Richard
Deverell, el director del Jardín Botánico Real de Londres, habla sobre el rol
de los jardines botánicos en la sociedad actual, la importancia de la educación
ambiental y la identificación de especies que ayuden a mitigar los efectos del
cambio climático y puedan satisfacer las necesidades humanas.
Los robles son los árboles
preferidos de Richard Deverell, director del Jardín Botánico Real de Londres.
Dice que son fuertes, viejos y que sus ramas y frutos albergan y protegen a
muchas especies del reino animal. Las flores que más le gustan son las iris,
porque están en todos los jardines de Inglaterra y son “muy bonitas y delicadas”. Siente una fascinación especial por las
orquídeas. Se pasa la vida entre un banco de conservación con más de dos
millones de semillas salvajes y un herbario con siete millones de plantas.
Actualmente, trabaja en la identificación de especies que ayuden a mitigar los
efectos del cambio climático y puedan satisfacer las necesidades humanas.
Deverell llegó a Colombia para
inaugurar la agenda cultural y científica del 2019 en Maloka. Hablamos con él
sobre el rol de los jardines botánicos en la sociedad contemporánea, la
importancia de la educación ambiental y su conferencia titulada “¿Los jardines botánicos pueden salvar el
mundo?”.
¿Cómo es el Jardín
Botánico Real de Londres?
El Kew Garden tiene más de 250
años de historia. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en
2003 por su valor histórico y natural, su belleza y la biodiversidad vegetal
que alberga. Tiene 121 hectáreas y es uno de los centros de investigación de
referencia mundial en el estudio de plantas y hongos. Tenemos un herbario con
más de siete millones de especímenes, un laboratorio dedicado a trabajos de
conservación y el Millenium Seed Bank, que alberga dos millones de semillas.
Hay, además, 14.000 árboles de más 250 años de vida y una colección de
orquídeas muy extensa.
¿Cuál es el rol de los
jardines botánicos en la sociedad contemporánea?
Los jardines botánicos juegan un
papel muy importante a la hora de enfrentar tres grandes retos globales: el
primero es la extinción, la pérdida de la biodiversidad. Los ecólogos estiman
que del 20 % al 50 % de las especies naturales se pueden perder en este siglo
si los humanos no cambiamos la forma en que nos relacionamos con nuestro
entorno.
El segundo desafío es cómo
alimentar a una población global creciente. Las Naciones Unidas consideran que
en los próximos treinta años habrá tres mil millones de personas más y la
comida que producimos no alcanza. El tercer reto es la urbanización. Cada vez
más gente está abandonando el campo y llegando a vivir a las ciudades. Este
fenómeno hace que las personas se desconecten de la naturaleza y si se
desconectan de ella no la valoran ni la cuidan como lo merece y lo necesita.
En concreto, ¿cómo
pueden ayudar los jardines botánicos a prevenir y mitigar estos riesgos?
Para prevenir la extinción de las
especies, nosotros tenemos que proteger y cuidar las plantas que están en
peligro. Ayudamos a conservar los ecosistemas vulnerables y, además,
recolectamos, estudiamos y guardamos semillas salvajes para garantizar su
reproducción. Este trabajo funciona como una póliza de seguros contra la
extinción.
¿Y con los otros dos
retos?
Los jardines botánicos del mundo
también pueden contribuir en la investigación de especies vegetales nuevas que
se adapten al cambio climático y ayuden a que los cultivos sean más eficientes.
Pueden, además, enseñar a la ciudadanía la importancia de la siembra de plantas
y del cultivo de hortalizas dentro de las ciudades. Parte de nuestro deber es
asesorar a los gobernantes en qué especie de árbol se adapta al entorno y cuál
es la que la ciudad necesita. La botánica es la ciencia que va a salvar a la
humanidad.
El último año, la
Alcaldía de Bogotá mandó talar cientos de árboles por cuestiones
“urbanísticas”. ¿Qué se puede hacer para mantener el equilibrio entre la
naturaleza y el desarrollo?
Yo creo que sembrar árboles
dentro de las ciudades es una forma muy eficiente de remover el dióxido de
carbono en la atmósfera y mejorar la calidad del aire que respiramos. Mi
esperanza es que las autoridades de cada gran ciudad del mundo se comprometan a
plantar cada día más árboles, no a talarlos.
¿Qué opina de la
biodiversidad de Colombia? ¿Cómo le pareció nuestro Jardín Botánico?
Es la primera vez que vengo a
Colombia. Todo es nuevo para mí. Sé que es el segundo país más biodiverso del
mundo y que tiene el mayor número de especies de orquídeas: 4.260.
Desafortunadamente solo vine por cinco días. Ayer visité los páramos, vi cómo
florece la biodiversidad a más de 3.200 metros sobre el nivel del mar, visité
también el Jardín Botánico de Bogotá y me sorprendió la colección de robles, de
palmas de cera y el herbario.
¿Cómo hacer consciente
a la ciudadanía de la importancia de los jardines botánicos? ¿Qué rol juegan
ustedes en la educación ambiental?
Creo que la educación ambiental
es importantísima para la conservación del planeta. Hay muchos errores, porque
la gente no sabe las consecuencias ambientales de sus acciones cotidianas. Casi
nadie sabe que un kilo de carne tiene entre diez y veinte veces el impacto
ambiental de la proteína que se podría obtener de las plantas.
¿Qué estrategias se
podrían usar para mejorar la educación ambiental en Colombia?
Hay muchas cosas que tienen que
cambiar. A corto plazo creo que los jardines botánicos tienen que saber contar
las historias correctas a sus visitantes; particularmente a los niños, para que
el mensaje se les quede guardado en la mente y así les cambie su forma de ver
el mundo. Tenemos que despertar la curiosidad, el hambre de conocimiento. Mi
esperanza es que el Kew Garden pueda inspirar el interés de las personas en la
naturaleza y en las ciencias. También es necesario incluir nuevas materias
sobre el cuidado ambiental en el currículum de los colegios y utilizar el poder
de los programas de televisión para compartir nuestras experiencias.
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