lunes, 13 de abril de 2015

Naomi Klein: "Para salvar al planeta necesitamos una gran transición"

La autora de NO LOGO analiza la situación del clima y el medioambiente en el capitalismo moderno. 


Con No Logo, Naomi Klein fue la primera voz crítica que presentó un mapa de la globalización tan temerario como temible. The Economist lo recibió con una fuerte crítica, polémica en la que intervino Klein y el semanario inglés, sin abandonar la discrepancia, tuvo que admitir que la aldea global convertida en mercado único era una paisaje que agudizaba peligrosamente la brecha entre ricos y pobres. En la década pasada, La doctrina del shock puso en claro el alcance de la austeridad y, por encima de todo, el modus operandi del mercado utilizando como vector de expansión las tesis monetaristas y una política de comunicación que desarticula al cuerpo social para convertirlo en una suma de individuos aislados.
Ahora, Naomi Klein presenta un estudio sobre el medioambiente, Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima en el que demuestra que el crecimiento constante sin ninguna brújula ética ni ecológica nos lleva a la pérdida del planeta como hábitat posible. Klein propone un capitalismo sostenible capaz de generar bienestar y respetar el medio ambiente y esta es una transición que, a su criterio, se debe poner en marcha en el corto plazo ya que el reloj biológico del planeta marca que estamos en una situación límite.
En una conversación que La Vanguardia mantuvo con Naomi Klein en Madrid, la autora, activa militante de sus ideas, expone los nudos centrales para entender este gran cambio.

–¿Cómo imagina a los líderes en los que hay que confiar y esta gran transición hacia otro mundo más sostenible?

–En mi libro hago una critica sobre los movimientos que hacen una crítica sobre la falta de estructura, la ausencia de poder. Yo creo que se trata menos de encontrar líderes y partidos políticos que nos lleven a la tierra prometida y más de intentar construir instituciones, una estructura que genere un cambio en el poder.

–¿Existen algunas?

–Sí, hay algunas existentes. Por ejemplo Bill Macquen con su movimiento que se llama 350.org y que esta hablando del gran cambio; esta organización forma parte del movimiento de la desinversión en los combustibles fósiles. También está involucrado el periódico inglés The Guardian, uno de los más influyentes del mundo, que esta intentando lanzar el mensaje de dejar los combustibles fósiles en el suelo. Esta actitud de The Guardian, surge de un encuentro que tuve con la gente del diario y constituye un buen ejemplo de gente resistente que está intentando hacer el cambio.

–China es uno de las máximas amenazas para la sostenibilidad del medio ambiente.

–Desde luego en China está sucediendo un cambio muy rápido con respecto a la contaminación ambiental y es algo que plasmo en un documental que estoy haciendo con mi marido. Creo que el hecho de que exista esta contaminación en el aire con un gran impacto sobre las clases medias y altas en China es algo que está cambiando el juego porque ahora empieza a tener un impacto social sobre las élites y las clases altas. La resistencia allí es arriesgada dado que China no es una democracia. El documental por ejemplo, de Under the dome de la periodista Chai Jing, muestra un gran riesgo por parte de la autora y no solo de su vida profesional, es un riesgo para su seguridad personal y para su libertad. El mensaje que nos trae China deberíamos leerlo en países que llevan más tiempo con una prosperidad económica; ya no podemos culpar a China por nuestra propia inacción porque China ya esta actuando. Lo que tenemos que hacer en los países europeos y Estados Unidos es liderar el cambio climático porque eso favorece y ayuda a los que están intentando asomar la cabeza en China.

–¿Los partidos progresistas europeos están asumiendo con seriedad el cambio climático?

–En países como Bolivia, Ecuador, en menor grado en Venezuela, hay un intento de articular una izquierda post extractivista y parte de este movimiento, estoy convencida, tiene que venir del norte porque es mucho más posible que este movimiento cobre fuerza. En Europa creo que hay algunos ejemplos positivos que intentan trazar el rumbo que tenemos que seguir. Irónicamente, Alemania es el país que ha estado forzando a Europa a seguir las políticas de austeridad y es un ejemplo de cómo la transición energética puede no ser perfecta, tiene sus faltas pero demuestra que puedes tener una relación de trabajo enorme, creando 400.000 puestos de trabajo en energía renovables y demuestra también que puedes tener más control, crear una democracia energética. Irónicamente esa transición es posible porque en Alemania cientos de pueblos han tomado el control de las centrales eléctricas y digo irónicamente por la presión que Alemania se ejerce sobre Grecia para que privatice sus compañías eléctricas.

–¿Tienen visibilidad los pequeños movimientos de resistencia tanto en tema climático como en el campo de la alimentación?

