La investigación de terapias contra el coronavirus acumula fracasos, pero los especialistas han optimizado su escaso armamento y han logrado reducir la mortalidad
Durante la primera ola de la
epidemia, alrededor del 86% de los pacientes hospitalizados en España
recibieron hidroxicloroquina, un viejo medicamento contra la malaria
promocionado como casi milagroso por el presidente estadounidense, Donald
Trump. En el 62% de los enfermos se optó por una combinación de dos fármacos
indicados para el virus del sida, lopinavir y ritonavir, según el registro de
la SEMI. Hoy se sabe que aquellos primeros tratamientos aportaron a los
enfermos de covid poco más que un vaso de Agua del Carmen. Uno de cada cinco
pacientes ingresados murió en aquellos meses caóticos, pero hoy la tasa de
mortalidad está muy lejos de ese 20%. “Hicimos
tratamientos sin base científica porque no teníamos otra opción. Hemos mejorado
el conocimiento de lo que no funciona y de lo que sí funciona en algunas
circunstancias”, señala Gómez Huelgas, del Complejo Hospitalario de Málaga.
Uno de los grandes avances es simple: poner boca abajo a los enfermos.
El registro de la SEMI incluye a 18.000 pacientes con covid en más de un centenar de hospitales españoles. Gómez Huelgas, uno de sus coordinadores, subraya que en la primera ola los enfermos tenían un promedio de 70 años, sufrían otras patologías y llegaban al médico demasiado tarde. Ahora rondan los 50 años, tienen una mejor salud y se tratan mucho antes. La mortalidad de los pacientes ingresados en la segunda ola está por debajo del 10%, según una estimación preliminar de Gómez Huelgas. “No es porque los tratamientos hayan cambiado sustancialmente. La diferencia es que los pacientes antes eran bastante más mayores y tenían muchas patologías de base”, argumenta.
La médica Carolina García Vidal,
del Hospital Clínic de Barcelona, es más optimista y muestra sus resultados. “Casi todos los hospitales europeos
comunicaron una mortalidad de entre el 20% y el 30% de los pacientes con covid
en la primera ola. Nosotros tuvimos una mortalidad del 12%”, afirma. García
Vidal recuerda la confusión de los primeros meses, cuando la OMS cambiaba “cada
tres días” sus protocolos para tratar la covid. “El follón de información desbordaba el sistema sanitario”, lamenta.
El equipo de la médica diseñó entonces un sistema de inteligencia artificial
que ayudó a ofrecer tratamientos personalizados a más de 2.000 pacientes
ingresados en el Clínic.
La comunidad científica busca
antivirales efectivos para la primera etapa y fármacos que modulen la respuesta
inmune para la segunda fase. Las autoridades sanitarias europeas solo han
autorizado hasta la fecha un medicamento antiviral contra el coronavirus: el
remdesivir, desarrollado inicialmente contra el virus del ébola por la
farmacéutica estadounidense Gilead Sciences. Es un fármaco controvertido. Un
tratamiento completo cuesta algo más de 2.000 euros y hasta el momento no se ha
demostrado que reduzca la mortalidad por covid, según lamenta el farmacéutico Jesús
Sierra, del Hospital Universitario de Jerez de la Frontera (Cádiz). Un estudio
internacional con unos mil pacientes sí mostró en mayo que los tratados con
remdesivir tenían un tiempo medio de recuperación de 11 días, frente a los 15
días que necesitaron los que recibieron una sustancia inactiva. EE UU ha
comprado casi todas las existencias del fármaco.
“El remdesivir no es la solución que esperábamos. Y existe el riesgo de que pensemos que sí lo es y no sigamos investigando”, advierte Sierra, que coordina el registro de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH), una base de datos de 16.000 pacientes para identificar fármacos asociados a una menor mortalidad por covid. “Ahora el miedo es que se acabe el remdesivir. ¿Qué más da que se acabe si no ha demostrado que funciona? La preocupación debería ser probar con nuevas dianas para ver si salvamos vidas, porque nos queda un año muy largo por delante”, opina Sierra. Uno de los fármacos experimentales más prometedores es el MK-4482, un antiviral desarrollado en la Universidad Emory (EE UU) que se administra en comprimidos orales y que competiría con el intravenoso remdesivir.
