sábado, 30 de noviembre de 2013

Los bosques, imprescindibles para el planeta

Las áreas verdes son zonas con superficie forestal. Las rojas han 
sufrido pérdidas, las azules 
han ganado y las rosas han experimentado ambas cosas, pérdida y 
posteiormente ganancia. 
Las poblaciones indígenas y organizaciones ecologistas son los sectores más conscientes de un fenómeno, que, sin embargo, afecta a todo el ecosistema mundial. Carecían de datos precisos que certificaran lo que ya sabían, hasta ahora. La revista 'Science' ha publicado un estudio de la Universidad de Maryland (UMD) que ha sido capaz de desarrollar un mapa interactivo en alta resolución. La herramienta proporciona por primera vez información espacial y temporalmente detallada sobre la superficie forestal perdida y ganada durante los últimos 12 años a través de las observaciones del satélite Landsat 7.

Identificar las causas de las perturbaciones en las superficies boscosas, las relaciones entre las dinámicas forestales y el bienestar social, o el alcance de las políticas medioambientales son algunos de los temas que a partir de ahora se valorarán con mayor precisión.

El estudio confirma que un total de 2,3 millones de kilómetros cuadrados de bosque se han perdido, frente a los 800.000 kilómetros cuadrados que se han ganado. Si se hacen cuentas, ello supone que hay 1,5 millones de kilómetros cuadrados menos de superficie forestal que hace una década aproximadamente. Estas áreas, advierten los conservacionistas, son particularmente importantes para salvaguardar la biodiversidad, pues albergan buena parte de las aves, anfibios y mamíferos amenazadas en el planeta.

Indonesia registra las tasas de pérdida de masa forestal más altas (1021 kilómetros cuadrados por año), motivo por el que ocupa el tercer puesto en países que más emiten más gases de efecto invernadero, detrás de China y Estados Unidos. Aún es pronto para conocer la eficacia de su reciente compromiso, instituido en 2011, para detener la destrucción forestal.

En el lado opuesto se sitúa Brasil, históricamente el mayor responsable de la deforestación tropical mundial, al convertirse en la región con la mayor disminución en la pérdida anual forestal. Los autores del estudio insisten en el ejemplo brasileño por ser la prueba irrefutable de que con unas políticas verdaderamente interesadas en corregir los comportamientos irrespetuosos con los bosques pueden subsanar las tendencias negativas. En este sentido, también se lamentan de que organismos como el Programa para la Reducción de Emisiones por Deforestación de la ONU (REDD, en sus siglas en inglés) carezca de la inversión y capacidad científica necesarias, es decir, que la política esté mucho más adelantada que sus capacidades operativas.

La silvicultura (es decir, el cultivo de los bosques o monte) es una de las principales causas de deforestación en noroeste de los Estados Unidos, igual que los europeos de Estonia y Letonia. Pero el factor humano no es siempre el mayor responsable: incendios (los provocados por causas naturales), tormentas de viento y ciclones también causan importantes pérdidas en países como Portugal o Francia.


El análisis de los datos del satélite se hizo posible gracias a la colaboración de Google Earth Engine que puso en práctica los modelos desarrollados por la UMD para la caracterización de los conjuntos de datos del satélite Landsat 7. Fuente: www.elmundo.es

viernes, 29 de noviembre de 2013

Un tribunal médico de Francia reconoce los daños por la vacuna del papiloma

La prensa francesa publica estos días que la Comisión Regional de Indemnizaciones de Accidentes Médicos de Aquitania (Francia) ha reconocido la relación de causalidad de la vacuna del papiloma con daños en el sistema inmune de una chica de 15 años.
Así lo hace Le Point L’Usine Nouvelle o Le Parisien. De ser así, dicha institución se convierte en la primera de Europa en hacer oficiales los daños de esta vacuna (ya conocidos, por otra parte). La citada Comisión, estaría fomentando así el derecho de la joven y su familia a percibir una indemnización por los perjuicios recibidos. También se publica que el abogado de la familia ha interpuesto una demanda por ello.

Lo que en teoría reconoce la Administración pública francesa, según amplía el periódico on line en castellano La Celosía, es el nexo de causalidad entre la inyección a una joven de 15 años de la vacuna Gardasil, fabricada por la entente comercial Sanofi Pasteur Merck, Sharp and Dohme (MSD) y una reacción desinflamación aguda del sistema nervioso.

Una segunda inyección (la vacuna consta de tres pinchazos) provocó el desequilibrio del sistema inmunológico. La Comisión de Indemnizaciones habría abierto el camino para que Sanofi Pasteur MSD tuviera que pagar una indemnización, aunque esto está por ver (lo mismo tras el largo proceso que espera a los agentes implicados se demuestra que no).

La chica, aparte de la encefalomielitis aguda, ha atravesado fases de ceguera, parálisis facial y se encuentra desde hace meses parapléjica. Se está apuntando al aluminio, adyuvante utilizado en la vacuna para potenciar la respuesta inmunitaria como uno de los causantes de los daños que sufre la afectada.

Esta primera demanda, el abogado de la chica la pone al laboratorio y la Agencia Francesa de Medicamentos. No sabemos si serán oleadas, tsunamis o simples mareas pero comenta la prensa francesa que hay unas veinte demandas más en preparación.

Como explica La Celosía, en diciembre próximo el Bufete Almodóvar & Jara presentará las primeras demandas en España y con seguridad en sucesivos meses habrán más.

Fuente: www.intentshare.com

jueves, 28 de noviembre de 2013

Objetivo: proteger la Luna de tentaciones 'colonialistas'

Dos investigadores critican una polémica iniciativa legislativa en EEUU para considerar Parques Nacionales las áreas de la Luna en las que hay restos de las misiones 'Apolo'
Para evitar tentaciones colonialistas en la Luna, dos años antes del histórico viaje de Neil Armstrong, Naciones Unidas impulsó un tratado por el que los países que pretendían desarrollar actividades espaciales se comprometían a no declarar la soberanía sobre ningún territorio fuera de nuestro planeta.

El tratado del 1967 (The United Nations Outer Space Treaty , OTS), ratificado por EEUU, la Unión Soviética y otras 126 naciones, no prohibía el uso de la Luna ni de sus recursos, sino que enfatizaba la importancia de la cooperación internacional y de que cualquier país que lo deseara pudiera tener libre acceso al espacio.

Los países firmantes también se comprometían a no causar daños ni contaminar las áreas exploradas, así como a no llevar ningún tipo de armamento y a utilizar el espacio con fines pacíficos. "Los astronautas serán considerados como enviados de la humanidad", decía uno de los puntos del acuerdo.

Sólo EEUU y Rusia han puesto vehículos en la superficie lunar (el último, hace 37 años, fue el soviético Luna-24). Sin embargo los planes anunciados por China y otros países, así como por empresas privadas, están volviendo a poner a nuestro satélite de actualidad. Según exponen esta semana en un artículo en la revista Science los científicos Henry R. Hertzfeld y Scott N. Pace, del Instituto de Política Espacial (Space Policy Institute) de la Universidad George Washington, estos proyectos han vuelto a abrir el debate sobre la actividad comercial y el uso de los recursos que harán de nuestro satélite.

Pero sobre todo, estos investigadores muestran su preocupación por una polémica iniciativa legislativa introducida en el Congreso estadounidense el pasado 8 de julio. La Apollo Lunar Landing Legacy Act propone que los lugares en los que alunizaron las seis misiones que la NASA llevó a cabo desde 1969 a 1972 (Apolo 11, 12, 14, 15, 16 y 17) sean considerados como Parques Nacionales de EEUU para garantizar su conservación y preservar su valor histórico.

El debate científico sobre cuál es la mejor manera de preservar los sitios históricos donde se realizaron los alunizajes está abierto. Hertzfeld y Pace defienden que en lugar de una iniciativa nacional y unilateral, como el texto propuesto en julio, se debe llegar a un acuerdo entre los países con intereses en nuestro satélite.
En declaraciones a EL MUNDO, Henry Hertzfeld, profesor de Política Espacial y Relaciones Internacionales de la Universidad de Washington, considera "improbable que esta propuesta llegue a convertirse en una ley. Fue introducida en el Congreso para estimular el debate, según afirman sus autores", explica a través de un correo electrónico.

