sábado, 22 de octubre de 2016

El modelo extractivo minero, amenaza potencial contra la diversidad biológica en Mesoamérica

No cabe duda que la implementación del modelo extractivista como opción de “desarrollo” por parte de los Estados contraviene los esfuerzos existentes a nivel global y regional para amortiguar la crisis climática y ambiental. Con cinismo y engaños, se vulneran tratados y convenios internacionales más elementales con los que se pretende un mínimo para frenar la destrucción del medio ambiente y la biodiversidad biológica.



No hay duda alguna, el modelo extractivo minero es el megaproyecto de mayor impacto territorial que, además de avasallar los derechos humanos y los bienes de la naturaleza, fomenta el acaparamiento y despojo de tierras y en consecuencia es promotor “natural” de la destrucción de la Madre Tierra.

A nivel mundial, Mesoamérica se caracteriza por poseer una gran diversidad biológica y cultural, no solo por su milenaria historia precolombina, sino también por su ubicación geográfica en la zona ecuatorial, lo que hace de ésta una región con particularidades que derivan en una gran riqueza de bienes naturales y de reserva hídrica, hogar de especies endémicas nativas en peligro de extinción y con zonas de vida exclusivas en el planeta. Sobresalen sus sistemas montañosos como la Sierra Madre (Occidental y Oriental) en México, que recorre gran parte del país; la sierra de los Cuchumatanes en Guatemala; y las cordilleras Volcánica Central y Talamanca en Costa Rica (esta última presente también en Panamá). Es en estas sierras en donde la vida se hace diversa, en donde la naturaleza se expresa de forma multifacética y en donde los pueblos mesoamericanos han contribuido con su manejo y la domesticación de especies nativas, al establecimiento de procesos bioculturales históricos. Y todo ello implica biodiversidad.

La riqueza de la biodiversidad en Mesoamérica está en riesgo debido a los proyectos integracionistas de carácter neoliberal como el “Plan Puebla Panamá”, ahora denominado “Proyecto Mesoamérica”, entre otros proyectos de integración mercantil, que no son más que los planes de empresas y otros actores transnacionales que buscan a toda costa la mercantilización de la naturaleza. El ahora llamado “Proyecto Mesoamérica” busca de forma progresiva crear las condiciones ideales para que se faciliten los procesos para la inversión privada nacional, extranjera y/o trasnacional. No es casual entonces que se hable de la generación de grandes proyectos de infraestructura como carreteras, ferrovías, aeropuertos y puertos marinos, además que el incremento en energía se consiga a través de subestaciones de mega hidroeléctricas o parques eólicos. Sin estos proyectos de infraestructura, comunicación y energía, la inversión quedaría simplemente congelada y las empresas no llegarían o no podrían operar. Al mismo tiempo, se requieren grandes cantidades de bienes naturales como el agua, que en algunos casos, como en los proyectos mineros, es un bien imprescindible para su establecimiento y operación. Por ello tampoco es casual que el sistema de integración energética implique homogeneizar el cableado en la región, a la vez que cada uno de los países avance en la desregularización de sus leyes y reglamentos para posteriormente hacer una nueva regulación acomodada al sector empresarial (1).

El efecto de esas desregulaciones tiene diferentes facetas, pero basta con observar las miles de concesiones mineras, asociadas a proyectos energéticos, autorizadas de manera arbitraria por los Estados, que amenazan y vulneran este territorio para tener una muestra de lo que aquí exponemos.

En este contexto, los destructivos proyectos de la empresa minera canadiense GoldCorp en la región tales como La Mina Marlin en Guatemala, la mina San Martín en Valle de Siria, Honduras o el complejo minero Los Filos en Carrizalillo, México, son un fiel exponente de cómo la explotación a cielo abierto es la esencia de la devastación que produce el modelo extractivo. En estos países, la explotación minera a cielo abierto ha provocado la contaminación de los ríos como efecto del proceso de lixiviación (uso del cianuro de sodio en la extracción de algunos minerales como el oro, la plata y el cobre), así como la producción de grandes pasivos ambientales derivados de los metales pesados tóxicos, que ocasionan irreversibles daños a las salud de las personas y animales y al ambiente.

No obstante, y a pesar que las entidades financieras, los gobiernos y las corporaciones mineras realizan grandes esfuerzos para convencer y hacer creer a la población que el extractivismo minero es la única opción de desarrollo. Los pueblos, haciendo uso de sus procesos pacíficos, democráticos, legales y basados en su libre determinación, han construido diferentes formas de resistencia para frenar la expansión minera y desmitificar el discurso del “progreso y desarrollo” que el modelo extractivista ha estado promoviendo e imponiendo.

El modelo económico imperante es voraz y mercantilista de los bienes naturales a los que define como “estratégicos” (agua, minerales, aire, tierra), buscando simplificar el significado de los mismos, de tal manera que, para el modelo extractivo, un bosque es visto únicamente como productor de madera y recursos energéticos y una montaña es considerada un conjunto de minerales y metales preciosos. De esta forma se pierde la visión de la integralidad que habita al interior de los ecosistemas. Por su parte, los pueblos indígenas, de acuerdo a su cosmovisión, consideran históricamente a la naturaleza como un todo, en donde hay interrelaciones de cosmovisión terrenales y supraterrenales para con los bosques, ríos y el conjunto de la Madre Tierra, siendo esta la esencia de la vida misma. No es casual entonces que ante el modelo extractivo depredador, las resistencias reaccionen y salgan en defensa de la vida misma, siendo capaces de garantizar la existencia de la gran riqueza natural que aún quedan en la región.

Francisco Mateo, miembro del Consejo de Pueblos Mayas de Guatemala y Miguel Angel Mijangos, miembro de Procesos Integrales para la Autogestión de los Pueblos Integrantes del Movimiento Mesoamericano contra el Modelo extractivo Minero -M4, movimientom4.org. Contacto: info @movimientom4.org

Notas

(1) http://movimientom4.org/...

Fuente: Movimiento M4

viernes, 21 de octubre de 2016

¿CÓMO AFECTA LA POBREZA A LA VIDA DE LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS?


Por Ianina Tuñón.

Existe amplio consenso. La infancia es una de las poblaciones más vulnerables a los ciclos económicos recesivos, es decir, a la pobreza. Esta no solo afecta las estrategias de sobrevivencia de los hogares donde se concentra la infancia de modo mayoritario sino que, adicionalmente, se ven empobrecidas las estructuras de oportunidades como consecuencia de una menor inversión en educación, salud e infraestructura pública, entre otros servicios imprescindibles para el desarrollo humano y el efectivo ejercicio de derechos en la niñez y adolescencia.

Los efectos que pueden tener las crisis socioeconómicas sobre las estructuras de oportunidades de niños, niñas y adolescentes son muy relevantes e inciden en aspectos esenciales al sostenimiento de la vida, como es el acceso a los alimentos, pero también en el ejercicio de capacidades cruciales para el desarrollo humano como son el acceso a la atención de la salud y a una educación de calidad.

Es por ello que resulta imprescindible el seguimiento amplio e integral de los espacios de evaluación del desarrollo humano en la infancia que, de modo adicional, se corresponde con dimensiones de derechos con amplio consenso en la sociedad y cuyo efectivo cumplimiento puede ser exigido.

El ejemplo de Argentina

Esta doble perspectiva orienta los estudios del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia de la Universidad Católica Argentina que a través de una encuesta probabilística estratificada resulta representativa de todas las ciudades Argentinas de 80.000 habitantes o más. Esta encuesta releva cada año, desde 2010, información sobre las condiciones de vida de la infancia y adolescencia entre 0 y 17 años en una muestra de 5.700 hogares. La estructura de dimensiones de derechos considerados en el estudio de referencia es:

1) Alimentación, salud y hábitat;
2) Subsistencia;
3) Crianza y socialización;
4) Educación;
5) Información;
6) Protecciones especiales: trabajo infantil.

