sábado, 28 de mayo de 2022

“En Santiago del Estero se ha naturalizado la usurpación”, afirma Marisa Figueroa, que apunta también contra “los punteros que se dejan crecer la barba y se sienten revolucionarios”

 


“Imayna purinki”, dice a modo de saludo. Y luego de ese “¿Cómo estás?” en quichua que tiene un sonido tan dulce y cantarino, Marisa nos cuenta sobre la dura realidad que se vive en Santiago del Estero en muchos aspectos, pero sobre todo vinculada a la usurpación de tierras de campesinos, en ocasiones avaladas por… ¡movimientos campesinos!

 “El movimiento ´Santiagueños en defensa de la vida rural´ surge de una asamblea autoconvocada en marzo 2021 cuando el sur de Santiago ardía en violencia por las usurpaciones en los departamentos Mitre, Quebracho, Aguirre y Ojo de agua”, explica Marisa Figueroa, trabajadora social, de familia santiagueña, y que vivió en Buenos Aires hasta hace un par de años, cuando decidió volver a la tierra de sus orígenes.

“Hoy vivimos una situación terrible y paradójica, donde funcionarios vinculados con el poder y movimientos que dicen proteger al campesinado, son cómplices o protagonistas de las usurpaciones”.

-Resulta difícil de entender…

 -Si, y muy penoso. El Mocase (Movimiento Campesino de Santiago del Estero) arranca en los años 80 con el noble objetivo de reivindicar los derechos de los campesinos. Fue una gesta necesaria y muy valiente, al enfrentarse en ese entonces con el juarismo. Pero años más tarde, la dirigencia comienza a ser cooptada por la política partidaria, perdiendo la potencialidad de sus reclamos. Pero yo diría que el “punto de inflexión” se da con el ingreso de la organización Vía Campesina hacia fines de la década del 90.

 -¿Y por qué eso fue un problema?

 -Porque el Mocase se divide, y si bien hoy las dos ramas del Mocase cuentan con funcionarios en el gobierno, el Vía Campesina incorpora identidades ajenas a la del hombre y la mujer rural, más bien vinculadas a las identidades de la “agenda global”. Desde entonces, el Mocase incorpora la cuestión indígena.

-¿Y eso está mal?

 -Desde ya que aquí la gran mayoría nos reconocemos descendientes no solo de indígenas sino también afrodescendientes, pero lo que quiero decir, es que nunca existió conflicto ni complejo identitario. En muchos parajes se continúa hablando la quichua. Hoy, este movimiento se define como indígena campesino feminista y popular. Y esto vino de la mano de los proyectos con financiación que comenzaron a bajar de diversos ministerios; pero sobre todo, con la posibilidad de acceder a una personería jurídica como comunidad indígena otorgada por el INAI. La famosa carpeta técnica de relevamiento territorial que se otorga, ha servido en muchos casos, para traer tranquilidad a comunidades campesinas tradicionales contra el avance de la venta fraudulenta de tierras en la provincia; pero en otros casos, la dirigencia canalla ha salido abiertamente a usurpar tierra campesina, amparándose en ese relevamiento del INAI.

El movimiento campesino santiagueño se ha alejado de sus orígenes.

-¿Y cuál es el origen o el verdadero movimiento campesino santiagueño?

