viernes, 20 de julio de 2018

La sorprendente ola de calor en los países donde hace frío

Los expertos alertan de que estos episodios extremos encajan en los escenarios previstos como consecuencia del cambio climático


Potentes olas de calor han hecho saltar las alarmas alrededor del mundo en los últimos dos meses. Una de las situaciones más extremas se ha registrado en el norte de Siberia, donde el pasado mes fue el más cálido en más de un siglo, según el Centro Hidrometeorológico de Rusia. En junio, la media de temperatura de toda la región fue ocho grados más alta de lo habitual. Y el calor intenso estuvo presente de forma excepcional también en la primera semana de julio. Situaciones de calor extremo se han registrado también en los últimos 60 días en regiones frías como Escandinavia, Reino Unido, Irlanda y Canadá. Los expertos coinciden en que estos eventos climáticos encajan en los escenarios previstos por la comunidad científica como consecuencia del calentamiento global. Pero hacen falta más estudios para vincular directamente un episodio en concreto al cambio climático, según alertan.

La ola de calor en Siberia ha provocado problemas serios a los habitantes de la región, según la Organización Mundial de Meteorología (OMM). En distintas localidades se alcanzaron repetidamente los 40 grados centígrados a lo largo del mes de junio. Hubo grandes incendios, falta de energía eléctrica, disfunciones en transportes y otros servicios públicos y ahogamientos de personas que se tiraron al agua para huir del calor. El humo de los fuegos hasta llegó a alcanzar Canadá y Estados Unidos, según Copernicus, el sistema de monitoreo vía satélite de la Agencia Espacial Europea, y la NASA. Pero no son las únicas consecuencias. “Los principales efectos fueron el derretimiento del hielo marino en el mar Laptev y del permafrost [las capas de suelo o submarinas permanentemente congeladas] de la superficie terrestre y submarina”, asegura el meteorólogo estadounidense Nicholas Humphrey a EL PAÍS en un correo.

Este experto de eventos extremos y cambio climático publicó el pasado 2 de julio en su blog un post en el que explicaba con asombro lo que estaba pasando en Siberia. “Es absolutamente increíble, uno de los eventos de calor más intensos que haya visto nunca en una latitud tan septentrional”, comentó. Humphrey afirma que el descenso del volumen de hielo por la ola de calor siberiana afectó sobre todo la costa ártica rusa. Un rápido calentamiento del mar puede acelerar la emisión de gases como el CO2 y el metano desde el permafrost, considera este experto. Y estas emisiones pueden tener graves consecuencias en otras zonas del hemisferio norte, alerta Humphrey. También se producen alteraciones negativas en la corriente en chorro polar, uno de los factores principales de influencia de las condiciones meteorológicas en las latitudes medias, agrega.

Tiempo loco alrededor del mundo

La OMM dio cuenta en su último informe periódico, con fecha del 19 de julio, de muchos de los eventos extremos ocurridos en distintos puntos del planeta. La nota dominante fue el calor. A principio de mes más de 50 personas fallecieron por una importante ola de calor en el este de Canadá. En distintos puntos de California se batieron varios récords con temperaturas por encima de los 45 grados durante la primera semana de julio, según el Servicio Meteorológico Nacional de EE UU. Las olas de calor afectaron también a otras regiones del país y en zonas como Texas se prevén más emergencias en los próximos días.

Europa no es ajena a eventos como este, tal y como demuestran varias semanas seguidas de calor extremo y sequía en Reino Unido e Irlanda. Los últimos días han sido marcados en Suecia por temperaturas de récord y más de 50 grandes incendios que han obligado al Gobierno del país a pedir ayuda internacional. El 17 de julio las temperaturas superaron los 30 grados en localidades de Noruega y Finlandia ubicadas por encima del círculo polar ártico. Un verano potente embistió en la primera parte de julio a los habitantes de ciudades del Cáucaso como Tiflis (Georgia) y Ereván (Armenia).

También hubo récords más en el sur: en Quriya (Omán), el pasado 28 de junio durante 24 horas la mínima no bajó de los 42,6 grados. En Ouargla (Argelia), el pasado día 5 se midieron 51,3 grados centígrados, probablemente la temperatura más alta nunca registrada en el país, según la OMM. Muchas zonas de África del Norte sufrieron una ola de calor entre el 3 y el 10 de julio.

En el otro hemisferio ahora mismo es invierno, pero las anomalías no han faltado. En Sydney y alrededores, la temporada fría está resultando particularmente templada y así va a seguir en agosto, según prevé la Oficina de Meteorología del Gobierno australiano. Aunque el evento climático más dramático del último mes no fue una ola de calor, sino las inundaciones provocadas por diez días de intensas precipitaciones en Japón. Miles de personas tuvieron que abandonar sus viviendas y al menos 200 fallecieron por las consecuencias de las lluvias. La última semana, en cambio, ha sido caracterizada en el país por una intensa ola de calor, con temperaturas de hasta 39 grados alcanzadas el pasado lunes, que ha provocado 14 víctimas, según Reuters.

