El científico cordobés Hugo Luján se refirió a las características de su prometedor desarrollo, que supone menos riesgos que otras candidatas extranjeras contra el Sars-CoV-2. A pesar de eso, no cuenta con los fondos para avanzar con la investigación. Vaticinó que tendremos que aprender a convivir con el virus.
Luján, que es además profesor titular de la carrera de
Medicina de la Universidad Católica de Córdoba y director del Centro de
Investigación y Desarrollo en Inmunología y Enfermedades Infecciosas del
Conicet, cuenta con una larga trayectoria de trabajos científicos publicados en
las revistas especializadas más prestigiosas del mundo y ha recibido diversos
premios por su labor -tanto internacionales como locales-: ganó los premios
Innovar en 2010 por el desarrollo de una vacuna para el parásito giardia y, en
2019, por la elaboración de una plataforma para producir vacunas orales, que
ahora se propone probar para la inmunización contra el Sars-CoV-2.
Sin embargo, sus vastos antecedentes y los alentadores
resultados obtenidos hasta el momento con la plataforma que desarrolló, no
fueron suficientes para recibir uno de los subsidios que el Estado otorgó a proyectos
vinculados con Covid-19. “Cuando vino la
pandemia, el Ministerio de Ciencia y Técnica llama a la presentación de
proyectos Covid para el otorgamiento de subsidios. Vimos que se presentaron 900
pese a que no hay 900 grupos de investigación, entonces decidimos presentarnos.
Pero, por primera vez en años, no se utilizó el sistema de evaluación por pares
-como se acostumbra a hacer en todo el mundo-, sino que se creó una comisión
para seleccionar ad hoc los proyectos. Y nosotros no salimos beneficiados”,
se lamentó Luján.
No obstante, el investigador y su equipo continuaron
trabajando en el desarrollo, hasta ahora con resultados muy promisorios, “porque estamos haciendo cosas que no hacen
otros grupos, ni siquiera las vacunas que hoy están siendo testeadas en fase
III”, remarcó.
En concreto, Luján trabaja desde hace 10 años en lo que
denominaron “una plataforma, muy
versátil, para la producción de vacunas orales”. La iniciativa surgió luego
de advertir las propiedades de gran resistencia que tenía la capa de proteínas
que recubren al parásito intestinal giardia, endémico en Latinoamérica, y para
el cual logró crear una vacuna en 2008.
“Estos parásitos están
recubiertos con una capa de proteínas muy específicas que le confieren
resistencia a ser degradados por la digestión. En 2010, publicamos en Nature
Medicine un trabajo en el que demostramos que utilizando estas proteínas del
parásito podíamos hacer una vacuna y la podíamos dar por vía oral”,
detalló.
Fue así que probaron de unir los dos aspectos: las
capacidades vacunales de las partículas desarrolladas por el científico francés
y las capacidades protectivas y altamente inmunogénicas de las proteínas de
giardia. "Estuvimos trabajando
durante mucho tiempo y recubrimos esas partículas virales hechas en el
laboratorio con partes de diferentes virus que no infectan a humanos".
”Lo que hacemos es
expresar en el laboratorio esas moléculas -una proteína que se llama Gag- del
virus de la leucemia murina, por ejemplo, en una célula de mamífero cualquiera.
Al mismo tiempo que le expresamos las proteínas del giardia para que la
protejan y al mismo tiempo que le podemos poner cualquier otra molécula de
cualquier otro agente infeccioso”, precisó el científico.
Esta plataforma fue probada ya por Luján con antígenos del
virus de la influenza (gripe). “Hicimos
estudios en animales de laboratorio y llegamos a demostrar, inclusive, que si
dábamos por vía oral estas vacunas a los animales, podíamos proteger para la infección
del virus vivo de la influenza”, relató. Los resultados de ese trabajo
fueron publicados en enero de 2019 en la revista Nature Communications.