A partir de esta investigación se advierte que en el año 2015, el 24,3% de la infancia en la Argentina urbana residía en hogares con Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) (El 28,6% en el grupo de edad de 0 a 4 años). En el período entre el 2010 y el 2015, se registró una merma de 3,6 puntos porcentuales (p.p.). El 35,3% de la población de menos de 18 años se encontraba bajo algún sistema de protección social a través de transferencias de ingresos no contributivas (El 40,2% en el grupo de edad de 0 a 4 años). En los últimos seis años se registró una disminución en la cobertura de referencia de 3,4 p.p.

Durante el año 2015, el 25,8% de los niños y niñas de entre 0 y 17 años no habían consultado a un médico (El 10,9% en el grupo de edad de 0 a 4 años). Esta situación de déficit en el acceso a la salud empeoró entre el 2010 y el 2015 en 2,4 p.p. La responsabilidad de cobertura del sistema de salud de gestión pública es del 48,1% en la niñez y adolescencia en el año 2015 (El 51,5% en la población de 0 a 4 años), y se mantiene estable en el período de referencia.

En el espacio del hábitat, se advierte que el 18,9% de los niños y niñas residen en viviendas inconvenientes en términos de la precariedad de su construcción, y el 18,5% en situación de hacinamiento. El 18,7% comparte cama o colchón para dormir (El 26,9% en el grupo de edad de 0 a 4 años y el 32,8% en el espacio de villas o asentamientos urbanos). La tendencia es positiva en los tres indicadores con mermas de 1,6, 3,0 y 3,8 p.p. respectivamente.

En el espacio de la estimulación emocional, social e intelectual se advierte que en el año 2015, entre los 0 y los 12 años, al 43,2% no le contaban cuentos ni le relataban historias orales (El 30,4% en el grupo de edad de 0 a 4 años y el 54% en el cuartil más pobre); el 40,1% no tenía libros infantiles en su hogar (El 65% en el cuartil más pobre), y al 12,8% no le habían festejado su último cumpleaños (El 13,7% en el grupo de edad de 1 a 4 años y el 23% en el 25% más pobre). En el caso de este último indicador la tendencia es positiva pero la estimulación a través de la palabra y el vínculo con los libros siguen una evolución negativa.

Entre los niños y niñas de 5 a 12 años se registra una escolarización casi plena en la Argentina urbana. El 73,7% de esta población asiste a escuelas de gestión pública y se estima que alrededor del 90% lo hace en una jornada escolar simple. Se trata de una mayoría abrumadora de niños y niñas que poseen tiempo para socializarse en otros entornos sociales diferentes del escolar y familiar. Sin embargo, el 60% no realiza actividades físicas o deportivas fuera de la clase de educación física escolar, y el 85,9% no realiza actividades artísticas o culturales extra-escolares. Asimismo, se estima que la mitad no tiene comportamiento lector de textos impresos. Con respecto a eso, la tendencia en los últimos seis años no es muy alentadora.

En la educación primaria, las disparidades sociales son significativas y se revelan persistentes en, por ejemplo, la oferta de enseñanza de una segunda lengua y computación. Si bien la educación de gestión pública ha realizado importantes esfuerzos en la incorporación de estos recursos, no han sido suficientes para disminuir la brecha regresiva respecto de la educación de gestión privada. Empero las disparidades sociales también se advierten con crudeza en el interior de la educación de gestión pública, donde ofertas como las mencionadas, son menos frecuentes en las escuelas a las que asisten niños y niñas en situación de pobreza, muchas veces localizadas en espacios residenciales segregados.

¿Cómo influye vivir en situación de pobreza a niños y niñas en tu país? Te invito a ver el siguiente video. Fuente: blogs.iadb.org/

 

Ianina Tuñón es la Investigadora Responsable del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia en el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Pontificia Universidad Católica Argentina.

martes, 11 de octubre de 2016

Ser como ellos

Eduardo Galeano

Al cabo de cinco siglos de negocio de toda la cristiandad, ha sido aniquilada una tercera parte de las selvas americanas, está yerma mucha tierra que fue fértil y más de la mitad de la población come salteado.


Cinco siglos de prohibición del arcoiris en el cielo americano

El Descubrimiento: el 12 de octubre de 1492, América descubrió el capitalismo. Cristóbal Colón, financiado por los reyes de España y los banqueros de Génova, trajo la novedad a las islas del mar Caribe. En su diario del Descubrimiento, el almirante escribió 139 veces la palabra oro y 51 veces la palabra Dios o Nuestro Señor. Él no podía cansar los ojos de ver tanta lindeza en aquellas playas, y el 27 de noviembre profetizó: Tendrá toda la cristiandad negocio en ellas. Y en eso no se equivocó. Colón creyó que Haití era Japón y que Cuba era China, y creyó que los habitantes de China y Japón eran indios de la India; pero en eso no se equivocó.

Al cabo de cinco siglos de negocio de toda la cristiandad, ha sido aniquilada una tercera parte de las selvas americanas, está yerma mucha tierra que fue fértil y más de la mitad de la población come salteado. Los indios, víctimas del más gigantesco despojo de la historia universal, siguen sufriendo la usurpación de los últimos restos de sus tierras, y siguen condenados a la negación de su identidad diferente. Se les sigue prohibiendo vivir a su modo y manera, se les sigue negando el derecho de ser. Al principio, el saqueo y el otrocidio fueron ejecutados en nombre del Dios de los cielos. Ahora se cumplen en nombre del dios del Progreso.

Sin embargo, en esa identidad prohibida y despreciada fulguran todavía algunas claves de otra América posible. América, ciega de racismo, no las ve.

El 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón escribió en su diario que él quería llevarse algunos indios a España para que aprendan a hablar ('que deprendan fablar'). Cinco siglos después, el 12 de octubre de 1989, en una corte de justicia de los Estados Unidos, un indio mixteco fue considerado retardado mental ('mentally retarded') porque no hablaba correctamente la lengua castellana. Ladislao Pastrana, mexicano de Oaxaca, bracero ilegal en los campos de California, iba a ser encerrado de por vida en un asilo público. Pastrana no se entendía con la intérprete española y el psicólogo diagnosticó un claro déficit intelectual. Finalmente, los antropólogos aclararon la situación: Pastrana se expresaba perfectamente en su lengua, la lengua mixteca, que hablan los indios herederos de una alta cultura que tiene más de dos mil años de antigüedad.

El Paraguay habla guaraní. Un caso único en la historia universal: la lengua de los indios, lengua de los vencidos, es el idioma nacional unánime. Y sin embargo, la mayoría de los paraguayos opina, según las encuestas, que quienes no entienden español son como animales.

De cada dos peruanos, uno es indio, y la Constitución de Perú dice que el quechua es un idioma tan oficial como el español. La Constitución lo dice, pero la realidad no lo oye. El Perú trata a los indios como África del Sur trata a los negros. El español es el único idioma que se enseña en las escuelas y el único que entienden los jueces y los policías y los funcionarios. (El español no es el único idioma de la televisión, porque la televisión también habla inglés.) Hace cinco años, los funcionarios del Registro Civil de las Personas, en la ciudad de Buenos Aires, se negaron a inscribir ek nacimiento de un niño. Los padres, indígenas de la provincia de Jujuy, querían que su hijo se llamara Qori Wamancha, un nombre de su lengua. El Registro argentino no lo aceptó por ser nombre extranjero.

Los indios de las Américas viven exiliados en su propia tierra. El lenguaje no es una señal de identidad, sino una marca de maldición. No los distingue: los delata. Cuando un indio renuncia a su lengua, empieza a civilizarse. ¿Empieza a civilizarse o empieza a suicidarse?

