Reducir el consumo tanto de carne como de productos lácteos
podría reducir en dos tercios la huella de carbono de los alimentos que
consumimos.
Aunque una creencia, en ocasiones muy arraigada, asume que
la industria, el transporte y el sector energético son las actividades que más
contaminan, el papel de la alimentación en el computo global de las emisiones
de gases de efecto invernadero es una realidad que no se puede dejar de lado.
Así, el estudio titulado The global impacts of food production y publicado en
2018 en la revista Science por científicos de la Universidad de Oxford,
apuntaba a un dato muy significativo: al menos un 25% de las emisiones anuales
de gases de efecto invernadero, corresponden al sector de la alimentación.
De este cuarto de las emisiones, un 58% corresponde a la
generación de productos animales, y a su vez, un 50% de las mismas corresponde
con la producción de carne de ternera y cordero.
Según el estudio, de estos datos se desprende que reducir el
consumo tanto de carne como de productos lácteos podría reducir en dos tercios
la huella de carbono de los alimentos que consumimos. Si queremos tener un
impacto positivo a este respecto, los expertos recomiendan consumir menos carne
y productos derivados de los animales, pero también incluir en nuestra dieta
más alimentos locales, y sobre todo de temporada.
Esto segundo es de gran importancia pues, a veces, por menor
carne que consideremos consumir, la huella de carbono de un filete de ternera
procedente de un entorno cercano a nuestras ciudades, en ocasiones podría ser
menor que el de un aguacate importado de Ecuador, una naranja procedente de
China, o unas fresas cultivadas fuera de temporada. Y es que el cálculo global
de la huella de carbono, más allá de la naturaleza del producto, hay que tener
en cuenta el conjunto de emisiones generadas desde el momento en que el
producto es producido, hasta que, a veces cruzando medio planeta, llega a nuestros
platos.
Así, la adopción de ciertas pautas de comportamiento a la
hora de alimentarnos puede marcar una gran diferencia en la huella de carbono
individual generada por cada persona; desde ahorrar agua hasta reducir la
contaminación y la pérdida de bosques.
Dietas bajas en productos cárnicos –sobre todo
ternera y cordero– son menos perjudiciales para el medio ambiente. En este
sentido, Peter Scarborough profesor asociado de la Universidad de Oxford afirma
que "si un carnívoro típico adoptase la dieta vegana, su huella de carbono
quedaría reducida a la mitad. Al reducir al 50% el consumo de carne, las
emisiones anuales se reducen en una cantidad equivalente a la generada por un
vuelo comercial entre Londres y Nueva York", concluye.
Fuente: www.nationalgeographic.com.es
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