En la Luna todavía permanecen las banderas y los instrumentos de EEUU (llevados por los astronautas de las misiones Apolo) y de la Unión Soviética (procedentes de misiones no tripuladas) a lo largo de las últimas décadas. Algunos de ellos aún están operativos y realizando mediciones. En las próximas semanas, China se convertirá en el tercer país que manda a la Luna un vehículo robótico, que viajará a bordo de la nave no tripulada Chang'e-3. En los años siguientes planea enviar sus astronautas (llamados taikonautas) y construir una base lunar.

Hertzfeld y Pace sugieren, por tanto, que EEUU y Rusia, los dos únicos que han alunizado de forma controlada, establezcan un acuerdo que pueda ser después ofrecido a otras naciones que tienen equipos en la Luna para que lo suscriban (Japón, India, China y la Agencia Espacial Europea han enviado sondas robóticas que han impactado contra la superficie de nuestro satélite y por tanto hay restos de chatarra que les pertenecen). Este acuerdo, sostienen, evitaría que se realizara cualquier declaración de soberanía en la Luna y reforzaría los tratados sobre el espacio vigentes en la actualidad.

La Luna, Parque Nacional de EEUU

Hertzfeld afirma que la propuesta legislativa para considerar los sitios de alunizaje parques nacionales todavía no ha despertado muchas reacciones en EEUU: "Ha habido algunos artículos críticos, pero la mayor parte de la gente todavía no está centrada en este tema", explica.

Tampoco ha habido reacciones críticas por parte de Rusia o de otros países: "Se trata sólo de una propuesta introducida en la Cámara de Representantes, no una ley. Y ni siquiera se ha discutido en el Congreso todavía. Sería prematuro que [la comunidad internacional] tuviera una fuerte reacción en este punto", añade.

En cualquier caso, los dos autores consideran que el texto propuesto podría crear un conflicto directo con las leyes internacionales y podría interpretarse como una violación de EEUU de los compromisos que adquirió cuando suscribió el tratado de Naciones Unidas de 1967. Además, creen que no sería eficaz para proteger el legado de las misiones Apolo. Lo primero que tiene que hacer EEUU para proteger su legado en la Luna, continúan, es distinguir claramente entre las banderas y los equipos científicos que le pertenecen y los territorios que ocupan. El segundo paso es ganarse el reconocimiento internacional, no unilateral, de los sitios sobre los que estos objetos descansan.


Por lo que respecta a la posibilidad de que las misiones de China e India previstas generen nuevas tensiones, Hertzfeld cree que dependerá "de lo que hagan allí y de cómo lo hagan". "Si sus misiones son puramente científicas y de exploración, no debería haber mucha controversia, a menos que interfieran con los derechos de otras naciones en la Luna. Pero si pretenden ir allí para buscar recursos y beneficios podría resultar bastante controvertido. Aunque de nuevo, insisto en que dependerá de cómo conciban estas misiones, de los pasos que den para respetar los derechos de otras naciones, y de si se comprometen a llevar a cabo programas transparentes y a cooperar con la comunidad internacional". Fuente: www.elmundo.es

Marie Monique Robin: "Si existe un país en el que Monsanto haya podido hacer todo lo que le viniera en gana sin el menor obstáculo, ese es Argentina"

Reconocida por sus investigaciones sobre el accionar de las multinacionales agrícolas, la periodista francesa Marie Monique Robin (1960) fue quien ha revelado los entretelones del agronegocio y denunciado a la corporación Monsanto, líder del mercado mundial de semillas transgénicas y agroquímicos, por ocultar y falsificar información relativa a los productos que comercializa. Robin es autora de numerosas investigaciones. Quizás, la más famosa de ellas sea "Le monde selon Monsanto" (El mundo según Monsanto), publicada en 2008 como libro y documental cinematográfico, traducida a dieciséis idiomas y difundida hasta en las regiones más recónditas de Africa. En ese trabajo, la periodista francesa dedicó un capítulo entero al caso de la Argentina, lo que la llevó a conocer diferentes provincias inundadas por el "oro verde" y constantemente fumigadas. La soja transgénica desembarcó en la Argentina en 1996. Fue el segundo país, después de los Estados Unidos, en autorizar su llegada, en un proceso plagado de irregularidades ya que se violaron procedimientos administrativos, se dejaron sin respuesta los cuestionamientos de instancias técnicas y no se realizaron los análisis especificados por distintos organismos. Ya durante la autorización se vio la mano de las multinacionales: el expediente administrativo estaba escrito en inglés y nunca se tradujo al castellano. Además, de sus ciento treinta y seis folios, ciento ocho pertenecían a informes presentados por Monsanto. "Si existe un país en el que la multinacional haya podido hacer todo lo que le viniera en gana sin el menor obstáculo, ese es Argentina", sostuvo Marie Monique Robin en "El mundo según Monsanto". Por entonces, dos medios periodísticos de circulación masiva fueron los principales impulsores mediáticos para conseguir el ingreso de la soja transgénica y el glifosato a la Argentina. En ellos se hablaba de la soja transgénica como "uno de los alimentos más completos" y propiciaban su "ingreso en nuestra cultura". Tiempo después se conocieron los vínculos comerciales que existen entre esos diarios y Monsanto. Los casos de cáncer denunciados por investigadores independientes no tuvieron lugar en sus páginas y simultáneamente encararon una campaña para deslegitimar los estudios que advertían sobre los efectos del herbicida. Sucede que ambas empresas están asociadas en la organización de la feria anual Expoagro, donde se realizan jugosos negocios vinculados con el comercio de agroquímicos con la participación de las principales compañías del rubro. Hoy por hoy, y a pesar de los ingentes esfuerzos que hace el actual gobierno para diferenciarse del gobierno "neoliberal" de los años '90, nada ha cambiado. Es más, el modelo se ha profundizado. Con la anuencia y venal complicidad del gobierno "nacional y popular", Monsanto ha puesto en marcha proyectos tales como Max Solidario, Semillero de Futuro, Agricultura Certificada y Compromiso de Rendimiento Sustentable, programas de "responsabilidad social corporativa" mediante los cuales supuestamente promueve el desarrollo de "proyectos productivos que contribuyan a la sustentabilidad de comunidades rurales postergadas" a la vez que introdujo la tecnología RoundUp Ready -un herbicida a base de glifosato para el cultivo de maíz- y la tecnología BG/RR -para ser aplicada en el cultivo de algodón- entre otros. Marie Monique Robin también ha incursionado en otros temas igual de urticantes que también involucran a la Argentina. En "Voleurs d'yeux" (Ladrones de ojos) trató el problema del tráfico de órganos; y en "Escadrons de la mort. L'école française" (Escuadrones de la muerte. La escuela francesa) muestra los vínculos entre los servicios secretos franceses con sus homólogos de Argentina y Chile. Recientemente ha publicado una nueva investigación sobre la problemática de los transgénicos: "Notre poison quotidien" (El veneno nuestro de cada día), donde se ocupa de los químicos que contaminan la cadena alimentaria. Sobre esta nueva obra se explayó en la entrevista realizada por Manuel Alfieri para la edición el 4 de septiembre de 2012 del diario "Tiempo Argentino".
¿Cuándo y cómo comenzó su interés por este tema?

Llevo más de veinticinco años trabajando como periodista, con un interés particular por la cuestión agrícola, porque mis padres son agricultores en Francia. Así fue que comencé a hacer un trabajo de investigación sobre la pérdida de biodiversidad en el mundo. Cuando fui a México me encontré con un escándalo tremendo: multinacionales que consiguen patentes de semillas. Dentro de esas empresas estaba Monsanto, que en aquella época ya tenía más de seiscientas patentes en plantas. Allí empecé a investigar a Monsanto y a ver el tema de las patentes, que para mí es central. La única razón por la que Monsanto hace transgénicos es porque hay patentes, y eso permite que pida regalías y tenga un monopolio del sistema. Controla toda la cadena alimentaria a través de este sistema, obligando a los agricultores a comprar cada año sus semillas.

En "El mundo según Monsanto" usted denunció el accionar de una de las empresas más poderosas del mundo. ¿Recibió presiones o amenazas?