–Uno de los argumentos del libro es que una de las tareas más importantes y una de las soluciones más potentes para conseguir esta transición energética es reconocer los movimientos ya existentes, y existen muchos movimientos alrededor del mundo, sobre todo del mundo más desarrollado que han intentado promover la seguridad alimenticia, luchando por la propiedad pequeña, la redistribución de las tierras, una organización más grande de millones de granjeros y agricultores pequeños. Tienen que saber utilizar el eslogan ‘el pequeño agricultor enfría el planeta”.

–¿Cómo se articulan y se suman los movimientos indígenas?

––El papel de los movimientos indígenas creo que, honestamente, en Europa es más débil por motivos obvios. Pero en Latinoamérica, por ejemplo, tanto en Colombia como en Ecuador o en Bolivia, el poder de los indígenas es algo que está creciendo y de hecho son actores sociales de gran peso y tienen cierta fuerza política. En Canadá hay un movimiento que también está reconocido en la Constitución, con derechos de tierras y es interesante el hecho de sea el sector de la población que está creciendo con mayor rapidez, recuperándose con fuerza del genocidio que sufrieron.

–La visión indígena va más allá que el hecho de recuperar tierras. Su relación con la tierra es muy particular.

–Estoy de acuerdo en que lo importante no son solo los derechos de las tierras sino una cuestión más de visión global y en el centro de todo este tema esta la idea de entender la tierra como un sistema vivo que es una concepción reciente de los humanos; esta en la conciencia de la gente que a la tierra hay que cuidarla y no tratarla como a una plataforma de la se puede extraer continuamente sino también de devolverle a la tierra lo suyo. Tiene que ver con la responsabilidad humana. Ese tipo de pensamiento es algo que está enterrado en todas las culturas, está en todas partes pero los indígenas no lo perdieron por el camino. Es un reto muy grande y es un cambio que va a costar pero la ciencia está detrás y lo respalda. Esta visión mecanicista del mundo, entender la tierra como un mecanismo, es una idea que está siendo cuestionada por las teorías más sofisticadas. No solamente se trata de respaldar un sentimiento indígena sino que hay muchas teorías avanzadas sobre los sistemas biológicos que cuestionan al establishment.

–La Iglesia también ha modificado su punto de vista.

–Efectivamente; una de las cosas que a mi me da mucha esperanza es ver que incluso el relato de la Iglesia está cambiando, el modo en el que se ha transformado el discurso del Papa que cuestiona el dominio de la tierra por parte de los humanos.

–En España, un partido nuevo como Podemos de corte progresista no incluye en su agenda temas medioambientales. ¿Cómo piensa que la sociedad civil debe organizarse para reclamar una posición clara de los partidos con respecto a este tema?

–La crisis económica ha instalado la idea de que el cambio climático es un lujo que no nos podemos permitir y esto afecta, en países como España, por ejemplo, a toda la escena política. En el caso particular de Podemos hay personas que se están involucrando en temas referentes a la sostenibilidad pero a nivel de liderazgo político es cierto que no existe una conexión entre la crisis climática y la crisis económica que a mí me gustaría ver. A medida que nos vayamos acercando a la cumbre climática que se celebrará en París en diciembre, será mucho más difícil para los partidos políticos ignorar este tipo de temas. La cuestión climática siempre es un asunto cíclico; los políticos la olvidan, luego la vuelven a recordar para olvidarla una vez más pero cada vez que se acerca una cumbre es necesario que la tensión política hago foco en esto. Mi esperanza es que aquellos partidos que se han significado en Europa contra las políticas de austeridad reivindiquen también las teorías que defienden el ecologismo y que se reúna la energía necesaria para crear un movimiento que funda las dos visiones en una de manera amistosa.

–La crisis, en cierta forma, ha supuesto un descenso en el consumo de materiales, de las emisiones del efecto invernadero, en cierta manera, y aunque sea una paradoja, pareciera que la crisis ha sido beneficiosa con el medio ambiente.

–La verdad es que la única vez en que las emisiones de carbono han bajado fue, efectivamente, después de la crisis del 29 y después de la caída de la Unión Soviética. Esto es importante destacarlo porque tanto las crisis de la sociedad capitalista como la comunista provocan una bajada en las emisiones de carbono. Ocurrió en el 2008, cuando comenzó la actual crisis, pero duró tan solo un año ya que después se comenzaron a incrementar nuevamente. Lo que esto demuestra es que tenemos un claro conflicto entre un modelo económico basado en el crecimiento ya que la expansión es su modo de sobrevivir y de un sistema planetario que reclama lo contrario. Yo no quiero que la crisis económica genere la miseria de millones de personas, cosa que está ocurriendo ahora mismo, por lo que apuesto es por una gran transición y no por una gran depresión. Esto es lo que propongo en mi libro, es buscar la manera de encausar esa gran transición sin afectar al bienestar humano y a la vez poder crear esa gran contracción que permita una menor cantidad de emisiones y una expansión.

