lunes, 25 de abril de 2016

¿Podremos alimentar al planeta en 2050?

Nuevos estudios señalan que se puede alimentar a la población mundial en desarrollo sin destruir nuestros bosques.


Las Naciones Unidas estima que en 2050 habrá 9.7000 millones de habitantes en la Tierra. En la actualidad somos 7.100. No cabe duda de que son muchas bocas que alimentar, especialmente si consideramos que la agricultura industrial está presionando nuestro planeta con la erosión, las emisiones de carbono, la polución química y la pérdida de la biodiversidad.

Pero también hay buenas noticias. Según un estudio publicado la semana pasada, hay diversas maneras de proporcionar alimentos a una población cercana a los 10.000 millones, sin que tengamos que destruir los bosques.

O carne o medio ambiente

Previsiblemente, el estudio señala que la cantidad de carne que consumimos es un factor de alto riesgo. Si la humanidad dejase de comer carne y fuese vegana, necesitaríamos menos espacio para la agricultura en 2050 que en 2000. Si seguimos comiendo carne, como hacemos ahora, necesitaremos más del 50% de tierra cultivable que en la actualidad. "No hay manera de expandirnos menos, si no cambiamos nuestra dieta", dice Karl-Heinz Erb, experto en cambio global y en el suelo, quien dirige dicho estudio.

La investigación se llevó a cabo teniendo en cuenta los pronósticos de la demanda alimenticia realizada por la Organización de Agricultura y Alimentación de Estados Unidos que asume que, la agricultura, se intensificará en gran manera. Pero también se tomaron en cuenta cosechas con otros cultivos que debido al uso de métodos menos intensivos, como la agricultura orgánica o por el impacto del cambio climático, podrían reducir la productividad.

Muchos desperdicios

Erb comenta que es posible "seguir haciendo negocios como hasta ahora", pero admite que aparte de los costos ecológicos que conllevan, está también la cuestión de si es realmente lo que deseamos. Las típicas costumbres alimenticias de Occidente, sobre todo basadas en comida procesada y mucha carne, no son saludables. Al mismo tiempo, una de cada diez personas en el mundo "no tiene comida suficiente para poder llevar una vida sana", según el Programa Mundial de Alimentos.

José Luis Vivero Pol investiga también sobre la gobernanza alimentaria en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Él argumenta que una de las necesidades básica de la vida, los alimentos, deberían considerarse como "comida colectiva", es decir, nutrición básica para todos.

Él considera que el reto no es encontrar formas de aumentar la producción de alimentos, ya que ya producimos suficiente para alimentar a 9.000 millones de personas. El problema es que desperdiciamos casi un tercio: "Porque la comida es tan, tan barata, que no nos importa botar un tercio y sigue saliendo rentable", explica Vivero. También critica la masiva producción de comida, de la forma más barata posible y para una cultura que da la comida por hecho. En los países industrializados occidentales, asumimos que podemos comer carne cuando queramos y no recapacitamos en que depositamos en la basura una gran parte de los alimentos que compramos.

El investigador cree que cuando los individuos realizan actos que tienen un impacto tan negativo sobre los otros, el Estado tiene que tomar cartas en el asunto, ya sea desviando las ayudas económicas concedidas a la agricultura industrial hacia prácticas más sostenibles o limitando la venta de carne.

Oportunidad para el futuro

Erb puntulaliza que su estudio no se trataba de seguridad alimenticia en general, sino de asegurar que somos capaces de generar comida suficiente, teniendo en cuenta el nivel de consumo actual. Tampoco realiza una evaluación sobre qué escenario sería preferible en términos de impacto medioambiental o social.