Esa era mi preocupación. Pero pasó una cosa que para mí fue una protección tremenda: el increíble impacto del material publicado. Si no me pasó nada es porque todo está justificado con entrevistas y con documentos. Yo estaba en Canadá cuando salió el documental y una de las periodistas que me entrevistó me dijo que su mejor amiga era la directora de comunicación de Monsanto Canadá. "La empresa buscó en cada página cómo te podía hacer un juicio y no encontró nada", me confesó. Por eso yo digo abiertamente que Monsanto es una empresa criminal.

¿Cuáles son los principales argumentos para sostener su denuncia?

Cuando una empresa sabe que un producto es muy tóxico, es decir, que va a contaminar el medio ambiente o va a enfermar a la gente, y de todas formas hace lo posible para mantenerlo en el mercado, entonces se trata de un comportamiento criminal. Por ejemplo, en el tema del Policloruro de bifenilo (PCB), prohibido en casi todo el mundo, Monsanto acumuló las pruebas y las escondió, sabiendo cuán altamente tóxicos eran los PCB. Por eso fueron condenados a pagar 700 millones de dólares de multa en los Estados Unidos. Fue por la tragedia de Anniston, en 2002, cuando la justicia comprobó que de tres mil quinientos demandantes de ese pueblo, el 15% presentaba niveles superiores a 20 ppm (partes por millón) de PCB en sangre, cuando lo aceptable es de 2 ppm.

Este tema forma parte también de su nuevo libro, "Nuestro veneno de cada día".

Claro. Allí cuento la historia de campesinos que se reunieron para hacer una asociación de más de doscientos miembros. Muchos tienen enfermedades como Parkinson y cáncer. Son campesinos que manipulan tóxicos a diario. El presidente de esta asociación manipuló Lasso, un herbicida para el maíz de Monsanto, prohibido en la Unión Europea, y esto le provocó una intoxicación aguda. Cayó en coma y, después de recuperarse, se enfermó de Parkinson. La enfermedad se desarrolló muy rápidamente, el hombre sólo tiene cuarenta y ocho años. Fue a juicio y ganó. Monsanto fue reconocido como culpable de la enfermedad y se pudo demostrar que la empresa disimuló estudios y datos sobre el Lasso. Por eso hablo de comportamiento criminal: si no saben que tal tóxico contamina, está bien. Ahora, que lo sepan y lo oculten conscientemente es terrible.

¿Por qué los controles sobre este tipo de multinacionales resultan insuficientes?

Hay un problema central, que es el sistema de reglamentación de los productos tóxicos. Las empresas dicen que son productos probados y reglamentados. Todo eso es mentira: los estudios en que las instituciones gubernamentales se basan son hechos, entregados y pagados por las propias multinacionales. En general, los expertos de las agencias de reglamentación, que se supone que van a estudiar esos datos, tienen conflictos de intereses muy grandes, porque al mismo tiempo trabajan con multinacionales. Es lo que yo llamo "puertas giratorias": funcionarios estatales que trabajan en organismos de control y luego lo hacen en las empresas, o al revés. Por otro lado, es un problema fundamental en la reglamentación de los agroquímicos la falta de transparencia y democracia. Los expertos se reúnen a puertas cerradas y ningún observador está autorizado a asistir a los debates. Los datos que van a estudiar son protegidos bajo el secreto comercial. Es una cosa increíble, porque es información toxicológica que tendría que ser pública porque afecta a millones de personas.

En ese contexto, ¿cree que puede existir la independencia científica para evaluar a los agroquímicos?

Es muy difícil. Los científicos tienen mucha presión y a veces pierden su empleo. Sé lo que pasó en la Argentina con el doctor Carrasco, los problemas que ha tenido a raíz de sus estudios sobre los terribles efectos en la salud humana del herbicida glifosato usado en los cultivos de soja transgénica o genéticamente modificada. Siempre es la misma historia. En mi último libro dedico tres capítulos a lo que se llama la "fábrica de la duda". ¿Qué implica? Si, por ejemplo, un científico independiente publica un estudio enseñando la relación entre una exposición a un plaguicida y una enfermedad, la multinacional paga a un laboratorio que saca otro estudio diciendo lo contrario. Al final, llegan los dos estudios a la agencia de reglamentación y eso se demora años y años. Mientras tanto, el producto se sigue utilizando. Es algo perverso, criminal, porque hablamos de productos que en muchos casos dan cáncer.

Algunas empresas aseguran que los transgénicos son indispensables porque el crecimiento poblacional demanda mayor producción de alimentos.

Es mentira. Si en el mundo hay 1.000 millones de personas que sufren hambre es justamente a causa de este modelo que llevó a la concentración de la tierra, como se ve bien en la Argentina, donde miles de hectáreas están en manos de algunos grandes productores. Por otro lado, este sistema de producción de alto rendimiento es, en un 90%, para alimentar animales de países industriales y no para alimentar a la gente. Lo que vi en el mundo entero es que ahí donde existe este modelo de agricultura, hay pueblos acabados, porque saca del país a los pequeños campesinos, los despoja de la tierra. Con todo esto, están hambreando al mundo.

¿Y cuál considera que podría ser la alternativa?

Tenemos que volver a una agricultura familiar, sin dependencia del petróleo, con biodiversidad de cultivos, que dé la posibilidad a las familias de alimentarse primero y luego vender en los mercados locales. Sacar a la agricultura de los grandes mercados internacionales.

En esta coyuntura, ¿qué fue lo que más le impactó cuando visitó la Argentina?

Estuve en 2005 y recorrí Santiago del Estero, La Pampa, Formosa, entre otros lugares. En Santiago estaban desmontando de manera brutal, provocando inundaciones en Santa Fe. También vimos los problemas en la salud: fuimos a escuelas donde los chicos se habían enfermado porque fumigaban frente al establecimiento. Un desastre. Pero lo que más me sorprendió fue que nadie sabía nada. Nadie sabía qué era un transgénico. Nadie se había dado cuenta de que la sojización era un desastre planificado. Porque el día que no haya más mercado para la soja transgénica, ¿cómo recuperás el suelo?, ¿cómo recuperás a las familias de campesinos que fueron despojados de sus tierras? La soja lleva a la Argentina al hambre y a la dependencia total.

Muchos defensores del glifosato dicen que este agroquímico es tan dañino como "una aspirina". ¿Qué les diría?


Que si dicen eso, hacen propaganda de Monsanto. Se sabe que el glifosato es un perturbador endócrino, ataca el sistema de reproducción de las mujeres y los hombres. Da cáncer, los científicos lo explican. Es un veneno muy poderoso. En Europa acaba de salir una queja contra Monsanto para revisar la autorización del glifosato RoundUp, porque se escondieron algunos productos muy tóxicos que están dentro del formulado y que nunca fueron informados ni publicados. Estoy segura de que dentro de algunos años el glifosato va a ser prohibido. ¿Pero después de cuántos muertos y de cuánta contaminación? Es una bomba sanitaria. Fuente: eljineteinsomne2.blogspot.com.ar/

El despilfarro de alimentos

El problema del despilfarro de alimentos está determinado por el sistema económico dominante y por una organización social fundamentada en una estructura propia de provisión de alimentos. Todo ello impulsado por la cultura consumista inherente al sistema capitalista, pero es preciso abordar, también, esta problemática desde el ámbito cultural para comprender que no es una cuestión completamente ajena al común de los consumidores. Tal y como señala Tim Lang (profesor de política alimentaria en la City University de Londres):
La comida sale a borbotones de la maquinaria de los supermercados y acaba inundando a los consumidores. Éstos son cómplices voluntarios: el modelo de abundancia de comida es intrínseco a la cultura de consumo. La oferta está dictando la demanda; la cola está moviendo al perro.

Alguna práctica resultante de este sistema económico es la destrucción de excedentes, a través de la cual se pueden defender los precios de los alimentos. Otras destacables pueden ser las pérdidas que se generan en el transporte, restaurantes, comedores o el papel de los supermercados que incitan de forma clara a un sobreconsumo que pretende elevar las compras por encima de nuestras necesidades reales y de un consumo responsable.