Cuando yo era niño, en las escuelas del Uruguay nos enseñaban que el país se había salvado del problema indígena gracias a los generales que en el siglo pasado exterminaron a los últimos charrúas.
El problema indígena: los primeros americanos, los verdaderos descubridores de América, son un problema. Y para que el problema deje de ser un problema, es preciso que los indios dejen de ser indios. Borrarlos del mapa o borrarles el alma, aniquilarlos o asimilarlos: el genocidio o el otrocidio.

En diciembre de 1976, el ministro del Interior del Brasil anunció, triunfal, que el problema indígena quedará completamente resuelto al final del siglo veinte: todos los indios estarán, para entonces, debidamente integrados a la sociedad brasileña, y ya no serán indios. El ministro explicó que el organismo oficialmente destinado a su protección (FUNAI, Fundacao Nacional do Indio) se encargará de civilizarlos, o sea: se encargará de desaparecerlos. Las balas, la dinamita, las ofrendas de comida envenenada, la contaminación de los ríos, la devastación de los bosques y la difusión de virus y bacterias desconocidos por los indios, han acompañado la invasión de la Amazonia por las empresas ansiosas de minerales y madera y todo lo demás. Pero la larga y feroz embestida no ha bastado. La domesticación de los indios sobrevivientes, que los rescata de la barbarie, es también un arma imprescindible para despejar de obstáculos el camino de la conquista.

Matar al indio y salvar al hombre, aconsejaba el piadoso coronel norteamericano Henry Pratt. Y muchos años después, el novelista peruano Mario Vargas Llosa explica que no hay más remedio que modernizar a los indios, aunque haya que sacrificar sus culturas, para salvarlos del hambre y la miseria.

La salvación condena a los indios a trabajar de sol a sol en minas y plantaciones, a cambio de jornales que no alcanzan para comprar una lata de comida para perros. Salvar a los indios también consiste en romper sus refugiso comunitarios y arrojarlos a las canteras de mano de obra barata en la violenta intemperie de las ciudades, donde cambian de lengua y de nombre y de vestido y terminan siendo mendigos y borrachos y putas de burdel. O salvar a los indios consiste en ponerles uniforme y mandarlos, fusil al hombro, a matar a otros indios o a morir defendiendo al sistema que los niega. Al fin y al cabo, los indios son buena carne de cañón: de los 25 mil indios norteamericanos enviados a la segunda guerra mundial, murieron 10 mil.

El 16 de diciembre de 1492, Colón lo había anunciado en su diario: los indios sirven para les mandar y les hacer trabajar, sembrar y hacer todo lo que fuere menester y que hagan villas y se enseñen a andar vestidos y a nuestras costumbres. Secuestro de los brazos, robo del alma: para nombrar esta operación, en toda América se usa, desde los tiempos coloniales, el verbo reducir. El indio salvado es el indio reducido. Se reduce hasta desaparecer: vaciado de sí, es un no-indio, y es nadie.

El shamán de los indios chamacocos, de Paraguay, canta a las estrellas, a las arañas y a la loca Totila, que deambula por los bosques y llora. Y canta lo que le cuenta el martín pescador:

-No sufras hambre, no sufras sed. Súbete a mis alas y comeremos peces del río y beberemos el viento.
Y canta lo que le cuenta la neblina:
-Vengo a cortar la helada, para que tu pueblo no sufra frío.
Y canta lo que le cuentan los caballos del cielo:
-Ensíllanos y vamos en busca de la lluvia.

Pero los misioneros de una secta evangélica han obligado al chamán a dejar sus plumas y sus sonajas y sus cánticos, por ser cosas del Diablo; y él ya no puede curar las mordeduras de víboras, ni traer la lluvia en tiempos de sequía, ni volar sobre la tierra para cantar lo que ve. En una entrevista con Ticio Escobar, el shamán dice: Dejo de cantar y me enfermo. Mis sueños no saben adónde ir y me atormentan. Estoy viejo, estoy lastimado. Al final, ¿de qué me sirve renegar de lo mío?

El shamán lo dice en 1986. En 1614, el arzobispo de Lima había mandado quemar todas las quenas y demas instrumentos de música de los indios, y había prohibido todas sus danzas y cantos y ceremonias para que el demonio no pueda continuar ejerciendo sus engaños. Y en 1625, el oidor de la Real Audiencia de Guatemala había prohibido las danzas y cantos y ceremonias de los indios, bajo pena de cien azotes, porque en ellas tienen pacto con los demonios.

Para despojar a los indios de su libertad y de sus bienes, se despoja a los indios de sus símbolos de identidad. Se les prohíbe cantar y danzar y soñar a sus dioses, aunque ellos habían sido por sus dioses cantados y danzados y soñados en el lejano día de la Creación. Desde los frailes y funcionarios del reino colonial, hasta los misioneros de las sectas norteamericanas que hoy proliferan en América Latina, se crucifica a los indios en nombre de Cristo: para salvarlos del infierno, hay que evangelizar a los paganos idólatras. Se usa al Dios de los cristianos como coartada para el saqueo.

El arzobispo Desmond Tutu se refiere al África, pero también vale para América:

-Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: 'Cierren los ojos y recen'. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia.

Los doctores del Estado moderno, en cambio, prefieren la coartada de la ilustración: para salvarlos de las tinieblas, hay que civilizar a los bárbaros ignorantes. Antes y ahora, el racismo convierte al despojo colonial en un acto de justicia. El colonizado es un sub-hombre, capaz de superstición pero incapaz de religión, capaz de folclore pero incapaz de cultura: el sub-hombre merece trato subhumano, y su escaso valor corresponde al bajo precio de los frutos de su trabajo. El racismo legitima la rapiña colonial y neocolonial, todo a lo largo de los siglos y de los diversos niveles de sus humillaciones sucesivas.

América Latina trata a sus indios como las grandes potencias tratan a América Latina.

Gabriel René-Moreno fue el más prestigioso historiador boliviano del siglo pasado. Una de las universidades de Bolivia lleva su nombre en nuestros días. Este prócer de la cultura nacional creía que los indios son asnos, que generan mulos cuando se cruzan con la raza blanca. Él había pesado el cerebro indígena y el cerebro mestizo, que según su balanza pesaban entre cinco, siete y diez onzas menos que el cerebro de raza blanca, y por tanto los consideraba celularmente incapaces de concebir la libertad republicana.

El peruano Ricardo Palma, contemporáneo y colega de Gabriel René-Moreno, escribió que los indios son una raza abyecta y degenerada. Y el argentino Domingo Faustino Sarmiento elogiaba así la larga lucha de kis indios araucanos por su libertad: Son más indómitos, lo que quiere decir: animales más reacios, menos aptos para la Civilización y la asimilación europea.

El más feroz racismo de la historia latinoamericana se encuentra en las palabras de los intelectuales más célebres y celebrados de fines del siglo diecinueve y en los actos de los políticos liberales que fundaron el Estado moderno. A veces, ellos eran indios de origen, como Porfirio Díaz, autor de la modernización capitalista de México, que prohibió a los indios caminar por las calles principales y sentarse en las plazas públicas si no cambiaban los calzones de algodón por el pantalón europeo y los huaraches por zapatos.

Eran los tiempos de la articulación al mercado mundial regido por el Imperio Británico, y el desprecio científico por los indios otorgaba impunidad al robo de sus tierras y de sus brazos.

El mercado exigía café, pongamos el caso, y el café exigía más tierras y más brazos. Entonces, pongamos por caso, el presidente liberal de Guatemala, Justo Rufino Barrios, hombre de progreso, restablecía el trabajo forzado de la época colonial y regalaba a sus amigos tierras de indios y peones indios en cantidad.

El racismo se expresa con más ciega ferocidad en países como Guatemala, donde los indios siguen siendo porfiada mayoría a pesar de las frecuentes oleadas exterminadoras.