La sombra del cambio climático

Humphrey cree que la ola de calor en Siberia está directamente relacionada con el cambio climático. “Ningún evento en sí es provocado por el cambio climático, pero la acumulación de episodios meteorológicos extremos más frecuentes y de mayor magnitud es una señal de ello. Esta ola encaja en el escenario causado por el brusco calentamiento del Ártico desde los años ochenta”, afirma. Delia Gutiérrez, de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), comparte la misma opinión. “En el mundo científico está consensuado que el cambio climático, es decir, el calentamiento de la tierra, lleva asociado entre otras cosas que los episodios extremos van a ser más frecuentes”, afirma.

Pero hay que analizar la situación más a fondo, afirma la meteoróloga. “Para atribuir episodios muy recientes al cambio climático hacen falta unos estudios de atribución, que requieren su tiempo”, asegura Gutiérrez. “Estamos hablando de un sistema muy complejo, cambiante en todo momento”, agrega el experto José Miguel Viñas. El meteorólogo subraya como muchos eventos registrados en los últimos meses estén vinculados con anomalías en la circulación atmosférica (el movimiento de aire a gran escala).

También Viñas opina que es necesario realizar más estudios para vincular un solo evento con el cambio climático. Uno de los puntos claves es observar si anomalías como las de este verano tienen continuidad en el tiempo, asegura. Pero las señales del calentamiento global son cada vez más evidentes, opina el meteorólogo. "No se puede decir que nunca haya hecho calor en Alaska o en Siberia en verano, pero que ahora y de forma tan frecuente ocurran estas anomalías cálidas es sintomático de que efectivamente el planeta se está calentando y sobre todo en estas zonas más hacia el norte del mundo", afirma.

Tales fenómenos no ocurren de forma aislada, explican los meteorólogos. “En la atmósfera todo está conectado y lo que pasa en un sitio no es en absoluto independiente de lo que pasa en otro”, asegura Gutiérrez. “La circulación puede depender de muchos factores, como la diferencia de temperaturas entre el ecuador y el polo o, por ejemplo, si tenemos o no tenemos hielo en Groenlandia. Todo esto influye en cómo se mueve el aire”, agrega Maria del Carme Llasat, de la Universidad de Barcelona. “Por eso también están aumentando episodios extremos como las inundaciones. No se trata solo de que haga más calor o más frío, sino también de que puedan ocurrir episodios de lluvias muy intensas como las que hemos visto en Japón”, afirma Viñas.

miércoles, 18 de julio de 2018

Vivir en el campo: antes un privilegio, hoy una maldición

“Tomamos agua con agroquímicos, respiramos aire con plaguicidas, comemos comida envenenada”



La calma que ofrece un pueblo en Argentina esconde preocupaciones riesgosas. Según un informe de la Defensoría del Pueblo y la Universidad de La Plata, 30 de Agosto es la localidad más contaminada de la provincia de Buenos Aires. El estudio menciona que allí se registran los niveles más altos de dioxinas y endosulfanes de la región, mientras que los vecinos apuntan a que las acopiadoras de fertilizantes y semillas están detrás de estos datos.

“‘Qué mejor que vivir en el campo, qué más sano que vivir en el medio del campo…’ Bueno, ya hace unos años que nos estamos dando cuenta que no es tan sano vivir en el medio del campo con este modelo productivo”, lamenta Rosario Iturralde, miembro de la Asamblea de Vecinos de 30 de Agosto. “Tenemos el agua con agroquímicos, respiramos el aire [con plaguicidas], comemos comida envenenada, sabemos que es un tema súper complejo”, lamenta.

La contaminación silenciosa

Y es que cada vez que se ventilan los galpones en los que se guardan fertilizantes los vecinos respiran un aire viciado. A esto lo llaman ‘la contaminación silenciosa’, que ataca cuando menos se la espera y que provocó que el cáncer sea tema de discusión en la localidad: los médicos locales comprobaron que en 2016 al menos 40 personas fallecieron por este padecimiento.

Si los agrotóxicos matan cualquier tipo de maleza, animales e insectos […] ¿por qué no pueden matar al ser humano?”, reflexiona Mercedes Biassot, médica del Hospital Municipal de 30 de Agosto. Esta localidad ubicada a 500 kilómetros de Buenos Aires se ve amenazada no solo por las empresas agropecuarias locales, sino también por las fumigaciones de los campos linderos.

Si los agrotóxicos matan cualquier tipo de maleza, animales e insectos ¿por qué no pueden matar al ser humano?