 -La resistencia desde el arraigo y la relación con la tierra. El vínculo directo con la producción de alimentos y la sabiduría ancestral. Yo soy hija, nieta y bisnieta de santiagueños, la  primera generación que nació en Buenos Aires y ya regresó. Comprendo el dolor que provoca el desarraigo, lo viví con mis padres. Hace 3 años que volví a Santiago y soy consciente que traigo también una mirada urbana. Y todo el tiempo me choco con esta otra forma de ver el mundo. Tremendo aprendizaje y lleva su tiempo. Por eso no comprendo al que viene de la ciudad a imponer “su paradigma”. Una vez le pregunté a una prima que tenía 4 niños y estaba embarazada, si pensó en abortar o ligarse las trompas. Con la mirada me respondió y hasta se podría decir que “me enseñó”. Con esto no quiero decir que no se practiquen abortos en el campo, sino que lo que para mí podría ser hasta lógico, en la ruralidad es hasta desubicado. Los niños siguen siendo una bendición, vengan los que vengan. Y esto sucede todo el tiempo. En los últimos años han hecho base en la ruralidad movimientos cartoneros, de la economía social, etc. Y vienen sus técnicos a dar cursos de agroecología, a campesinos que incluso conservan su propia semilla por fuera de las del INTA, porque lo han hecho siempre y sostienen que su sandía es insuperable. Pero también instalan sus merenderos, sin siquiera consultar cuales son las necesidades del lugar. En la ruralidad los merenderos no son necesarios.

-¿En serio no son necesarios?

-Claro que no, porque pueden faltar muchas cosas en el campo: luz, agua potable, caminos y hasta un tractor para mejorar las condiciones de trabajo de un campesinado que trabaja la tierra con sus caballos; pero hambre no hay. En muchísimos parajes, nos manejamos con una economía casi precapitalista y de intercambio donde –por ejemplo- si un vecino cosecha sus zanahorias, todos los vecinos podemos ir a buscar una bolsa, y así con todas las verduras y frutas. Aquí el campesino se autoabastece, vende el excedente y además comparten con los vecinos. Estos movimientos vienen a instalar su proyecto político

-Pero si las personas no tienen problemas de hambre, ¿para qué irían a esos comedores?

 -La gente va a los merenderos porque los anotan para los planes sociales. Luego los bajan y de esa forma comienza la construcción política en los parajes. Ya están los votos asegurados para las elecciones de comisionados. La particularidad del Mocase Vía Campesina es que tiene vínculos con ministerios y secretarias nacionales y provinciales, además de funcionarios, aunque la mayoría de su dirigencia no es campesina y trae “las mañas” de los punteros que conocemos de los conurbanos. Se dejan crecer la barba y se sienten revolucionarios. Cuando encabezan algunas usurpaciones a campesinos, en su relato hacen referencia a “recuperar territorio ancestral”

-¿Usted no tiene luz?

-Vivo a 35 kilómetros de Santiago capital y no, no hay luz, y son parajes antiquísimos. Solo tenemos agua de pozo que, aunque no se puede tomar por el alto nivel de arsénico, la tomamos igual. Acá el tema del agua también es clientelar, tenemos que llevarnos bien con el delegado local, porque él decide si te trae o no el camión para rellenar el tanque. En mi caso, como tuve un conflicto con la comisionada local por usurpación, toda mi familia se vio perjudicada. Hace más de dos años que tenemos que recurrir al paraje vecino para solicitar el agua.

-¿Cómo se relaciona todo esto con la usurpación?

 -Son casi 70 años de una provincia feudal, sin acceso a la información y con el terror a las represalias, la gente pierde toda expectativa de vivir mejor. Eso te va quebrando y no tenés cómo defenderte. Es un caldo de cultivo para que el fenómeno de la usurpación se haya potenciado tanto en estos últimos años, y sobre todo en la zona de riego. Acá no hay Estado de derecho porque no hay división de poderes: no hay ni un solo juez que llegue por concurso, son todos designados por el Ejecutivo. En muchísimos casos los usurpadores son funcionarios o personas muy vinculadas con el poder que, aprovechando la ausencia de regularización dominial, realizan prescripciones y escrituran las tierras a su nombre en tiempo récord.

-¿Ese es el argumento para la expropiación?