En nuestros días, no hay mano de obra peor pagada: los indios mayas reciben 65 centavos de dólar por cortar un quintal de café o de algodón o una tonelada de caña. Los indios no pueden ni plantar maíz sin permiso militar y no pueden moverse sin permiso de trabajo. El ejército organiza el reclutamiento masivo de brazos para las siembras y cosechas de exportación. En las plantaciones, se usan pesticidas cincuenta veces más tóxicos que el máximo tolerable; la leche de las madres es la más contaminada del mundo occidental. Rigoberta Menchú: su hermano menor, Felipe, y su mejor amiga, María, murieron en la infancia, por causa de los pesticidas rociados desde las avionetas. Felipe murió trabajando en el café. María, en el algodón. A machete y bala, el ejército acabó después con todo el resto de la familia de Rigoberta y con todos los demás miembros de su comunidad. Ella sobrevivió para contarlo.

Con alegre impunidad, se reconoce oficialmente que han sido borradas del mapa 440 aldeas indígenas entre 1981 y 1983, a lo largo de una campaña de aniquilación más extensa, que asesinó o desapareció a muchos miles de hombres y de mujeres. La limpieza de la sierra, plan de tierra arrasada, cobró también las vidas de una incontable cantidad de niños. Los militares guatemaltecos tienen la certeza de que el vivio de la rebelión se transmite por los genes.

Una raza inferior, condenada al vicio y a la holgazanería, incapaz de orden y progreso, ¿merece mejor suerte? La violencia institucional, el terrorismo de Estado, se ocupa de despejar las dudas. Los conquistadores ya no usan caparazones de hierro, sino que visten uniformes de la guerra de Vietnam. Y no tienen piel blanca: son mestizos avergonzados de su sangre o indios enrolados a la fuerza y obligados a cometer crímenes que los suicidan. Guatemala desprecia a los indios, Guatemala se autodesprecia.

Esta raza inferior había descubierto la cifra cero, mil años antes de que los matemáticos europeos supieran que existía. Y habían conocido la edad del universo, con asombrosa precisión, mil años antes que los astrónomos de nuestro tiempo.

Los mayas siguen siendo viajeros del tiempo: ¿Qué es un hombre en el camino? Tiempo.

Ellos ignoraban que el tiempo es dinero, como nos reveló Henry Ford. El tiempo, fundador del espacio, les parece sagrado, como sagrados son su hija, la tierra, y su hijo, el ser humano: como la tierra, como la gente, el tiempo no se puede comprar ni vender. La Civilización sigue haciendo lo posible por sacarlos del error.

¿Civilización? La historia cambia según la voz que la cuenta. En América, en Europa o en cualquier otra parte. Lo que para los romanos fue la invasión de los bárbaros, para los alemanes fue la emigración al sur.

No es la voz de los indios la que ha contado, hasta ahora, la historia de América. En las vísperas de la conquista española, un profeta maya, que fue boca de los dioses, había anunciado: Al terminar la codicia, se desatará la cara, se desatarán las manos, se desatarán los pies del mundo. Y cuando se desate la boca, ¿qué dirá? ¿Qué dirá la otra voz, la jamás escuchada? Desde el punto de vista de los vencedores, que hasta ahora ha sido el punto de vista único, las costumbres de los indios han confirmado siempre su posesión demoníaca o su inferioridad biológica. Así fue desde los primeros tiempos de la vida colonial:

¿Se suicidan los indios de las islas del mar Caribe, por negarse al trabajo esclavo? Porque son holgazanes.
¿Andan desnudos, como si todo el cuerpo fuera cara? Porque los salvajes no tienen vergüenza.
¿Ignoran el derecho de propiedad, y comparten todo, y carecen de afán de rqueza? Porque son más parientes del mono que del hombre.
¿Se bañan con sospechosa frecuencia? Porque se parecen a los herejes de la secta de Mahoma, que bien arden en los fuegos de la Inquisición.
¿Jamás golpean a los niños, y los dejan andar libres? Porque son incapaces de castigo ni doctrina.
¿Creen en los sueños, y obedecen a sus voces? Por influencia de Satán o por pura estupidez.
¿Comen cuando tienen hambre, y no cuando es hora de comer? Porque son incapaces de dominar sus instintos.
¿Aman cuando sienten deseo? Porque el demonio los induce a repetir el pecado original.
¿Es libre la homosexualidad? ¿La virginidad no tiene importancia alguna? Porque viven en la antesala del infierno.

En 1523, el cacique Nicaragua preguntó a los conquistadores:

-Y al rey de ustedes, ¿quién lo eligió?
El cacique había sido elegido por los ancianos de las comunidades. ¿Había sido el rey de Castilla elegido por los ancianos de sus comunidades? La América precilombina era vasta y diversa, y contenía modos de democracia que Europa no supo ver, y que el mundo ignora todavía. Reducir la realidad indígena americana al despotismo de los emperadores incas, o a las prácticas sanguinarias de la dinastía azteca, equivale a reducir la realidad de la Europa renacentista a la tiranía de sus monarcas o a las siniestras ceremonias de la Inquisición.

En la tradición guaraní, por ejemplo, los caciques se eligen en asambleas de hombres y mujeres -y las asambleas los destituyen si no cumplen el mandato colectivo. En la tradición iroquesa, hombres y mujeres gobiernan en pie de igualdad. Los jefes son hombres; pero son las mujeres quienes los ponen y deponen y ellas tienen poder de decisión, desde el Consejo de Matronas, sobre muchos asuntos fundamentales de la confederación entera. Allá por el año 1600, cuando los hombres iroqueses se lanzaron a guerrear por su cuenta, las mujeres hicieron huelga de amores. Y al poco tiempo los hombres, obligados a dormir solos, se sometieron al gobierno compartido.

En 1919, el jefe militar de Panamá en las islas de San Blas, anunció su triunfo:

-Las indias kunas ya no vestirán molas, sino vestidos civilizados.
Y anunció que las indias nunca se pintarían la nariz sino las mejillas, como debe ser, y que nunca más llevarían aros en la nariz, sino en las orejas. Como debe ser.

Setenta años después de aquel canto de gallo, las indias kunas de nuestros días siguen luciendo sus aros de oro en la nariz pintada, y siguen vistiendo sus molas, hechas de muchas telas de colores que se cruzan con siempre asombrosa capacidad de imaginación y de belleza: visten sus molas en la vida y con ella se hunden en la tierra, cuando llega la muerte.

En 1989, en vísperas de la invasión norteamericana, el general Manuel Noriega aseguró que Panamá era un país respetuoso de los derechos humanos:

-No somos una tribu -aseguró el general.
Las técnicas arcaicas, en manos de las comunidades, habían hecho fértiles los desiertos en la cordillera de los Andes. Las tecnologías modernas, en manos del latifundio privado de exportación, están convirtiendo en desiertos las tierras fértiles en los Andes y en todas partes.

Resultaría absurdo retroceder cinco siglos en las técnicas de producción; pero no menos absurdo es ignorar las catástrofes de un sistema que exprime a los hombre y arrasa los bosques y viola la tierra y envenena los ríos para arrancar la mayor ganancia en el plazo menos. ¿No es absurdo sacrificar a la naturaleza y a la gente en los altares del mercado internacional? En ese absurdo vivimos; y lo aceptamos como si fuera nuestro único destino posible.

Las llamadas culturas primitivas resultan todavía peligrosas porque no han perdido el sentido común. Sentido común es también, por extensión natural, sentido comunitarios. Si pertenece a todos el aire, ¿por qué ha de tener dueño la tierra? Si desde la tierra venimos, y hacia la tierra vamos, ¿acaso no nos mata cualquier crimen que contra la tierra se comete? La tierra es cuna y sepultura, madre y compañera. Se le ofrece el primer trago y el primer bocado; se le da descanso, se la protege de la erosión.

