una epidemia de trastornos de salud mental



Los médicos de Salud Mental avisan de que cuando pase la etapa más crítica del coronavirus llegará «otra epidemia»: la de las enfermedades psiquiátricas. «Las depresiones y otras patologías se multiplicarán por dos tras estas semanas», avanza José Manuel Montes, jefe de sección de psiquiatría en un hospital madrileño.

«Estos días se consume más alcohol y hay alteraciones en la alimentación. Se consumen más grasas, más azúcares rápidos… Las personas tienen ansiedad y se sufre el aislamiento social y físico que influye también en la salud mental»,  expone por su parte el doctor José Ángel Arbesú, miembro del comité de la Estrategia Nacional en Salud Mental del Ministerio de Sanidad.

Estos expertos señalan que el riesgo de enfermar es transversal: afectan tanto los contagiados que superen la enfermedad, como las familias de personas fallecidas por coronavirus, como los sanitarios y como la población en general que padecen serios problemas como la pérdida del trabajo. En un encuentro virtual de la Sociedad Española de Médicos de atención Primaria (SEMERGEN) indican además que un problema importante es el abuso de ansiolíticos y psicofármacos.

En este punto, José Manuel Montes subraya que es «la incertidumbre» lo que provocará esta «epidemia».  «Aunque tenemos pocos datos, sí que sabemos que después de estas situaciones de epidemias, de sufrimiento a nivel social, se multiplican por dos prácticamente los problemas de ansiedad y depresión», expone este experto.

El duelo no superado es uno de los causantes de las enfermedades mentales.

 Agrega que ya en la atención Primaria estos casos eran «tremendamente numerosos» y ahora, como mínimo, «se duplicarán estos trastornos mentales leves y graves».  «Esta situación estresante a cada uno le afecta de una manera distinta, pero a las personas vulnerables especialmente», manifiesta. Una clave son los duelos. «No hay que tener miedo a llorar», recomiendan sobre esta cuestión.

Entre la población de riesgo el doctor Vicente Gasull menciona a los sanitarios.  Alude a un estudio realizado en China con más de 1. 000 profesionales de la salud, donde el 54% presentaba síntomas de depresión; el 45%, ansiedad y el 35%, tensión.

Miedo a contagiarse

Además de la falta de dinero y el desabastecimiento de medicamentos y comida, estos médicos apuntan al grave problema del aislamiento y el autocuidado.  «El paciente también tiene miedo incluso a que el propio sanitario se enferme,  se puede perder este contacto para evitar ser contagiado», explica este experto apuntando a la estigmatización de algunos colectivos.

Profesionales sanitarios trabajando contra el coronavirus.

 «Otro de los riesgos es que en muchas ocasiones nos creemos que tenemos que solucionar todos los problemas. Esto nos lleva a una autoexigencia que puede llevar a una ansiedad y a una mayor vulnerabilidad. Y ahí está el riesgo de caer en un trastorno mental», afirma el doctor Gasull.

Se puede igualmente llegar a caer en «la paranoia».  «Nos invade el temor extremo de llevar el virus a casa. Hay que afrontar ese miedo con las mismas herramientas con las que antes combatíamos ese sentimiento. Lo único que va a hacer esto es provocarnos mayor angustia, mayor malestar, e incluso distorsionar totalmente la percepción de la realidad.  Hay que tratar de evitar obsesionarse con el tema», remarca este médico valenciano.

También están los niños y los adolescentes, más aún si sufren trastornos previos. «Me sorprende lo bien que en general lo están llevando», apunta José Manuel Montes.

«Lo olvidaremos pronto»

A preguntas sobre si después de esta crisis la sociedad saldrá más fuerte, este doctor es «pesimista».  «A medio y corto plazo vamos a tener más problemas de salud mental a nivel global. Por desgracia, siempre que han ocurrido este tipo de situaciones, el recuerdo dura poco quizá por un mecanismo evolutivo positivo. Nos olvidamos enseguida y volvemos rápidamente a nuestros hábitos», sostiene para remarcar lo «fundamental» que es «aprender de esta experiencia en todos los sentidos».

Sobre este tema, el doctor Sergio Minue señala que la atención Primaria es clave en este tema. «Creo que los profesionales de atención Primaria tienen una asignatura pendiente con la Salud Mental porque, entre otras razones, nos hemos acostumbrado, por tener consultas de cinco minutos, a que la alternativa natural es el psicofármaco. Pero esto no se va a resolver sólo con psicofármacos y evidentemente la cuestión del acceso a un psicólogo, a la psicoterapia, o algo similar es caro», expone. Fuente: psiquiatria.com

viernes, 17 de abril de 2020

El debate por los testeos: ¿cómo y cuándo hay que hacerlos?


Un análisis sobre la función de las pruebas en las diferentes etapas de la pandemia, donde la necesidad de saber quién está infectado es distinta. Hoy gran parte de los países atraviesan el período de aislamiento, en el que los resultados de esas políticas de contención son mayormente independiente de la cantidad de tests realizados.



El 27 de Marzo Verónica atendía enfermos de COVID-19 en el principal hospital de Minneapolis, Minnesota. Uno de los pacientes, Henry Li (no es el nombre real), acababa de llegar de Nueva York con todos los síntomas: tos seca, fiebre alta y dolores en todo el cuerpo. Henry y su novia Jun estudian en esa ciudad, donde el sistema de salud está colapsado por la masividad de casos severos. Henry y Jun huyeron de la manera más espectacular: se fueron al aeropuerto y se subieron a un avión. Dos aviones. "El sistema de salud aquí es mejor", dijo Henry sobre porqué no dudó un instante en -irresponsablemente- viajar enfermo y con tos. Jun, mientras tanto, volvió a China, donde apenas pisó el aeropuerto la llevaron a un pabellón especial, controlaron su estado de salud, la testearon y Jun dio positivo del coronavirus. Si Jun es positiva, Henry, casi con seguridad, es también positivo, pero no lo sabemos, porque no se testean casos que no resulten en hospitalización.

Los casos de Henry y Jun ilustran las grandes diferencias de testing en distintos lugares del mundo, por necesidad, por decisión, por disponibilidad de tests y por estar en distintos momentos de la pandemia.

To Test or Not To Test

Empecemos por lo simple: los tests no son más que una herramienta. Si hubiera muchos tests disponibles, se podría testear a muchos. Si hubiera para todos, se podría testear a todos. Cuanto más se sabe quién es portador y quién no, más fácil se hace contener la diseminación y dirigir políticas de aislamiento y de retorno a la normalidad. Listo. ¿Listo?