Los países pobres son los que más sufren esta deriva consumista que provoca una escasez de alimentos para una parte importante de sus habitantes. A su vez, en estos territorios empobrecidos, las pérdidas de alimentos se producen fundamentalmente en la primera etapa de la cadena alimentaria, en la fase de producción. La ausencia de infraestructuras aptas para unas condiciones de refrigeración y almacenamiento necesarias, así como el bajo nivel tecnológico condenan doblemente a estos países. Sin embargo se puede observar que en los países industrializados, las pérdidas se concentran alrededor de un 40% en la distribución y en la fase de consumo final.

Una relación evidente entre el despilfarro generado en los países enriquecidos y su repercusión en los países más pobres la encontramos en los precios de cereales como el trigo, el arroz o el maíz. Estos cereales tienen precios globales que determinan el coste de estos alimentos en los mercados asiáticos o africanos del mismo modo que lo hacen para los supermercados europeos o norteamericanos.

La cantidad de cereales que los países ricos importan y exportan depende de la cantidad que se consume en el interior de estos pero también de la que se tira a la basura. Esto tiene una relación directa con la penuria alimentaria que existe en los países empobrecidos, ya que si desde occidente se envían al cubo de la basura millones de toneladas de cereales, esta práctica conllevará que existan menos cereales disponibles en el mercado mundial.

Esto también genera una mayor presión sobre los suministros de alimentos mundiales, lo que supone una subida de precios que repercutirá negativamente en la capacidad de las personas pobres para poder comprar una cantidad de alimentos suficiente para sobrevivir. Llegados a este punto es conveniente destacar la siguiente afirmación de Tristam Stuart (uno de los mayores expertos en las cuestiones sociales y medioambientales de la alimentación): Dado que el suministro de alimentos se ha convertido en un fenómeno global y especialmente cuando la demanda es mayor que la oferta, tirar alimentos al cubo de la basura equivale verdaderamente a detraerlos del mercado mundial y quitárselos de la boca a quienes pasan hambre.

Esta es una de las consecuencias ocasionadas por tratar la comida como una mera mercancía de consumo absolutamente desposeída de valores y en muchos casos de calidad, que obedece únicamente a una lógica y a unas reglas económicas del mercado.
Otra grave consecuencia es la huella del desperdicio de alimentos o lo que es lo mismo: el daño a los recursos naturales. Recientemente se ha llevado a cabo el primer estudio -elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura o FAO, por sus siglas en inglés- sobre las consecuencias que tiene la práctica del despilfarro alimentario para el clima, el uso del agua y el suelo y la biodiversidad.[3] Pese a que la demanda de los países ricos puede estimular la producción y por ende repercutir “positivamente” en la actividad económica de los países empobrecidos; la creación de excedentes conlleva perjuicios inasumibles cuando se alcanzan los límites ecológicos.

Hemos de ser conscientes de que todos los alimentos que producimos pero que a posteriori no consumimos, gastan un volumen de agua altísimo, y también conllevan la emisión de millones de toneladas de gases de efecto invernadero que se acumulan en la atmósfera. Los inconvenientes relacionados con el uso de la tierra, el agotamiento de los recursos, etc., son cuestiones que se han de afrontar como una prioridad.

El pasado 16 de octubre se ha celebrado el Día Mundial de la Alimentación en 150 países. El evento fue llevado a cabo en la sede central de la FAO en Roma, ha dejado, una vez más, una declaración de buenas intenciones que difícilmente podrán llevarse a cabo dentro de los márgenes de la lógica económica dominante. La Ministra Italiana de Política Agraria, Alimentaria y Forestal también abordó la problemática en términos culturales ya que concluyó que: «la reducción del desperdicio de alimentos no es en realidad sólo una estrategia para tiempos de crisis, sino una forma de vida que debemos adoptar si queremos un futuro sostenible para nuestro planeta».

El despilfarro es una variable creada por el actual sistema económico pero de esto no se ha de deducir que el plano individual es intrascendente. Esta deriva consumista se puede combatir también como individuos concienciados del claro componente cultural de este problema. Carlo Petrini -fundador y cabeza visible del movimiento internacional Slow Food- señala que:

En un plano individual es más fácil de lo que se piensa: no despilfarrar, recuperar las recetas, de las que es rica nuestra tradición gastronómico-cultural, que aprovecha las sobras, hacer la compra de manera equilibrada y precisa, no ceder a los engaños de la gran distribución y de sus grandes ofertas, consumir preferiblemente productos locales y de temporada, hacer más veces la compra, etc.


El movimiento Slow Food –que actualmente cuenta con más de 100.000 miembros en 150 países- es una de las plasmaciones del cambio desde abajo, desde la toma de conciencia como individuos responsables. Este movimiento pretende modificar ciertos patrones dietéticos poco saludables de los que somos partícipes, fundamentados en un consumo elevado de carne muy procesada y ecológicamente destructiva. Slow Food sólo es un ejemplo de práctica contracultural pero nos sirve para ilustrar la idea de que cada uno de nosotros tiene una cuota de responsabilidad en esta obscenidad alimentaria y medioambiental. Fuente: ecoportal.net

martes, 26 de noviembre de 2013

En los primeros nueve meses del año hubo 209 femicidios en el país

Los datos difundidos por el Observatorio de Femicidios "Adriana Marisel Zambrano" de La Casa del Encuentro reflejaron que, en el 64 por ciento de los casos, el asesino fue la pareja o ex pareja de las mujeres.

El delito dejó sin mamá a 293 niñas y niños, de los cuales el 67 por ciento son menores de 18 años, y 12 chicos fallecieron cuando quedaron en medio de la víctima y el asesino, lo que se denomina, femicidio vinculado.

También 20 hombres y 4 mujeres fueron asesinados en ese contexto.

De las 209 mujeres asesinadas, el 14 por ciento tenía denuncias previas o medidas judiciales de exclusión del agresor, y el 5.3 por ciento de los victimarios pertenecían o pertenecieron a fuerzas de seguridad.

El relevamiento aportó además que 7 víctimas estaban embarazadas y que en 15 hechos hay presunción de abuso sexual, dato que "es nuevo, para analizar en profundidad", dijo Ada Rico, titular del observatorio, durante la presentación.

"El hogar sigue siendo el lugar más inseguro para las mujeres en  situación de violencia", destacó Fabiana Tuñez, directora de La Casa, ya que el informe reveló que 56 por ciento de los femicidios fueron cometidos en la vivienda compartida, en la de la víctima o en la del femicida.

Buenos Aires, con 62 crímenes; Córdoba con 21; Santa Fe con 20;  Salta con 14 y Entre Ríos con 11 son las provincias donde se registraron la mayoría de los asesinatos de mujeres.

En 2012, el informe del observatorio identificó 255 femicidios de enero a diciembre, en tanto los datos presentados hoy se toman desde el primer mes de 2013 hasta septiembre.


Las estadísticas de la organización surgen de un relevamiento que realiza en base a noticias publicadas en 120 medios de comunicación de todo el país, entre ellos, la agencia Télam, investigación que quedó condensada en el libro "Por ellas...5 años de Informes de Femicidios" que se presentó hoy en la ciudad de Buenos Aires. Fuente: Telam

lunes, 25 de noviembre de 2013

Una de cada tres mujeres ha sido agredida por su pareja en Latinoamérica

La violencia de género causa trauma duradero en las víctimas y lastra el desarrollo de los países
En un vergonzoso fenómeno que verdaderamente no conoce barreras geográficas ni clases sociales, una de cada tres mujeres en Latinoamérica ha sufrido agresión, física o sexual, a manos de sus parejas.

La violencia de género está tan extendida que se ha convertido en un problema de salud pública mundial y en un lastre para el desarrollo de los países, según datos de la Organización Mundial de la Salud y del Banco Mundial.

Se trata de 938 millones de mujeres agredidas en el mundo, una cifra que, de acuerdo a los expertos, sólo parece mostrar parte del problema porque muchos incidentes no son denunciados.

En América Latina los datos varían grandemente, con índices de agresión a la mujer que van desde el 18% en la República Dominicana, hasta más de 50% en algunos países de Centroamérica. En Perú, el porcentaje de mujeres entre 18 y 49 años agredidas por sus parejas era de 39% en el 2008. En Paraguay, el dato es 20% para el mismo período.

La violencia de género es un ultraje global, y un desafío al desarrollo, que no conoce fronteras económicas o culturales”, afirma el especialista en género Renos Vakis, del Banco Mundial, y agrega que el costo económico y social de este tipo de agresiones es cada vez más alto.