Tenemos campos enfrente de las casas que fumigan cuando hay viento; hay productos que vuelan hasta 30 kilómetros con viento, entonces pueden haber campos a esa distancia que igualmente nos están contaminando”, indica Rosario Iturralde. Por su parte, Héctor Boffi, exdirector del Hospital de Trenque Lauquen, afirma que cuando se realiza una fumigación “apenas un 15 por ciento queda en la planta, un 15 por ciento filtra a las napas […] y el 70 por ciento es patrimonio de las derivas, del viento“.

Solo queda esperar

En tanto, las autoridades municipales reconocen que hay una problemática, pero expresan estar trabajando para resolverla con controles a las fumigaciones. “Es todo parte de una foto más grande”, indica Ana Paula Motrel, secretaria de Medio Ambiente de Trenque Lauquen, añadiendo que creen que pronto podrán “dar una opción de relocalización” a algunas de las empresas.

Mientras tanto, los habitantes de este lugar aguardan con expectativa que se realice un diagnóstico médico completo. Por ahora, solo tienen la certeza de que el modelo agropecuario de la región trae inconvenientes inesperados con consecuencias irreversibles.

Por qué la filosofía es tan importante para la educación científica



Cada semestre, enseño cursos sobre filosofía de la ciencia a estudiantes de grado en la Universidad de New Hampshire. La mayoría de los estudiantes se matriculan en mis cursos para satisfacer los requisitos de educación general, y la mayoría de ellos nunca antes han asistido a una clase de filosofía.

El primer día del semestre trato de darles una idea de lo que va la filosofía de la ciencia. Comienzo por explicarles que la filosofía aborda cuestiones que no pueden resolverse solo con los hechos, y que la filosofía de la ciencia es la aplicación de este enfoque al campo de la ciencia. Después de esto, explico algunos conceptos que serán centrales para el curso: inducción, pruebas y método en la investigación científica. Les digo que la ciencia procede por inducción, las práctica de recurrir a observaciones pasadas para hacer afirmaciones generales sobre lo que aún no se ha observado, pero que los filósofos consideran que la inducción está inadecuadamente justificada y, por lo tanto, es problemática para la ciencia. Luego me refiero a la dificultad de decidir qué prueba se ajusta a cada hipótesis de manera única, y por qué es vital para cualquier investigación científica tener esto claro. Les hago saber que “el método científico” no es singular y directo, y que existen disputas básicas sobre cómo debería ser la metodología científica. Por último, hago hincapié en que, aunque estos temas son “filosóficos”, sin embargo tienen consecuencias reales sobre cómo se hace ciencia.

En este punto a menudo me hacen preguntas como: “¿Cuáles son sus credenciales?”¿A qué universidad asistió?” y “¿Es usted una científica?”

Tal vez hacen estas preguntas porque, como filósofa de extracción jamaicana, encarno un grupo de identidades poco común, y sienten curiosidad por mí. Estoy segura de que eso es en parte así, pero creo que hay más, porque he observado un patrón similar en un curso de filosofía de la ciencia impartido por un profesor más estereotípico. Como estudiante de posgrado en la Universidad de Cornell en Nueva York, trabajé como profesora asistente en un curso sobre la naturaleza humana y la evolución. El profesor que lo impartía daba una impresión física muy diferente a la mía. Era blanco, varón, barbudo y de unos 60 años: la imagen misma de la autoridad académica. Pero los estudiantes eran escépticos sobre sus puntos de vista sobre la ciencia, porque, como algunos decían, desaprobantes: “No es un científico”.

Creo que estas respuestas tienen que ver con dudas sobre el valor de la filosofía en comparación con el de la ciencia. No es de extrañar que algunos de mis alumnos duden de que los filósofos tengan algo útil que decir acerca de la ciencia. Son conscientes de que científicos prominentes han declarado públicamente que la filosofía es irrelevante para la ciencia, si no completamente inútil y anacrónica. Saben que la educación STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés) tiene una importancia mucho mayor que cualquier cosa que las humanidades puedan ofrecer.

Muchos de los jóvenes que asisten a mis clases piensan que la filosofía es una disciplina confusa que solo se ocupa de cuestiones de opinión, mientras que la ciencia se dedica al descubrimiento de hechos, a proporcionar pruebas y la difusión de verdades objetivas. Además, muchos de ellos creen que los científicos pueden responder a las preguntas filosóficas, pero los filósofos no tienen nada que aportar a las científicas.

¿Por qué los estudiantes universitarios tratan tan a menudo a la filosofía como completamente distinta y subordinada a la ciencia? En mi experiencia, destacan cuatro razones.

