domingo, 23 de febrero de 2014

Plantas autóctonas como el chañar, y la jarilla podrían curar tumores

Investigadores de la UNCuyo están analizando las propiedades medicinales que cinco especies típicas de Cuyo tienen sobre las células cancerígenas. Ya lograron resultados positivos con una: el retortuño. “Puede ser muy significativo”, reconocen.


Un equipo de investigadores de la facultad de Ciencias Médicas  de la Universidad Nacional de Cuyo, dirigido por el doctor Carlos Gamarra Luques, está probando efecto medicinales que ciertas plantas autóctonas de nuestra región tienen sobre algunas células tumorales, con resultados positivos en una de ellas hasta el momento: el retortuño.

Los profesionales partieron de la necesidad de nuevas opciones terapéuticas que mejoren la situación de los enfermos de cáncer, teniendo en cuenta que representa la segunda causa de muerte en el mundo y que su incidencia anual alcanza a más de 12 millones de personas.

Entre las múltiples especies de Cuyo en las cuales la medicina describe distintos usos en el cuidado y preservación de la salud se cuentan el pájaro bobo, el chañar, el retortuño, el aguaribay y la jarilla. Son vegetales autóctonos en los cuales ya se hallan científicamente documentadas sus propiedades antiinflamatorias, antifebriles, antibióticas, insecticidas y antioncológicas. En este último caso, la información es escasa e insuficiente.

Por ello, el objetivo de la investigación es profundizar, describir y comparar las acciones antiproliferativas -aquellas que impiden dividirse y seguir creciendo a las células- sobre líneas celulares de cáncer humano de los compuestos químicos contenidos en los extractos acuosos de las especies enumeradas.

Esto puede ser muy significativo, ya que si se lograra evitar que las células cancerosas proliferaran sería algún tipo de blanco terapéutico, algún tipo de terapia positiva para esta enfermedad”, explica Gamarra Luques.

Cosechada en origen

El proyecto comenzó en el año 2011 con las cinco plantas mencionadas. Concretamente, las hojas de estas especies se hierven y de ahí se obtiene el extracto. Éste se agrega a los medios de cultivo usados para hacer crecer células tumorales “in vitro” en distintas concentraciones.
“A estas plantas las obtenemos siempre en el mismo lugar geográfico. Porque la planta, dependiendo del agua o si se expusiera a insecticidas, podría tener distinta composición de químicos. Nosotros la sacamos de un campo virgen, en Lavalle, donde termina el río Mendoza y vamos a cosecharla en diciembre, cuando la planta está en flor. Es importante tener en cuenta la época de la planta, y que el momento de la floración es el momento de la cosecha.

Una vez cosechadas tenemos 48 horas para separar todas las hojas de los tallos, de los frutos, de las flores y de las raíces”, explica el docente e investigador de la UNCuyo.

Específicamente, el extracto actúa sobre la célula y por distintos mecanismos hace que, primero, no se divida más y, al no poderse dividir -que es una función vital para la célula-, tiene mecanismos que determinan su propia muerte.

Como resultado de los ensayos realizados, los investigadores hicieron un hallazgo interesante, según explica el director del equipo: “Esto lo hicimos en estos cinco compuestos, pero fueron bastante importantes los descubrimientos que se obtuvieron sobre el retortuño, porque no había sido descrito nunca y ha resultado en mínimas dosis.

No había ninguna propiedad antiproliferativa descripta para Prosopis (su nombre científico) y nosotros encontramos que a muy bajas concentraciones se inhibe el crecimiento de las células tumorales y si les damos un poquito más, se empiezan a morir”.


Estamos muy contentos con esto, pero obviamente, es una investigación que recién empieza”,  concluye Gamarra Luques. www.redvitec.edu.ar/

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