Diversos estudios demuestran que las mujeres expuestas a violencia de género en el hogar y en el trabajo, ganan menos sueldo y exhiben un menor desempeño y estabilidad laboral.

Los efectos de la violencia doméstica son acumulativos y también impactan al crecimiento del país: desde pérdidas de productividad de 1.2% del Producto Bruto Interno (PIB) en Brasil o 1.6% en Nicaragua, hasta un 2% en Chile. (Para tener una idea de la magnitud de este costo basta compararlo con el gasto público en educación primaria que en Chile es, por ejemplo, 1.3% del PIB.)

¿Qué se está haciendo al respecto?

Muchos países han aprobado leyes contra la violencia doméstica pero aún hay una brecha muy grande entre la implementación y la legislación, según los expertos. Por ejemplo, Brasil aprobó recientemente la ley María da Penha, que refuerza la prevención y las penas a los agresores.

Otros esfuerzos tratan de conectar las soluciones convencionales con la oferta tecnológica del siglo XXI, como, por ejemplo, un hackathón de aplicaciones contra la violencia doméstica que produjo recientemente unas 300 apps, de las que se seleccionaron media docena, que ahora están siendo implementadas con el respaldo del Banco Mundial.

El acceso casi universal a los teléfonos móviles en Latinoamérica (107 aparatos por cada 100 personas) convierte a estos dispositivos en poderosos aliados en la prevención de la violencia contra las mujeres.

Esto es especialmente cierto en Centroamérica, donde el problema es agudo.

“¿Tienes novio? ¿Ya tuvieron relaciones? ¿Sí? ¿No?”. Estas preguntas que parecen sacadas de una encuesta de revista para adolescentes son, en realidad, parte de la iniciativa Actúa por la Vida, de Costa Rica, que busca detectar y ayudar a víctimas potenciales de violencia de género.

La encuesta se difundirá en canales como Facebook y otras redes sociales, y está diseñada para ayudar a las adolescentes a identificar patrones que les indiquen que pueden estar siendo víctimas de su pareja y alentarlas a buscar ayuda.

Javier Vindas, del equipo que desarrolló la encuesta, explica que esta nueva herramienta ayuda a los profesionales de prevención a superar un obstáculo muy importante. “Elimina esa brecha que tienen cuando llegan a hablar con las adolescentes, porque a ellas no les interesa, o porque piensan que no están en situaciones de violencia”, dice.

Este tipo de barrera generacional se amplifica en zonas rurales, donde se mezclan la brecha tecnológica y el aislamiento de las comunidades.

En ese caso funcionan mejor las iniciativas simples y adaptadas a la situación local. El proyecto Matilti, en El Salvador, consiste en enviar una palabra clave por SMS. Las alertas llegan directamente a la ONG Colectiva de Mujeres por el Desarrollo Local, pero ya se está trabajando en incorporar a autoridades, como la policía municipal.

Una idea similar se está probando en Panamá, donde crearon un “semáforo” para el celular. La usuaria de la aplicación selecciona a 10 personas o instituciones a las que les llegará la alerta. Cada uno de estos 10 receptores sabe cómo actuar según el color –verde, amarillo o rojo- de la alerta enviada. En enero estará disponible en sistema Android.

Los expertos admiten que la tecnología en sí misma no es la solución al problema, sino una herramienta importante que, eso sí, tiene una ventaja sobre las demás: permite pensar y actuar colectivamente.

En cuanto se pueden juntar varios actores y realmente pensar en el problema y en la respuesta, y medir el impacto, ahí vamos a ver cuánto se puede reducir la violencia doméstica”, afirma la experta en género, María González de Asís, del Banco Mundial.Fuente: elpais.com/

Código Civil: eliminan el servicio de agua potable como derecho humano

El Gobierno nacional borró de la iniciativa original el artículo 241, que determinaba la responsabilidad del Estado para garantizar este servicio. Ante los cuestionamientos, aseguran que ya está contemplado en tratados internacionales.


Según el Censo de 2010, 16 por ciento de la población no tenía todavía acceso al agua potable en sus hogares. En Mendoza, obtener, cuidar y administrar este recurso ha sido tanto un desafío como un problema, al punto tal que sólo 60 por ciento de la población estaba conectada a la red pública según el mismo estudio nacional. Por eso se veía como promisorio que la reforma del Código Civil jerarquizara el agua potable como derecho humano. Sin embargo, este apartado significativo fue directamente evaporado del texto por el Gobierno nacional antes de enviarlo al Congreso de la Nación.

El anteproyecto formulado por los juristas Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco –ambos magistrados integrantes de la Corte Suprema– y por la mendocina Aída Kemelmajer de Carlucci –ex jueza de la Suprema Corte local– colocaba el acceso al agua potable como un servicio cuya responsabilidad era indelegable para el Estado en el artículo 241. Sin embargo, luego de la presentación que hizo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner junto con los autores de la reforma, el Ejecutivo se tomó un tiempo para introducir algunos cambios al cuerpo de la normativa.

De esta forma, cuando el proyecto ingresó al Congreso de la Nación para ser tratado ya se había eliminado en el texto este reconocimiento.

Sobre la superficie, una de las argumentaciones que se esgrimieron desde el oficialismo es que si el Estado no podía cumplimentar con esta responsabilidad, entonces, un gobernador o un intendente se convertía prácticamente en un violador de los derechos humanos.

Estuve a favor de respetar el anteproyecto de los juristas, porque el agua es, efectivamente, un derecho humano. Nadie puede sostener que si en algún lugar, el Estado no presta el servicio, eso puede transformarse en una violación. En todo caso, que figure en el código es un estímulo para que el Estado llegue con agua potable adonde todavía no ha llegado”, argumentó el radical Ernesto Sanz.

En este punto, varios legisladores de la oposición han visto una relación política en esta eliminación y otra modificación importante, la que apunta a la responsabilidad civil del Estado en caso de accidentes colectivos, como el ocurrido en la estación de trenes de Once, el año pasado.

Su correligionaria Laura Montero ya adelantó su rechazo a las reformas que el oficialismo está implementando en el texto. Y agregó que, además de eliminar esa prioridad, también se modificó el dominio público de los recursos naturales, que son potestad de las provincias.

Este punto es denunciado precisamente por el abogado ambientalista Enrique Viale, al subrayar que las actuales modificaciones limitarían el acceso público a los ríos, de 35 a 15 metros. Según el abogado que asesora a ONG ambientalistas, tal como ha quedado redactado, sólo los dueños de los terrenos colindantes con ríos públicos podrían acceder a sus costas. Según Viale, la postura oficial que justificó la eliminación del artículo se basó en sostener que el agua pertenece al derecho administrativo y no a esta reforma.

Lejos de ser federal, el Código ignora derechos de las provincias al no permitir que Estas establezcan el carácter de dominio público de los bienes que son recursos naturales de su dominio, según lo previsto en el artículo 124 de la Constitución Nacional; ignora la importancia del agua, los glaciares y el ambiente periglaciar”, argumentó Montero.

Como contrapartida, el justicialista Adolfo Bermejo sostuvo que “hay suficiente legislación internacional, hay protección en tratados y en la Constitución para que el agua sea considerada derecho humano, esté o no en el Código Civil”.

Además, el senador del Frente para la Victoria recordó que Mendoza es pionera en legislar sobre agua, ya que tiene una norma que crea el Departamento General de Irrigación y establece sus usos. El maipucino recordó que también se encuentra la Ley de Glaciares sobre presupuestos mínimos, que se complementa con el resto para garantizar este recurso. Fuente: elsolonline.com

domingo, 24 de noviembre de 2013

Chaco: realizaron un informe del estado de conservación del Tatú Carreta en la Fidelidad

Informe sobre el estado de conservación del Tatú Carreta en el chaco argentino
En el marco de las investigaciones con cámaras trampa para determinar el estado de las poblaciones de yaguareté y puma en Chaco argentino, obtenemos información de muchas otras especies de alto valor de conservación para la zona. En este caso hemos podido elaborar un primer informe de avance, para difundir el estado poblacional del tatú carreta (Priodontes maximus) en el futuro Parque Nacional La Fidelidad, de la Pcia. de Chaco, donde estamos trabajando desde hace hace ya casi un año. Compartimos con ustedes el informe en pdf y algunas fotos de la especie tomadas por nuestro equipo del Proyecto Yaguareté, en La Fidelidad  Informe Tatu Carreta La Fidelidad – Veronica Quirga 2013 – CeIBA

Investigadora a cargo: Dra. Verónica A. Quiroga

Centro de Investigaciones del Bosque Atlántico (CeIBA)

Instituto de Biología Subtropical (IBS) nodo Iguazú – CONICET / UNaM.