El test del coronavirus es simple, pero la capacidad de testear no lo es y depende de la disponibilidad de tests y de la situación de la pandemia. Si los infectados son muchos: ¿Hay suficientes tests?¿Hay infraestructura técnica-industrial local para producir más? ¿Hay una infraestructura de laboratorios preparada para procesar miles o millones de tests?¿Hay capacidad hospitalaria para administrarlo?

La respuesta a estas preguntas es completamente distinta en Corea del Sur, Estados Unidos, Argentina o Islandia. Y también completamente distinta en cada uno de esos países si se preguntara en distintos momentos de la crisis.

El test básico de detección del virus es lo que se denomina RT-PCR, un método de amplificación del material genético del virus hasta hacerlo visible. Por las características del test, un resultado positivo es casi 100% confiable, pero uno negativo, por límites de detección de baja carga viral, puede producir falsos negativos, es decir el virus está, pero no se lo ve. El equipamiento básico para procesar tests está en muchos lados, sobre todo lugares de investigación, pero la capacidad de procesar muestras contaminadas no. Los detalles de bioseguridad no son triviales y por lo tanto coordinar y efectuar el procesamiento de muestras de COVID-19 no es trivial.

La pandemia tiene tres etapas en cada lugar:

1) Prevención, para evitar que llegue. Solo Taiwán hizo algo así, y un poco menos otros en la región como Singapur y Hong Kong, lugares en alerta desde el trauma de la última epidemia de SARS en 2002. Con suficiente pre aviso del problema desde China, países como Italia, España y Estados Unidos fueron totalmente ineptos para entender esta fase. En esta fase, testear se puede hacer como método de prevención y vigilancia.

2) Mitigación. Una vez que llegó la epidemia, ¿cómo controlamos su expansión? Países como China, Corea, Australia y otros lo hicieron de diversos modos, incluyendo cerrar fronteras y disponiendo políticas de aislación o distanciamiento físico.

Países como España, Italia y Estados Unidos desperdiciaron también gran parte de esta etapa, mientras que otros como Chile y Argentina, con una llegada más tardía de la infección reaccionaron relativamente rápido y establecieron aislamientos cortando rápido la cadena de transmisión. Algunos estados estadounidenses lograron entrar en esta fase, otros, dramáticamente, no. En esta fase, testear es necesario para confirmar casos y monitorear la situación sanitaria.

3) La salida, ¿cómo y cuándo se reabre el país? Por necesidad económica, los países del mundo empiezan a discutir cómo salir del aislamiento. Pero para esto es clave tener control sobre los infectados residuales y la posibilidad de un nuevo brote general. En esta fase, testear es indispensable.

En cada etapa, la necesidad de saber quién está infectado (es decir, tests) es distinta. Hoy la mayoría de los países viven fundamentalmente en mitigación, entre aislamientos y cuarentenas y los resultados de esas políticas de contención de la pandemia son mayormente independiente de cuántos tests se realizan. Testear más o menos no cambia el momento de la pandemia.

La idea de que "testear más" da una mejor idea de cuántos infectados hay es legítima, pero ese número no es indispensable durante una cuarentena o aislación. Lo más importante en el medio de la pandemia no es saber la cantidad de infectados sino cuántos enfermos necesitan hospitalización y cuántos mueren, y ese número se conoce sin necesidad de tests en la población general.

Entendamos esto de modo práctico: si la gente está en cuarentena, ¿qué sucede con los que se enferman? O se quedan en sus casas hasta recuperarse (la mayoría), o van al hospital. Si van al hospital y la médica a cargo sospecha COVID-19, en algunos lados se lo testea, y en otros, si no requiere hospitalización, se vuelve a casa a la cuarentena. ¿Cambió algo sobre si fue testeado o no? ¿Cambia algo saber que hay 100 nuevos casos cuando se testeó a 200 o se testeó a 20.000? No. Porque las políticas de tests es tan distinta en distintos lugares, esa estadística no sirve para comparar entre países o siquiera, como en Estados Unidos, entre regiones.

Los indicadores más significativos para entender la situación son los números en los hospitales.


La 'política del testeo': ¿Más tests significan que se hacen mejor las cosas?

No. Hay una especie de paradoja del testeo en una pandemia: cuanto más enfermos, más se necesita confirmarlos y más tests se hacen, pero en general indica que la pandemia está fuera de control y los tests corren detrás de los contagios. Pasó al principio en Corea del Sur, pasa hoy en Italia, en España y en Estados Unidos. Nueva York es hoy el lugar del mundo donde más tests se hacen, simplemente porque es el lugar del mundo con más enfermos abarrotando hospitales. En otros estados como Minnesota, la disponibilidad de tests es solo suficiente para testear enfermos hospitalizados, trabajadores de salud y hogares de ancianos con casos declarados. Nada más. Porque, parece una paradoja pero no lo es, donde se están haciendo menos tests es donde la pandemia está bajo control.

No debe, no puede, haber un país del mundo en donde la discusión sobre tests se discuta en términos políticos. Pero los hay.

La comparación de métodos de 'control de la pandemia' entre países suele ser una discusión estéril e inconsecuente. Más aun en cuanto a la política de tests. En general hay una historia local y particular detrás del éxito de un país en sus políticas de contención de su epidemia local y es un error tratar de adaptarlas a otros países que no están en condiciones de copiarlo. Mucho se habla del éxito en el control de la pandemia en Corea del Sur, pero el éxito se debe a una conjunción de factores en los cuales testing quizás sea el menor. Anthony Fauci, jefe del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas del NIH y encargado médico-científico de la comisión oficial del coronavirus en Estados Unidos, respondía este lunes a la pregunta de porqué el país no enfrentó a la pandemia como lo hizo Corea del Sur diciendo que "es injusto compararnos con Corea del Sur y su capacidad de responder de una manera inmediata que no es posible en nuestro caso". Estados Unidos es el país donde se inventó el test de PCR y el país con más compañías de biotecnología del mundo, pero cuando quiso incrementar su capacidad de testing no pudo, por disponibilidad y limitaciones en su capacidad administrativa (laboratorios preparados, protocolos).

¿"Tests masivos"?

Mucho se habla de hacer tests masivos. El propósito de hacer 'test masivos' (incluyendo 'contact tracing', es decir, 'rastrear y contactar') es encontrar a una persona que tiene la enfermedad e ir a buscar sus contactos directos (posiblemente contagiados) para empezar a, dinámicamente, controlar la epidemia. Esto es importante en lo que antes llamamos "la salida", abrir el aislamiento y reiniciar la economía, porque sería una manera esencial de garantizar que no hay reapariciones de nuevos brotes de la enfermedad.