 -Uno de ellos. Hoy el argumento más absurdo para despojar a los campesinos, es el que tienen como víctima a la familia Ardiles de Chaguar Punco, quien aún con un título perfecto que data de 1976; el presidente del Superior Tribunal de Justicia, Eduardo López Alsogaray, los desposeyó de sus 30 hectáreas para apropiárselas él, aduciendo ser “heredero” por su tátara tía, quien poseía una merced del año 1700, por la que el gobernador de entonces “le donaba toda la zona”. No es ficción. Encontraras detalles en las redes. Sea cual fuere el mecanismo, hoy el enemigo es el campesino agricultor y criancero; porque ha sabido resistir con autonomía todas las crisis. Por eso los despojan de sus tierras y los hacinan en las ciudades, para que dependan del plan y el bolsón.

 -¿A usted le usurparon tierras?

 -Sí, ya que hay una tercera modalidad de usurpación. En mi caso un escribano ingresó al campo de mi padre, que consta de 10 hectáreas, por el sur. Topadora mediante volteó nuestros árboles más añejos y abrió una acequia clandestina. Mientras por el norte, el comisionado levantaba una vivienda social para un puntero político. Todo en apenas días. La estrategia ante nuestra denuncia es: “yo compré al poseedor de la vivienda social”. Nosotros contamos con escritura, impuestos al día, etcétera, y por eso no abandonamos la pelea por recuperar nuestra tierra, pero la mayoría de los damnificados por este escribano no tienen las mismas herramientas. Ojo, pasa con escribanos, diputados, intendentes… En Santiago del Estero, es como que se ha “naturalizado” la usurpación, es una zona liberada. Entonces nuestra Asamblea nace para denunciar todo esto, ya que no existía en la provincia un espacio donde las personas se animen a contar la tragedia que nos atraviesa. Fue tanta la gente que comenzó a denunciar que hasta vino el equipo de Telenoche, hicieron un gran informe, se llevaron mucho material… pero nunca salió al aire. Eso demuestra el enorme poder que sostiene este avasallamiento. Nosotros seguiremos defendiendo el arraigo y la vida rural.

Fuente: bichosdecampo.com

domingo, 15 de mayo de 2022

La verdadera historia de la Tierra plana

 


Hace más de dos mil años Aristóteles demostró que la Tierra es esférica y Eratóstenes midió su circunferencia. Sin embargo, hoy aún hay quien quiere demostrar su planicidad

La Tierra es plana. Y para demostrarlo, no hay más que propulsarse con un cohete de fabricación casera a medio kilómetro de altura y desde allí sacar una foto para constatar que no existe una curvatura en el horizonte. ¿Les parece una idea descabellada? A Mike Hughes no. Por eso hace tiempo que se popularizó anteponer un “Mad” –loco, en inglés– a su nombre.

Este estadounidense sexagenario, conductor de limusinas de profesión, está convencido de que la comunidad científica ha engañado a la humanidad diciendo que la Tierra tiene forma esférica. Y lleva años recaudando fondos para la construcción de su propio cohete. Después de varias misiones canceladas por dificultades técnicas o por la negativa de las autoridades a permitir el lanzamiento desde tierras de titularidad pública, el pasado 25 de marzo de 2018 por fin lo consiguió.

Lo de lanzarse, no lo de demostrar que la Tierra es plana –o con forma de frisbee, para ser más precisos–. Ese día, “Mad” Mike Hughes avanzó verticalmente a una velocidad de 563 km/h y alcanzó los 571 m de altura sobre el desierto de Mojave, en California, antes de desplegar su paracaídas. Sin embargo, continuó cayendo demasiado rápido y tuvo que hacer uso de uno extra para evitar un aterrizaje brusco. Cuando el equipo médico acudió en su ayuda, apenas se podía mover.

Que la Tierra es esférica lo sabemos desde hace más de dos mil años. Por eso resulta chocante, incluso cómico, que a día de hoy todavía existan, como en el caso de “Mad” Mike Hughes, firmes defensores de su planicidad. Y que cinco siglos después del fallecimiento de Cristóbal Colón perdure la leyenda –recogida, además, por algunos libros de texto– de que el descubrimiento de América permitió demostrar que la Tierra es redonda, para sorpresa de sus contemporáneos.