Así y todo, los resultados pueden interpretarse como una oportunidad para la humanidad. Por un lado, preservar el ecosistema y la salud humana o, por el otro, seguir con los sistemas de producción alimenticia que no son saludables ni para las personas ni para el planeta. Fuente: cromo.com.uy

viernes, 22 de abril de 2016

“El neoliberalismo aplica la necropolítica, deja morir a las personas que no son rentables”

"El poder neoliberal se asegura que los incluidos no se fien de los Excluidos, que los vean como extraños, diferentes, desagradables y no se solidaricen con ellos"



Clara Valverde introduce su nuevo libro con la alusión al texto de una pintada en la pared: “Con la dictadura nos mataban. Ahora nos dejan morir”. En ‘De la necropolítica neoliberal a la empatía radical’ (‘Icaria/Más madera’) esta activista política y social y escritora sostiene que el sistema neoliberal es incompatible con la lucha contra la desigualdad. Para ella, este sistema divide la sociedad en excluidos e incluidos. Se desentiende de los primeros y atemoriza a los segundos para perpetuar y aumentar el poder y la riqueza de los privilegiados.

¿Qué tenemos que entender por “necropolítica neoliberal”?

‘Necro’ es la palabra griega para ‘muerte’. Las políticas neoliberales son unas políticas de muerte. No tanto porque los gobiernos nos maten con su policía, sino porque dejan morir a la gente con sus políticas de austeridad y exclusión. Se deja morir a los dependientes, a los sin techo, a los enfermos crónicos, a las personas en listas de espera, a los refugiados que se ahogan en el mar, a los emigrantes en los CIEs…

A los cuerpos que no son rentables para el capitalismo neoliberal, que no producen ni consumen, se les deja morir.

¿Cómo se consigue convencer a los ciudadanos de que esa “necropolítica neoliberal” les beneficia? ¿Porqué no hay una rebelión masiva contra ella?

Los que aún no están excluidos, los que aún se creen el mito de que en esta sociedad somos libres aceptan y hacen suyo lo que dicen los poderosos y su prensa: que los excluidos no son como ellos, que son una gente zarrapastrosa, sucia, rara, diferente, con mala suerte y malos hábitos. El mito que ha calado es que los excluidos se han buscado la situación que sufren.

No hay una rebeldía masiva contra las necropolíticas de los gobiernos, contra la exclusión, porque la gente que aún no está excluida no se identifica con los excluidos. Piensan “ese no soy yo”, “eso no me pasará a mí”. No se dejan identificar con el que sufre, no hay empatía radical. Y en realidad las necropolíticas nos afectan a todos. En cuanto esa persona incluida enferme será posiblemente excluida sin ingresos y sin ayuda.

En este diseño social hay ciudadanos excluidos y ciudadanos incluidos. ¿Nadie defiende a los excluidos?

Muy poca gente defiende a los excluidos. ¿Cuánta gente se organiza para apoyar a los sin hogar? ¿Cuánta gente ayuda a los ancianos o enfermos crónicos y a sus asociaciones? En la PAH hay apoyo mutuo y empatía radical pero casi todos los que están activos en la PAH son afectados ellos también por los desahucios.

Los incluidos creen estar a salvo de su expulsión del sistema pero les adviertes que en cualquier momento pueden caer en la exclusión. El temor a la exclusión ¿fomenta la insolidaridad en nuestra sociedad?

Los que ahora tienen la suerte de no estar enfermos, desahuciados, en paro, deberían pensar que la mayoría, a menos que tengan mucho capital económico, podrían llegar a ser excluidos. Pongamos que eres conductor de autobús. Si enfermas, aunque lleves cotizando años, es muy posible que el Instituto Catalán de Evaluaciones Médicas (ICAM) te dé el alta aunque estés demasiado enfermo para trabajar. Entonces, ¿qué harás? Sin poder trabajar, sin ingresos y con los gastos que una enfermedad conlleva y que no cubre la Seguridad Social…

El poder neoliberal se asegura de que los incluidos no se fíen de los excluidos, que los vean como extraños, diferentes, desagradables y no se solidaricen con ellos.

El neoliberalismo impone su necropolítica mediante la violencia. Pero ésa violencia no siempre es explícita. Dice que la más eficaz para los intereses del neoliberalismo es la ‘violencia discreta’. ¿A qué se refiere?

