El éxito de Rusia en el desarrollo de una vacuna contra el COVID-19 está enraizado en la historia
El momento Sputnik ha ocurrido. La vacuna rusa Sputnik V ha sido lanzada, convirtiéndose en la primera vacuna contra el COVID-19 registrada en el mundo y evocando recuerdos del impactante lanzamiento del satélite soviético en 1957 que abrió el espacio a la exploración humana. Esta nueva era no solo liderada a una competencia, sino también a muchos esfuerzos colaborativos, incluida la misión conjunta Apolo-Soyuz de Estados Unidos y la Unión Soviética.
La vacuna contra el COVID-19 es la prioridad número uno del mundo y muchos países, organizaciones y compañías afirman que están cerca de desarrollarla. A finales de este año, algunos otros países podrían tener sus propias vacunas. Es importante que las barreras políticas no impidan que las mejores tecnologías disponibles se utilicen en beneficio de todas las personas frente al desafío más grave que ha enfrentado la humanidad en décadas.
La primera vacuna contra COVID-19 registrada en el mundo es bautizada Sputnik V
Lamentablemente, en lugar de examinar la ciencia que existe detrás de la plataforma de vacunas basada en vectores adenovirales que Rusia ha desarrollado, algunos políticos y medios de comunicación internacionales optaron por centrarse en la política y en los intentos de socavar la credibilidad de la vacuna rusa. . Creemos que ese enfoque es contraproducente y pedimos un cese del fuego político para las vacunas ante la pandemia de COVID-19.
No es ampliamente conocido en todo el mundo que Rusia ha
sido uno de los líderes mundiales en la investigación de vacunas durante
siglos. La emperatriz rusa Catalina la Grande dio el ejemplo en 1768 cuando
recibió la primera vacuna contra la viruela del país, 30 años antes de que se
realizará la primera vacunación en Estados Unidos.
En 1892, el científico ruso Dmitri Ivanovski observó un
efecto inusual mientras estudiaba unas hojas de tabaco infectadas con
enfermedad de mosaico. Las hojas siguieron siendo infecciosas incluso después
de que el científico filtrara las bacterias. Aunque todavía faltaba casi medio
siglo para que el primer virus pudiera verse a través de un microscopio, la
investigación de Ivanovski dio a luz a una nueva ciencia llamada virología.
Desde el descubrimiento de Ivanovski, Rusia ha sido uno de los líderes mundiales en virología e investigación de vacunas, dando decenas de científicos talentosos como el investigador Nikolái Gamaleya que estudió en el laboratorio del biólogo francés Louis Pasteur en París y abrió la segunda estación de vacunación contra la rabia del mundo en Rusia en 1886.
La Unión Soviética siguió apoyando la investigación de virus
y vacunas. Todas las personas nacidas después de la Segunda Guerra Mundial
recibieron vacunas obligatorias contra la poliomielitis, la tuberculosis y la
difteria. En un raro ejemplo de cooperación en la época de la Guerra Fría, tres
destacados virólogos soviéticos viajaron a Estados Unidos en 1955 para ofrecer
oportunidades de pruebas en la Unión Soviética para una vacuna estadounidense
contra la poliomielitis, una enfermedad mortal que se cobró millones de vidas.
Si fuimos capaces de cooperar entonces, podemos y debemos hacerlo de nuevo
ahora.
Décadas de esfuerzos por parte de los científicos rusos y
soviéticos condujeron a la creación de una excelente infraestructura de
investigación, como el Centro Nacional de Epidemiología y Microbiología Nikolái
Gamaleya. Esta infraestructura va desde una de las más ricas bibliotecas de
virus del mundo, creada con una técnica de preservación única, hasta centros de
cría de animales experimentales. Estamos orgullosos de este legado, que nos
permitió crear la primera vacuna contra el COVID-19 aprobada en el mundo. Ya
hemos recibido solicitudes internacionales para 1.000 millones de dosis de
nuestra vacuna y hemos llegado a acuerdos internacionales para producir 500
millones de dosis anuales con la intención de aumentarla.
El verdadero secreto
Actualmente, muchos medios de comunicación y políticos
occidentales cuestionan la rapidez de la creación de la vacuna contra el
COVID-19 en Rusia, dudando de su eficacia y autenticidad. El secreto detrás de
esta velocidad es la experiencia de Rusia en la investigación de vacunas. Desde
los años 1980, el Centro Gamaleya ha encabezado el esfuerzo por desarrollar una
plataforma tecnológica que utiliza los adenovirus, que se encuentran en las
adenoides humanas y que normalmente transmiten el resfriado común, como
vectores o vehículos, que pueden engendrar un material genético de otro virus
en una célula. Se extrae el gen del adenovirus, que causa la infección, y se
inserta un gen con el código de una proteína de otro virus. Este elemento
insertado es pequeño, no es una parte peligrosa de un virus y es seguro para el
cuerpo, pero aún así ayuda al sistema inmunológico a reaccionar y producir
anticuerpos que nos protegen de la infección.
Los adenovirus humanos se consideran unos de los más fáciles
de diseñar de esta manera y por lo tanto se han vuelto muy populares como
vectores. Desde que empezó la pandemia de COVID-19, todo lo que los
investigadores rusos tuvieron que hacer fue extraer un gen codificador de la
espiga del nuevo coronavirus e implantarlo en un vector familiar de adenovirus
para entregarlo en una célula humana. Decidieron utilizar esta tecnología ya
probada y disponible en lugar de ir a un territorio inexplorado.