Pero, ¿se puede hacer esto en una escala masiva que garantice la desaparición de nuevos brotes? Este es uno de los temas que más se discute hoy en Estados Unidos, si será posible hacer esto para el mes de mayo (Spoiler: no). En la situación actual, tests masivos para 'rastrear y contactar' no se hace hoy casi en ningún lugar del mundo, excepto en pequeñas comunidades de clase alta con muchos recursos y en algunos lugares pequeños con poca incidencia de COVID-19 (en lugares como Utah o Nuevo México). En ciudades como Nueva York es impensable, porque los nuevos casos son tantos que no existe personal ni infraestructura para hacerlo.

Además del problema obvio de conseguir millones de tests mientras los países del mundo compiten por los insumos, los que exigen esta metodología ya no tienen en cuenta las dificultades y recursos que requiere. No es solo hacer los tests. En Estados Unidos algunos calculan que para hacer 'contact tracing' se van a necesitar al menos 300.000 empleados dedicados solo a analizar datos, rastrear contactos, llamarlos, buscarlos. Para otros, el único modo de hacer esto bien y con efectividad tal que permita abrir la cuarentena con confianza es elevar el número de tests diarios a... ¡10 o 20 millones de tests diarios!. Para hacer algo así estamos hablando de millones de empleados públicos avocados a estas tareas durante 1 o 2 meses. ¿Cuánto costaría esto? Solo en tests (50 U$S por tests), hablamos de 500 a 1.000 millones de U$S diarios, sin contar costos de logística y administración.

Además del costo, esto ni siquiera es posible hoy hacerlo en masa porque no hay disponibilidad de kits y reactivos.

"Tests por millón"

El reclamo de "tests masivos" va muchas veces acompañado de la crítica por lo que se hace basada en la comparación entre países de "tests por millón de habitantes" ("¡Tengamos al menos los mismos tests por millón que Perú!"). Ya dijimos antes que las comparaciones entre países son complejas y en general poco informativas, pero esta idea en particular es una zoncera, como lo es analizar cualquier indicador de una epidemia por millón de habitantes que en principio solo dice cuán grande o chico es un país. Las epidemias empiezan igual en todos lados, con un puñado de infectados, más allá de la población total. Los 100 primeros infectados en Islandia desencadenaron la misma progresión de contagios que si vivieran en China. Los primeros 100 infectados en China no infectaron más porque hay más chinos. Es muy simple ver la inutilidad de este número. En todo caso, no es importante cuántos tests por habitantes se hace sino cuántos tests por enfermos se hace.


En una situación de epidemia controlada, un número de 10 tests por enfermo detectado indicaría que la enfermedad está relativamente bajo control, se testearon a 10 posibles infectados, solo 1 tiene COVID-19. En lugares donde la situación no está bajo control, como Nueva York, ese número da entre 2 y 2,5 tests por enfermos ( se hacen 20.000-25.000 tests por día, pero hay 10.000 enfermos diarios), indicando que el sistema solo da abasto para confirmar enfermos en el hospital: por cada 2 que van al hospital, 1 tiene COVID-19. En Argentina se están haciendo unos 1000 tests por día con menos de 100 casos nuevos cada día. Si se compararan estas dos situaciones "por habitante", en Nueva York (o inclusive en todo Estados Unidos) hoy se hacen más "tests por millón de habitantes" que en Argentina. El dato no refleja la situación de los dos lugares y es por lo tanto un dato inútil.

Fin de test

Creemos que la problemática de los tests ha sido elevada a un lugar en el que nunca debió estar. Cuando Argentina y la mayoría del mundo esté del otro lado de la famosa "curva", habrá seguramente un excedente de tests como para devolver el tema a las revistas técnicas y lejos de los titulares. De hecho, ya se empieza a ver. Lentamente, los países van disponiendo de los tests que necesitan para manejar su crisis o la salida de esa crisis.

Así ocurrió con Henry Li, quien finalmente fue testeado. Dio positivo.

Ernesto Resnik es científico y biólogo molecular argentino. En Estados Unidos dirige el desarrollo de anticuerpos monoclonales en una empresa de biotecnológica internacional.

Verónica Svetaz es médica argentina del Hennepin County Medical Center de Minneapolis, Minnesota, donde entre entre otras tareas atiende pacientes con COVID-19.

Un material 'milenario' contra el Covid: cómo el cobre puede ayudar a frenar al coronavirus


Cada vez más expertos se animan a investigar el uso de este metal cuyas propiedades contra los microbios se conocen desde hace miles de años y que puede repeler el SARS-CoV-2 en solo 4 horas


A veces pensamos en grandes soluciones futurísticas para acabar con virus como el que mantiene encerrado al mundo. Imaginamos inventos que puedan ayudar a parar la pandemia, que nos den opciones para frenar el contagio y seguir con nuestra vida sin un rebrote, pero puede que muy útil mirar también al pasado. El confinamiento no es una solución nueva, y está siendo efectiva, lo mismo pasa con las mascarillas, y ahora los expertos apuntan a otra solución 'milenaria' que habíamos pasado por alto hasta hace algo más de un mes y que ahora ha vuelto al foco de los investigadores: el uso del cobre como material para frenar los contagios.

Hasta hace poco más de un mes pocos habían pensado, o al menos, habían transmitido al gran público su interés por el uso de este material como 'escudo' para parar el nuevo virus que se expandía sin freno por el planeta, pero un nuevo estudio rescató algo que el ser humano lleva asociando miles de años: la mala relación entre los microbios y el cobre. Un grupo formado por científicos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (el CDC), la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y la Universidad de Princeton publicaron en la revista 'The New England Journal of Medicine' un análisis que demostraba que en el cobre el Covid-19 solo aguantaba 4 horas por los hasta 3 días en plástico o acero inoxidable. Algo que hizo saltar la chispa de nuevo.

Tras los esperanzadores resultados, no hay que olvidar que uno de los principales focos de infección es el contacto de nuestras manos con superficies donde está presente el virus, muchos volvieron a mirar a un viejo aliado contra bacterias y virus que, como recuerdan en medios como Smithsonian Magazine o Vice, la humanidad conoce desde el 3.000 a.C. (se usaban piezas de cobre para desinfectar heridas o evitar infecciones). Eso sí, a los que ya habían estudiado en estas últimas décadas las bondades de este material no solo no les sorprendió descubrir que ni el Covid pudiese contrarrestar este potencial sino que lo que les llamó la atención es que nadie lo hubiese tenido en cuenta antes.