Es sistema desprecia lo que ignora, porque ignora lo que teme conocer. El racismo es también una máscara del miedo.

¿Qué sabemos de las culturas indígenas? Lo que nos han contado las películas del Fas West. Y de las culturas africanas, ¿qué sabemos? Lo que nos ha contado el profesor Tarzán, que nunca estuvo.

Dice un poeta del interior de Bahía: Primero me robaron del África. Después robaron el África de mi.
La memoria de América ha sido mutilada por el racismo. Seguimos actuando como si fuéramos hijos de Europa, y de nadie más.

A fines del siglo pasado, un médico inglés, John Down, identificó el síndrome que hoy lleva su nombre. Él creyó que la alteración de los cromosomas implicaba un regreso a las razas inferiores, que generaba mongolian idiots, negroid idiots y aztec idiots.

Simultáneamente, un médico italiano, Cesare Lombrosos, atribuyó al criminal nato los rasgos físicos de los negros y de los indios.

Por entonces, cobró base científica la sospecha de que los indios y los negros son proclives, por naturaleza, al crimen y a la debilidad mental. Los indios y los negros, tradicionales instrumentos de trabajo, vienen siendo también desde entonces, objetos de ciencia.

En la misma época de Lombroso y Down, un médico brasileño, Raimundo Nina Rodrigues, se puso a estudiar el problema negro. Nina Rodrigues, que era mulato, llegó a la conclusión de que la mezcla de sangres perpetúa los caracteres de las razas inferiores, y que por tanto la raza negra en el Brasil ha de constituir siempre uno de los factores de nuestra inferioridad como pueblo. Este médico psiquiatra fue el primer investigador de la cultura brasileña de origen africano. La estudió como caso clínico: las religiones negras, como patología; los trances, como manifestaciones de histeria.

Poco después, un médico argentino, el socialista José Ingenieros, escribió que los negros, oprobiosa escoria de la raza humana, están más próximos de los monos antropoides que de los blancos civilizados. Y para demostrar su irremediable inferioridad, Ingenieros comprobaba: Los negros no tienen ideas religiosas.

En realidad, las ideas religiosas habían atravesado la mar, junto a los esclavos, en los navíos negreros. Una prueba de obstinación de la dignidad humana: a las costas americanas solamente llegaron los dioses del amor y de la guerra. En cambio, los dioses de la fecundidad, que hubieran multiplicado las cosechas y los esclavos del amo, se cayeron al agua.

Los dioses peleones y enamorados que completaron la travesía, tuvieron que disfrazarse de santos blancos, para sobrevivir y ayudar a sobrevivir a los millones de hombres y mujeres violentamente arrancados del África y vendidos como cosas. Ogum, dios del hierro, se hizo pasar por san Jorge o san Antonio o san Miguel, Shangó, con todos sus truenos y sus fuegos, se convirtió en santa Bárbara. Obatalá fue Jesucristo y Oshún, la divinidad de las agus dulces, fue la Virgen de la Candelaria...

Dioses prohibidos. En las colonias españolas y portuguesas y en todas ls demás: en las islas inglesas del Caribe, después de la abolición de la esclavitud se siguió prohibiendo tocar tambores o sonar vientos al modo africano, y se siguió penando con cárcel la simple tenencia de una imagen de cualquier dios africano. Dioses prohibidos, porque peligrosamente exaltan las pasiones humanas, y en ellas encarnan. Friedrich Nietzsche dijo una vez:

-Yo sólo podría creer en un dios que sepa danzar.
Como José Ingenieros, Nietzsche no conocía a los dioses africanos. Si los hubiera conocido, quizá hubiera creído en ellos. Y quizá hubiera cambiado algunas de sus ideas. José Ingenieros, quién sabe.

La piel oscura delata incorregibles defectos de fábrica. Así, la tremenda desigualdad social, que es también racial, encuentra su coartada en las taras hereditarias.Lo había observado Humboldt hace doscientos años, y en toda América sigue siendo así: la pirámide de las clases sociales es oscura en la base y clara en la cúspide. En el Brasil, por ejemplo, la democracia raciasl consiste en que los más blancos están arriba y los más negros abajo. James Baldwin, sobre los negros en Estados Unidos:

-Cuando dejamos Mississipi y vinimos al Norte, no encontramos la libertad.
Encontramos los peores lugares en el mercado de trabajo; y en ellos estamos todavía.
Un indio del Norte argentino, Asunción Ontíveros Yulquila, evoca hoy el trauma que marcó su infancia:

-Las personas buenas y lindas eran las que se parecían a Jesús y a la Virgen.
Pero mi padre y mi madre no se parecían para nada a las imágenes de Jesús y la Virgen María que yo veía en la iglesia de Abra Pampa.

La cara propia es un error de la naturaleza. La cultura propia, una prueba de ignorancia o una culpa que expiar. Civilizar es corregir.

El fatalismo biológico, estigma de las razas inferiores congénitmente condenadas a la indolencia y a la violencia y a la miseria, no sólo nos impide ver las causas reales de nuestra desventura histórica. Además, el racismo nos impide conocer, o reconocer, ciertos valores fundamentales que las culturas despreciadas han podido milagrosamente perpetuar y que en ellas encarnan todavía, mal que bien, a pesar de los siglos de persecución, humillación y degradación. Esos valores fundamentales no son objetos de museo. Son factores de historia, imprescindibles para nuestra imprescindible invención de una América sin mandones ni mandados. Esos valores acusan al sistema que los niega.

Hace algun tiempo, el sacerdote español Ignacio Ellacuría me dijo que le resultaba absurdo eso del Descubrimiento de América. El opresor es incapaz de descubrir, me dijo:

-Es el oprimido el que descubre al opresor.
Él creía que el opresor ni siquiera puede descubrirse a sí mismo. La verdadera realidad del opresor sólo se puede ver desde el oprimido.
Ignacio Ellacuría fue acribillado a balazos, por creer en esa imperdonable capacidad de revelación y por compartir los riesgos de la fe en su poder de profecía.

¿Lo asesinaron los militares de El Salvador, o lo asesinó un sistema que no puede tolerar la mirada que lo delata?
Tomado de: Eduardo Galeano, Ser como ellos y otros artículos, Siglo Veintiuno Editores, México, 1992.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Genocidio: cambio climático y captura corporativa

Susan George, 04 Octubre 2016


El geocidio es la acción colectiva de una única especie, de entre millones de otras especies, que está cambiando el planeta Tierra hasta el punto de que puede volverse irreconocible e incapaz de albergar vida.

Susan George dictó esta conferencia en un seminario del Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (CIPDH) y la UNESCO, titulado “Conciencia: Diálogo Interreligioso, Intercultural y Cambio Climático” y organizado en Buenos Aires del 1 al 2 de septiembre de 2016.

Me llama la atención que todas las religiones tengan sus peregrinajes, ya sea a la Meca, a Santiago de Compostela, el lugar de la iluminación de Buda en la India, las ciudades sagradas hindúes de la India o los lugares sagrados de Jerusalén. Las personas que parten en estos peregrinajes de fe habitualmente buscan la redención o la salvación, la iluminación, la sanación o la concesión de un deseo especial.

Nuestro peregrinaje común es de una naturaleza muy distinta. No buscamos bendiciones personales sino la salvación y la esperanza para todas las personas y para nuestro hogar, la Tierra. Todos se hallan bajo una terrible amenaza. Nos hemos embarcado en este viaje porque somos conscientes de que la humanidad nunca se ha encontrado en mayor peligro que en este momento.