La esfera inmóvil

Es cierto que al principio de la Antigüedad clásica hubo filósofos que mantuvieron que la Tierra era plana y otros, en cambio, que era cilíndrica. Pero, a partir del siglo IV a. C., a casi nadie le quedaba duda acerca de su esfericidad. En esa etapa, la concepción de Aristóteles (384-322 a. C.) se convirtió en el paradigma tradicional. Para el pensador griego, nuestro planeta era una esfera inmóvil situada en el centro del cosmos, y los cuerpos celestes se desplazaban a su alrededor en perfectas y concéntricas esferas.

Como resultado de sus observaciones, Aristóteles presentó varias pruebas empíricas que respaldaban su teoría. Apuntó, por ejemplo, que vemos estrellas diferentes en el horizonte en función de nuestra latitud. O que el cascarón de un barco desaparece de nuestra vista antes de que lo haga el mástil. Además, constató que hasta se puede observar la curvatura terrestre durante la fase parcial de los eclipses lunares.

Aproximadamente un siglo más tarde, a Eratóstenes (276-194 a. C.) no le hizo falta ningún tipo de tecnología para calcular la circunferencia de la Tierra con un escaso margen de error. Por referencias obtenidas de un papiro de la Biblioteca de Alejandría, de la que estaba al mando, el célebre matemático, astrónomo y geógrafo griego sabía que, en Siena (hoy Asuán, Egipto), el día del solsticio de verano los objetos verticales no proyectaban sombra alguna a mediodía.

Y quiso saber si ocurría lo mismo en Alejandría. Para ello, clavó una vara en el suelo el mismo día y a la misma hora para medir el ángulo de su sombra. Después tomó como referencia la distancia estimada por las caravanas que comerciaban entre ambas ciudades. Y fue así como, utilizando sencillos cálculos de trigonometría, llegó a la conclusión de que la circunferencia de la Tierra era de 252.000 estadios, es decir, unos 40.000 km.

¿Gente en las antípodas?

 Tanto los Padres de Iglesia como los primeros autores medievales aceptaron las bases filosóficas de la esfericidad del globo que habían presentado los griegos. La Biblia no contiene ninguna descripción clara sobre el aspecto físico y el tamaño de la Tierra, observó san Agustín de Hipona (354-430), por lo tanto, no había motivos para dudar de las evidencias aportadas por aquellos filósofos.

El gran pensador del cristianismo sí que participó en el debate acerca de la posible existencia de habitantes en las antípodas. Por entonces, se consideraba que la Tierra estaba dividida en zonas de clima en función de su distancia del Sol. Un clima frío en los polos norte y sur, un clima tórrido mortal cerca del ecuador y un clima suave entre este y los polos. En opinión de san Agustín, nadie podría haber cruzado la vastísima extensión del océano para establecerse en la zona del clima tórrido (antípodas). Además, la idea chocaría con la visión cristiana de una humanidad unificada.

Anteriormente, el escritor latino Lactancio (245-325) había calificado la hipótesis de “locura”. “¿Existe alguien tan insensato como para creer que hay personas cuyas huellas están más altas que sus cabezas? ¿Que las simientes y los árboles crecen cabeza abajo?”, se preguntaba.

El monje inglés Beda (672-735), una de las grandes figuras de la Alta Edad Media –se le apodó “el Venerable” todavía en vida–, explicó la duración desigual de la luz del día por “la redondez de la Tierra, no sin razón llamada ‘el orbe del mundo’ en las páginas de las Escrituras Sagradas y la literatura ordinaria. Es, de hecho, como una esfera en mitad del universo entero”.

La gran cantidad de manuscritos hallados de su De Temporum Ratione, al que pertenece la cita, hace pensar que muchos monjes debían de estar al tanto de sus ideas por aquella época. Tampoco en la Baja Edad Media, período durante el cual se incrementó el estudio de la naturaleza, se puso en duda la forma del globo terráqueo, como demuestran los escritos de santo Tomás de Aquino o de Dante Alighieri (1265-1321), por ejemplo.