Por ejemplo, los recortes, la mercantilización y la privatización de la sanidad pública son una violencia discreta. No matan a tiros a los enfermos en listas de espera. Pero ¿cuántos mueren por esas listas interminables? Esas listas son tan largas porque los administradores de la sanidad pública y los políticos la han organizado de modo que la sanidad privada “chupe” de ella. Y eso tiene, como una de sus consecuencias, el sufrimiento y la muerte lenta de los enfermos que esperan.

Asegura que nos han cambiado el sentido de las palabras y que para combatir la necropolítica neoliberal hay que volver a llamar a las cosas por su nombre ¿Qué trampas del lenguaje destacaría?

Hay que llamar a las cosas por su nombre. Los políticos de derechas neoliberales, los que van de “centristas”, todos esos nos maltratan. No hay otra palabra. Es maltrato. Las condiciones laborales son malos tratos. Los recortes son malos tratos. Las leyes mordaza son malos tratos.

Hay muchas trampas lingüísticas. El que la gente haga suyas las frases-trampa de los poderosos es preocupante. Frases como “es lo que hay”, “no me puedo quejar”, “no va a ir a peor”, “no pasa nada”, etc. Y el ‘pensamiento positivo’ que hace que la gente se sienta culpable de estar enfadados con los políticos y de la situación actual.

La tolerancia es otra gran trampa. La tolerancia es muy violenta. Se intenta decir que es buena, que sí, que hay que tolerar al que es diferente. ‘Tolerar’ quiere decir ‘aguantar’ y es una posición de poder sobre el otro. “Yo te aguanto aunque seas pobre, trans, negro, autista, etc.” No, las diferencias no son para ser toleradas. Las diferencias hay que mirarlas, entender el por qué hay desigualdades entre grupos diferentes y cambiar la situación. Es necesario nombrar las desigualdades y luchar contra ellas al mismo tiempo que celebramos la diversidad.

Choca que hable de la contratación de discapacitados o del papel de las ONGs como instrumento manipulado por el neoliberalismo en interés propio.

Aquí no se habla de esto pero en muchos países, sí. Hay numerosos autores que hablan del “ONGismo” y del “Inspiración Porn”.

El ONGismo es la utilización de la comunidad para hacer el trabajo que debería hacer el gobierno con nuestro dinero. El ONGismo es un tema complejo porque la buena gente que se implica en una ONG lo hace con buenas intenciones. Pero luego son ellos los que tiene que recortar y hacer que sus empleados acepten sueldos míseros para hacer tareas que corresponden al Estado de Bienestar.

Cita algunos ejemplos de esta manipulación en la publicidad.

Hace unos años la Fundación La Caixa utilizaba personas con síndrome de Down no muy severo como ejemplos de cómo deberían ser los trabajadores. Ahora hay un anuncio de la compañía que hace lavadoras, Balay, en la que un sordomudo dice: “¡Mirad! Si un trabajador discapacitado es el mejor trabajador, sonríe y no se queja, tú, que no eres discapacitado, deberías callar, trabajar y no protestar”. Esto es un ejemplo de “Inspiración Porn”, una suerte de pornografía con los discapacitados.

Pero la realidad es que la mayoría de los discapacitados no tienen ingresos y sufren mucho. Y si consiguen un trabajo, su empresa no tiene que pagar su Seguridad Social. Es un ahorro para el jefe.

¿La necropolítica es especialmente evidente en España? Destaca que en este país se ha enterrado la memoria histórica de lo que supusieron la guerra y el franquismo, que sólo en Camboya hay más fosas comunes por abrir.

En realidad, la necropolítica se puede ver por todo el mundo. Mira la situación de violencia en México.

