viernes, 18 de noviembre de 2016

El 90% de los análisis de orina muestra glifosato en el cuerpo de los estudiados

Se realizó un nuevo estudio para determinar el porcentaje de habitantes con glifosato en su cuerpo. El resultado conseguido en la ciudad de Mar del Plata es poco más que alarmante, sean habitantes de ciudades o zonas rurales, el 90% de la población de la Feliz ha consumido dichos Agrotóxicos.



Es imposible sostener este sistema de alimentación.” Esta fue la cita más destacada de Silvaba Bujan líder del proyecto de estudio. Un llamador de atención para continuar una lectura importante.

La prueba realizada en la ciudad de Mar del Plata por el Instituto privado Bios, buscaba detectar la presencia de glifosato en la población, a través de un análisis de orina en un fragmento de dicha sociedad. Bios es una organización sin fines de lucro conformada por personas de diferentes profesiones que desde 1990 trabajan en la protección del medio ambiente y de la vida.

Silvina Bujan, principal referente de Bios detalló el procedimiento: “Hicimos una prueba con muestras de orina de personas que viven en ámbitos urbanos y otras que se encuentran en zonas rurales, pensando que íbamos a encontrar diferentes resultados y no fue así: ambas poblaciones tenían glifosato o su metabolito, es decir, lo que se genera en el cuerpo cuando el glifosato se metaboliza.” Y agregó: “Del universo analizado, el 70 por ciento tenía glifosato y el 70 AMPA, el metabolito del glisofato; muchos tenían ambas sustancias y sólo una persona no tenía ninguna”.

La científica continuó explicando como el glifosato llega a nuestra casa. “comenzamos a investigar y lo que encontramos es que la mayoría de nuestros alimentos industrializados contienen algo con soja, ya sea lecitina, harina o proteína. Por otra parte, el agua y los suelos, aunque no sean rociados con glifosato, lo reciben por la lluvia

Buján citó como antecedente un estudio del (CIMA) de la Universidad de La Plata en el que se demostró que los agrotóxicos “también evaporan y caen, luego, con las lluvias. El trabajo consistió en estudiar los niveles en aguas de lluvia desde octubre de 2012 y abril de 2014 en núcleos poblacionales urbanos y periurbanos de la Región Pampeana, que comprende zonas de la provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos. El glifosato fue el herbicida más detectado, con 90 por ciento de resultados positivos”.

La Organización Mundial de la Salud, el último marzo, calificó al glifosato como una sustancia “probablemente cancerígena” en función al análisis de investigaciones de todo el mundo que comprueban el vínculo entre el agrotóxico y la enfermedad. Pese a su impacto ambiental y sobre la salud humana, el glifosato es el herbicida más vendido en todo el mundo.

Lo que demostramos con esa investigación fue que los agrotóxicos no ‘desaparecen’ luego de aplicados. Algunos degradan en metabolitos que persisten en el cuerpo humano, por ejemplo, el DDT no se usa hace años, y sin embargo tenemos DDD -su metabolito- en nuestra sangre”, señalo Bujan.

Bujan recordó que en una anterior campaña encontró algo indebido también: “En una campaña encontramos también ‘endosulfan’, éste es un agrotóxico prohibido del que a lo sumo podríamos haber encontrado el sulfato que es cómo el organismo lo metaboliza, esto quiere decir que persiste un mercado negro que sigue vendiendo la sustancia”.

Cuando uno realiza un análisis busca una sustancia, lo mismo cuando los organismos permiten ciertas dosis de agroquímicos, pero esas proyecciones se realizan pensando qué nivel de una sustancia puede tolerar un cuerpo sano. El problema es que nuestro cuerpo recibe cientos de sustancias, en distintos niveles, y moléculas que solas eran relativamente inocuas, combinadas pueden resultar tóxicas”.

La mujer sostuvo que “es increíble que el mundo siga sosteniendo este modelo de producción tanto de alimentos como de comida”.