Intento no hablar de “salvar el planeta”. Sea lo que sea que hagan los seres humanos, el planeta seguirá rotando sobre su eje y orbitando alrededor del Sol como lo ha hecho durante unos cuatro mil millones y medio de años. El planeta Tierra, al que consideramos “nuestro”, no es realmente “nuestro”. Podría seguir perfectamente, aun totalmente alterado, moviéndose en su camino predefinido sin nosotros. De hecho, se podría argumentar que, como los llamados “ecologistas profundos”, el planeta estaría mucho mejor sin nosotros, ya que estos enfatizan que los humanos somos la especie más depredadora, derrochadora y destructiva que jamás ha pisado la Tierra en estos cuatro mil millones y medio de años.

No estoy aquí para promover la perspectiva de la ecología profunda. Estoy aquí para presentar y definir lo que yo considero un nuevo fenómeno en la historia de la humanidad. Lo llamo el “geocidio”. El geocidio es la acción colectiva de una única especie, de entre millones de otras especies, que está cambiando el planeta Tierra hasta el punto de que puede volverse irreconocible e incapaz de albergar vida. Esta especie está cometiendo geocidio contra todos los componentes de la naturaleza, ya sean organismos microscópicos, plantas, animales o incluso la propia humanidad, los Homo sapiens.

El Homo sapiens solo ha existido durante unos 200.000 años. El tiempo que hemos habitado este planeta, comparado con su edad total, es infinitesimalmente corto, apenas una fina lámina de tiempo geológico. Supone un mero 0.00004 por ciento de la existencia de la Tierra. Y pese a que cualquier especie, ya sea planta o animal (vertebrada o invertebrada), tiende a durar de media unos diez millones de años, nuestra especie parece determinada a causar su propia extinción, junto al resto de la creación, mucho antes de su hora prevista. La muerte de una especie entera es, en términos geológicos, un suceso común. Algunas extinciones son espectaculares (pensad en los dinosaurios), la mayoría son desapariciones silenciosas que apenas dejan rastro. Algunas especies habrán desaparecido para siempre en el tiempo entre que hemos llegado a este seminario y cuando salgamos. Los científicos dicen que la “tasa natural” de extinción es aproximadamente mil veces mayor que la media y algunos han comenzado a llamar a nuestra era “la sexta gran extinción”. La anterior, la extinción del Pérmico, ocurrió hace unos 250 millones de año. Cerca del 95% de las especies de la Tierra fueron aniquiladas, probablemente debido a que la actividad volcánica y las altas temperaturas causaron grandes emisiones de metano desde los océanos.

Las especies desaparecen masivamente porque no pueden adaptarse con suficiente rapidez a condiciones rápidamente cambiantes. Algunas, incluidos los humanos, se pueden adaptar a una amplia variedad de entornos y diversidad de temperaturas, desde Siberia o Groenlandia hasta Pakistán o el Sahel, pero ninguna especie es infinitamente adaptable y todas tienen sus límites.

La nuestra es la única especie entre millones que ha recibido el don de la lengua, habilidades de creación de herramientas y sobre todo la conciencia, la capacidad para la imaginación, el pensamiento y la espiritualidad. Aun así, el fin de nuestra propia existencia parece estar fuera de nuestra capacidad de comprensión colectiva: es demasiado terrible y demasiado definitiva para nuestra consideración. La extinción no nos puede suceder a nosotros: los humanos somos demasiado brillantes tecnológicamente, podemos encontrar la solución a cualquier problema, somos los amos de la creación y no podemos fracasar, y mucho menos desaparecer. Hemos sido testigos de episodios horribles de asesinatos masivos en nuestras propias vidas y, como hemos reconocido este horror, podemos nombrarlo. Todas las lenguas han sido obligadas a añadir esta palabra terrible, “genocidio”, a sus vocabularios.

¿Somos siquiera capaces de imaginar, ya no digamos admitir, que también somos capaces de cometer geocidio? En mi mente, este término va más allá del “ecocidio” que hasta ahora parece limitado a entornos o puntos geográficos concretos como la devastación de un bosque o la polución masiva de, digamos, el Golfo de México. El geocidio es, lamentablemente, algo más general: es un asalto masivo contra la naturaleza de la que solo somos una parte, contra toda la vida terrestre y contra la creación, así como la completa negación de los derechos humanos: yo sostengo que este acto de destrucción definitiva está en marcha y que necesitamos un nombre para él. Sin un nombre, no tenemos concepto y sin concepto no podemos combatirlo. Por eso busqué una nueva palabra.

Puede que penséis que soy alarmista. Dejadme contaros unos pocos de los más recientes hallazgos científicos relativos a la velocidad y avance del cambio climático. La mayoría son derivados del reciente State of the Climate Report (Informe sobre el Estado del Clima) dirigido por la Administración Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos de América (NOAA, por sus siglas en inglés). Se basa en las contribuciones de cientos de científicos de 62 países.

En 2015, se establecieron nuevos registros en las temperaturas, la subida del nivel del mar y sucesos de clima extremo. Como en 2014, 2015 ha sido el año más caliente registrado y 2016 probablemente volverá a batir ese récord. Los océanos no pueden absorber todos los gases de efecto invernadero que estamos produciendo y que producen un calentamiento veloz. El año pasado, el Pacífico Oriental estuvo dos grados más caliente y el Océano Ártico alcanzó un récord de ocho grados más que en medias históricas. La capa de hielo marítima del Ártico fue la más baja desde que los satélites empezaron a medirla hace 37 años. El calentamiento oceánico está causando un gran florecimiento de algas tóxicas que se propagan por el Pacífico noroccidental y hasta la costa de Australia, matando corales, peces, aves y mamíferos. Científicos y periodistas han inventado el término “olas de calor marinas”. Las especies marinas del Ártico están luchando por adaptarse a las grandes migraciones de competidores atraídos por las aguas cálidas y por comerse la cantidad limitada de comida. Si el hielo de Groenlandia se derrite por completo, su desaparición hará subir los niveles marinos unos sorprendentes siete metros. El año pasado, la mitad de su superficie se estaba deshaciendo.

También debemos esperar altas tasas de muertes humanas debido a más inundaciones, más sequías, más incendios forestales y más tormentas violentas, así como más personas desplazadas y más refugiados climáticos en busca de un hogar habitable. La escasez de comida y agua, especialmente para las decenas de millones que dependen de los glaciares para su suministro de agua, también será más común. Algo de lo que se comenta menos, aunque están muy presentes en el pensamiento de estrategas militares como los del Pentágono, son el esperado aumento de la inestabilidad política, las hostilidades, los llamados “Estados fallidos”, y los conflictos armados abiertos. Los expertos reconocen ahora que la guerra en Siria se debió en parte a la larga sequía en sus regiones de cultivo de trigo.

El cambio climático no es aritmético: en otras palabras, 1+1+1+ no necesariamente supone una bonita línea recta en un gráfico. El cambio es exponencial, lo que implica que cada aumento en calor puede provocar mayores aumentos. A esto se le llama “retroalimentación positiva” y puede continuar hasta que el cambio climático “fuera de control” llegue y se vuelva imparable. Entre los ejemplos más espeluznantes en este momento se encuentra el derretimiento del permafrost en Siberia y Alaska. Se estima que unos 1.400 miles de millones de toneladas están aprisionados en este permafrost y el gas metano es veinte veces más poderoso que el CO2. Dependiendo de lo rápido que el permafrost se derrita, esta reserva colosal de gases de efecto invernadero podría provocar un cambio climático irreversible y tendría lugar geocidio. Incluso los ricos, que son propensos a considerarse completamente exentos de las leyes de la naturaleza, no podrían escapar de las consecuencias.

Puede que ya hayamos pasado el punto de no retorno. Pero puesto que nadie lo sabe con toda seguridad, debemos actuar como si aún tuviéramos una oportunidad de aturar y revertir el cambio climático. Las personas presentes en este seminario son extremadamente diversas, pero todos nosotros somos serios y estamos bien informados, profundamente preocupados por el cambio climático, los derechos humanos y, frecuentemente, con las dimensiones espirituales de la vida. Por tanto, también hemos elegido resistir en contra y hacer tanto como podamos para asegurarnos de que la aventura humana puede continuar.