Pero sí, una sociedad como la nuestra que destaca a nivel mundial por la cantidad de personas desaparecidas y sin enterrar desde hace 80 años, no es una sociedad que pueda funcionar de forma humana. Tenemos a más de 100.000 abuelos y abuelas sin enterrar aún. ¿A cuántas personas de nuestra generación afecta éso directamente? ¿E indirectamente?

Andamos por los campos y las cunetas, y debajo de nuestros pies están miles y miles de personas que el gobierno, ningún gobierno,  cree que merezcan ser encontrados y devueltos a sus familias. Eso produce una sociedad muy enferma.

El sistema sanitario le sirve como ejemplo perfecto de la forma de actuar de esa necropolítica neoliberal. ¿Es donde se hace más evidente su forma de actuar?

Es una de las áreas en la que más vemos el sufrimiento causado por la necropolítica, porque en el sistema sanitario se trabaja con las vidas y los cuerpos de las personas, con el sufrimiento inevitable que es parte del ser humano.

Te doy un pequeño ejemplo. Los profesionales de enfermería en hospitales en los que se ha implantado el método “Lean”, método inventado para las cadenas de montaje de coches Toyota. Dan más importancia a estar “ on time” (puntuales con la velocidad que les imponen en sus tareas, velocidad nada humana ni para el profesional ni, sobre todo, para el paciente) que a la calidad del trabajo y al bienestar de los pacientes. Dicen estar contentos si están “ on time”, ¡como si fueran conductores de la Renfe!

El método Lean se ha conseguido implantar sin que hayan protestas entre los profesionales sanitarios. De la misma manera que tantos profesionales no cuestionan Lean, tampoco cuestionan el autoritarismo y el paternalismo que ellos mismos utilizan con los enfermos.

Lo grave es que estos profesionales sanitarios son ellos también víctimas del autoritarismo y paternalismo de las administraciones sanitarias. A ellos les maltratan y se les exige que también maltraten. Finalmente, sin darse cuenta, acaban haciendo lo que llaman muchos autores “gobernar por terceros”; o sea, haciendo el trabajo sucio de los neoliberales.

Y simboliza en las enfermas de Síndromes de Sensibilización Central esa acción. ¿Por qué?

Porque los enfermos, o enfermas porque la mayoría son mujeres, adolescentes y niños, de SSC son por lo menos el 3,5% de la población -aunque los investigadores internacionales dicen que el porcentaje es mucho más alto- y cada año pierden parte de los pocos derechos que tenían. Con Boi Ruiz, los enfermos de SSC en Catalunya, dejaron de tener derecho a acceder a sus médicos. Y si el nuevo consejero sigue el acuerdo Junts Pel Sí-CUP, seguirán sin poder ver a su médico y los que enfermen ahora no podrán ser diagnosticados.

El 80% de estos enfermos viven encerrados en sus casas, en sus camas, sin ninguna ayuda sanitaria ni social. Y están demasiado enfermos para protestar, participar en movimientos sociales, etc. La mayoría enferman entre los 10 y los 30 años de edad. No han cotizado. Les espera una larga vida de pobreza y sufrimiento en la cama. Y los que han conseguido trabajar unos años y cotizar, el ICAM hace todo lo posible para que no tengan una ayuda económica. Hasta a los que han conseguido una pensión a través de los juzgados el ICAM les quita la pensión.

El antídoto contra esa necropolítica está en la voluntad de compartir. “Para sobrevivir y vivir hay que compartir”, dice. ¿Funcionará?

Las iniciativas, ideas y grupos implicados en lo común son el antídoto contra la necropolítica. Lo que el poder absoluto quiere dividir, nosotros lo tenemos que juntar. Nos tenemos que juntar enfermos, sanos, trans y todos los géneros, razas varias, ancianos, niños… Pero para hacerlo tenemos que desarrollar una empatía radical y empezar desde los espacios excluidos. No funciona que los “incluidos” inviten a los excluidos a sus movimientos. Tiene que ser al revés. Los que aún se creen incluidos necesitan ir a esos espacios intersticiales en los que habita la exclusión y empezar desde ahí.