 Este último planteó en su Divina comedia un modelo del cosmos en el que la Tierra sería una esfera y el infierno, un agujero subterráneo excavado por Satanás, que también alzó la montaña del purgatorio en el otro extremo. Claro que su intención era más poética que científica.

 Aquí llega el error

Llegamos a la era de las exploraciones de los siglos XV y XVI, en la que imperaba una visión terraplanista de nuestro planeta... O eso es lo que sostuvieron, sin argumentos, algunos autores posteriores, como el diplomático y escritor estadounidense Andrew Dickson White (1832-1918), que popularizó la creencia de que los marineros tenían miedo a caerse por el borde de la Tierra si se adentraban demasiado en el océano. Cristóbal Colón nunca mencionó algo así en ninguno de sus escritos.

Como tampoco es cierto que el navegante tuviera que luchar contra la ignorancia de los que se negaban a admitir la esfericidad del globo, tal como postuló otro escritor estadounidense, Washington Irving (1783-1859), que invirtió tres años en España para recomponer la biografía de Colón.

Lo que se discutía en aquella época era la amplitud del océano. Por tanto, el llamado “mito de la Tierra plana”, que defiende que el Medievo fue un período de oscurantismo que se cargó de un plumazo el conocimiento que tenían los antiguos filósofos griegos sobre la forma del mundo, no es más que un invento moderno.

Esta idea se propagó como la pólvora a partir del siglo XIX con figuras como Parallax, seudónimo con que el inventor inglés Samuel Birley Rowbotham (1816-84) firmó el panfleto La Tierra no es un globo (1849), más tarde convertido en un libro de 430 páginas.

De acuerdo con su sistema, al que Rowbotham llamó Astronomía Zetética, la Tierra es un disco plano centrado en el polo norte y delimitado a lo largo de su perímetro por una pared de hielo. El Sol, la Luna, los planetas y las estrellas estarían moviéndose tan solo a unos cientos de kilómetros sobre la superficie terrestre. Tras la muerte de Rowbotham, sus seguidores fundaron la Universal Zetetic Society (Sociedad Zetética Universal), que estuvo activa hasta poco después de la Primera Guerra Mundial.

En 1956, Samuel Shenton la revivió bajo el nombre de The Flat Earth Society (la Sociedad de la Tierra Plana), que en la actualidad lidera el movimiento terraplanista en todo el mundo. Sus socios sostienen que existe una conspiración para ocultar que la Tierra no es una esfera, y para desmontarla celebran incluso congresos o patrocinan hazañas tan extravagantes como la de “Mad” Mike Hughes y su cohete casero.

Son muchas las personas en todo el mundo que creen ciegamente en las teorías de la Flat Earth Society. En 2016, a la celebrity estadounidense Tila Tequila se le ocurrió publicar una serie de tuits en los que se preguntaba, por ejemplo, “por qué si la Tierra es redonda los aviones pueden aterrizar sin estrellarse”.

 También es famoso el caso del rapero B.o.B., que en 2017 lanzó una campaña de micromecenazgo para recaudar un millón de dólares con el fin de enviar un satélite al espacio y fotografiar el planeta. Porque las imágenes de la NASA le parecen trucadas.

 Es lo mismo que piensa Oliver Ibáñez, el youtuber que, aquel año, se atrevió a decirle al mismísimo Pedro Duque, el primer astronauta español que viajó al espacio, que “la gente cree que la Tierra es plana e inmóvil porque así lo indica el método científico y la simple observación. La Tierra bola, en cambio, está basada en teorías que jamás se han comprobado y en imágenes fraudulentas creadas por ordenador”. Así, sin más. Porque cuando la creencia se impone, no hay hechos contrastados ni argumentos racionales que valgan para algunos.

 Fuente: RevistaHistoria y Vida.