Los estudios más recientes indican, además, que se necesitan
dos inyecciones de la vacuna para crear una inmunidad duradera. Desde 2015, los
investigadores rusos han estado trabajando en un enfoque de dos vectores, de
ahí la idea de utilizar dos tipos de vectores adenovirales, Ad5 y Ad26, en la
vacuna contra el COVID-19. De esta manera, engañan al cuerpo, que ha
desarrollado inmunidad contra el primer tipo de vector, y potencian el efecto
de la vacuna con la segunda inyección al utilizar un vector diferente. Es como
dos trenes tratando de entregar una importante carga a una fortaleza de un
cuerpo humano que necesita la entrega para empezar a producir anticuerpos.
Necesitas el segundo tren para asegurarte de que el cargamento llegue a su
destino. El segundo tren debe ser diferente del primero, que ya ha sido atacado
por el sistema inmunológico del cuerpo y ya le es familiar. Así que, mientras
que otros fabricantes de vacunas solo tienen un tren, nosotros tenemos dos.
El método de dos
vectores
El Centro Gamaleya usó vectores adenovirales para
desarrollar vacunas contra la influenza y contra el síndrome respiratorio de
Oriente Medio (MERS). Ambas vacunas se encuentran actualmente en etapas
avanzadas de ensayos clínicos. Estos logros demuestran que los laboratorios
rusos no han perdido tiempo en las últimas décadas, mientras que la industria
farmacéutica internacional a menudo ha subestimado la importancia de la
investigación de nuevas vacunas ante la ausencia de amenazas para la salud
mundial antes de la pandemia de COVID-19.
Otros países siguen nuestros pasos al desarrollar vacunas
basadas en vectores adenovirales. La Universidad de Oxford está usando un
adenovirus de un mono que nunca se ha usado antes en una vacuna aprobada, a
diferencia de los adenovirus humanos. La compañía estadounidense Johnson &
Johnson está usando el adenovirus Ad26 y la china CanSino, el adenovirus Ad5,
los mismos vectores que el Centro Gamaleya está usando, pero ellos todavía no
dominan el método de dos vectores. Ambas compañías ya han recibido grandes
pedidos de vacunas de sus Gobiernos.
El uso de dos vectores es una tecnología única, desarrollada por los científicos del Centro Gamaleya, que diferencia a la vacuna rusa de otras basadas en vectores adenovirales que se están desarrollando alrededor del mundo. Las vacunas basadas en vectores adenovirales también tienen claras ventajas sobre otras tecnologías como las vacunas de ARNm.
Las posibles vacunas de ARNm, que están siendo sometidas a
ensayos clínicos en Estados Unidos y otros países, no utilizan vectores para su
administración, sino que se basan en una molécula de ARN con el código de la
proteína de coronavirus envuelto en una membrana lipídica. Esta tecnología es
prometedora, pero sus efectos secundarios, especialmente su impacto en la
fertilidad, todavía no se han estudiado a fondo. Ninguna vacuna de ARNm ha
recibido todavía una aprobación regulatoria en el mundo. Creemos que, en la
carrera mundial de vacunas para combatir el coronavirus, las vacunas basadas en
vectores adenovirales serán las ganadoras, pero incluso en esta categoría la
vacuna de Gamaleya lleva la delantera.
Enfrentando el
escepticismo
La vacuna rusa ya está lista y registrada. Las dos primeras
fases de los ensayos clínicos han terminado y sus resultados se publicarán este
mes de acuerdo con los requisitos internacionales. Estos documentos
proporcionarán información detallada sobre la vacuna, incluyendo los niveles
exactos de anticuerpos, tal y como se muestra en varias pruebas de terceros,
así como en la prueba patentada de Gamaleya, que identifica los anticuerpos más
eficaces que atacan la espiga del coronavirus. También mostrarán que todos los
participantes de los ensayos clínicos desarrollaron un 100% de inmunidad al
COVID-19. Los estudios en hámsteres dorados, animales que normalmente mueren a
causa del COVID-19, mostraron un 100% de protección y una ausencia de daño
pulmonar después de recibir una dosis letal de la infección. Tras el registro,
llevaremos a cabo ensayos clínicos internacionales en otros tres países. Se
espera que la producción masiva de la vacuna comience en septiembre y ya vemos
un fuerte interés mundial en la vacuna.
El escepticismo entre los medios de comunicación y los
políticos internacionales ha surgido justo cuando Rusia anunció sus planes para
la producción masiva de la vacuna contra el COVID-19. Cuando hablé con los medios
de comunicación occidentales, muchos se negaron a incluir en sus historias
datos clave sobre la investigación de la vacuna rusa contra el COVID-19.
Consideramos este escepticismo como un intento de socavar nuestros esfuerzos
para desarrollar una vacuna que funcione, que detenga la pandemia y ayude a
reabrir la economía mundial.
No es la primera vez que Rusia se enfrenta a la desconfianza
internacional sobre su liderazgo en la ciencia cuando la política se interpone
en el camino de los avances científicos y pone en peligro la salud pública.
Durante el brote de poliomielitis en Japón en los años 50, las madres
japonesas, cuyos hijos morían de polio, salieron a manifestarse contra su
propio Gobierno que había prohibido las importaciones de la vacuna soviética
contra la poliomielitis por razones políticas. Las manifestantes lograron su
objetivo y la prohibición se levantó salvando las vidas de más de 20 millones
de niños japoneses.
Fuente: mundo.sputniknews.com
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