martes, 22 de mayo de 2012

Biodiversidad: Diez de los 34 «puntos calientes de biodiversidad» que alberga la Tierra


Hoy es el Día Internacional de la Diversidad Biológica. Naciones Unidas se ha puesto las gafas de buceo para dirigir la mirada hacia el desconocido y valioso medio marino en 2012.
 Limpia también las de ver y sol para «zambullirte» por el tour de «puntos calientes de biodiversidad» que ha cartografiado a lo largo y ancho de la Tierra la Unión Internacional de Conservación para la Naturaleza. [El catálogo de la UICN contempla 34 hotspots.]

1. Las Islas del Caribe acogen una excepcional cantidad de ecosistemas diferentes, aunque los bosques montanos de niebla y los matorrales de cactus destacan sobre el resto. La deforestación y el invasivo avance de la población local, por su parte, no distinguen y causan estragos por igual en todo el área. El cocodrilo cubano (Crocodylus rhombifer) y dos variedades de solenodonte ya los notan en sus escamas y pelaje.

La gran mayoría de la fauna de las Islas del Caribe tiene «tamaño mini». De hecho, pueden presumir de dar cobijo al ave (el colibrí abeja, Mellisuga helenae) y al ofidio (la serpiente hilo de Barbados, Leptotyphlops carlae) más pequeños del mundo.

2. La cadena montañosa Sierra Madre Occidental abarca todo el oeste mexicano y el extremo suroccidental de Estados Unidos. Una cuarta parte de los taxones de plantas que ha inventariado México se concentran en este escarpado terreno, plagado de elevados relieves y profundos cañones. Muchos de ellos, además, no se localizan en otras partes del planeta. Los bosques de pino del estado de Michoacán, por ejemplo, reciben a millones de mariposas monarcas en invierno. La tala masiva, sin embargo, está reduciendo el número de hábitats viables para los lepidópteros.

3. El Bosque Atlántico de Brasil, pese a que en la actualidad solo el 10% de su extensión boscosa original permanece intacta, contabiliza 20.000 especies de plantas (el 40%, endémicas). Más de veinticuatro variedades de vertebrados en peligro crítico de extinción pugnan por salir adelante en la región. Tres tipos de tití león (Leontopithecus rosalia) y seis de aves han quedado restringidos a una pequeña mancha verde próxima a la Estación Ecológica de Murici (noreste de Brasil).

Los cultivos de caña de azúcar y café, así como la expansión urbanística de las ciudades de Río de Janeiro y Sao Paulo están presionando a la Manta Atlántica y a sus cerca de mil taxones de pájaros; algunos de ellos únicos: el paujil piquirrojo (Crax blumenbachii) o el pato serrucho (Mergus octosetaceus), sin ir más lejos.

4. Los Andes Tropicales aglutinan a una sexta parte de todas las plantas documentadas hasta ahora a nivel global. Una cifra sorprendente si tenemos en cuenta que sus 1.543 kilómetros cuadrados representan menos del 1% de la superficie terrestre. La suma más grande de anfibios registrada también se da en los Andes. Por desgracia, 450 -de una relación de 664- aparecen en la Lista Roja elaborada por la UICN.

El loro orejiamarillo (Ognorhynchus icterotis), el mono lanudo de cola amarilla (Oreonax flavicauda), la rana toro (Lithobates catesbeianus) o las bromelias altas (que tardan un siglo en madurar) no salen mejor paradas en su lucha contra la minería, la industria maderera, la explotación de petróleo, las plantaciones de narcóticos o la construcción de presas hidroeléctricas.
5. La dramática situación de la flora de la Cuenca del Mediterráneo se debe a la afluencia de turistas. La edificación de complejos hoteleros ha fragmentado su territorio, que alberga cuatro veces más plantas vasculares propias que el resto de Europa en su conjunto (22.500 variedades). La foca monje (Monachus monachus), el lince ibérico (Lynx pardinus) o el macaco de Gibraltar (Macaca sylvanus) cargan la misma cruz.

6. Alrededor de una cuarta parte de las variedades de vertebrados presentes en el Archipiélago japonés son originarias del mismo, incluyendo al pájaro carpintero Pico de Okinawa (Sapheopipo noguchii), en peligro crítico de extinción, y al macaco apodado «de las nieves» (Macaca fuscata), por ser el primate no humano que ocupa el hábitat más septentrional.

La urbanización y la presencia de «invasores», como la mangosta hindú gris (Herpestes edwardsii), la comadreja siberiana (Mustela sibirica) o la lubina negra (Micropterus salmoides), están accarreando serios problemas.

7. Polinesia-Micronesia constituye el epicentro de la actual crisis de extinción. Desde la llegada de los europeos hace 200 años, veinticinco especies de aves han desaparecido. La caza desmedida y el tráfico ilegal han influido. Los habituales pájaros mieleros y las paradisíacas islas de Hawái se mantienen en alerta.

8. El árido Cuerno de África ha sido una fuente constante de recursos biológicos durante miles de años. Posee la mayor suma de especies de reptiles autóctonos que cualquier otra región de África. Otro distintivo: es uno de dos hotspots áridos y de los más degradados, solo el 5% de su demarcación primitiva continúa «indemne».

El pastoreo intensivo y la extracción de carbón limitan el espacio por el que transitan el beira (Dorcatragus megalotis) -un pequeño y raro antílope-, la gazela de Clarke (Ammodorcas clarkei), la gacela de Speke (Gazella spekei) o el hamadríade (Papio hamadryas) -babuino sagrado egipcio-.
9. El otro hotspot árido recibe la denominación «Suculento Karoo» (sureste África). Namibia puede sacar pecho: atesora la diversidad floral más rica de la Tierra. La explotación de diamantes y metales pesados, sin embargo, incomodan a sus cactus, escorpiones, tortugas y lagartos. Afortunadamente, cuenta con una baja densidad demográfica.

10. Bosques costeros de África oriental. El comercio mundial de violetas gira en torno a Tanzania y Kenia: el 40.000 de las variedades cultivadas, que mueven unos 100 millones de dólares anuales, derivan de un puñado de taxones situados en la costa y los bosques de ambos países del continente negro.

El crecimiento de la agricultura y la ganadería intensivas están esquilmando un suelo ya de por sí pobre; del que cada vez sacan menos provecho, también, el Mangabeye del Río Tana (Cercocebus galeritus) o el Colobo Rojo del Río Tana (Procolobus rufomitratus).

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