Integrantes y colaboradores del proyecto: Gabriel Boaglio, Lic. Yamil Di Blanco, Lic. Paula Cruz, Dr. Mario Di Bitetti, Dr. Agustín Paviolo, Lic. Diego Varela, Bernardo Lartigau, Jorge Meriggi, Vet. Ezequiel Vanderhoeven, Vet. Juan Pablo Arrabal, Vet. Sebastián Costa, Dr. Carlos De Angelo y Nat. Lucas Damer.

Período: diciembre de 2012 a septiembre de 2013.Fuente: noticiasambientales.com.ar


¿Qué pollos estamos comiendo?

Eso se pregunta Soledad Barruti en su libro "Malcomidos", una extraordinaria radiografia de la industria alimentaria argentina, que en el nuevo siglo se empeña en multiplicar antes que en agregarle calidad a los alimentos. Son 450 páginas en donde además cuestiona la producción de soja y de carne roja. Un libro para leer y compartir, pero también para entender el lado más oscuro de la comida.
Todo empieza con una historia familiar en la que una abuela (Wanda) cocina dos pollos semanales que además de vistosos tienen gusto a pollo. Esa es la punta del ovillo a partir de la cual la escritora y periodista Soledad Barruti desenvuelve la trama de la agroindustria argentina en su libro "Malcomidos. Cómo la industria alimentaria argentina nos está matando", de editorial Planeta.

Se trata de una descomunal investigación sobre cada alimento que nos llevamos a la boca. Empieza por la industria de producción de pollos, pero atiende todos los aspectos. De las consecuencias -sociales, económicas- que provocó esta factoría aviaria en que se ha convertido el país habla el libro. "Por los alimentos que reciben las gallinas en las granjas, la falta de sol y movimiento, tienen dos tercios más de colesterol, tres cuartos más de grasas saturadas, dos veces menos de omega 3 (o grasas buenas, que contrarrestan el colesterol), tres veces vitaminas E y A, siete veces menos de betacaroteno que los huevos naturales y 50 veces más posibilidades de estar infectados con Salmonella, una bacteria que aparece a granel en los establecimientos", dispara en la primera parte del libro. 

Esa anécdota inicial de la abuela cocinándole a la familia, además de una buena excusa para hablar de la industria, funciona como una puerta de entrada al universo agroindustrial, a los cambios violentos que produjo en los últimos años para volverse esto que es ahora: un mundo en donde interesa más la cantidad que la calidad.

Argentina produce 600 millones de pollos por año y 8.000 millones de huevos. ¿Pero bajo qué condición viven esos animales? Y eso, ¿en cuánto incide en la calidad de la carne que comemos sin saber ni una sola parte de este tenebroso proceso productivo?  

Responde la autora de "Malcomidos". "Con el avance científico y productivo, lo natural fue volviéndose cada vez más un sinónimo de salvaje y retrógrado, además de sospechoso para la salud. El nuevo paradigma de la alimentación pide control y seguridad desde el origen", escribe. En ese contexto, dice Barruti, la industria del pollo se preocupa "por saber qué y cuánto darle de comer a los animales para que crecieran lo más rápido posible en el menor tiempo y espacio".

La periodista no hizo periodismo de escritorio. Viajó a la capital nacional de la avicultura: la entrerriana Crespo. Visitó granjas pequeñas y grandes, productores que se expandieron al compás de la "integración" que pregonan las grandes marcas de pollos. Escribió: "El olor del gallinero es ácido, como un baño químico después de un recital. El sonido de las 10.000 gallinas que cacarean una sobre la otra es un único grito que aturde. Y la imagen: las jaulas no tienen más de 20 por 20 centímetros, pero por dentro contienen 5 o 6 gallinas cada una. El gallinero son inmensas paredes tapizadas de animales que gritan y defecan sin parar y cada tanto expulsan un huevo que rueda hacia una canaleta que una las jaulas horizontalmente".

La diferencia puede ser sutil, pero no lo es: la industria de la comida no produce alimentos. O si, pero los llama productos, como si los porotos no salieran de una planta, como si el maíz hubiera dejado de desgranarse del choclo. Como si los pollos no salieran del famoso cruce entre un gallo y una gallina. Y en efecto, descubre Barruti, esto es así: los pollos no necesitan sino de un tubo de ensayo para engendrarse. Y eso ha repercutido en el mercado, pues los consumidores no quieren ya "someterse" a una carne más fibrosa (y más sana) como la de los pollos de antes, en vez esta, pulcra y sin gusto, que producen en cantidades industriales gracias a pollos que comen sin parar porque no les dejan distinguir el día de la noche. El 99 por ciento de los pollos que comemos tienen esa genética. 


Además de estar bien escrito, el libro de Soledad Barruti les provoca a los lectores esa sensación que también provocan las grandes películas: uno nunca vuelve a ser el mismo después de haberlo leído. Como tampoco es el mismo después de saber que los pollos que nos llevamos a la boca están plagados de antibióticos y sobrealimentados; que la prepotencia de la soja transgénica desplaza a la población y a la que no, la intoxica con glifosato; que las vacas cada vez más lejos del pasto y más cerca de los feedlots, donde las vacas dejan de ser animales para transformarse en reses a las que engordan a contrarreloj. Pero el libro de Barruti no habla sólo de eso: se pregunta por qué nadie cuestiona estas maneras, violentas, de producir cada vez más comida sin medir las consecuencias que provoca en esos que están afuera: la gente. Fuente: revistaelfederal.com/

"La cocina es un espacio de resistencia"

Soledad Barruti es la autora de "Malcomidos", una investigación profunda de la industria alimentaria argentina que deja al desnudo las perversiones del sistema dominante de producción. Lo que hay que saber de la comida y no sale en las etiquetas.
Si es cierto aquello de que somos lo que comemos, en la Argentina estamos hechos de apariencias y mentiras, de alimentos diseñados para parecer diversificados, saludables y seguros, pero que provienen de una matriz enferma, monopolizada y que prioriza las ganancias antes que la salud de los consumidores. Sobre esta misma cuerda de denuncia y desenmascaramientos, Soledad Barruti (Buenos Aires, 1981) construye Malcomidos, una investigación en formato de ensayo periodístico, que en su subtítulo se propone mostrar “cómo la industria alimentaria argentina nos está matando”.

Explorar la trama que configura el mapa de donde salen los alimentos que los argentinos llevamos a la mesa fue el primero de sus objetivos cuando comenzó el trabajo, un recorrido que desarrolló en un año de viajes, escritura y aprendizajes y que, desde su publicación en septiembre pasado, ya lleva tres ediciones que se agotan en librerías de todo el país.

El logro más importante de la industria alimentaria para volverse inmensamente poderosa fue volver invisibles todos sus procesos de producción. Podemos creer que sabemos qué comemos pero la realidad es que no sabemos nada: ni de dónde vienen los pollos que aparecen en la pollería, ni por qué hay tomates en julio, o de dónde surge el salmón que comanda la moda del sushi”, dice Soledad, quien comenzó el proyecto con las mismas preguntas que podría hacerse cualquier persona delante de una góndola de supermercado. “Si supiéramos cómo se producen nuestros alimentos –bajo qué condiciones de crueldad con las especies y con las personas, con qué cantidad inmensa de drogas y químicos venenosos, y con qué tremendos efectos a mediano plazo sobre el medio ambiente y la sociedad toda– probablemente no podríamos permanecer impávidos”, apunta.

Estado lamentable
Desde el pollo que crece en criaderos superpoblados, donde se les cortan los picos y se sobrealimentan hasta que sus patas no pueden sostenerlos, a los agrotóxicos que comemos a través de verduras envenenadas sistémicamente, el tráfico de carne de caballo o los pueblos condenados a desaparecer por el cultivo intensivo de soja, la cadena de la producción de alimentos comienza y termina en un estado lamentable.