Pero me llama la atención precisamente porque, aunque personas serias, pensativas y éticas ya han tomado su decisión, pueden tener una dificultad particular a la hora de aceptar que no todo el mundo comparte su ética o su compromiso. Haceos esta pregunta: ¿tendéis a pensar que los riesgos del cambio climático saltan tan a la vista y son tan universales que todas las personas normales deben necesariamente apoyar los mismos objetivos que vosotros? ¿Creéis, por ejemplo, que, puesto que tenemos la tecnología, el conocimiento y el dinero para hacer la gran transición a un mundo libre de combustibles y basado en la energía renovable, aquellos que no comparten nuestro sentido de la urgencia simplemente están desinformados? ¿Que solo necesitan más información y mejores explicaciones?

Si pensáis eso, debo asumir el riesgo de ofenderos. Para ser tajante, temo que esa visión es totalmente errónea. Sin lugar a dudas, aún existen personas que no conocen los peligros del cambio climático, pero esas no son las personas al cargo de los asuntos mundiales.

No. El problema real es que nos enfrentamos a adversarios decididos y bien organizados que no se preocupan en absoluto de los derechos humanos o del cambio climático; que se reirían ante la simple mención del geocidio. Solo quieren una cosa: que todo siga como hasta ahora en un mundo en que puedan acumular una interminable cantidad de dinero usando todos los recursos disponibles, sin importar los costes para la naturaleza y la vida humana. A menos que aceptemos esta realidad y nos enfrentemos a estos adversarios, así como a las organizaciones públicas y privadas a las que sirven, mucho me temo que no tenemos oportunidad alguna de prevenir el geocidio.

Los enemigos reales existen. No les afectarán los argumentos racionales, la exhortación, la plegaria ni el ejemplo moral. Enfrentarse a ellos se hace más difícil aún porque ocupan posiciones prestigiosas y de poder, y pueden intimidar a aquellos que intenten detenerles. En este punto, puede resultar útil citar las palabras del historiador británico del siglo XIX Lord Acton. Él escribió, memorablemente, que “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Y añadió que “los grandes hombres son casi sin excepción malos hombres…” El poder corrompe porque permite a las personas, instituciones o gobiernos imponer su voluntad y dar forma al mundo para que encaje con sus intereses inmediatos. En el pasado, esto se hacía con la guerra, y así otro gran pensador del siglo XIX, el estratega militar Karl von Clausewitz, define la guerra como “un acto de violencia para forzar al adversario a actuar según nuestra voluntad”.

Combinad a Clausewitz y Acton, situadlos en el siglo XXI y podréis definir el poder como la capacidad de imponer la voluntad de cualquier sistema al que sirva esa persona poderosa. Hoy, los poderosos en las esferas pública y privada, particularmente dominantes en los países occidentales, sirven a los intereses de un sistema capitalista avanzado en el que corporaciones transnacionales gigantescas son actores políticos importantes. A menudo, estas empresas de petróleo, gas o carbón, así como sus bancos, son más ricos y más poderosos que muchas docenas de Estados. Su objetivo, como dice Clausewitz, es forzar a todo el mundo a “actuar según su voluntad”. Las corporaciones no quieren ni necesitan emplear el conflicto armado abierto ni métodos brutales. Están provistas de un personal extremadamente bien pagado y altamente recompensado por servir a sus objetivos. Cualquiera que rechace sacrificar la ética personal para conseguir el objetivo de mayores beneficios e influencia no permanecerá como empleado por mucho tiempo.

Estos ejecutivos están satisfechos con vivir en un mundo cortoplacista y hoy todos nosotros estamos obligados a vivir en él, incluso aunque sabemos que la perspectiva a largo plazo es vital para alcanzar a comprender conceptos como “cambio climático fuera de control” o “geocidio”. El liderazgo de las grandes corporaciones de combustible fósil y bancos es elegido por su disposición a sacrificar cualquier valor que sea necesario para alcanzar el objetivo de mayores beneficios. Ningún presidente corporativo tiene el poder de cambiar esto. Todos saben que sus posiciones individuales dependen de seguir las reglas; ellos sirven a sus instituciones, a las que nuestros gobiernos nacionales protegen, promueven y obedecen con tanta frecuencia. Denunciar, destituir y sustituir a personas no es la cuestión. Para ellos, el futuro de la humanidad y el destino de la Tierra tampoco son la cuestión, desafortunadamente.

Debemos luchar para mantener los combustibles fósiles bajo el suelo y la única fuerza que puede contener a las corporaciones es la fuerza de la ley. La ley solo cambiará bajo la influencia de una opinión pública fuerte y bien organizada. Necesitamos el compromiso de personas como vosotros, que sois líderes y podéis influenciar a grandes segmentos de la opinión pública para crear presión. Necesitamos desesperadamente esa presión sobre los gobiernos para obligarles a actuar enérgicamente y enfrentarse al poder corporativo.

Tal vez penséis que estoy realizando acusaciones generales. Para concluir esta conferencia, dejadme hablar brevemente sobre algunas de las estrategias corporativas orientadas a obtener una mayor libertad y mayores beneficios. Puesto que nos queda poco tiempo, voy a dejar de lado los detalles sobre el poder de las empresas más grandes y ricas del mundo. También dejaré de lado los sectores del transporte terrestre y aéreo, así como las empresas, especialmente situadas en el Sur, involucradas en la desforestación masiva. Las empresas involucradas pueden ser públicas o privadas. Esta es mi breve selección de influencias corporativas poco conocidas sobre el aumento del cambio climático.

Lobbies

El uso corporativo de los lobbies ha crecido exponencialmente estas últimas décadas. Los lobbies son ahora una de las principales industrias de servicios, con muchos miles de millones de dólares. Se pueden distinguir tres tipos: el primero es el más simple y directo: empresas individuales contratan personal interno de publicidad, comunicaciones y relaciones públicas para presentar su mejor cara y perspectiva, no solo para mejorar las ventas sino también para influir sobre la opinión pública, los líderes de opinión, los medios y los gobiernos. Ejemplo: una gran empresa de petróleo como BP decide renovar su imagen como “empresa energética” aunque el 98 por ciento de sus actividades consiste en combustibles fósiles y las fuentes renovables apenas suponen una mínima parte.

Segundo: las empresas promueven la denegación del cambio climático. Por ejemplo, Exxon-Mobil aprendió hace casi cuarenta años de sus propios científicos que el cambio climático es una realidad peligrosa, pero aun así ha seguido gastando millones para financiar a “think-tanks” y científicos corruptos cuyo único trabajo es aportar argumentos y propaganda, supuestamente demostrando que el cambio climático es inexistente o no es nada de lo que haya que preocuparse. Cuantos más negadores del cambio climático puedan crear, más tiempo pueden obstruir que la legislación controle su comportamiento. Los lobistas saben que suele bastar con crear la suficiente duda y ya han tenido un éxito brillante en los Estados Unidos. Aquí, según encuestas recientes, una de cada cuatro personas duda de, o niega, la realidad del cambio climático. Ningún candidato republicano a un cargo público, incluyendo a Donald Trump, se arriesgará a decir en público que el cambio climático existe: estamos hablando del país que, como sabéis, es con diferencia el mayor emisor por cápita de gases de efecto invernadero en el mundo.

Finalmente, estas empresas también pertenecen invariablemente a las organizaciones de lobby que abarcan toda la industria, cuyo papel es defender los intereses de todo el sector: por ejemplo, luchar contra cualquier decisión de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos o normativas europeas. Los países donde la industria del petróleo es un factor clave del propio gobierno, como China o Arabia Saudí, presentan problemas específicos con los que sus ciudadanos apenas están preparados para tratar.