–¿Su posición es cercana al decrecimiento?

–Yo no utilizo el término decrecimiento porque creo que lo que la gente oye en ese discurso sobre el cambio climático es solo sobre la contracción, cuando en realidad lo que tenemos que hacer es pasar de un sistema económico que tiene el crecimiento como objetivo a un sistema económico que ponga el bienestar como objetivo. Esto quiere decir que si tenemos un sistema que pone el bienestar y la seguridad en el centro, entonces también tenemos que contraer las partes del sistema que lo amenazan. Una vez que se pueda mejorar el bienestar no solamente se trata de generar una expansión en temas como la energía renovable sino también se trata de expandir el concepto de los trabajos verdes, expandirlos a otras profesiones como por ejemplo, la docencia, el personal sanitario, el sector de servicios, los artistas. Pero lo que está haciendo la austeridad en el sur de Europa es exactamente lo contrario.

–El precio del petróleo y el fracking están en la agenda económica mundial que reflejan los medios. La opinión pública no rechaza esto, al contrario, pagar diez dólares menos para llenar el depósito del automóvil con respecto a un año atrás no ayuda a la hora de concientizar sobre los aspectos que usted propone.

–Acabo de publicar un post en mi blog del diario The Guardian que he titulado ‘Demos una patada al petróleo ahora que los precios han bajado’. Creo que la bajada del petróleo es una oportunidad estupenda para empezar esa transición que propongo. Incluso The Economist, una publicación con la que no suelo estar de acuerdo, puso el mes pasado en la tapa que este era un momento histórico que se da cada cien años. Cuando el precio del petróleo baja se puede poner un impuesto al carbono y por otra parte las empresas petrolíferas están buscando ayuda de los gobiernos mediante alivio impositivo ya que la perforación se ha vuelto muy costosa. Por lo tanto, es un buen momento para preguntarse que si vamos a generar un subsidio para conseguir energía, ¿por qué no se lo quitamos a las partes que están desestabilizando a la tierra. Y también es un buen momento para luchar contra las energías extremas como la perforación en aguas profundas o el taladro en el Ártico.

–¿Cómo analiza el Tratado de Libre Comercio (TTIP) entre Estados Unidos y Europa que pronto se implementará?

–Diferentes tratados como el TTIP están siendo utilizados como una herramienta contra políticas fuertes. Por ejemplo, si el País Vasco pone una prohibición contra el fracking en su región, el TTIP contempla la posibilidad de que una empresa que intenta operar en ese área pueda demandar al gobierno vasco por interferir en sus derechos comerciales. Esto acaba de ocurrir en Quebec, donde la empresa NAFTA demandó al gobierno porque allí existen leyes que impiden el fracking. Alemania está enfrentándose a la empresa sueca Vattenfall quien le está demandando por violar sus derechos comerciales para construir una planta de generación eléctrica de carbón. En esta crisis climática necesitamos la máxima flexibilidad, necesitamos una política directa y rápida; este tipo de tratados son obstáculos, piedras en el camino. Es lo último que necesitamos ahora mismo.

–¿Los mercados harán la transición de una economía en expansión libre a un sistema ecológicamente controlado?

–El conflicto que existe entre el capitalismo y el clima no radica en el imperativo del capitalismo: el crecimiento  no distingue entre los diversos tipos de crecimiento. Ahora nos vemos en la necesidad de dar un corte muy rápido en las emisiones, dar un cambio tan profundo que choca con ese imperativo. Mi postura no es eliminar a los mercados sino hacer una transición que no podemos dejar en manos del mercado. Hay muchas empresas que son parte de la solución y que están realizando muchas innovaciones y que son más eficaces en el uso de la energía pero no por esto se puede dejar en el mercado la solución de este problema. Necesitamos encontrar los incentivos adecuados y es algo que en los últimos veinte años no se ha generado. El fracaso del capitalismo verde es por el poder de las empresas de combustible fósil que poseen un gran capacidad para detener ese progreso. El caso es que hay un grupo pequeño de empresas energéticas muy fuertes que se están beneficiando del status quo y ven la energía solar que aparece en los tejados como una competencia directa con ellas y son lo suficientemente poderosos para afectar la política.

–En el libro dice irónicamente que solo falta que intervengan el sol pero en España hay un proyecto para crear un impuesto al autoconsumo de la energía solar. Sin duda la desregularización es total y el avance parece imparable. El ciclo keynesiano que culmina en 1973 fue iniciado después de una guerra. ¿Hace falta un conflicto para crear las condiciones que reclama su proyecto?

–No creo que haga falta; de hecho estoy a favor de un cambio social y político que es muy ambicioso, de un gran calado pero tengo la esperanza de que se den las condiciones para una transición no traumática. lavanguardiadigital.com.ar

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