No son insensibles al dolor. Los animales sienten y padecen
y hasta experimentan comportamientos y reacciones análogas a la pena o el
placer.
Realidades constatadas desde hace tiempo que han llevado a
que el derecho tenga en cuenta y regule el uso de animales (vertebrados,
fundamentalmente) en la experimentación científica o considere y trate de
limitar su padecimiento en el ámbito de la explotación industrial. Sin embargo,
los avances en este campo muestran que el dolor toca a una variedad más amplia
de especies animales además de a los vertebrados. Y que todavía queda por hacer
en la transposición jurídica del «derecho de los animales».
Empezando por que se apliquen con menos timidez los textos
legales vigentes o se defina con mayor claridad la sensibilidad animal al
dolor. Ese es uno de los principales caballos de batalla de la Fundación
francesa LFDA, «Derecho animal, ética y ciencia», y de las recientes jornadas
celebradas en París en donde por primera vez y de manera multidisciplinar se
abordó esta cuestión y el dilema ético entre el derecho del hombre a saber y
experimentar y los derechos de los animales. Una de las principales conclusiones
–apoyada por varios estudios– de este coloquio que reunió a neurobiólogos,
etólogos y veterinarios, pero también sociólogos y juristas, es que la
sensibilidad al dolor afecta a muchas y diversas especies.
A día de hoy el derecho europeo no es ajeno y varios textos
precisan los límites legales de estas experimentaciones en laboratorio pero
como afirma Georges Chapouthier, neurobiólogo del CNRS galo (Centro Nacional de
Investigaciones Científicas) y filósofo, «en materia de moral práctica, las
soluciones jurídicas propuestas, por muy necesarias que puedan ser, no son,
frente a cuestiones filosóficas de fondo, más que respuestas arbitrarias y
parciales». Si a nadie escapa que la experimentación animal es indispensable
para la salvaguarda y protección de la salud de millones de vidas humanas y
también animales, desde su creación la LFDA milita por el desarrollo de
protocolos alternativos que reemplacen test y pruebas de toxicidad y
contribuyan, además, a reducir el número de animales utilizados. En Francia, se
emplean cerca de 2,5 millones de ejemplares de laboratorio, principalmente para
la medicina humana y veterinaria, la investigación y el desarrollo y la
investigación llamada «fundamental», que abarca distintas disciplinas de la
biología.
Para limitar el recurso al animal como cobaya, cada vez más
se está promoviendo la formación ética de estudiantes e investigadores como
también cambios en la reglamentación para mejorar los protocolos de
experimentación que todavía usan a estos seres vivos en sus investigaciones.
Fte: proyectogeo
Fte: proyectogeo
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