Uno de esos expertos es Bill Keevil, un investigador de microbiología de la Universidad de Southampton (Reino Unido) que ha estudiado los efectos antimicrobianos del cobre durante más de 20 años. Este científico ha probado la capacidad antimicrobiana del cobre con virus como el MERS o el H1N1 (la gripe porcina o gripe A) e incluso en 2015 hizo un detallado estudio sobre la relación de este metal con el coronavirus 229E, de la misma familia que el SARS-Cov-2 y que provoca el resfriado común y la neumonía. El cobre fulminó el virus en minutos mientras que en acero inoxidable o en vidrio duró hasta 5 días por lo que se pensó que el uso de este material podría a ayudar a frenar las epidemias de gripe.

"Una de las ironías es que la gente coloca acero inoxidable porque parece limpio y, en cierto modo, lo es, pero entonces el argumento es, ¿con qué frecuencia limpias? No limpiamos con la suficiente frecuencia. El cobre, por el contrario, sigue desinfectando sin limpieza alguna", explica Keevil a la revista Smithsonian. Su trabajo es uno de los más conocidos pero no el único realizado en los últimos años.

Otro experto, Michael G. Schmidt, profesor de microbiología e inmunología en la Universidad de Medicina de Carolina del Sur especializado en la investigación del cobre en entornos de atención médica también ha hecho estudios con muy buenos resultados y que pueden dar pista para el caso actual. El estudio más importante realizado por Schmidt, financiado por el Departamento de Defensa de EEUU, examinó en 2012 el uso del cobre en superficies que incluían barandillas, mesas de bandejas, postes intravenosos y reposa brazos de tres hospitales de todo el país. Esa investigación de 43 meses reveló una reducción del 83% de microbios en todos estos objetos en relación con los que estaban fabricados con otros materiales y las infecciones hospitalarias se redujeron en un 58%.

Esto también lo avala Isabel Sola, en conversación con Teknautas. Según la co-directora del laboratorio de coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología y experta en este tipo de virus, "efectivamente, se ha visto con este nuevo coronavirus, y ya se había visto con otros coronavirus antes. La supervivencia del virus en superficies de cobre (Cu) es bastante menor que en otras superficies (unas horas frente días). Estos estudios son rigurosos y se han publicado en revistas científicas, así que no dudo que la observación sea correcta".

¿Qué hace diferente al cobre?

Vale, ya sabemos que se trata de un material especial, diferente y que ha acabado con los virus desde hace miles de años, pero ¿por qué? ¿Qué tiene en su composición que le permite ser tan letal con los virus? Sola da alguna pista: "En un trabajo de 2015 con el coronavirus 229E hicieron un estudio bastante riguroso y proponen que en superficies de Cu se forman iones de Cu que dan lugar a radicales de oxígeno que alteran la estructura y el genoma del virus". Ese trabajo es el de Keevil que da más información al respecto.

Según este científico, los metales pesados, incluidos el oro y la plata, son antibacterianos, pero la composición atómica específica del cobre le otorga un poder de destrucción adicional. El cobre tiene un electrón libre en su capa orbital externa de electrones que participa fácilmente en las reacciones de oxidación-reducción (lo que también hace que el metal sea un buen conductor) que acaban con el virus. La plata y el oro no tienen el electrón libre, por lo que son menos reactivos.

Además, cuando un virus o bacteria cae sobre el cobre, los iones lo destruyen como si fuera una defensa antiaérea, evitando así la respiración celular y creando radicales libres que aceleran la muerte. Y lo que es aún más importante y puede ser la clave para que a pesar del paso del tiempo nada pueda resistirse al cobre, los iones buscan y destruyen el ADN y el ARN dentro de una bacteria o virus, evitando las mutaciones del virus que pudieran generar resistencias al cobre. Un complejo sistema que permite a este metal seguir funcionando incluso sucio u oxidado y sin la intervención del humano en ningún momento.

"El cobre es realmente un regalo de la naturaleza, ya que la raza humana lo ha estado utilizando durante más de ocho milenios", asegura Schmidt. Pero, si se sabe tanto sobre el potencial de este metal, ¿por qué no se está usando más? Según el estudio de World Copper Factbook de 2019 no nos estamos quedando sin provisiones de este metal y es uno de los metales más reciclados: casi todo el cobre puede reciclarse y no perder nada de sus propiedades, por lo que las razones han de ser otras.

¿Por qué no se usa más?

Lo cierto es que si buscamos encontramos que las instituciones y empresas empiezan a hacer movimientos. El cobre ha sido aprobado por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), que lo ha registrado como el primer y único metal con propiedades antimicrobianas (en concreto se permite que los productos con cobre anuncien sus bondades contra E.coli 0157:H7, Pseudomonas aeruginosa, Staphylococcus aureus, Enterobacter aerogenes, VRE y MRSA).

Además, una empresa australiana ya ha comenzado a crear pomos de puertas de cobre y científicos chilenos, cuyo país es el principal productor de cobre del planeta, han apostado de forma decidida por este material e incluso están ideando mascarillas con cobre. Sin embargo, Schmidt y Keevil creen que se podría hacer mucho más.

Normalmente se ha apostado por otros materiales por ser más baratos y, según el director de la empresa de metal SPEE3D’s, Byron Kennedy, la aparición de los antibióticos también pudo ayudar a que dejáramos de lado el cobre por no ser tan necesario, pero los investigadores lo tienen claro. Incluso contando con ese dinero de más que vale el cobre la diferencia se recuperaría en dos meses al bajar el número de infecciones. Y teniendo en cuenta que el cobre nunca pierde su capacidad de matar microbianos, los hospitales rápidamente ahorrarían y evitarían costes extra.

"Su recuperación está literalmente en menos de dos infecciones", asegura Schmidt, que asegura que lleva desde 2013 "literalmente rogando, arrastrándome, suplicando, con todos y cada uno de los involucrados para crear una sola habitación de hospital con materiales de cobre". Ya ha conseguido que alguna empresa apueste por su idea pero queda mucho.

En España de momento no han aparecido grandes iniciativas ni de investigación ni de aplicación del cobre antimicrobiano como posible ayuda para frenar al SARS-CoV-2. Algo que puede resultar llamativo, ya que somos uno de los principales productores de cobre del mundo, estamos en Top 3 en la Unión Europea en producción de cobre y solo la mina de Riotinto es la número 20 en capacidad a nivel mundial. A falta de más estudios e implementaciones todo apunta que este metal 'milenario' puede servirnos contra los patógenos una vez más.

domingo, 12 de abril de 2020

¿De dónde viene el coronavirus?


por Sonia Shah 



La creciente vulnerabilidad humana frente a las pandemias no hay que buscarla en algún animal, sino en una causa más profunda: la destrucción y manipulación acelerada de la naturaleza. Si bien la transformación de microbios benignos en agentes mortales no es nuevo, en la medida en que la huella humana sobre el planeta aumenta, también lo hace la probabilidad de pandemias.