Una tiene que ver con la falta de conciencia histórica. Los estudiantes universitarios tienden a pensar que las divisiones departamentales reflejan divisiones precisas en el mundo, por lo que no pueden darse cuenta de que la filosofía y la ciencia, así como la supuesta división entre ellas, son creaciones dinámicas humanas. Algunos de los temas que ahora se etiquetan como “ciencia” en algún momento estuvieron bajo encabezados diferentes. La física, la más segura de las ciencias, estuvo una vez el ámbito de la “filosofía natural”. Y la música correspondía naturalmente a la facultad de matemáticas. El alcance de la ciencia se ha reducido y ampliado, dependiendo de la época y el lugar y los contextos culturales donde se practicó.

Otra razón tiene que ver con los resultados concretos. La ciencia resuelve problemas del mundo real. Nos da tecnología: cosas que podemos tocar, ver y usar. Nos da vacunas, cultivos transgénicos y analgésicos. La filosofía no parece, para los estudiantes, tener elementos tangibles que mostrar. Pero, por el contrario, los tangibles filosóficos son muchos: los filosóficos experimentos mentales de Albert Einstein hicieron posible la Cassini. La lógica de Aristóteles es la base de la informática, que nos dio ordenadores portátiles y teléfonos inteligentes. Y el trabajo de los filósofos sobre el problema mente-cuerpo preparó el terreno para el surgimiento de la neuropsicología y, por lo tanto, de la tecnología de imagenes del encéfalo. La filosofía siempre ha estado trabajando silenciosamente como trasfondo de la ciencia.

Una tercera razón tiene que ver con las preocupaciones sobre la verdad, la objetividad y el sesgo. La ciencia, insisten los estudiantes, es puramente objetiva, y cualquiera que desafíe esa visión debe estar equivocado. No se considera que una persona sea objetiva si aborda su investigación con un conjunto de supuestos previos. Por contra, sería “ideológica”. Pero todos somos “parciales” y nuestros prejuicios alimentan el trabajo creativo de la ciencia. Este problema puede ser difícil de abordar, ya que la concepción ingenua de la objetividad está muy arraigada en la imagen popular de lo que es la ciencia. Para abordarlo, invito a los estudiantes a mirar algo cercano sin ningún prejuicio. Luego les pido que me digan lo que ven. Se paran … y luego reconocen que no pueden interpretar sus experiencias sin recurrir a ideas anteriores. Una vez que se dan cuenta de esto, la idea de que puede ser apropiado hacer preguntas sobre la objetividad en la ciencia deja de ser tan extraña.

La cuarta fuente de incomodidad para los estudiantes proviene de lo que ellos consideran que es la educación científica. Una tiene la impresión de que piensan que la ciencia consiste principalmente en enumerar las cosas que existen -los “hechos” – y que la educación científica es enseñarles cuáles son estos hechos. Yo no respondo a estas expectativas. Pero como filósofa, me preocupa principalmente cómo se seleccionan e interpretan estos hechos, por qué algunos se consideran más importantes que otros, las formas en que los hechos están empapados de prejuicios, y así sucesivamente.

Los estudiantes a menudo responden a estas cuestiones declarando con impaciencia que los hechos son hechos. Pero decir que una cosa es idéntica a sí misma no es decir nada interesante acerca de ella. Lo que los estudiantes quieren decir con “los hechos son hechos” es que una vez que tenemos “los hechos” no hay lugar para la interpretación o el desacuerdo.

¿Por qué piensan de esta manera? No es porque esta sea la forma en que se practica la ciencia sino, más bien, porque así es como normalmente se enseña la ciencia. Hay una cantidad abrumadora de hechos y procedimientos que los estudiantes deben dominar para llegar a ser competentes científicamente, y solo tienen un tiempo limitado para aprenderlos. Los científicos deben diseñar sus cursos para mantenerse al día con un conocimiento empírico en rápida expansión, y no tienen el placer de dedicar horas de clase a preguntas que probablemente no están capacitados para abordar. La consecuencia involuntaria es que los estudiantes a menudo salen de sus clases sin darse cuenta de que las preguntas filosóficas son relevantes para la teoría y la práctica científica.

Pero las cosas no tienen por qué ser así. Si se establece la plataforma educativa adecuada, los filósofos como yo no tendrán que trabajar a contracorriente para convencer a nuestros estudiantes de que tenemos algo importante que decir acerca de la ciencia. Para esto necesitamos la ayuda de nuestros colegas científicos, a quienes los estudiantes ven como los únicos proveedores legítimos de conocimiento científico. Propongo una división explícita del trabajo. Nuestros colegas científicos deberían continuar enseñando los fundamentos de la ciencia, pero pueden ayudar dejando claro a sus alumnos que la ciencia está repleta de importantes cuestiones conceptuales, interpretativas, metodológicas y éticas que los filósofos están en una posición única para abordar, y que lejos de ser irrelevantes para la ciencia, los asuntos filosóficos se encuentran en su núcleo.

Sobre el autor: Subrena E. Smithes profesora ayudante de filosofía en la Universidad de New Hampshire (Estados Unidos).