La crisis de este sistema es muy notoria y los desastres que produce no van a dejar prácticamente nada en pie”, sigue la autora, y agrega el dato de los 12 millones de personas que están siendo fumigadas con 300 millones de litros de agrotóxicos por año, con el caso de las Madres de Ituzaingó como testigo de la situación. “El cáncer y otras patologías son lo único que crece en proporción directa a la pobreza y la marginalidad. Nuestros suelos están perdiendo su fertilidad a pasos acelerados, nuestros recursos ictícolas se agotan y nadie hace nada. En nombre de todos se toman decisiones como subvencionar los corrales de engorde de ganado, quitando a las vacas del campo”.

Esas vacas, que ya no comen pasto, son apenas uno de los múltiples tentáculos con los que se mueve la maquinaria. Malcomidos indaga el escenario sin dejar afuera a quienes somos parte necesaria de que siga así.

Es un sistema que está siendo fuertemente criticado en todo el mundo y que, a medida que las personas se enteran, va quedando atrás”, agrega Barruti, y señala que buena parte del problema consiste en una distorsión en la percepción de quienes consumimos. “Todavía tenemos en el imaginario la idea de un país natural, donde los criaderos, plantaciones y productos que se dicen alimentos cuando no lo son, pertenecen a países como Estados Unidos. Pero lo cierto es que los problemas ya nos llegaron”.

El dato de que somos el país latinoamericano con mayor cantidad de niños obesos menores a 5 años es parte del diagnóstico, sumado a que la diabetes tipo 2 ya está considerándose epidemia y crecen las estadísticas de enfermedades cardiovasculares y distintos tipos de cáncer relacionados con la dieta.

Algo que ver
–¿Qué papel que juegan las políticas públicas en tu investigación y cuál es el papel del consumidor?

–El papel del Estado está muy presente al momento de apoyar e incentivar los negocios de un puñado de grandes corporaciones, y nulos al momento de pensar políticas productivas que incluyan a quienes históricamente han sabido producir alimentos sanos. Alcanza con leer el Plan Estratégico Agroalimentario 2020 para darse cuenta de que en este país no importa el chacarero, ni la agricultura familiar, ni mucho menos las comunidades campesinas u originarias. Los incentivos están dados en primer lugar a los que producen commodities de exportación (multinacionales sojeras o maiceras), y luego a quienes apuesten a la producción intensiva e industrial (las compañías detrás del boom del pollo, por ejemplo, o de los corrales de engorde de ganado) que no piensan en la calidad, ni en la diversidad, sino en la maximización de ganancias a como dé lugar.

El valor de los individuos aparece entonces, según Barruti, a la hora de decidir quiénes deciden. “Es importante que los argentinos nos demos cuenta de que éste es un país agroexportador y que nosotros, como consumidores, no representamos una fuerza poderosa. Sí, en cambio, lo hacemos como figuras políticas. Creo que el día que nos demos cuenta de que el Estado somos todos y empecemos a reclamar que los que gobiernan cumplan sus funciones de cuidado de los productos que llegan a nuestra mesa, de nuestra cultura y de nuestros bienes comunes (como el suelo), vamos a poder concretar cambios significativos”, define.

Salida soberana
Y hasta entonces ¿qué comemos? La pregunta es lo que primero aparece detrás del velo que corre Malcomidos. Un circuito tan cerrado de producción y consumo sólo puede desarmarse a partir la difusión 2 de información y de las grietas que algunos individuos están comenzando a convertir en un movimiento alternativo: la soberanía alimentaria.

Cuando empezás a ver de dónde vienen los alimentos industriales entendés que la única salida está en volver a humanizar todo el asunto. En todas las provincias del país hay productores que están reconvirtiéndose a la agroecología, y que quieren producir sin poner su salud en riesgo. O sea, que están produciendo sin químicos, lejos de los galpones de cría intensiva de animales, y en espacios sustentables, que, además, les garantice la durabilidad de su tierra. Comprarles a ellos no siempre es más caro que comprar en un supermercado aunque sí es cierto que implica una dedicación más grande, ya que todavía no es un proceso de compra que esté al alcance de la mano”.

En muchas universidades del país, la cátedra de Soberanía alimentaria es ya parte de los contenidos con los que se forman las nuevas camadas de profesionales y cada vez son más los sectores interesados en corregir el rumbo. Así, los encuentros de productores comienzan a dar forma a una contracultura cada vez más cercana a la alimentación saludable, mientras otros, como los Médicos de Pueblos Fumigados, aportan información científica sobre el tema y lo hacen visible desde sus efectos.

La soberanía alimentaria, es decir la capacidad de producir los alimentos que necesitamos, no sólo es posible sino que es el único camino a adoptar si no queremos seguir siendo un gran espacio de tierra que se va muriendo mientras cultivamos los granos que exige China”, aporta la periodista.

Y añade que parte de esa soberanía también se ejerce en la elección de los productos que consumimos: pescados argentinos en lugar de salmón industrial chileno, por ejemplo. “Porque mientras nosotros consumimos ese pescado que es producido en las condiciones más deplorables, en espacios llenos de químicos, colorantes y antibióticos, nuestros recursos ictícolas son desde hace varios años una moneda de cambio político, y se rematan y se sobreexplotan hasta la desaparición”, agrega.

El lugar de la resistencia
Perder la conciencia es parte de los acuerdos que hicimos como sociedad, reflexiona Barruti, y que han llevado a un estado de situación que hoy parece lejos de la voluntad de los individuos. Pero no todo está perdido, y el último tramo de Malcomidos se dedica a revisar experiencias, testimonios y casos de personas y colectivos que lograron revertir y revolucionar lo establecido.

Creo que todos debemos acercarnos más a la cocina, un espacio de verdadera resistencia: cocinar nos enseña cómo tienen que ser los productos: desde los tomates hasta un pedazo de carne”, explica la autora y dice que en lo personal, el trabajo le sirvió para modificar hábitos.

–¿Por qué se volvió tan difícil alimentarse y tan fácil comer?

–Porque comer se convirtió en un acto de consumo como cualquier otro y para incentivarlo y mantener la maquinaria en funcionamiento se fue volviendo de todo antes que alimentación. Alimentarse naturalmente es algo en el fondo aburrido, o no marketineable. En cambio comer puede ser altamente emotivo, divertido, entretenido. Todo el sistema de la industria alimentaria está puesto en transmitir mensajes en torno a la comida que no tienen que ver con alimentación sino con un universo paralelo.

–¿Por qué estuvimos tanto tiempo distraídos acerca de un asunto fundamental como la comida?

–Si bien gran parte de nuestros problemas sociales, culturales, políticos, medioambientales y de salud tienen que ver con nuestra matriz productiva, pareciera que los problemas siempre son otros y que hablar de alimentos es casi una cuestión secundaria o, peor, un esnobismo. El lugar de los alimentos en las noticias tiene que ver con su precio, absurdamente caro y en relación con este lugar periférico de la soja que ocupa hoy la comida.

No mirar sirve para no ver, y en este punto Barruti entiende que hay una relación directa entre la ignorancia de la población acerca del sistema productivo y los agroquímicos que nos llegan a la mesa con las ensaladas, las bacterias peligrosísimas relacionadas con el uso de antibióticos en la cría de animales, la mayor cantidad de grasas saturadas que tiene toda la comida.

O cuando se vuelve evidente que el crecimiento del monocultivo corrió a las personas de sus lugares rurales para volverlas masa política que malvive en barrios sociales o en asentamientos marginales y que eso tiene relación directa con el crecimiento de la violencia. O cuando es tan claro que determinadas catástrofes naturales son consecuencia directa del desmonte. Entonces es inevitable entender que la discusión sobre qué y cómo se produce debería ocupar un espacio central en nuestras preocupaciones”, define.

–¿Cómo se podría recuperar la cultura chacarera, las huertas familiares y el desarrollo de un sistema alternativo?

–Con apoyo directo del Estado. Así como todo está orientado actualmente para que crezcan un puñado de corporaciones, habría que alentar un programa serio de reinserción rural, de trabajo digno en el campo. Así como se hizo una ley de extranjerización, habría que hacer una ley de uso de tierra. Porque si se la usa para hacer plantaciones extensivas de soja de Grobocopatel o de un japonés que ni pisa el país da lo mismo. Se deberían subsidiar las producciones diversificadas, o promoverlas con compras directas del Estado a estos emprendimientos. Hay que revalorizar y rescatar los saberes antes de que se pierdan.