¿Será un pangolín? ¿Un murciélago? ¿O incluso una serpiente, como se dijo tiempo antes de ser desmentido?

La cuestión es quién será el primero en incriminar al animal salvaje que está en el origen de este coronavirus, oficialmente llamado Covid-19, cuya trampa se ha cerrado sobre varios cientos de millones de personas, puestas en cuarentena o excluidas detrás de cordones sanitarios en China y en otros países. Si bien es fundamental elucidar este misterio, estas especulaciones impiden ver que nuestra creciente vulnerabilidad frente a las pandemias tiene una causa más profunda: la destrucción acelerada de los hábitats.

Desde 1940, centenares de microbios patógenos aparecieron o reaparecieron en regiones donde, a veces, jamás habían sido observados antes. Es el caso del HIV, del Ébola en África Occidental, o incluso del Zika en el continente americano. La mayoría de ellos (el 60%) son de origen animal. Algunos provienen de animales domésticos o de cría, pero la mayoría (más de dos tercios) provienen de animales salvajes.

Encuentros cercanos

Pero estos últimos no tienen nada que ver. Mal que les pese a los artículos que, apoyándose en fotografías, designan la fauna salvaje como el punto de partida de epidemias devastadoras (1), es falso creer que esos animales están particularmente infestados de agentes patógenos mortales listos para contaminarnos. En realidad, la mayor parte de sus microbios viven en ellos sin hacerles ningún daño. El problema está en otra parte: con la deforestación, la urbanización y la industrialización desenfrenadas, ofrecimos a esos microbios los medios de llegar hasta el cuerpo humano y adaptarse.

La destrucción de los hábitats amenaza de extinción a muchas especies (2), entre las cuales hay plantas medicinales y animales en los que siempre se apoyó nuestra farmacopea. En cuanto a aquellas que sobreviven, no tienen otra opción que la de conformarse con los pequeños espacios de hábitat que les dejan los asentamientos humanos. El resultado es una mayor probabilidad de contactos cercanos y repetidos con el hombre, los cuales permiten que los microbios que ellos albergan pasen a nuestro cuerpo donde dejan de ser benignos para convertirse en agentes patógenos mortíferos.

El Ébola lo ilustra bien. Un estudio realizado en 2017 reveló que las apariciones del virus, cuya fuente fue localizada en diversas especies de murciélagos, son más frecuentes en las zonas de África Central y Occidental que recientemente sufrieron deforestaciones. Cuando se talan sus bosques, se obliga a los murciélagos a ir a colgarse en los árboles de nuestros jardines y de nuestras granjas. A partir de ahí es fácil imaginar lo que sigue: un humano ingiere saliva de murciélago al morder un fruto que está cubierto de ella o, tratando de cazar y de matar al visitante inoportuno, se expone a los microbios que encontraron refugio en sus tejidos. Es así como una multitud de virus de los que son portadores los murciélagos, que en ellos son inofensivos, logran penetrar en poblaciones humanas; citamos por ejemplo el Ébola, pero también el Nipah (sobre todo en Malasia o en Bangladesh) o el Marburgo (especialmente en África Oriental). Este fenómeno es calificado de “pasaje de la barrera de especies”. Si ocurre con frecuencia, puede permitir que los microbios surgidos de los animales se adapten a nuestros organismos y evolucionen al punto de volverse patógenos.

Los mosquitos

Otro tanto ocurre con las enfermedades transmitidas por los mosquitos, puesto que se estableció un lazo entre el acaecimiento de epidemias y la deforestación (3), con la salvedad de aquí que no se trata tanto de la pérdida de los hábitats como de su transformación. Con los árboles, desaparecen la capa de hojas muertas y las raíces. El agua y los sedimentos chorrean más fácilmente sobre ese suelo despojado y en adelante bañado de sol, formando charcos favorables a la reproducción de los mosquitos portadores del paludismo. Según un estudio realizado en doce países, las especies de mosquitos que son vectores de agentes patógenos humanos son dos veces más numerosos en las zonas deforestadas que en los bosques que permanecieron intactos.

La destrucción de los hábitats actúa también modificando la población de diversas especies, lo que puede aumentar el riesgo de propagación de un agente patógeno. Un ejemplo es el virus del Nilo occidental, transportado por los pájaros migratorios. En América del Norte, las poblaciones de pájaros cayeron en más del 25% durante los últimos cincuenta años a causa de la pérdida de los hábitats y otras destrucciones (4). Pero no todas las especies son afectadas de la misma manera. Los llamados pájaros especialistas (de un hábitat), como los carpinteros y los rálidos, fueron golpeados más duramente que los generalistas, como los petirrojos y los cuervos. Si los primeros son pobres vectores del virus del Nilo occidental, los segundos, por su parte, son excelentes. De ahí una fuerte presencia del virus entre los pájaros domésticos de la región, y una mayor probabilidad de ver un mosquito que pique a un pájaro infectado, y luego a un humano (5).

El mismo fenómeno se repite cuando se trata de las enfermedades vehiculadas por las garrapatas. Al apropiarse poco a poco de los bosques del Nordeste estadounidense, el desarrollo urbano echa a animales como las zarigüeyas, que contribuyen a regular las poblaciones de garrapatas, al tiempo que deja prosperar especies mucho menos eficaces en ese aspecto, como el ratón de patas blancas y el ciervo. Resultado: las enfermedades transmitidas por las garrapatas se difunden más fácilmente. Entre ellas, la enfermedad de Lyme, que hizo su primera aparición en Estados Unidos en 1975. En el curso de los últimos veinte años se identificaron siete nuevos agentes patógenos cuyo vector fueron las garrapatas (6).

Apetito carnívoro

Los riesgos de emergencia de enfermedades no son acentuados solo por la pérdida de los hábitats, sino también por la manera en que se los reemplaza. Para satisfacer su apetito carnívoro, el hombre arrasó una superficie equivalente a la del continente africano (7) con el objeto de alimentar y criar animales destinados al sacrificio. Algunos de ellos toman luego los caminos del comercio ilegal o son vendidos en mercados de animales vivos (wet markets). Allí, especies que probablemente nunca se hubieran cruzado en la naturaleza se encuentran enjauladas lado a lado, y los microbios pueden pasar alegremente de una a otra. Este tipo de desarrollo, que ya engendró en 2002-2003 el coronavirus responsable de la epidemia del síndrome respiratorio agudo grave (SRAS), está quizá en el origen del coronavirus desconocido que hoy nos asedia.