En ese sentido quería dar las gracias a Catalunya Plural por entender que para poder tener esta conversación conmigo, que vivo en la cama el 90% del tiempo con Encefalomielitis Miálgica, lo hemos tenido que hacer a mí manera. Unos necesitan una rampa para su silla de ruedas. Otros necesitamos Skype y email. Fuente: eldiario.es 

¿Quieres salvar árboles? Come menos carne

Un avanzado análisis matemático demuestra que evitar la deforestación requiere un cambio planetario de los hábitos dietéticos. El veganismo salva bosques


No se puede tener todo: una agricultura ecológica, una ganadería extensiva, dejar los bosques como están y comer carne como lo hacemos. Hay que elegir. De todos esos factores, el más importante es la dieta. El último modelo matemático, desarrollado por Karl-Heinz Erb y sus colegas del Instituto de Ecología Social de Viena, compara 500 posibles escenarios para alimentar al mundo en 2050 y revela con claridad que, si no queremos destruir más bosques, la extensión de la actual dieta occidental a todo el planeta resulta insostenible. La mejor forma de salvar árboles no es dejar de comprar libros, sino hacerse vegetariano.

La buena noticia es que no hay por qué convertir más bosques en tierras de cultivo para alimentar al mundo de aquí a tres décadas, pese a que la población seguirá creciendo. Dos tercios de los 500 posibles escenarios son viables sin destruir una sola hectárea de bosque más. “La deforestación no es un prerrequisito para suministrar al mundo la comida suficiente en 2050, tanto en términos de cantidad como de calidad”, dice Erb. Pero eso requiere adoptar ciertas estrategias concretas sobre agricultura, ganadería, emisiones y dietas. Dejar las cosas a su aire no es una opción, según los resultados que se presentan en Nature Communications.

Por ejemplo, ni siquiera es imposible exportar la dieta masivamente carnívora de los países occidentales al resto del mundo, pero ello requeriría que el rendimiento de los cultivos creciera también masivamente, y una fuerte expansión de los terrenos agrícolas a costa de los pastos que se usan ahora para el ganado. Es decir, la práctica eliminación de la agricultura orgánica y de la ganadería extensiva, dos prácticas de gran calidad pero bajo rendimiento. Tener lo mejor de todos esos mundos requiere un severo recorte en hamburguesas.

Algunos números sobre los 500 escenarios examinados en el modelo (todos ellos sin deforestar más, recuerde el lector): el 100% de los escenarios son viables si toda la población mundial se vuelve vegana; el 94% lo son si se adopta el relativamente más laxo vegetarianismo ovolácteo; dos tercios si la dieta media se mantiene como hoy; y solo el 15% si el planeta adopta la pauta de ingesta occidental actual, basada en la carne incesante. Una lectura simple de estas cifras es que conviene comer menos carne. Cuanta menos, mejor para los bosques.

Evitar que prosiga la deforestación es un objetivo prioritario por razones muy sólidas. Por unidad de área, los bosques almacenan más CO2 –es decir, retiran de la atmósfera más gases de efecto invernadero— que cualquier otro tipo de cubierta vegetal, natural o agrícola. Además, albergan una gran fracción de la biodiversidad terrestre. La agricultura ya ha ganado a los bosques mucha superficie, y lo sigue haciendo, sobre todo en las latitudes tropicales.

Tres cuartas partes de la superficie de tierra firme libre de hielo están ahora en uso agrícola o ganadero. Esta apropiación de la naturaleza es necesaria para alimentar a la población y al ganado, pero tiene importantes contrapartidas ambientales, como la eutrofización (aporte masivo de fosfatos y otros nutrientes inorgánicos al ecosistema, con la consiguiente colonización por algas del agua dulce), contaminación por fertilizantes y subproductos, graves pérdidas de biodiversidad y emisiones de gases que agravan el calentamiento global.

No todos los futuros son posibles. Coma menos carne.
Fuente: elpais.com