–¿Cuál es el modo de recuperar la responsabilidad sobre los alimentos?

–Hay que reconocer qué es un alimento y qué no lo es. También subrayar que hay comidas que producen daño, y que por lo general son los que vienen graciosamente presentados. Tenemos que lograr que nos den de comer personas y no empresas. Las empresas no tienen ninguna obligación en cuidar a nadie, ni en nutrir, ni en nada que se le parezca. Fuente: www.lavoz.com.ar/
Libro: Malcomidos. Cómo la industria alimentaria nos está matando
Soledad Barruti / Editorial Planeta

sábado, 23 de noviembre de 2013

El cambio climático, ¿qué tan rápido avanza?

Algunos son incrédulos y la mayoría piensa que aún nos queda tiempo para actuar. Pero en épocas pasadas el fenómeno arrasó con la humanidad
Mientras las imágenes trágicas del desastre en Filipinas afligen al mundo, podemos notar que algo falta: no hemos escuchado hablar mucho sobre la relación entre los ciclones tropicales y el cambio climático global.

En 2007, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) emitió un reporte en el que advierte que el aumento en la temperatura provocaría tormentas más frecuentes y más violentas. El año pasado, el panel moderó dicha conclusión.

Aunque con el agua más tibia aumentan las probabilidades de que ocurran ciclones —y el aumento en el nivel del mar provoca que estas tormentas tropicales sean más peligrosas—, el cambio en los patrones del viento podrían contrarrestar esos peligros. Para los estadounidenses en particular, 2013 fue la temporada de huracanes más tranquila desde 2002.

Sin embargo, los huracanes son solo un ejemplo de evento climático extremo. En enero de 2013, el diario The New York Times estudió los casos más importantes que ocurrieron en todo el mundo:

"China vive el invierno más crudo en casi 30 años. Brasil está bajo el azote de una terrible ola de calor. El este de Rusia está tan frío —46 grados bajo cero y sigue a la baja— que los semáforos dejaron de funcionar recientemente en la ciudad de Yakutsk".

"Los incendios azotan Australia, alimentados por una ola de calor nunca antes vista. Pakistán quedó inundado inesperadamente en septiembre. Una tormenta violenta con lluvia, nieve e inundaciones golpeó a Medio Oriente. En Estados Unidos, los científicos confirmaron esta semana lo que la gente podía saber con tan solo salir: el año pasado fue el más cálido que se había registrado".

Cuando hablamos de cambio climático, tenemos dos temas que a menudo son considerados uno solo: ¿El cambio climático es real? Si es así, ¿el clima cambia a causa de la actividad humana?

La segunda pregunta incita intensas pasiones —aunadas a los enormes intereses económicos involucrados— que pueden provocar que la gente juzgue precipitadamente la pregunta número uno. Dentro de la primera pregunta hay dos más: ¿Qué tan perjudicial es el cambio climático? ¿Qué tan rápido avanza?

Podemos encontrar las respuestas a estas preguntas en una nueva obra sobre historia: Global Crisis. Se trata del examen que Geoffrey Parker hace del impacto climático más reciente que los humanos hemos experimentado: la Pequeña Edad de Hielo.

Después de medio milenio de temperaturas muy benignas, el hemisferio norte empezó a enfriarse gradualmente después de 1550. Para 1620, el enfriamiento paulatino se había transformado en congelamiento profundo.

Para el siguiente medio siglo, los pueblos del hemisferio norte sufrieron una catástrofe climática tras otra:

Durante el invierno de 1620-1621, el Bósforo —río que separa a Europa de Asia, ubicado en lo que hoy es Turquía— se congeló por primera y única vez en la historia.

El verano de 1627 fue el más húmedo de Europa en 500 años; 1628 fue uno de los inviernos más fríos que ha sido registrado.

En 1641, el Gran Canal que conectaba a Beijing —la mayor ciudad del planeta— perdió su suministro de alimentos en el sur de China debido a la falta de lluvias ocurrida por única vez, de acuerdo con los registros. China perdió varias cosechas durante la década de 1640 a causa de las sequías y el exceso de agua.

En 1641 sucedió el tercer verano más frío que en el hemisferio norte; en 1642 fue registrado el número 28 más frío y en 1643 el décimo. Se perdieron las cosechas de las islas Británicas y del centro de Europa en tres temporadas consecutivas.

El invierno de 1649 fue el más frío registrado en China.

En 1657, se congeló la bahía de Massachusetts, en Estados Unidos; más al sur, la gente podía caminar sobre el hielo en el río Delaware.

Al año siguiente (1658), la sonda danesa se congeló a tal punto que el ejército sueco y su artillería pudieron marchar desde Jutlandia hasta Copenhague, sobre lo que usualmente es el océano.

En Polonia hubo 109 días de heladas entre 1666 y 1667, a diferencia de los 63 días en promedio registrados en los últimos años.

El río Támesis, en Gran Bretaña, se congeló a tal punto que miles de personas lo usaron como camino durante seis semanas mientras transcurría el invierno de 1683-1684.

Estos eventos climáticos extremos son solo unos cuantos de los cientos de ejemplos que Parker cita en su profundo estudio de esa época. La casa editorial Yale University Press publicó Global Crisis a principios de este año.

Parker es más conocido como historiador especialista en la Guerra de los Treinta Años, el conflicto que desgarró a Alemania entre 1618 y 1648 y en el que la violencia, el hambre y las enfermedades cobraron la vida de tal vez un tercio de la población.

El cambio climático: los países encabezan la lucha

En esta obra enormemente ambiciosa, Parker estudia todo el mundo y sintetiza la violencia terrible que estalló en toda Eurasia durante los años más fríos e inclementes de la Pequeña Edad de Hielo: el derrocamiento de la dinastía Ming en China y la conquista del país más poblado del mundo a manos de los invasores de Manchuria; las guerras civiles en Irán y el norte de India; el colapso del poderío otomano; la persecución de los judíos en Ucrania; la peor masacre de judíos entre las Cruzadas y el Holocausto; la inclemente guerra de Nueva Inglaterra contra los indios pequot, la destrucción de Polonia, que en esa época era el mayor Estado de Europa; la rebelión de la Fronda en Francia; la guerra civil inglesa; el ataque de Oliver Cromwell contra Irlanda; las rebeliones de Portugal y Cataluña contra el imperio español…

Todos estos eventos iban acompañados por la peste y las hambrunas que culminaron en la mayor epidemia de peste bubónica de la historia de Europa en la década de 1660.

Europa solo vivió tres años de paz absoluta entre 1600 y 1700.

Los historiadores conocen bien la estadística que indica que una tercera parte de los alemanes murió durante la Guerra de los Treinta Años. Parker insinúa que esta cifra podría extenderse por casi todo el bloque continental, desde Lisboa al Pacífico, y que China sufrió las peores consecuencias.

Obviamente, la Pequeña Edad de Hielo no fue producto del hombre. El sol emitió un poco menos de energía de lo acostumbrado en el siglo XVII y hubo más erupciones volcánicas de lo usual. Para decenas de millones de seres humanos, las consecuencias de estos eventos inesperados fueron terribles y letales: muertes por violencia, por enfermedades, por hambre.

Parker insiste una y otra vez en la moraleja: lo más importante sobre el cambio climático no es cómo ocurre, sino qué tan rápido ocurre.

Nuestros debates contemporáneos sobre el clima parecen dar por sentado que el cambio ocurrirá gradualmente a lo largo del próximo siglo, lo que nos dará bastante tiempo para actuar.

En el siglo XVII, la catástrofe ocurrió con asombrosa rapidez —en el lapso de una vida humana— y los seres humanos murieron por montones.

En la historia de Parker hay una sola excepción a la infeliz historia: Japón en el tiempo de los shogunes, en donde los líderes efectivos encontraron formas de manejar y mitigar los desastres que no podían entender.


Si para algunos seres humanos fue posible estar preparados para lo peor en esos días anteriores a la era de la ciencia, seguramente es más posible para nosotros en esta era avanzada.
Fuente: mexico.cnn.com/