Pero mucho más numerosos son los animales que evolucionan en el seno de nuestro sistema de cría industrial. Centenares de miles de animales amontonados unos sobre otros en espera de ser conducidos al matadero: condiciones ideales para que los microbios se transformen en agentes patógenos mortales. Por ejemplo, los virus de la gripe aviar, albergados por las aves acuáticas, producen estragos en las granjas repletas de pollos en cautiverio, donde mutan y se vuelven más virulentos; un proceso tan previsible que puede ser reproducido en laboratorio. Una de sus cepas, el H5N1, es transmisible al hombre y mata a más de la mitad de los individuos infectados. En 2014, en América del Norte, fue necesario sacrificar a decenas de millones de aves de corral para frenar la propagación de otra de esas cepas (8).

Las montañas de deyecciones producidas por nuestro ganado ofrecen a los microbios de origen animal otras ocasiones de infectar a las poblaciones. Como hay infinitamente más desechos del que pueden absorber las tierras agrícolas en forma de abonos, a menudo terminan por ser almacenados en fosas con pérdidas, un refugio soñado por la bacteria Escherichia coli. Más de la mitad de los animales encerrados en granjas de engorde estadounidenses son portadoras de esa bacteria, pero allí es inofensiva (9). Entre los humanos, en cambio, E. coli provoca diarreas sangrientas, fiebre, y puede acarrear insuficiencias renales agudas. Y como no es raro que las deyecciones animales se vuelquen en nuestra agua potable y nuestros alimentos, 90.000 estadounidenses son contaminados cada año.

Raíces de las pandemias

Aunque el fenómeno de mutación de los microbios animales en agentes patógenos humanos se acelera, no es nuevo. Su aparición data de la revolución neolítica, cuando el ser humano empezó a destruir los hábitats salvajes para extender las tierras cultivadas, y a domesticar a los animales para convertirlos en bestias de carga. A cambio, los animales nos ofrecieron algunos regalos envenenados: les debemos el sarampión y la tuberculosis a las vacas, la tos ferina a los cerdos, la gripe a los patos.

El proceso prosiguió durante la expansión colonial europea. En el Congo, las vías férreas y las ciudades que construyeron los colonos belgas permitieron a un lentivirus alojado en los macacos de la región perfeccionar su adaptación al cuerpo humano. En Bangladesh, los británicos avanzaron sobre la inmensa zona húmeda de los Sundarbans para desarrollar el cultivo de arroz, exponiendo a los habitantes a las bacterias acuáticas presentes en esas aguas salobres. Las pandemias causadas por esas intrusiones coloniales siguen siendo de actualidad. El lentivirus del macaco se convirtió en el HIV. La bacteria acuática de los Sundarbans, en adelante conocida con el nombre de cólera, ya provocó siete pandemias hasta el día de hoy, la más reciente de las cuales sucedió en Haití.

¿Qué hacer?

Felizmente, en la medida en que no somos víctimas pasivas de este proceso, también podemos hacer mucho para reducir los riesgos de emergencia de estos microbios. Podemos proteger los hábitats salvajes para hacer que los animales conserven sus microbios en vez de transmitírnoslos a nosotros, como se esfuerza particularmente el movimiento One Health (10).

Podemos establecer una vigilancia fuerte de los medios en los cuales los microbios de los animales son más susceptibles de mutarse en agentes patógenos humanos, tratando de eliminar a aquellos que muestren veleidades de adaptación a nuestro organismo antes de que desencadenen epidemias. A esto precisamente se consagran desde hace diez años los investigadores del programa Predict, financiado por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid). Ellos ya identificaron más de novecientos nuevos virus ligados a la extensión de la huella humana en el planeta, entre los cuales se encuentran cepas hasta entonces desconocidas de coronavirus comparables a la del SRAS (11).

En la actualidad, una nueva pandemia nos acecha y no solamente a causa del Covid-19. En Estados Unidos, los esfuerzos de la administración Trump para exonerar a las industrias extractivas y al conjunto de las actividades industriales de toda reglamentación no podrán dejar de agravar la pérdida de los hábitats, favoreciendo la transferencia microbiana de los animales a los humanos. Al mismo tiempo, el gobierno estadounidense compromete nuestras probabilidades de localizar al próximo microbio antes de que se propague: en octubre de 2019 decidió poner término al programa Predict. Por último, a comienzos de febrero de 2020 anunció su voluntad de reducir en un 53% su contribución al presupuesto de la Organización Mundial de la Salud.

Como lo declaró el epidemiólogo Larry Brilliant, “las emergencias de virus son inevitables, las epidemias no”. Sin embargo, solo seremos perdonados por estas últimas si ponemos tanta determinación en cambiar de política como la que pusimos en destruir la naturaleza y la vida animal. 

Notas:

1. Kai Kupferschmidt, “This bat species may be the source of the Ebola epidemic that killed more than 11,000 people in West Africa”, Science Magazine, Washington, DC – Cambridge, 24 de enero de 2019.
2. Jonathan Watts, “Habitat loss threatens all our futures, world leaders warned”, The Guardian, Londres, 17 de noviembre de 2018.
3. Katarina Zimmer, “Deforestation tied to changes in disease dynamics”, The Scientist, Nueva York, 29 de enero de 2019.
4. Carl Zimmer, “Birds are vanishing from North America”, The New York Times, 19 de septiembre de 2019.
5. BirdLife International, “Diversity of birds buffer against West Nile virus”, ScienceDaily, 6 de marzo de 2009, www.sciencedaily.com
6. “Lyme and other tickborne diseases increasing”, Centers for Disease Control and Prevention, 22 de abril de 2019, www.cdc.gov
7. George Monbiot, “There’s a population crisis all right. But probably not the one you think”, The Guardian, 19 de noviembre de 2015.
8. “What you get when you mix chickens, China and climate change”, The New York Times, 5 de febrero de 2016.
9. Cristina Venegas Vargas et al., “Factors associated with Shiga toxin-producing Escherichia coli shedding by dairy and beef cattle”, Applied and Environmental Microbiology, Vol. 82, N° 16, Washington, DC, agosto de 2016.
10. Ibid.
11. “What we’ve found”, One Health Institute, https://ohi.sf.ucdavis.edu

*Periodista. Autora de Pandemic: Tracking Contagions, from Cholera to Ebola and Beyond, Sarah Crichton Books, Nueva York, 2016, y de The Next Great Migration. The Beauty and Terror of Life on the Move, Bloomsbury Publishing, Londres, a publicarse en junio de 2020. Este texto se editó en The Nation. Fuente: Le Mondediplomatique

miércoles, 8 de abril de 2020

Corona-virus: No le echen la culpa al murciélago


Silvia Ribeiro, investigadora nacida en Uruguay que vive en México hace más de tres décadas es la directora para América Latina del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (ETC), con estatus consultivo ante el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas. La soberanía alimentaria y el impacto de los desarrollos biotecnológicos en la salud y el ambiente son algunos de los temas sobre los que investiga y que la llevaron a cuestionar, desde el inicio de la pandemia, la ausencia, no solo de la descripción de las causas sino también de las propuestas para modificarlas. En esta entrevista se refiere a este punto nodal, al sistema capitalista de producción y a lo que podemos avizorar, desde el aislamiento obligatorio, como futuro.