Respecto de los beneficios que presenta este tipo de
inmunización en comparación con otras técnicas, Luján explicó que “la mayoría de las vacunas inyectables
solamente participan en generar anticuerpos que circulan por la sangre o
linfocitos T citotóxicos, células citotóxicas o linfocitos de memoria. En
cambio, las vacunas orales tienen la particularidad de generar además
inmunoglobulinas en nuestras mucosas. Se llaman inmunoglobulinas A secretoras e
impiden que el virus entre”.
El mecanismo supone una mayor eficiencia de esta vacuna oral
porque, en el caso de las inyectables, el virus entra al organismo y “en la mayoría de los casos se puede
controlar, que es lo que sucede hoy con la típica vacuna de la gripe”,
argumenta el catedrático. Es decir, la vacuna antigripal no impide que uno se
engripe sino que busca que la enfermedad no adquiera severidad.
EFECTOS SECUNDARIOS
Otra de las grandes diferencias del desarrollo de Luján
tiene que ver con los efectos secundarios. “Uno
de los beneficios es que en aquello que uno da por vía intestinal, por vía
oral, lo que no sirve, se digiere. Así de simple: no causará nada. También
probamos que estas moléculas no causan ninguna enfermedad”, aseguró el
investigador para luego añadir: “Los
efectos secundarios fueron nulos en los ensayos en animales”.
Por otro lado, la alta resistencia de la proteína utilizada
del giardia para proteger estas vacunas permite que no requieran cadena de frío
para su conservación. “Pueden ser
distribuidas y mantenidas a temperatura ambiente y esto sirve para la
vacunación en campañas masivas, que de otra forma no se puede hacer. Las otras
vacunas requieren ser mantenidas a -20 o -5 grados centígrados”, contrastó.
Asimismo, la vacuna oral desarrollada por Luján y equipo
puede administrársela cada persona a sí misma, no se requiere aguja, ni
jeringa, ni un personal especializado. “Tiene
también una ventaja para el medioambiente porque no hay que incinerar ni las
jeringas ni las agujas una vez que se utilizó”.
Consultado sobre otras diferencias en términos de los
potenciales efectos secundarios de las vacunas candidatas para coronavirus, el
científico recordó que “las vacunas ARN,
que son las que está utilizando la empresa Moderna en Estados Unidos junto con
el NIH, nunca fueron utilizadas para vacunas en humanos. Nunca fueron aprobadas
previamente y no se sabe si funcionan o no”.
”Ahí lo que se inyecta
es el código genético de las proteínas del virus que queremos que se genere en
nuestro cuerpo para generar una respuesta inmune. En el caso de las vacunas
vectorizadas, se agrega el ADN -no el ARN del virus- que es un vector que tiene
la capacidad de infectarte. Los adenovirus -utilizados como vector- son virus
que generalmente nos causan resfríos pero que han sido modificados para
expresar estas proteínas S del SARS-CoV-2”, detalló.
Por otro lado, están las vacunas a virus atenuados, “en las cuales se usa el Sars-CoV-2, tratando
de manipularlo de alguna forma para que no sean tan graves y, de ese modo,
genere respuesta inmune. Pero, así como pasó como el virus de la polio, eso
puede revertir al virus patogénico. Es decir, la misma biología del virus puede
corregir los errores introducidos por el hombre y producir enfermedad. Por eso
las vacunas atenuadas ya se están descartando”.
La otra clase de vacunas es la de virus muertos o
inactivados (por calor, por formol o por agentes químicos), que es la tecnología
utilizada en la candidata china. “Esos
procesos le pueden causar modificaciones a la estructura del virus y no obtener
la respuesta esperada. Pero, de cualquier manera, son las más promisorias hoy
por hoy; es la que podría ser la primera generación de vacunas que esté
disponible”, sostuvo Luján, para luego agregar: “Es la tecnología más probada en la historia de vacunas y sería la menos
riesgosa”.