Carolina García Vidal está
convencida de que el remdesivir sí reduce la mortalidad si se suministra muy
pronto, en esa primera fase en la que el virus se multiplica. La médica
presentará sus resultados el 17 de septiembre en el I Congreso Nacional de
Covid-19, un evento en internet en el que participa medio centenar de
sociedades científicas españolas. “Creo
que a un año vista nos va a costar encontrar un antiviral más efectivo que el
remdesivir”, opina García Vidal.
La búsqueda desesperada de un
tratamiento contra la covid prácticamente acaba de comenzar, pero ya está llena
de fracasos. La OMS lanzó en marzo un ensayo internacional, bautizado
Solidaridad, para comparar estrategias contra la covid. El 4 de julio, la organización
advirtió de que dos de los tratamientos más utilizados en el mundo —la
hidroxicloroquina y el cóctel lopinavir/ritonavir— no solo no funcionaban en
los enfermos hospitalizados, sino que incluso podían provocar efectos adversos.
El farmacéutico español echa de menos más ensayos clínicos bien organizados, como el propio Recovery, un proyecto promovido por la Universidad de Oxford en el que se comparan los resultados de unos 11.500 pacientes. En España se han puesto en marcha unos 120 ensayos de potenciales tratamientos contra la covid, según los datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). “Es un número altísimo, no deseable, ilógico. En España se han hecho iniciativas muy locales, cuando lo lógico habría sido hacer ensayos clínicos centralizados, a los que se unieran los hospitales. Somos como islas, todo el mundo está aislado”, explica Sierra. “Hay que hacer autocrítica y plantearse si haría falta alguna estructura pública centralizada de investigación, que permitiera hacer ensayos propios de manera ágil”, reflexiona.
“Es altamente deseable que nos agrupemos, no solamente en estudios
nacionales, sino mundiales”, coincide el médico César Hernández, jefe del
Departamento de Medicamentos de Uso Humano de la AEMPS. Hernández recuerda que
su agencia apoyó la puesta en marcha del ensayo Solidaridad de la OMS, en el
que participan unos 40 hospitales españoles. “Hay que hacer más cooperación y menos competición. Y los que tienen que
liderar este cambio cultural son los propios investigadores. Hay veces que,
incluso dentro de una misma institución, cuesta trabajo que se pongan de
acuerdo dos departamentos distintos. Esas barreras hay que vencerlas”,
incita el médico.
Hernández recalca las evidencias
científicas de los actuales tratamientos: el remdesivir acorta cuatro días la
recuperación y la dexametasona evita un tercio de las muertes de los pacientes
hospitalizados más graves. Eso es todo lo que hay demostrado por el momento. “Yo estoy bastante expectante por ver qué
resultados dan los anticuerpos monoclonales frente al coronavirus, porque
podrían ser un tratamiento altamente efectivo”, señala el médico.
Los anticuerpos monoclonales son
una de las grandes esperanzas contra la covid. Las personas que han superado la
enfermedad tienen en su plasma sanguíneo unas proteínas específicas, llamadas
anticuerpos, que han ayudado a neutralizar el coronavirus. La estrategia más
simple sería realizar directamente transfusiones de plasma de supervivientes a
los enfermos, pero no se sabe si esto funciona. En EE UU se ha hecho con
decenas de miles de pacientes, pero sin comparar los resultados con otro grupo
de control que no recibiera la transfusión. En España, un primer estudio con 83
pacientes sí sugiere que el plasma mejora el pronóstico de los enfermos menos
graves, pero los resultados no son concluyentes.
La empresa biotecnológica estadounidense Regeneron ha recibido 450 millones de dólares de las autoridades federales para impulsar su cóctel de anticuerpos monoclonales REGN-COV2, ya en pruebas con miles de personas para ver si es capaz de tratar o incluso prevenir la covid. Hay decenas de compañías privadas y laboratorios académicos de todo el mundo compitiendo para desarrollar cuanto antes anticuerpos monoclonales, unos fármacos que en cualquier caso serían caros y difíciles de producir. “Sea cual sea el punto de inflexión en el tratamiento de la covid [...], tendremos que esforzarnos por lograr un acceso equitativo. Sabemos que no todas las respuestas se encuentran en los despachos de la industria farmacéutica”, ha advertido Julien Potet, de Médicos Sin Fronteras.
Fuente: elpais.com