--Aunque llevamos meses hablando de este virus, vale la pena repreguntar: ¿Qué es el Covid -19?

-- Es una cepa -la que da origen a la declaración de pandemia actual- de la familia de los coronavirus, que provoca enfermedades respiratorias generalmente leves, pero que pueden ser graves para un porcentaje de los afectados, debido a su vulnerabilidad. Forma parte de una familia amplia de virus, que como todos muta muy rápidamente. Es el mismo tipo de virus que dio origen al síndrome respiratorio agudo severo (SARS) en Asia, y al síndrome respiratorio agudo de Oriente Medio (MERS).

--¿De dónde proviene?

Si bien hay un consenso amplio, científico, que es de origen animal, y se le atribuye su origen a murciélagos, no está claro el lugar de donde proviene, porque la mutación de los virus es muy rápida, y hay muchos lugares en donde se podría haber originado. Con la intercomunicación que hay hoy en día a nivel global, se podría haber llevado de un lugar a otro muy rápidamente. Lo que sí se conoce es que empieza a ser una infección significativa en una ciudad en China. Sin embargo éste no es el origen, sino el lugar en dónde se manifiesta primero.

Rob Wallace, un biólogo que ha estudiado un siglo de pandemias durante 25 años, y que es también filo geógrafo, por lo que ha seguido el trayecto de las pandemias y los virus, dice que todos los virus infecciosos de las últimas décadas están muy relacionados a la cría industrial de animales. Nosotros -del grupo ETC y de GRAIN-, ya habíamos visto con el surgimiento de la gripe aviar en Asia, y de la gripe porcina (que luego le pusieron A H1N1 para que sea un nombre más aséptico), también del SARS, que está relacionado a la gripe aviar, que son virus que surgen en una situación en dónde hay una especie de fábrica de replicación y mutación de virus que es la cría industrial de animales. Es porque hay muchos animales que están juntos, hacinados. Esto se repite tanto en los pollos como en los cerdos, que no se pueden mover, y por lo tanto tienden a crear muchas enfermedades. Hay cepas diferentes de virus, de bacterias, que se trasladan entre muchos individuos en un espacio reducido. Los animales son sometidos a aplicaciones regulares de pesticidas, para eliminar otra serie de cosas que hay dentro del propio criadero. También hay venenos en los alimentos -en general es maíz transgénico lo que se les da-. Todo está muy relacionado con el negocio de venta de transgénicos para forraje. Les dan una cantidad de antibióticos y antivirales, para prevenir las enfermedades, lo que va creando resistencias cada vez más fuertes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) llamó a las industrias de cría de animales, sobre todo de pollos, cerdos, pero también la piscícola y la de pavos, a que dejaran de aplicar tantos antibióticos, porque entre el 70 y el 80% de los antibióticos en el mundo, se usan en la cría industrial de animales. Como son animales que tienen un sistema inmunológico deprimido, están expuestos todo el tiempo a enfermedades, y además también les dan antivirales. Les suministran antibióticos no tanto para prevenir enfermedades, sino para que engorden más rápido. Estos centros industriales de cría, desde el feedlot hasta la cría de cerdos, de pollos, y de pavos, muy hacinados, crean una situación patológica de reproducción de virus y bacterias resistentes. Pero además, están en contacto con seres humanos que los sacan a las ciudades.

--¿Pero proviene o no de los murciélagos?

-- Hay gente que se pregunta: “si se dice que se encontró en un mercado y que proviene de murciélagos ¿cómo llega a los animales que están en cría? Lo que sucede es que los murciélagos, las civetas, y otros que se supone que han dado origen a varios virus -incluso una de las teorías es que el virus del SIDA proviene de una mutación de un virus que estaba presente en los simios-, los expanden debido a la destrucción de los hábitats naturales de esas especies, que se desplazan hacia otros lugares. Los animales silvestres pueden tener un reservorio de virus, que dentro de su propia especie están controlados, existen pero no están enfermando a los animales, pero de pronto se trasladan a un medio donde se vuelven una máquina de producir virus, porque se encuentran con muchas otras cepas y virus. Llegan a esos lugares desplazados de sus hábitats naturales. Eso tiene que ver sobre todo con la deforestación, que paradójicamente es también por la expansión de la frontera agrícola. La FAO reconoce que el 70% de la deforestación tiene que ver con la expansión de la frontera agropecuaria. Incluso la FAO dice que en países como Brasil, donde acabamos de ver todo lo que ha pasado con los incendios, por la deforestación para la ganadería, la causa de la deforestación es la expansión de la industria agropecuaria en más del 80%.

Son varios factores que se conjugan. Los animales que salen de sus hábitats naturales, sean murciélagos u otro tipo de animales, incluso pueden ser muchos tipos de mosquitos que se crean y se hacen resistentes por el uso de agrotóxicos. Todo el sistema de la agricultura industrial tóxica y química también crea otros virus que producen enfermedades. Hay una cantidad de vectores de enfermedades que llegan a sistemas de hacinamiento en las ciudades, sobre todo en las zonas marginales, de gente que ha sido desplazada y no tiene condiciones de vivienda y de higiene adecuadas. Se crea un círculo vicioso de la circulación entre los virus.

--¿Qué opinás sobre los modos en que se está enfrentando la pandemia en el mundo?

-- Nada de lo que está pasando en este momento está previniendo la próxima pandemia. Lo que se discute es cómo enfrentar esta pandemia en particular, hasta que ojalá en algún momento el propio virus encuentre un tope, porque hay una resistencia adquirida en una cantidad importante de población. Entonces éste virus en particular puede desaparecer, como desapareció el SARS y el MERS. Ya no va a afectar, pero van a aparecer otros, o el mismo Covid 19 se va a transformar en el Covid 20 o el Covid 21, por otra mutación, porque todas las condiciones se mantienen iguales. Es un mecanismo perverso. Se tendría que poner en discusión el sistema alimentario agroindustrial, desde la forma de cultivo, hasta la forma de procesamiento. Todo este círculo vicioso que no se está considerando, hace que se esté preparando otra pandemia.

-- ¿Es posible ubicar a los responsables de esta pandemia?