Consultado sobre cómo se resuelven las diferencias
regionales que adopta el Sars-CoV-2 a la hora de elaborar una vacuna para que
sea efectiva en distintos lugares del mundo, Luján expresó: “Nosotros estamos usando todas las variantes
del virus en una misma formulación vacunal, que no es lo que están haciendo las
otras empresas, que están usando la secuencia original china, que apareció en
enero”.
El investigador del Conicet comentó que durante el
desarrollo de su plataforma para la elaboración de una vacuna oral también se
introdujeron modificaciones en la secuencia del virus para quede fija en la
forma prefusión y, de ese modo, sea más específica para generar anticuerpos
neutralizantes. De esta manera, se evita el riesgo de que ocurra un proceso
llamado “ADE”, del inglés antibody
dependent enhancement, que causa una inflamación exagerada del organismo y es
peor que la enfermedad.
Un aspecto en el que también hizo hincapié Luján fue el
hecho de que él y su equipo están probando sus vacunas en animales diabéticos y
en animales viejos. “Nadie lo ha hecho
antes. Se utilizan animales sanos o humanos sanos para las pruebas pero ¿qué va
a pasar cuando nosotros vayamos a tratar de vacunar a las personas que están
más en riesgo, que son los ancianos o personas con patologías previas como la
diabetes? Si no las testeamos en ellos, nunca podemos realmente estar seguros”,
enfatizó.
PRUEBAS EN EL PAIS
En cuanto al hecho de que tres candidatos vacunales se
prueben en nuestro país, Luján aclaró: “No
es que hayan elegido la Argentina porque es buena, se está probando aquí porque
es el lugar del mundo donde más circulación del virus hay en este momento”.
Desde el inicio de esta pandemia se dice que no vamos a
poder tener una vida normal hasta que no tengamos una vacuna. ¿Es realmente
así? “Para HIV no tenemos una vacuna y
hoy tenemos una vida relativamente normal en ese sentido, con ciertas precauciones.
Pero nadie, ni yo, puede garantizar que su vacuna funcione. El que dice que su
vacuna va a funcionar hoy, te miente. No hay ninguna vacuna para ningún
coronavirus a ARN, no hay ninguna vacuna con adenovirus que esté en el mercado.
Hay 29 vacunas que funcionan y que salvan millones de vidas en el mundo por
año, pero esas vacunas fueron probadas, fueron testeadas y fueron analizadas
seriamente. No sé si vamos a tener una
vida normal, la vamos a tener distinta, como la tenemos con el HIV”,
consideró Luján, quien sostuvo que el problema es que acá no se han hecho las
cosas de manera lógica, con sentido común y con un criterio amplio.
”Desde el principio
dije que se debía hacer una cuarentena estricta, corta, de 20 días y punto. No
necesitábamos más que eso. Si se hubiera hecho bien, eso no iba a resentir la
economía, no iba a resentir nada. Después, había que hacer un seguimiento con
testeos y rastreo”, resumió.
El científico vaticinó que con el coronavirus sucederá algo
similar a lo ocurrido con la epidemia de gripe española, en 1918: “Esto va a durar dos años, dos años y medio,
hasta que se vaya por alguna razón. Tenemos que prepararnos intelectualmente
para eso. Vamos a tener que aprender a
convivir con el virus. Las personas que tengan algún riesgo o de mayor edad,
tendrán que estar aisladas, el resto nos tendremos que acostumbrar a que este
año, escolarmente, está perdido”.
Por último, evaluó que es necesario el apoyo de la sociedad, “que es lo que hoy le falta al gobierno por sus idas y vueltas, por su enamoramiento con la situación”. “Hoy nos encontramos que estamos todos sueltos, en el peor momento de la pandemia. El respeto no se exige, se gana. No hay nadie que tenga una voz científica, basada en hechos reales y en la información más segura y actualizada, para poder convencer a la sociedad que tiene que actuar de determinada manera. Si tenemos un gobierno que encabeza, que dirige y que informe de manera constante y con personas creíbles, esto cambia. Hoy no hay aceptación de la sociedad porque nadie le cree nada a nadie”, finalizó.
Fuente: www.laprensa.com.ar/
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