Se dice muchas veces que sin los agrotóxicos no se podría sostener la producción de alimentos y esto es falso, la mayor parte de lo que se produce de soja, por ejemplo, no es destinado al consumo humano. No es increíble querer cambiar este modelo, lo increíble es aceptarlo como está.” Fuente: comunicacionpopular.com.ar

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Una nueva época, un mundo infeliz

Un feroz individualismo ha definido nuestras sociedades en las últimas tres décadas. La democracia y la verdad está en peligro



No cabe duda de que hemos entrado en una nueva era. El problema es que los historiadores tardarán años en determinar si los grandes cambios que estamos experimentado tuvieron relación entre sí o si se produjeron simultáneamente por casualidad. Afectan a todos los aspectos de la sociedad y la política, tanto nacional como internacional, y también a la guerra. La de Irak puso de manifiesto la extraña impotencia de la supremacía militar occidental. La aplastante victoria de 2003 sobre las fuerzas de Sadam Huseín demostró que cualquier comparación con la Segunda Guerra Mundial era arriesgada. El éxito militar convencional ya no trae consigo la paz. Los líderes de Washington y Londres pasaron por alto un cambio crucial en la manera de hacer la guerra. La guerrilla o la lucha partisana se solía librar en las montañas, los bosques o los pantanos. Actualmente, sus blancos principales se encuentran en las zonas urbanas, al igual que la posibilidad de camuflarse entre la comunidad civil para preparar operaciones ocasionales. La teoría de Mao de que había que moverse entre la población como peces en el agua no ha caído en el olvido.

La explosión demográfica en África y Oriente Próximo está aumentando el número de megalópolis a través de la inmigración. Hay una cantidad inmensa de jóvenes sin apenas esperanza de conseguir un trabajo o una casa o de formar una familia, lo cual conduce a una amarga frustración. En la actualidad, el Ejército estadounidense se está preparando para futuros campos de batalla formados por rascacielos rodeados de chabolas. La era de los Ejércitos convencionales con uniformes reconocibles que maniobran para conseguir ventaja en campo abierto ha llegado a su fin. La guerra se ha vuelto eminentemente urbana, con consecuencias terribles para los civiles atrapados en las ciudades, como muestra la devastación de Alepo.

La verdadera revolución socioeconómica empezó a mediados de la década de 1980 y principios de la de 1990 sin que entendiésemos lo que estaba pasando. Entonces nos parecía emocionante esa combinación de cambio geopolítico y final de la Guerra Fría mezclado con la revolución de las comunicaciones y la invención de Internet. Pero esos cambios también trajeron consigo la liberalización económica, la liberalización de los mercados financieros, el fin de las barreras comerciales y la expansión de la globalización. Empezamos a advertir la fragmentación de las lealtades colectivas o tribales. Los sindicatos, las organizaciones religiosas, los partidos políticos y las asociaciones militares comenzaron a decaer al mismo tiempo. Un escepticismo creciente ante la autoridad dio lugar a una sociedad mucho menos deferente, y otras transformaciones contrarias a la jerarquía tuvieron como resultado una informalidad mucho mayor en los centros de trabajo. El énfasis se ponía en el individuo. A eso era a lo que se refería Margaret Thatcher con su tristemente célebre frase: “No existe eso que llaman sociedad”.

"Hace tiempo que soy nítidamente consciente de que la honestidad intelectual es la primera víctima de la indignación moral"

En el pasado, la mayoría de las revoluciones fueron inducidas o forjadas por ideales políticos, nacionales o religiosos, y estuvieron revestidas de un aura de autoinmolación. Por otra parte, esta nueva revolución fue la primera en la que la principal fuerza motora era descaradamente egoísta. La gente empezó a hablar de la “generación del yo”. Este era el futuro, liberado de las restricciones de las fronteras nacionales o las lealtades anticuadas. El magnífico aforismo del poeta John Donne —“Nadie es una isla”— pasó a considerarse como algo perteneciente a la historia lejana.