-- Es el típico mecanismo del sistema capitalista, que crea enormes problemas que van desde el cambio climático hasta la contaminación de las aguas, de los mares, la crisis enorme de salud que hay en los países por la mala alimentación, pero también por los tóxicos a los que está expuesta, que producen una crisis de salud en los humanos. Por supuesto el sistema capitalista no lo va a revisar, porque para eso tendría que afectar los intereses de las empresas transnacionales que son las que acumulan, las que concentran tanto desde la cría industrial de animales, como los monocultivos, como incluso las empresas forestales y la deforestación hecha en forma comercial. En cada uno de los escalones de la cadena del sistema agroalimentario industrial, vamos a encontrar a unas cuantas empresas. Estamos hablando de tres, cuatro, cinco, que dominan la mayor parte de ese rubro, como pasa con los transgénicos que son Bayer, Monsanto, Singenta, Basf, y Corteva. Lo mismo pasa con las que producen forraje para los animales. Por ejemplo Cargill, Bunge, ADM. Todas tienen intereses en la cría industrial de animales, porque son su principal cliente. Muchas veces son copropietarias de estas fábricas de virus.

Además de cuestionar las causas,… habría que cambiarlas. Y cambiarlas cuestiona las bases mismas del sistema capitalista. Es necesario cuestionar los sistemas de producción, sobre todo el sistema agroalimentario en forma inmediata. Pero también está relacionado con muchas cosas. Por ejemplo: ¿a quién afecta más en este momento la pandemia? A la gente más vulnerable: a quienes no tienen casa, a quienes no tienen agua. Son los mismos desplazados por ese sistema, y porque no pueden acceder a sistemas de salud.

--¿Cómo es la respuesta desde los sistemas de salud?

-- En estas décadas de neoliberalismo no se ha atendido a la necesidad de sistemas de atención primaria de la salud, que es lo fundamental; pero tampoco hay sistemas de salud como para atender ahora a toda la gente que se está enfermando en muchos países. Los países donde ha habido menos muertos en relación a la población, son países que tenían sistemas de salud relativamente capaces de atender a su población. Los que los han desmantelado, han quedado peor frente a la pandemia. El sistema es injusto no solamente desde la producción. Es injusto desde el consumo, porque no todos pueden consumir lo mismo. Es injusto en los impactos que provoca en la gente más afectada, que es la más vulnerable. En algunos será por la edad, pero en muchos otros es por enfermedades causadas por el propio sistema agroalimentario industrial, como por ejemplo la diabetes, la obesidad, la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares, todos los cánceres del sistema digestivo. Todo eso está relacionado con el mismo sistema que produce los virus. En medio de eso, vienen los sistemas de “salvataje” de los gobiernos, y en todos los países del mundo, por más que digan que primero van a atender a los pobres, aunque pueda haber esa intención –en otros ni siquiera la hay como en Estados Unidos- en realidad lo que tratan de salvar es a las empresas, porque dicen que son los motores de la economía. Entonces, se vuelve a repetir el mismo esquema. Se vuelve a salvar a las empresas que crearon el problema.

--¿Y cuál es el lugar de las industrias farmacológicas frente a la pandemia?

Ni siquiera frente a la pandemia se habla de las causas, sino que se buscan nuevos negocios, por ejemplo, con la vacuna. Todo el negocio de las vacunas que está habiendo en estos momentos, a ver quién llega primero, quién la patenta. Las farmacéuticas están buscando el negocio. También es un negocio para todas las empresas de informática, con las comunicaciones virtuales. Justamente antes de la pandemia, las famosas empresas GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft), ya eran las empresas más valorizadas a nivel de valor de mercado de sus acciones. Y son las empresas que están haciendo ganancias enormes, porque ha habido una sustitución de la comunicación directa, aún más, a la comunicación virtual. Los proyectos de salvataje de la economía van a apoyar a este tipo de empresas, a las farmacéuticas que van a monopolizar las vacunas, a las empresas de la agricultura industrial que producen estos virus. Es como una repetición permanente de este tipo de sistema capitalista injusto, clasista, que afecta mucho más a quienes ya de por sí estaban mal.

Hay que decir también que el 72% de causas de muerte en el mundo es por enfermedades no transmisibles: diabetes, enfermedades cardiovasculares, cánceres, hipertensión. Son enfermedades respiratorias pero no por contagio infeccioso sino por contaminación en las ciudades, con el transporte. Todo lo que se está haciendo ahora respecto al coronavirus, es porque da la ilusión en el sistema capitalista, que se puede atacar. Que si hay una pandemia es un problema tecnológico, y la respuesta es crear situaciones reguladas en cada país, que es una resolución de tipo tecnológica.

-- Pero ¿hay otra posibilidad de enfrentar esta crisis que no sea la del aislamiento social?

-- Quiero aclarar que yo estoy de acuerdo en que se tomen las medidas de distanciamiento físico, no social, pero eso debería ser acompañado con medidas que puedan apoyar a quienes no tienen condiciones de hacerlo por su vulnerabilidad. El hecho de seleccionar una enfermedad en particular como en este caso es una enfermedad infecciosa, para desatar toda la batería de lo que sería un ataque global a la situación de pandemia, por un lado no cuestiona las causas, pero por otro lado instala una serie de medidas represivas incluso, muy autoritarias, desde arriba, de decir a la gente: “Haga esto, haga lo otro, porque nosotros sabemos lo que usted tiene que hacer y lo que no”. Todo eso está relacionado con no ver el fondo del problema, las causas, y al mismo tiempo, decir que los únicos que pueden manejar la situación en la que vivimos hoy globalmente, es desde arriba, desde gobiernos, empresas, que son los que nos darían la solución y por lo tanto deberíamos aceptar todas las condiciones que nos imponen. Ante esto creo que es fundamental rescatar y fortalecer las respuestas colectivas y desde abajo.

-- ¿Por ejemplo?

Por un lado, necesitamos entender que hay un sistema alimentario que es el que llega al 70% de la población mundial. Hay trabajos muy serios de investigación de ETC y de GRAIN que muestran que el 70% de la población mundial se mantiene por la producción en pequeña escala de campesinos, pequeños agricultores, también huertas urbanas, y otras formas de intercambio y recolección de comida que son pequeñas, descentralizadas, locales. Esto es lo que le da de comer a la mayor parte de la humanidad. Y no solo es comida más sana, sino es la que llega a la mayor parte de la gente. Habría que fortalecer y apoyar estas alternativas. Es como un paradigma para pensar soluciones desde abajo, descentralizadas, colectivas, de solidaridad, para ver cómo cuidarnos, frente a una amenaza que nos puede infectar, pero cuidarnos también entre nosotros, y seguir trabajando en la creación de culturas completamente cuestionadoras y contrarias al sistema capitalista, porque es lo que está enfermando a toda la humanidad, a la naturaleza, a los ecosistemas y al planeta. Fuente: pagina12.com.ar