En dichos casos, la única estrategia factible es reducir la demanda total de combustibles fósiles.

Subsidios

La siguiente información se ha extraído de un Informe del Fondo Monetario Internacional de 2013, una señal de progreso puesto que el cambio climático no había sido abordado previamente por el FMI. Los subsidios a los combustibles fósiles son un fenómeno mundial. Algunos permiten que los consumidores paguen menos que el coste de suministro; otros permiten a las corporaciones descargar los costes del daño medioambiental que generan. Los economistas llaman a estos daños “externalidades”, como la polución, la contaminación de los suministros de agua o la limpieza de los sitios de extracción, y estos costes deben ser pagados por los gobiernos… o no pagados en absoluto, lo que conlleva un mayor coste para la salud pública, etc. Según el FMI, el coste total de los subsidios a los combustibles fósiles alcanza unos sorprendentes 1.900.000.000.000$ (un billón novecientos mil millones de dólares). Si todas estas ayudas financieras injustificables de los gobiernos fueran eliminadas, y las empresas tuvieran que pagar por sus propias externalidades, el Fondo calcula que conllevaría un descenso del 13 por ciento de todas las emisiones globales de CO2.

Los subsidios no solo hacen que los combustibles fósiles sean irrealmente baratos y que las fuentes de energía renovable lo tengan difícil para competir; también reducen el gasto gubernamental para propósitos mucho más importantes. En el África subsahariana, los gobiernos están gastando una media de un tres por cierto de sus presupuestos en subsidios: la misma cantidad que invierten en salud pública. La mayoría de estos subsidios benefician a personas que ya son ricas: los africanos pobres no poseen coches y ni siquiera están conectados a la red eléctrica. Lo mires como lo mires, los subsidios a la energía de combustibles fósiles son innecesarios, caros y dañinos.

Así que me alegré al saber de nuestros amigos marroquíes aquí presentes que Marruecos ya ha dejado obsoletos los combustibles fósiles para poder invertir considerablemente en las renovables. Y aún más, lo hicieron en tan solo 18 meses, demostrando que se pueden hacer cambios importantes con rapidez. Así que bravo por Marruecos, que debería ser un modelo para todos los países.

Tratados comerciales bilaterales y multilaterales

Estos tratados, invariablemente, incluyen cláusulas denominadas “arbitraje de diferencias estado-inversor” (o ISDS, por sus siglas en inglés) que permiten a los inversores corporativos extranjeros, y solo a los extranjeros, demandar a gobiernos soberanos ante tribunales de arbitraje formados por tres árbitros-abogados privados para cualquier nueva legislación que la empresa considere que pueda dañar a sus beneficios presentes o, incluso, futuros. Por ejemplo, la eliminación de subsidios seguramente será considerada una amenaza y las empresas extranjeras que los reciban demandarán sin duda alguna al gobierno. Unos pocos casos actuales incluyen la demanda (y victoria) de Occidental Petroleum contra Ecuador por negarse a permitir perforaciones en un área ecológicamente protegida. El tribunal concedió a Occidental una compensación de mil setecientos millones de dólares. La empresa Lone Pine ha demandado a la provincia de Quebec por 250 millones de dólares porque le denegó el permiso de hacer fracking en la cuenca del río Saint Lawrence. En cuanto Obama vetó el oleoducto Keystone con el que se pretendía transportar unas arenas de alquitrán particularmente sucias desde Alberta (Canadá) hasta el Golfo de México, la empresa canadiense TransCanada demandó a los Estados Unidos exigiendo 15 mil millones de dólares. A menudo, basta con amenazar con la acción legal del ISDS para hacer que un país se los piense dos veces antes de aprobar una ley para proteger a su gente o al medioambiente. Un gobierno puede “ganar” contra una empresa (como lo ha conseguido en un 35% de los casos hasta la fecha) pero nunca puede ganar realmente puesto que, al haber firmado un tratado, no puede rechazar la demanda y los costes del arbitraje privado ascienden a millones de dólares. Las empresas de servicios de combustible fósil y petróleo también pueden demandar a un gobierno para desalentar a otros gobiernos de realizar cambios similares.

Para concluir en breve, permitidme decir que mi esperanza ferviente es que todas las personas hoy presentes saldrán de este seminario comprendiendo que la toma del poder por parte de las corporaciones está en camino y que supondrá una contribución fatal al geocidio. También espero que, además de vuestros compromisos profesionales o voluntarios, aceptaréis la responsabilidad adicional de dar a conocer, y luchar contra, este geocidio. Pese a los esfuerzos de buenas personas en todo el mundo para reducir las huellas de carbono individuales, no será suficiente a menos que obliguemos a las estructuras actuales a promover que los combustibles fósiles cambien o desaparezcan.

A menudo me preguntan si soy optimista o pesimista. No soy ninguno de los dos. No conozco el futuro. Pero tengo esperanza. Creo que aún tenemos una oportunidad; que los seres humanos pueden superar incluso amenazas tan aterradoras como la del geocidio. A muchas personas se les puede incitar a la acción gracias a activistas de los derechos humanos y líderes religiosos. Asegurémonos todos juntos de que nuestro peregrinaje común nos lleva a este resultado.

Fuente: tni.org

martes, 4 de octubre de 2016

La temperatura de la Tierra alcanza el punto máximo en 115.000 años

En 2016 la temperatura superará en 1, 25ºC la media de la era preindustrial. Todos los meses del año han registrado récords de temperaturas máximas


La temperatura global en la superficie de la Tierra ha alcanzado el punto más alto en los últimos 115.000 años, según un estudio rubricado por el ex climatólogo de la NASA James Hansen y otros once expertos para Earth-Systems Dynamics Journal. Hansen, considerado como el "padre" de la ciencia del cambio climático, predice que este año la temperatura superará en 1, 25ºC la media de la era preindustrial (15ºC).

A lo largo del año se han registrado las máximas históricas mensuales, con julio como el mes más caluroso desde que se iniciara el registro en 1880 (una media de 0,84ºC por encima de lo habitual).

El septiembre pasado, la Agencia Estatal de Meteorología activó la alerta naranja en 16 provincias ante la ola de calor que provocó temperaturas por encima de los 45ºC en el mitad sur de España. Según el estudio apadrinado por James Hansen, el escenario hacia el que avanza el planeta puede ser similar al de la última época interglaciar, conocido como período eemiense y anterior al holoceno. En ese período hubo grandes fluctuaciones climáticas, había mucho menos hielo en la superficie terrestre y el nivel del mar era de seis a nueve metros más alto.

'Alarmista y apocalíptico'

Hansen, criticado como alarmista y apocalíptico del clima, sostiene que el planeta se ha ido calentando a una media de 0,18ºC por década durante los últimos 45 años, principalmente por las emisiones de gases "invernadero". El ex climatólogo de la NASA ha sido muy crítico con el acuerdo de París hasta el punto de considerarlo como "una fraude o una farsa".

 "Hay un error de percepción que nos ha hecho creer que por fin hemos decidido actuar ante el problema del clima", asegura Hansen. "Este error se debe al acuerdo de París en el que los Gobiernos se dieron la palmada en la espalda y se fijaron la meta de 1,5ºC de aumento máximo de la temperatura global. Pero si nos fijamos en la ciencia, los números no cuadran".

 "Nos estamos quedando sin tiempo y el problema lo van a pagar las próximas generaciones", asegura Hansen, autor de Storms of my grandchildren ("Tormentas de mis nietos"). "Incluso con la más optimista de las predicciones, con una reducción de las emisiones en un futuro, el coste será de billones de dólares, posiblemente cuando la situación esté ya fuera de control". Fuente: elmundo.es