El individuo, aunque supuestamente liberado y poderoso, en la práctica se había vuelto crédulo. El siniestro eslogan de los cienciólogos estadounidenses —“Si para ti es verdad, entonces lo es”— se ha propagado como un virus invisible que impide a sus víctimas ver la realidad. Las teorías de la conspiración han existido siempre, pero ahora, mediante la comunicación por Internet, pueden adquirir una fuerza y un impulso totalmente diferentes. El asilamiento en la nueva sociedad de masas convierte a las personas en vulnerables a los charlatanes y los falsos profetas. Y todo esto lo empeora mucho más la industria internacional del ocio, capaz de crear su propia y convincente visión.

"El incremento de la ficción realista coincide con una época en la que mucha gente tiene cada vez más dificultades para distinguir entre fantasía y realidad"

En la actualidad estamos entrando en el mundo de la posalfabetización, en el que la reina es la imagen en movimiento. El límite entre la realidad y la ficción está siendo minado implacable y deliberadamente, sobre todo debido al enorme potencial económico. Desde el punto de vista histórico, sin embargo, esto es profundamente perverso. En los últimos tiempos hemos asistido a un importante aumento de lo que yo llamaría la “dramatización deformada de la realidad” tanto en documentales como en películas de ficción. El peligro es que, en la actualidad, para la mayoría de la gente esta “historia para entretener” es la principal fuente de conocimiento histórico.

La obsesión de Hollywood por afirmar que una película es real incluso cuando es ficticia en su práctica totalidad es un fenómeno relativamente nuevo. Por lo visto, ahora hay que comercializarla proclamando su autenticidad. De vez en cuando se refuerza la falsa sensación de verosimilitud proyectando aquí y allá nombres de lugares y fechas concretas, como si el público estuviese a punto de presenciar una recreación fidedigna de lo que sucedió determinado día, algo que resulta especialmente lamentable cuando se trata de personas que solo han tenido contacto con el tema a través de la ficción cinematográfica o televisiva. Poco después del estreno de la película El Código Da Vinci, en Gran Bretaña se hizo un estudio para investigar sus efectos. A pesar de que la película es ciertamente absurda, la encuesta mostró que, después de verla, casi la mitad de la muestra diseñada para representar a la población estaba convencida de que María Magdalena había tenido un hijo con Jesús y de que su linaje pervivía hasta hoy. El incremento de la ficción realista coincide con una época en la que mucha gente tiene cada vez más dificultades para distinguir entre fantasía y realidad.

"Tal vez no resulte sorprendente que en muchas partes del mundo estemos presenciando una política de la ira incoherente manipulada por el engaño deliberado"

Los antropólogos están empezando a estudiar la forma en que Internet, y en particular las redes sociales, están transformando las relaciones políticas e incluso humanas. Solo Facebook tiene más de 500 millones de miembros activos, la mitad de los cuales se conecta cada día. Los miembros tienen una media de 130 “amigos”. Pero, ¿qué clase de amistad puede representar algo así? Un estudio reciente ha revelado que se ha producido un enorme incremento de los problemas mentales sobre todo entre las mujeres jóvenes debido a que las redes sociales hacen que se sientan ineptas. En una paradoja significativa, parece que nada aísla más que Internet, el mayor invento en comunicaciones de todos los tiempos.

Tal vez no resulte sorprendente que en muchas partes del mundo estemos presenciando una política de la ira incoherente manipulada por el engaño deliberado. Hace tiempo que soy nítidamente consciente de que la honestidad intelectual es la primera víctima de la indignación moral. Cuando la gente se identifica apasionadamente con una causa o un asunto, en su inconsciente se siente legitimada para estirar la verdad y hasta inventar estadísticas que apoyen su tesis. Pero ahora hemos entrado en una auténtica era de la “posverdad”, en la que, a juzgar por los argumentos a favor del Brexit en Gran Bretaña, de Trump en Estados Unidos, o de los nacionalistas extremos en Europa, se diría que la verdad ha dejado de tener importancia. Los demagogos y sus acólitos imitan la táctica estalinista: cuanto mayor es la mentira, más potente es su efecto. Pero esto conduce a la muerte de la democracia. Solo las dictaduras medran en la falsedad. La democracia no puede sobrevivir sin una base de respeto hacia los demás, acompañada por el respeto a la verdad.
Fuente: elpais.com